Opinión


Y en estas me fui al cine a ver Los Odiosos Ocho (The Hateful Eight) de Quentin Tarantino, un nuevo episodio, el octavo, de la carrera cinematográfica de un estilo hiperdefinido, propio de un hombre de referencias único en su espectro, incomparable, extremo hasta el paroxismo, esponja del pasado, y hacedor de un cine no del agrado de todos los estómagos o "sentires". Los Odiosos Ocho es un nuevo ejemplo de lo que es el medio expresivo de la cinematografía para Quentin Tarantino, un hermoso cuento de navidad en forma de western teñido de rojo intenso y plagado de personajes descritos al detalle, diferentes por completo, pero que como piezas de un rompecabezas encajan en una historia que ya resulta entrañable.

Los Odiosos Ocho es teatro hecho de celuloide de 70mm, no en vano el director de Tennessee se plantea transformarla en libreto para que sea representado, una obra de suspense al más puro estilo Agatha Christie en donde sabemos que las cosas no van bien desde un principio pero en la cual su creador va haciendo crecer el misterio y las sospechas en torno a todos los protagonistas… hasta el prometido y siempre esperado desenlace final. Tarantino nos lo oculta todo y si bien sabemos cosas a cada minuto no lo sabemos todo hasta ese instante en donde el conjunto explota. ¿Quién es quién es esta rocambolesca película de encierro?

Por otro lado la obra está repleta de sensaciones que recuerdan a La Cosa (The Thing) del maestro John Carpenter. La obra de Carpenter, adorador del western de John Ford pero obligado a adaptarse a los medios con películas del oeste encubiertas como Asalto en la comisaría del distrito 13 (Assault on Precinct 13), nos llevaba a un páramo helado y allí enfrentaba a una serie de hombres a los elementos y a un terror desconocido. Los Odiosos Ocho explora la misma fórmula, atrapa a 8 dispares personajes, o nueve si damos entrada a O.B. (Jason Parks), en una posada bloqueada por una ventisca invernal / infernal en medio de la nada. El espectador sabe desde el principio que las cosas no van bien y pronto los propios personajes, encabezados por ese ser supremo que es el Mayor Marquis Warren (Samuel L. Jackson), comenzarán a plantar sospechas sobre los que allí cohabitan. No sólo eso, Los Odiosos Ocho usa piezas musicales míticas de la obra de Carpenter, compuestas por el propio Ennio Morricone, amén de referenciar al film de Carpenter descaradamente con, por poner un ejemplo, la apariencia de O.B., una fotocopia de R.J. McReady compartiendo con este barba, gafas, sombrero y función… piloto (R.J. de helicópteros vs. O.B. de diligencias).

Y como producto Tarantino el film es suyo. A nivel interpretativo si bien se vuelve a apoyar en esos tres o cuatro actores que asocias a su cine y cuyas vidas son propiedad del director, en esta ocasión Tim Roth como Oswaldo Mobray, Michael Madsen como Joe Gage y el ya mencionado Samuel L. Jackson como el Mayor Marquis Warren, esta vez pone al frente a gente como Kurt Russell, que vive una nueva era dorada merced a films como este o Bone Tomahawk y que es icono cinematográfico de los 80’s gracias al también al referenciado Carpenter, la desparecida y olvidad Jennifer Jason Leigh como Daisy Domergue, papel que le ha valido una nominación al Oscar, o Demián Bichir como Bob, actor mexicano que va y viene pero que no termina por hacerse con un hueco en el mundo hispano de Hollywood. De regalo Bruce Dern como el General Sandy Smithers, segunda vez con Tarantino y obligado a aguantar una de las humillaciones más brutas escritas para cine, y Walton Goggins como el Sheriff Chris Mannix, personaje indispensable y de nivelazo que junto a Jackson disfruta de grandiosos diálogos y momentos.

El resto es fórmula Tarantino. Esa narrativa basada en episodios continuados con alguna vista atrás, ese montaje con cortes abruptos, licencias por todas partes como ese momento voz en off donde es el propio director el que actúa como narrador de los acontecimientos, ese Grand Guignol de salvajismo desmedido y de descontrol humano. Destacar una fotografía fantasmagórica para los exteriores brillantes / oscuros y nevados, nuevo guiño a La Cosa de Carpenter y el trabajo de Dean Cundey, aquí perpetrado por su habitual Robert Richardson. Y qué decir de la banda sonora, al fin Tarantino logra uno de sus grandes objetivos vitales, que Ennio Morricone le componga una suite a medida. Las piezas del maestro italiano supuran misterio y recuerdan mucho a viejas piezas como las que escuchamos Los intocables de Eliot Ness (The Untouchables).

