En tiempos de confinamiento absoluto se agradecen este tipo de iniciativas y propuestas adaptativas. Resulta que se ha estrenado en salavirtualdecine.com, plataforma de A contracorriente films, Vivarium, película rara que se pudo ver en el pasado Festival de Sitges, y llegada de la mano de Lorcan Finnegan, director poco o nada conocido y responsable de Without Name (primera vez que leo este título), y Garret Shanley, su guionista.

En fin, cual episodio digno de "La dimensión desconocida" ("The Twilight Zone") o la más reciente "Black Mirror", Vivarium nos adentra en una historia perfecta para estos tiempos, una pareja, Imogen Poots y Jesse Eisenberg, quedan atrapados en una zona residencial en la que puedes entrar si te llevan, pero de la que no se puede salir. La película ahonda en esa acogedora y sofocante conformidad en la que sucumbe la clase media mundial, un casa en una zona residencial (mucho más USA que otras partes del planeta) para convivir con tus vecinos y crecer como familia de forma similar a todos aquellos que viven a tu lado. Pero luego llega ese giro esperado, ese que transforma ese paraíso prefabricado en un infierno laberíntico de casas que recuerdan sobremanera a esos dibujos que acompañan al famoso Monopoly… idénticas, mismo césped, misma fachada, mismo patio, mismas ventanas, misma puerta y mismo muro. La única diferencia, el número que identifica tu puerta. Y el truco está en que Tom (Eisenberg) y Gemma (Poots) no les mola la propuesta, pero ya es tarde para arrepentirse.

De ahí en adelante el film viene a jugar con aspectos bastante interesantes y en tono muy siniestro, como por ejemplo algunos de los pasos de nuestro periplo por este mundo… la convivencia en pareja o la concepción. Todo alcanza sus extremos, ayudados por esa especie de Pee-wee Herman evolutivo, por lo general de forma paranoica y desesperante. El tema es que eso es lo que hay, que no está mal, pero como se explota no llega a cuajar. La asfixia llega, pero más por el sopor que por otra cosa. Poots se carga la tensión a la espalda (se llevó el premio a la Mejor interpretación femenina en Sitges), mientras que Eisenberg explota su obsesión a un único cometido. Gran golpe final, en parte esperado, y fin. Como elemento episódico psicológico experimental de un algo global, y acortando el metraje, es genial. Como film acaba agotando.

Uno de los carteles a la M.C. Escher de Vivarium
Uno de los carteles a la M.C. Escher de Vivarium

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Resulta que si uno se pasa por Amazon Prime podrá echar un vistazo a una de las obras cinematográficas más psicotrónicas de la temporada. Pues sí, en esta era de oscuridad vírica, Guns Akimbo de Jason Lei Howden, director de la heavy / gore Deathgasm, ha sido estrenada en una de las plataformas de streaming del mercado y tras su paso por festivales varios, Sitges 2019 sin ir más lejos, deja bastante claro que, de principio a fin estamos ante la gran paja mental del año.

Guns Akimbo fusiona a más velocidad de la que uno puede soportar la hiperactividad lisérgica y speedica de Crank, un sobrecargado bullet time a lo cine coreano, y la base argumental del juego como espectáculo violento que hemos conocido en films serie B molones como Perseguido (Running Man), La carrera de la muerte del año 2000 (Death Race 2000) o Gamer, amén de la literatura de la misma índole… indicar que "El juego más peligroso" de Richard Connell, adaptada al cine en 1932 con Joel McCrea protagonizando, contaba algo que sonará tras ver Guns Akimbo: un cazador cosmopolita, estamos en los años 20, cae por la borda de un yate y acaba (milagro) en una perdida isla en el Mar Caribe… allí será cazado por el aristócrata Zaroff (nombre inmejorable).

En fin, en Guns Akimbo el cazado es Daniel Radcliffe, actor que se atreve con todo y se le agradece (llega con recordarle en Swiss Army Man reinventándose como cadáver flatulento), y la cazadora Samara Weaving, encantadora que flipa ver en films como la macabra y sangrienta The Babysitter en Netflix, el hit Noche de bodas (Ready or Not), o la ida de olla laboral Mayhem (mira, otra de virus…) junto a Steven Yeun. El film juega con la existencia en la deep web, el mundo más siniestro y oscuro de internet, de un juego donde la gente disfruta viendo combates a muerte entre asesinos. Lo mejor del tema, todo dios está abonado y el voyeurismo más macabro es la moda. El detalle diferenciador es que el personaje de Radcliffe, un perdonavidas de esos que existen por las redes sociales y defensores de la verdad (troll), acaba con dos pistolas atornilladas a sus manos… morir o matar, no le queda otra. De ahí en adelante Guns Akimbo divierte como ninguna, pese a lo absurdo de todo el tono comedia que supura, amén de los litros de sangre que vierte por minuto, hacen que el film de Howden sea una de esas que molan ver en modo descerebre absoluto. Y ojo, que junti a Radcliffe y Weaving, tenemos aparición molona de Rhys Darby ("Flight of the Conchords") o una presencia desagradable como la de Ned Dennehy (Mandy).

Por lo tanto, adelante con Guns Akimbo, promete sobredosis, rareza infinita, bullet time, armas a cascoporro y mucha sangre. Ofrece sobredosis, rareza infinita, bullet time, armas a cascoporro y mucha sangre.

Cartel oficial de Guns Akimbo
Cartel oficial de Guns Akimbo

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Gracias a Netflix podemos decir que El hoyo de Galder Gaztelu-Urrutia es desgarradora. Es El hoyo un viaje a través de los comportamientos más repugnantes y deleznables de la raza humana. Es El hoyo enfermiza, opresiva, creíble y obscena.

El guión de David Desola y Pedro Rivero nos transporta a una especie de cárcel donde queda no sólo reflejado el mundo tal cual lo conocemos (sin miramientos todo sea dicho), con los poderosos que tienen de todo, arriba, o los avasallados y pisoteados, obligados ellos a permanecer en lo más profundo, abajo. Pero también muestra lo fácil que es estar en el primer grupo, y acto seguido, debido a un revés, encontrarte haciendo frente a lo mismo que los del segundo citado (ojo, que también hay clases medias y acomodadas). Tiene además política ahí reflejada, con aquellos que tratan de velar por la igualdad y esos otros que no me toques lo mío que te mato, puros dictadores y opresores. Ya de paso es El hoyo una combinación de elementos vistos en Cube de Vincenzo Natali, pero también de Rompenieves (Snowpiercer) de Bong Joon-ho… todo ahí entremezclado por Desola y Rivero, y fraguado con temple por Gaztelu-Urrutia.

Dando forma al conjunto, y "encerrado" en esta suerte de cárcel social y de asco infinito, se encuentra Ivan Massagué (Los últimos días, El año de la plaga o El laberinto del fauno), el protagonista de la historia que responde al nombre Goreng y que se cruzará con varios de los elementos que pululan, por alguna razón (todos tienen la suya propia), en esta torre de Babel de hastío humano o infierno digno de Dante Alighieri. Así tenemos a Zorion Eguileor, sobre sus hombros recae un personaje deleznable como Trimagasi, Antonia San Juan, defensora social de la igualdad, Alexandra Masangkay, madre mía, o Emilio Buale. A través de la espiral de destrucción que vive Massagué conocemos qué es estar arriba, en medio y abajo… muy abajo. Curioso detalle, todos se llevan a El hoyo un algo (una guitarra, una tabla de surf, un perro…), Goreng se lleva un ejemplar de "Don Quijote de la Mancha" de Miguel de Cervantes, libro escrito, o iniciado, en cautividad según el autor.

Para rematarlo momentos sumamente desagradables forzados por las situaciones extremas a las que los protagonistas se ven enfrentados. Puro desasosiego.