En fin, cine no para todos los gustos, desmedida y descontrolada, pero una delicia para ver en pantalla grande unas cuantas veces. Tarantino es único y mucho le echaremos de menos cuando deje de hacer cine. Los Odiosos Ocho es su segundo western, pero también es terror, comedia y suspense de altos vuelos.

Fabuloso póster de Los Odiosos Ocho de Quentin Tarantino
Fabuloso póster de Los Odiosos Ocho de Quentin Tarantino

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Como todos los años desde hace unos cuantos echo un vistazo atrás para fijarme en esas películas con las que he disfrutado y que os recomendaría ver si no habéis tenido oportunidad. Hasta ahora iba haciendo tantas como últimas cifras tenía el año, pero este 2015 se me queda corto y la cosa no da para tanto… o he visto menos cine, o no he tenido acceso a las que debería, pero 15 no las puedo rescatar, y eso que dos de ellas pertenecen incluso al 2014 pero fueron estrenadas a principios de este año. Arranco!

Mad Max: Furia en la Carretera (Mad Max: Fury Road) de George Miller

Mad Max: Furia en la Carretera (Mad Max: Fury Road) de George Miller. ¿La película del año? Sí, desde luego. Poco más que contar que no se haya comentado ya. Obra maestra del cine de acción, película de culto desde el día de su estreno en cines. Hipnótica, trepidante, insaciable. Miller ha reinventado a Mad Max ofreciendo algo impensable en estos tiempos. Cine auténtico, dos horas de frenesí non stop que nos dejaron sin aliento. Hasta Quentin Tarantino se rinde

Star Wars: El Despertar de la Fuerza (Star Wars: The Force Awakens) de J. J. Abrams

Star Wars: El Despertar de la Fuerza (Star Wars: The Force Awakens) de J. J. Abrams. Bastante discutida pero para muchos, en mi caso, el regreso esperado. Film homenaje, nuevos personajes que te atrapan acompañados por esas viejas glorias que nunca hemos querido olvidar. Cine espectáculo con todas las letras. Tenemos Star Wars para rato, el 2016 sin ir más lejos nos iremos al pasado para ver qué pasó antes de La Guerra de las Galaxias.

Marte (The Martian) de Ridley Scott

Marte (The Martian) de Ridley Scott. La obra de Andy Weir es vital, es optimista, es de esas que te animan. Scott se saca de la manga una de las mejores del año con un Matt Damon que se erige como brutal protagonista de esta obra por la supervivencia y el reto personal. Encantadora, muy bien realizada y necesaria. De vez en cuando hace falta algo como esto para animarte a seguir adelante porque ningún reto es imposible.

Ex Machina de Alex Garland

Ex Machina de Alex Garland. El guionista fetiche de Danny Boyle debuta en el cine como director, haciéndose cargo también del escrito, con una pieza magistral de ciencia ficción. Un reparto reducido, Domhnall Gleeson, Alicia Vikander y Oscar Isaac, dan forma a una historia con muchas lecturas, de doble juego, donde perviven la inocencia y la más vil de las perversidades. Con poco Garland logra una grande.

Green Room de Jeremy Saulnier

Green Room de Jeremy Saulnier. Una de las vistas en el pasado Festival de Sitges y una película de brutal impacto. El viaje al infierno neonazi de un grupo de música independiente que se ven atrapados en un local y del que pocas esperanzas de salir vivos tiene. Cruda, dura, extrema, violenta, salvaje. Anton Yelchin, Imogen Potts o Mark Webber haciendo frente a líder nazi definitivo… Patrick Stewart.

Bone Tomahawk de S. Craig Zahler

Bone Tomahawk de S. Craig Zahler. Otra que quiero rescatar de Sitges es este western pausado, paciente, largo y, sorpresa, caníbal. El señor Zahler se rueda de un reparto potente con Kurt Russell, Patrick Wilson, Matthew Fox o Richard Jenkins y ofrece un survival horror, como Green Room, pero en el lejano oeste. La película no aparenta lo que luego es, una rareza, una pieza única que decide innovar hacia un subgénero atípico en su padre mayor.