Cartel de El hoyo
Cartel de El hoyo

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Aparcado por Universal tras los múltiples tiroteos ocurridos en agosto del año pasado en Texas, California, y Ohio, y que causaron cerca de un centenar de muertos, llega un total WTF elevado a la enésima potencia. Esto es La caza (The Hunt), la controvertida, macarra, extrema, gloriosa y divertida historia inconcebible escrita por Nick Cuse y Damon Lindelof para Craig Zobel, director, y Blumhouse, ¿quién si no?

Para hablar de La caza, y como punto de partida, debemos indicar que al frente está un equipo bregado en "Westworld", "The Leftovers" o "Watchmen". Cuse, aprendiz, y Lindelof, maestro, se han sacado de la manga una historia apoyada en la actualidad, en los mentideros de Reddit, Twitter o YouTube, en las fake news y en lo que provocan los famosos leaks (gamergate, celebgate y otros tantos). Por otro lado tenemos a Zobel, conocido de los guionistas y director de Compliance o Z for Zachariah, amén de episodios en las mentadas series. Sólo Blumhouse podía apadrinar esta salida de tono, démosle gracias. De ahí en adelante La caza es una constante sorpresa, suficientemente gore como para convencer al deseoso de carnaza, cómica dentro de la salvajada que se propone, y sorprendente por el constante giro de acontecimientos que plasma. Pero ojo, La caza no es un rip off de La noche de las bestia (The Purge), para nada, tiene su propia personalidad, que sumada a la polémica y castigo sufrido en septiembre del año pasado, la encumbra ya a film de culto.

En esta historia sin freno, ni falta que le hace, tenemos a una deslumbrante y psicotrónica Betty Gilpin, la brutal wrestler fémina Debbie de "GLOW". Junto a ella, pero al otro lado del cuadrilátero, figura Hilary Swank, actriz top que recupera poder tras un tiempo por ahí medio perdida (I Am Mother moló, Logan Lucky moló… pero no recibe lo que merece) y que de alguna forma recuerda su personaje al encarnado por Sigourney Weaver en la igualmente icónica La cabaña del bosque (The Cabin in the Woods). El resto es imposible de contar sin entrar en el terreno SPOILER. La caza no se quiere ocultar, te suelta en el campo de batalla y de buenas a primeras uno se encuentra en medio de una caza al hombre que bebe de muchos clásicos. Minuto a minuto ocurre algo inesperado, se produce un giro impensable y el regocijo del espectador es mayor. La caza es una serie B genial que merece desde YA un puesto en esa lista de must have o must see que todo fan de la rarezas tiene en su corazón.

Cartel de The Hunt, un poco de recochineo
Cartel de The Hunt, un poco de recochineo

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Para el que no lo conozca, Joe Begos es un director norteamericano que hace unos años traumatizó festivales varios con su pase de Casi humanos (Almost Human), una desagradable cinta de abducciones, ciencia ficción y mucho pero que mucho gore. Un par de años después Begos se plantó otra vez en festivales con Poder mental (The Mind’s Eye), un rip-off de los Scanners de David Cronenberg protagonizada por gente con poderes psicoquinéticos machacando mentes. Tras 4 años de silencio, pergeñando de nuevo, Joe Begos llegó al 2019 con dos propuestas muy diferentes: Bliss, vampiros y arte, y esta VFW, veteranos de guerra contra señores de la droga suburbana.