Kingsman: Servicio Secreto (Kingsman: The Secret Service) de Matthew Vaughn

Kingsman: Servicio Secreto (Kingsman: The Secret Service) de Matthew Vaughn. El maestro británico vuelve a ofrecernos una de las más divertidas adaptaciones comiqueras de la inclasificable Mark Millar. Protagonizada por el elegante Colin Firth, y acompañador por gente como Mark Strong, Samuel L. Jackson o Michael Caine, sirve de debut global para un prometedor Taron Egerton y la cada vez más presente Sofia Boutella. Cine de acción a raudales, violenta, simpática y frenética. Contiene una de las escenas del año, el POV dentro de la iglesia.

Nightcrawler de Dan Gilroy

Nightcrawler de Dan Gilroy. Estrenada en USA el año pasado nos visitó en febrero de cara a tenerla fresquita para la carrera a los Oscar. Salvaje, tremenda y con una Jake Gyllenhaal de otra dimensión. La Network del siglo XXI donde queda muy claro que todo vale para hacer que la basura que ruedas cámara en mano sea la primicia del día siguiente. Enfermiza gracias a ese Louis Bloom sin sangre en las venas.

Whiplash de Damie Chazelle

Whiplash de Damie Chazelle. La otra del año pasado que pudimos ver este. Impresionante film el de Chazelle, intenso a más no poder, hiperactivo y con un duelo al son de la batería protagonizado por Milles Teller y J.K. Simmons. Un combate de egos subidos de tono que a ritmo de jazz te deja tan pegado a butaca que no hay forma de levantar el culo hasta su mítica escena final.

Sicario de Denis Villeneuve

Sicario de Denis Villeneuve. El director canadiense responsable de las crueles Polytechnique, Incendies, Prisioneros (Prisoners), y de la adaptación surrealista de "El hombre duplicado" (Enemy), nos introduce de forma brillante y anárquica en el brutal mundo del narcotráfico mexicano a ambos lados de la frontera. Tan realista como dolorosa merece estar en el top sin discusión.

Otras que podrían entrar en esta lista pues son las llegadas a Sitges 2015 Cop Car, Slow West, la pieza maestra del cine de acción Misión Imposible: Nación fantasma (Mission: Impossible – Rogue Nation), la comiquera Marvel Ant-Man u otra del año pasado pero estrenada este, Descifrando Enigma (The Imitation Game).

 

Como muchos de vosotros esperaba la llegada del 18 de diciembre como agua de mayo. Esta pasada madrugada acudí a la velocidad del rayo a ver Star Wars: El Despertar de la Fuerza (Star Wars: The Force Awakens, 2015), unas cuantas horas después sigo encontrando cosas buenas de este primer visionado del renacimiento de la saga por excelencia.

¿Existe la fórmula del éxito? Pues la verdad es que J.J. Abrams y su tropa la tiene. Muy hábilmente este grupo de sabios han sabido evaluar que no existe la necesidad de reinventar la rueda cuando lo que tienes entre manos es significativamente un pelotazo. Por ello Star Wars: El Despertar de la Fuerza no deja de ser una nueva aventura en la que se combinan con maestría todos los elementos que en 1977 dieron como resultado un icono cinematográfico. ¿Hay sorpresas? Pues claro, pero en el fondo se analizan y muestran los mismos valores que otrora dieron como resultado un producto eterno y por el que no pasan los años. Por lo tanto, primero selecciona un guionista de éxito, Michael Arndt en la primera escritura del guión, súmale la cabeza de Abrams, ahora mismo un genio de la producción hollywoodiense, y remátalo con Lawrence Kasdan, el que sabe cómo debe ser contado lo que ha de contarse por ser el guionista de El imperio contraataca y El retorno del Jedi. El resultado es un film genuino, un historia que te atrapa, que te invita a viajar nuevamente por la galaxia y pura marca Lucasfilm, ya que recuerda en todo sus aspectos a las obras previas de George Lucas (1977), Irvin Keshner y Richard Marquand.