Si bien Bliss es original en su planteamiento, VFW es una modernización de la clásica historia de apaches acosando a un grupo de cowboys, o directamente un nuevo homenaje al Río Bravo (Rio Bravo) de Howards Hawks, como ya hiciera el gran John Carpenter en la magnífica y negativa Asalto a la comisaría del distrito 13 (Precint 13). Nuevamente nada ha cambiado… lo que antes eran forajidos tratando de rescatar a uno de los suyos, y luego una banda de pandilleros intentando aplicar justicia matando al desafortunado asesino de uno de sus líderes, ahora se han transformado en traficantes de drogas deseosos de recuperar lo que les pertenece. Lo que en aquellos tiempos fue una cárcel de pueblo, y luego una comisaría de policía, ahora ha quedado convertida en un bar de barrio. Y si en el clásico de Hawks los buenos fueron el sheriff y sus ayudantes, y en el de Carpenter policías y criminales a partes iguales, esta vez han mutado en veteranos de guerras que han tenido lugar fuera de su país (por lo tanto veteranos de Vietnam, de la guerra de Corea o del mismísimo Afganistán).

Por lo tanto, VFW funciona perfectamente porque su historia es de sota, caballo y rey, y archiconocida por todos los presentes. Sumemos al producto una más una generosa dosis de violencia extrema y sin miramientos, y lograrás más puntos de los que preveías. Si ya de paso te rodeas de verdaderos veteranos de tiempos pretéritos, y serie B / Z, pues ya las tienes todas contigo. Encabezando probablemente el menos veterano de todos, si hablamos en términos de tiempo desde el que es conocido… Stephen Lang. Cerca ya de los 70 años aquí tenemos al icónico Coronel Quaritch de Avatar, al perturbado villano de No respires (Don’t Breathe), o a uno de los sospechosos atrapados en la clínica de D-Tox: ojo asesino (D-Tox). A su lado gente de la talla de William Sadler (que si La niebla, que si Cadena perpetua, que si el villano de La Jungla 2), Fred Williamson (icono blaxploitation con El padrino de Harlem o Guerra en Harlem, e icono de la exploitation italiana de Enzo G. Castellari o Lucio Fulci con Aquel maldito tren blindado, 1990: Los guerreros del Bronx, Los nuevos bárbaros o Roma Año 2072 D.C. Los gladiadores). Sumemos a David Patrick Kelly, otro de esos rostros míticos que vimos por Los amos de la noche (The Warriors), Límite: 48 horas (48 Hrs.), Commando, "Twin Peaks" o El cuervo (The Crow), y para rematar la jugada al gran Martin Kove, icono por varias razones como la saga Karate Kid, y sus participaciones en Rambo: Acorralado – Parte II (Rambo: First Blood Part II) o La carrera de la muerte del año 2000 (Death Race 2000).

¿Qué puede salir mal? Pues nada, VFW es lo que uno espera, violencia, serie B, sabe más el diablo por viejo que por diablo, y todo eso.

Cartel de VFW de Joe Begos, icónica imagen que suma violencia y senectud
Cartel de VFW de Joe Begos, icónica imagen que suma violencia y senectud

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Tras varios intentos fallidos por echar un vistazo a lo nuevo de Robert Eggers, ha llegado la hora de adentrarme en El faro (The Lighthouse), una opresiva paranoia, desesperante, claustrofóbica y, personalmente, más cercana al terror gótico agónico de Edgar Allan Poe, veo más referencias a "El corazón delator" que a la fantasía pulp de otras dimensiones o submarina, por mucho que se repita no encuentro la relación, planteada por H.P. Lovecraft.

El faro, rodada en puro blanco y negro y formato 4:3, cuenta la historia de dos fareros (Willem Dafoe y Robert Pattinson superlativos) que se van a pasar unas semanas en solitario trabajando juntos en un faro de una perdida y rocosa isla de Nueva Inglaterra. La idea no puede ser más demoledora, un veterano (Dafoe) que conoce las inclemencias del lugar, y que dado su saber decide comandar la andadura con agria crueldad, y un novato (Pattinson), que aunque entiende lo que es trabajar en condiciones extremas deberá enfrentarse a una más… ser pisoteado porque sí. Es El faro una muestra más de que Eggers es un maestro del terror y el suspense moderno, pero apoyándose en el clasicismo de los relatos y en los aspectos más folclóricos del horror mundano. El faro es el terreno ideal para sembrar todos los malos augurios del mar, desde el papel de las gaviotas a la mitología marina (sirenas y tritones incluidos), en la que muchos ven al mentado Lovecraft representado, y un lugar especial para que el alcohol adopte un protagonismo especial definiendo la personalidad del veterano, y transformando la del novato.