El segundo factor crucial para lograr el éxito es contar con personajes carismáticos. Star Wars: El Despertar de la Fuerza es ante todo un homenaje al pasado, una obra repleta de referencias, pero al tiempo una redefinición del futuro y una invitación a descubrir que las posibilidades son infinitas y que no debemos agarrarnos al ascua de tiempos pretéritos. Abrams ya lo hizo con Star Trek, reinventando, pero esta vez va más allá y puebla el universo Star Wars con nuevos rostros, magníficas personalidades e innumerables posibilidades. Daisy Ridley como Rey es sin lugar a dudas el bombazo, un personaje del que te enamoras, que te gusta, que te sorprende con cada nuevo paso que da hacia adelante descubriendo los misterios que la rodean. Crece al mismo ritmo que Finn, para mi un perfecto John Boyega, otro personaje que madura con la narración y que, directamente, se va formando debido a una catarsis personal que le lleva, desde el principio, a replantearse lo que ocurre. Finn es además una fusión de valentía desmedida e inconsciencia infantil, esto hace que te caiga mejor ya que es protagonista de momentos simpáticos que otorgan frescura narrativa a una historia que en el fondo conocemos. Tenemos luego a Kylo Ren, villano fotocopia que quiere ser eso, una fotocopia (pero en el buen sentido) del caos Darth Vader. Además, al peculiar Adam Driver (mola), le toca lidiar con un instante en la vida de todo villano que, la verdad sea dicha, Lucas no supo contar en su trilogía CGI. Kylo Ren no es perfecto, no es un Vader de la vida y, por lo tanto tiene todavía que romper muchos platos. Star Wars: El Despertar de la Fuerza nos lo muestra así, Kylo Ren puede fallar, le pierde la ira y se lanza a la piscina de forma un pelín inconsciente. Para rematar con los personajes humanos icono está Poe Dameron. A Oscar Isaac le ha tocado lidiar con un personaje que, seguro, ganará protagonismo en el futuro. Aquí tenemos a ese piloto rebelde que seguramente en 1977 habría quedado eclipsado por la irrupción de Luke Skywalker, pero que aquí tiene derecho a destacar. Por lo tanto, J.J Abrams pone sobre la mesa unos rasgos que hemos papado durante muchas décadas y decide repartirlos entre los nuevos personajes, creando por lo tanto un elenco de personalidades que recuerdan en todo momento a aquellas que nos atraparon hace ahora casi 40 años. Y me quedo sin hablar del General Hux (Domhnall Gleeson), una suerte de renovado Grand Moff Tarkin, Maz Kanata (Lupita Nyong’o) o la Capitana Phasma (Gwendoline Christie). Ah, y un recuerdo especial para BB-8, el factor Disney del film pero al que irremediablemente tienes que desear ver en pantalla una y otra vez.

El tercer factor es lo que te atrapa visualmente. Aquí la cosa está fácil. Sabes lo que triunfó en el pasado, conoces lo que llevó al fracaso en la era contemporánea, y por lo tanto evalúas y ejecutas lo que debe ser el futuro. Star Wars: El Despertar de la Fuerza es un espectáculo visual, algo con lo que Abrams no tiene problema. Además, se juega sobre seguro… Halcón Milenario dejando claro por qué es una nave tan molona, batalla entre X-Wing y Tie-Figthers como deben hacerse en 2015, y duelos con sables láser a la velocidad que todos podemos comprender y asimilar. Sumemos la acción física, cientos de Stormtroppers que caen muertos o salen volando cuando les disparan con un blaster, explosiones, criaturas reales y tienes el combinado deseado por todo el mundo que aborrece la sobrecarga CGI que tan mal envejecer ha otorgado a películas de hace poco más de una década.

Star Wars: El Despertar de la Fuerza vuelve a sus raíces, a la fórmula del éxito renovando eso si el drama familiar que vivimos en los setenta y ochenta. No oculta su pasado, lo recupera en dosis acertadas y abre las puertas a un futuro que se seguirá formando para acabar cerrándose nuevamente dentro de unos cuatro años. Puede que no llegue a sorprender, de hecho todo lo que vemos lo conocemos y nos recuerda, pero aun así se disfruta de pe a pa y da ganas de devorarla nuevamente para disfrutar e ilusionarse por lo que ha de venir. Ojo, en mi caso la banda sonora de John Williams se me queda un poco descafeinada, no llego a sentirla del todo y puede que una colaboración con otro compositor, sí, hablo de Michael Giacchino, hubiera aportado a los ritmos del maestro un toque de renovación extra. Ah, y la VO es fabulosa…

Ese molón cartel de Star Wars: El Despertar de la Fuerza
Ese molón cartel de Star Wars: El Despertar de la Fuerza

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Ya se nos anunció con el final de Skyfall, y es que los cambios en la vida del James Bond encarnado por la bestia parda Daniel Craig iban a ser la marca que definirían el nuevo proyecto del rubio y rudo actor. De la carnal realidad de Casino Royale o la mencionada Skyfall, ambas vitales, pasando por la transitoria Quantum of Solace, esta nueva Spectre auguraba dos posibles rumbos, el retorno a ese clasicismo que con los años se ha quedado demasiado obsoleto, o una continuación del plan personal maestro establecido por Sam Mendes, Neal Purvis, Robert Wade y John Logan. El resultado es una mixtura que se queda a medio camino en ambos casos, magistral en algunos puntos y ridícula, no se puede decir otra cosa, en otros. Spectre arranca como debe arrancar, con un derroche visual digno de sus anteriores proyectos, ahondando en el misterio que todos hemos deseado ver nuevamente en pantalla… la existencia de SPECTRA, esa gran organización criminal de tentáculos interminables y Némesis histórica de James Bond.

La secuencia en México D.F. es una delicia, frenética, destructiva y altamente rumbosa, amén de perfecta, que viene a dejarnos claro que Bond sigue teniendo problemas que prefiere resolver en solitario, es por lo tanto personal. Skyfall ha marcado un antes y un después, y James Bond prefiere moverse por libre, en modo sicario, tratando de buscar solución a los entuertos que se le plantearon tras el fallecimiento de la veterana M (Judi Dench). Se establece por lo tanto un vínculo íntimo como ocurriera en el primer y tercer film de la franquicia con Craig como protagonista. Todo va sobre ruedas, notable presentación del personaje de Lucia (madre del amor hermoso con Monica Belluci), misteriosa dama que levanta el interés tan rápido como la historia prescinde de ella. ¿Qué ha pasado? Muy bien no se entiende pero vamos, que de ahí te metan de lleno en un cónclave de SPECTRA es muy molón, y que el juego de sombras y luces remate como remata pues, la verdad, te deja con el culo torcido ante tanta buena pinta. Conocemos por lo tanto a Franz Oberhauser (Christoph Waltz), al ariete Mr. Hinx (Dave Bautista) y nos volvemos a cruzar con viejos personajes de los que ya sospechamos… Mr. White (Jesper Christensen).

Y aquí es donde la película comienza a flojear. Entra en la partida Léa Seydoux, un personaje como el de Madeleine Swann se ve rematadamente forzado, ahora aporto ahora no valgo para nada, y genera dudas sobre el enfoque que se le quiere dar en el montante final, ¿qué se pretende? Se descubre por otro lado la relación entre Oberhauser y Bond, hay cosas que necesitan de más tiempo de cocción para servirlas y esta es una de ellas, que me perdonen Purvis, Wade y Logan pero es hasta de chiste el pim pam pum con este secreto a voces. El protagonismo deriva repentinamente en el nuevo M (Ralph Fiennes), acompañado por Q (Ben Whishaw), Moneypenny (Naomie Harris) y Tanner (Rory Kinnear) que se cruzan en el camino de C (Andrew Scott), jefazo al que le huele el aliento desde el minuto cero. Y así hasta el infinito. Imponente la presencia de Hinx en todas sus secuencias, recuperando la esencia de aquellos villanos de segundo plano que robaban el protagonismo a los grandes jefes finales de las obras clásicas de la saga. Y en este caso con facilidad ya que Oberhauser se hunde en lo fácil, en lo paranoico y pobre. ¿En serio este era el jefe de Silva (Javier Bardem), White o Le Chiffre (Mads Mikkelsen)? Aquí es cuando el clasicismo revive, un clasicismo barato, de tontería, de centro de operaciones digno de Charles Gray o Donald Pleasence… señores, no volvamos por favor a los 60 y 70.

Por lo tanto, Spectre está entretenida, llama la atención por lo que esconde, pero deja un sabor de boca un poco agridulce por lo que finalmente es y lo que en verdad pudo ser. ¿Qué nos queda ahora? Pues el quinto y definitivo film de Daniel Craig como James Bond. Aunque diga que está cansado el contrato existe, aunque diga que los requisitos físicos son demasiado exigentes, Spectre es un ejemplo de que no hay límites para este pedazo de actor. Y sí, nos deben una, una bien gorda para despedir con ovaciones esta encarnación del agente secreto británico más longevo de la historia.

P.D. Me llama la atención que Daniel Craig luzca siempre la corbata por encima del cinturón, un par o tres de dedos. ¿Es la nueva tendencia?

El cartel de Spectre que más me mola, quiero ese disfraz para carnaval
El cartel de Spectre que más me mola, quiero ese disfraz para carnaval

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Personalmente era una de las que más esperada para Sitges 2015. La adaptación de la obra de J.G. Ballard en manos del lisérgico Ben Wheatley prometía y no defraudó, pero no precisamente para bien. Pese al reparto con el que ha contado, Tom Hiddleston, Jeremy Irons, Sienna Miller, James Purefoy, Sienna Guillory o Luke Evans, Wheatley la lía parda con una película decadente, de fondo similar al Snowpiercer visto el año pasado pero radicalmente diferente. High-Rise es setentera, paranoica, enfermiza, arrítmica y excesivamente rara. Roza con descaro lo desagradable a nivel personal y si con A Field in England cuajó un viaje psicotrópico de magnitud pantagruélica, con High Rise no se queda atrás y este edificio social, esta mole de marcadas diferencias, es pura incomodidad para el espectador. Rara, enferma, sexual, primaria, High Rise no es plato de buen gusto para todos los espectadores y en mi caso estoy casi como con su anterior film. Los buenos recuerdos de Turistas (Sightseers), comedia negra y macabra con mucho encanto, o Kill List vuelven a quedar ocultos tras una cosa rara que, es innegable, sorprende más si cabe por lo que acaba ofreciendo y por los mimbres con los que ha sido concebida. O mucho me equivoco o no le auguro mucho recorrido en pantalla grande. A ver si llega a cines, que lo hará, pero la gente se quedará ojiplática ante tanta degradación personal.

El curioso y molón cartel de High-Rise de Ben Wheatley
El curioso y molón cartel de High Rise de Ben Wheatley

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Resulta que Tom Savini tiene muchos amigos y uno de ellos, Jason Baker, ha decido fraguar un viaje íntimo para contarnos la vida y obra del maestro del splatter. Con la presencia del genio de los efectos en el festival y en boca de personajes diversos como Greg Nicotero, George A. Romero, Tony Todd, Alice Cooper, Bill Moseley, Robert Rodriguez o Lia Savini, en Smoke and Mirrors: The Story of Tom Savini se nos revela una historia inesperada, un recorrido por la parte más privada de la vida de este singular genio. Obra vital, legado ya no sólo de su propia existencia – actor, director, especialista y mago de los efectos más gore – se cuenta de forma emotiva y cercana la relación que tuvo con sus padres, hermanos, hija y nieto. Reflexiones, temas privados que por lo general quedan ocultos para el desconocido, reencuentros familiares, sus fallidos matrimonios, su periplo por la guerra del Vietnam, los dramas personales y las razones para acabar abandonando el mundo de los FX a mediados de los 90. Todo esto se descubre a la vez que se nos recuerda que el mago buscaba también otros retos. La interpretación, ya sea en teatro y cine, o la dirección, para el recuerdo su fabuloso remake La noche de los muertos vivientes (Night of the Living Dead, 1991), son aspectos no explotados de este curioso personaje de Hollywood. No se cuentan secretos de los rodajes, ni falta que hace, Smoke and Mirrors: The Story of Tom Savini es diferente, es una forma de sorprenderse con la vida de Tom Savini. Dudo mucho de su distribución, pero si eres un incondicional del mago te llegará a lo más hondo.

Cartel de Smoke and Mirrors: The Story of Tom Savini de Jason Baker
Cartel de Smoke and Mirrors: The Story of Tom Savini de Jason Baker

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El bueno de Jon Watts, fichado recientemente por Marvel Studios y Sony para hacerse cargo del reboot de Spider-Man en el MCU, desembarcó en el Festival de Sitges con Cop Car, interesantísimo thriller que a modo Thelma & Louise nos muestra la travesura de dos niños que deciden jugar con un juguete que les queda grande… un coche de policía que se encuentran abandonado en medio de la nada. Con el punto de vista de los infantes siempre como referencia de la narración, la travesura tomará un cariz muy adulto cuando el dueño del coche, un sheriff corrupto encarnado por Kevin Bacon, entre en escena. Siendo la inocencia la bandera enarbolada por Watts para contarnos su historia, el juego y el peligro van poniendo más y más nervioso al espectador. Desquicia ver los actos de los niños, la inconsciencia de sus decisiones, el no saber lo que supone jugar con cosas que no son juguetes. De regalo ese sheriff psicópata, los secretos que oculta y la falsedad de sus palabras transforman lo que se nos presenta como un juego de niños en un drama que incrementa la congoja hasta su último minuto. Otra que merece mucho la pena ver. Los chavales Hays Wellford y James Freedson-Jackson están que lo bordan.

Cartel de Cop Car de Jon Watts
Cartel de Cop Car de Jon Watts

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Le tenía muchas ganas a Slow West de John McClean y el resultado final no ha decepcionado. En un año donde el western, cine de género por excelencia, ha tenido algo de protagonismo en el festival de Sitges, McClean nos introduce en una historia atípica, protagonizada por Michael Fassbender, Kodi Smit-McPhee, Ben Mendelsohn, Rory McCann o la belleza Caren Pistorius, donde predominan el romance, lo cómico, y por momentos lo surreal (el robo de los caballos o el asalto final son buen ejemplo de ello). Jay (Smit-McPhee) viaja de Escocia al lejano oeste para reencontrarse con el amor de su vida (Pistorius). En medio de su periplo cruzará su camino con Silas (Fassbender), un pistolero que se ofrece a protegerlo, y que en el fondo busca a la misma mujer que Jay… y al padre de esta. El debut en el largometraje de McClean, anteriormente director de premiados cortos protagonizados también por Fassbender (menudo padrino), es un trabajo distinto, cercano al espectador merced a la inocencia que transmite el personaje de Smit-McPhee, y que de alguna forma recuerda en su estilo narrativo a una especie de fusión del cine de los Hermanos Coen con el inigualable estilo de Wes Anderson. El drama cruel se junta con la comedia absurda en esta inclasificable buddy western movie. Tragicomedia a reivindicar y que, curiosamente, se ha estrenado en cines este fin de semana… aunque desconozco la distribución que habrá tenido (supongo que pírrica).

Cartel de Slow West de John McClean
Cartel de Slow West de John McClean

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Antes de nada, si vas a ver La Cumbre Escarlata (Crimson Peak) de Guillermo del Toro, que lo merece, un pequeño pero importante aviso… no debes esperar una película de terror porque sencillamente NO lo es, aunque golpes de efecto los tenga. No hay peor negocio que el que la distribuidora está haciendo con este film, vendiendo un producto como si fuera de miedo cuando los fantasmas, que los hay, son más bien reflejos del pasado que vienen a advertir al presente de acontecimientos, futuros en algunos casos. De hecho, como reflejo fiel de lo que se nos contará desde el principio, la propia obra que Edith Cushing (Mia Wasikowska) escribe en la película es un símil de lo que se ve luego en ella, reconociendo la propia autora, que se quiere ver reflejada en Mary Shelley, que su relato no es uno de fantasmas, si no que se trata de una historia con un fantasma en ella. Guillermo del Toro nos advierte de esta forma de lo que vamos a ver.

La Cumbre Escarlata debe ser vista por lo tanto como lo que es en realidad, un romance gótico, con la impronta que define gran parte de la filmografía del director mexicano, pero que no obstante bebe directamente del tono de obras clásicas como la Rebeca (Rebecca, 1940) de Alfred Hitchcock, El castillo de Dragonwyck (Dragonwyck, 1946) de Joseph L. Mankiewicz o las obras de Jane Austen. Del Toro al tono comentado añade su sello, sus fantasmas aviso, una mansión ciertamente encantada o más bien puede que maldita (respira y cruje que da gusto), y derroche creativo. La historia en sí es bastante simple y el director parece no querer ocultarla en ningún momento, joven aristócrata inglés llega a Nueva York buscando ayuda financiera para un proyecto que le permita explotar su hacienda. Sir Thomas Sharpe (Tom Hiddleston) y su hermana Lucille Sharpe, de la que hablaré más adelante, mueven sus hilos con idea de lograr hacerse con un buen puñado de dinero. Él es un galán, un héroe que en el fondo no lo es tanto, pero suficiente como para que Edith caiga rendida a sus pies… y deseo. De ahí en adelante el foco nos lleva a la mansión de Allerdale Hall, casa señorial de los Sharpe que en pleno declive necesita, claramente, de una buena inversión de dinero para mantenerla. Los Sharpe por lo tanto se descubren, si no lo habían hecho antes, como cazadores de dotes aunque con aviesas intenciones. Para rizar más el rizo la comentada Lucille Sharpe, una Jessica Chastain sobrecogedora, lo mejor de la película, hermana paranoica, desquiciada, siniestra. A su lado la Danvers de Rebeca es una mojigata. Es este punto, la relación entre los hermanos Sharpe lo que desquicia. Son raros, son falsos, él enamorado y ella poseedora de mayor almacén de odio posible hacia Edith.

Y claro, ¿dónde están los fantasmas? Pues en la mansión. Pululan, advierten, echan un cable al entuerto con el que se encuentra la protagonista. Pero nada más, no pretenden asustar, pretenden avisar, tratar de que el presente no comenta los errores del pasado. Bajo sus pieles pues gente como el español Javier Botet, que se hace cargo de tres papeles, o Doug Jones, uno para el veterano actor. El otro gran personaje del film es la mansión, impresionante despliegue creativo, visualmente imponente, derroche de imaginación y hermosura en cada tabla que la constituye, tendrá premio seguro. Sombras por todos lados, rojos escarlata que burbujean e invaden paredes, sótano y suelos. Sumemos un vestuario fiel, homenajeador de la Lucy del Drácula de Coppola. Lo triste del tema es que ante el gran público La Cumbre Escarlata entrará más por los ojos que por su historia, obra del propio Del Toro y su colaborador Matthew Robbins, pero esto será porque la venden de una forma, terror, y no de otra, romance.

Alguno se pregunta entonces porqué una clasificación R. Pues por varios momentos truculentos, por la opresión a la que Edith es sometida, por los secretos que oculta el film y que sólo se descubren si la ves. Entonces entenderás la razón de una R. ¿Merece la pena? Pues sí, pero ojo, no vayas pensando que te vas a cagar de miedo, para nada, deben pensar más en un film de misterio, con mucho romance gótico y con fantasmas como complemento y marca de la casa.

Uno de los carteles de La Cumbre Escarlata
Uno de los carteles de La Cumbre Escarlata

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Curiosas fueron las apreciaciones del jurado respecto a Green Room, merecía pero no la encajaban. El film de Jeremy Saulnier – responsable de Blue Ruin (2013) y que ya cosechó galardones en el Fantastic Fest, en el Neuchâtel International Fantasy Film Festival y gran reconocimiento en el TIFF – ha sido olvidado de la lista de agraciados y eso que lo tenía bien merecido. Green Room es una joya absoluta, un hiperviolento descenso a los infiernos protagonizado por los cuatro miembros de una banda punk. Con un cartel muy interesante, Anton Yelchin, Imogen Poots, Mark Webber o Patrick Stewart como jefe de clan neonazi, nuestros músicos, los Ain’t Rights, serán testigos inesperados de un crimen. En un mugriento local perdido en un recóndito bosque de Oregón se verán atrapados por una banda de skinheads que, cosas de la vida, tienen los suficientes secretos como para decidir cual va a ser el destino de nuestros protagonistas. Extrema, directa, impactante y muy violenta, amén de desagradable, Green Room es de lo mejorcito que te puedes echar a los ojos actualmente. Cine sin concesiones, perfecta en su ritmo y con un body count generoso… aquí no puede quedar títere con cabeza y los medios para lograrlo son múltiples y variados. ¿Recordáis Asalto a la comisaría del distrito 13 (Precint 13) de John Carpenter? Pues renuévala con músicos y skinheads.

Un cartel curioso de Green Room de Jeremy Saulnier
Un cartel curioso de Green Room de Jeremy Saulnier

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