El faro es un ataúd cerrado. Uno se siente atrapado en la isla de principio a fin. El blanco y negro hace la experiencia más desoladora, el enrarecido y húmero ambiente te entumece, y el formato hace el resto… te atrapa, no te deja espacio y acaba por agobiarte tanto que incomoda. Eggers construye un film de terror psicológico, donde la desesperación acaban por no dejar discernir lo real de lo imaginario, y donde las alucinaciones acaban siendo la tónica del film. Difícil y dura de ver, y de entender en su versión original, Egger hace todo bien y en el apartado reparto esta se lleva la palma.

En fin, hay que ver El faro, hay que pasarlo mal con ella, hay que enfrentarse a la soledad del lugar en el que te verás atrapado, y en definitiva plantar cara a la locura que acaba por envolverlo todo. Nada como ver una película en la que el hombre es el verdadero monstruo, nada de criaturas imposibles, ni fantasmas, ni cosas raras. Seres humanos corrompidos hasta su destartalada mente.

Cartel de The Lighthouse
Cartel de The Lighthouse

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Fantabulosa, chisporroteante, clariviolenta y psicotrónica. Aves de Presa (y la fantabulosa emancipación de Harley Quinn), imposible de imaginar un título más complicado de leer, es una pizpireta y sobresaturada aventura comiquera del universo DC en la que Margot Robbie lo es todo, y de ahí se justifica que la propia Robbie sea no sólo una de las productoras del film, si no la artífice de la idea transmitida al estudio para que hiciera un spin-off sobre su personaje… innegablemente el más potente de la decepcionante Escuadrón Suicida (Suicide Squad). Lo mejor de todo, Aves de Presa como película hace ya el trabajo sucio y, durante un par de minutos de presentación animada, que recuerda a Bruce Timm, y acompañada por la voz en off de nuestro centro de atención, te explica el cómo de la situación personal actual de la protagonista.

Vale, con la premisa puesta sobre la mesa, y tras presentarnos al porcentaje mayor de los personajes que deambularán por pantalla, amén de la Quinn, conocemos de forma casi inmediata a Cassandra Cain (Ella Jay Basco), el gran villano Roman Sionis (Ewan McGregor), la odiada detective Montoya (Rosie Perez) y el taladrado mano derecha del malo, Victor Zsasz (Chris Messina), se evidencia uno de los grandes problemas del film… el inconsistente guión escrito por Christina Hodson, o puede que la culpa esté en el montaje del resultado final. El misterio queda en el aire.

Sentada la base y el camino que debería seguir el film, la Hodson se dedica a deambular en el tiempo en modo flashback interrumpiendo la ya de por si saturada narración de Harley Quinn, explotando una y otra vez el mismo chascarrillo (nombre y agravio) y añadiendo historias que de forma forzada permanen inconexas durante la práctica totalidad del film hasta que acabas por componer este rompecabezas alocado de entresijos que ocultan los personajes principales. Ahí, no puede ser negado, salen claramente maltratadas Helena Bertinelli / La Cazadora (Mary Elizabeth Winstead), infrautilizada y denostada a un par de chascarrilos y otras tantas escenas de acción, y Dinah Lance / Canario Negro (Jurnee Smollett-Bell), más presente que la anterior pero igualmente menos recurrente que, sobre todo, la Montoya… esta por alguna razón que se me escapa hasta en la sopa.

Técnicamente el film no escatima en hiperbólicas y estrambóticas secuencias de acción, no tengo claro si obra de la directora Cathy Yan, o del responsable de segunda unidad Chad Stahelski, meastro entre maestros y además de director de las tres partes de la saga John Wick, director de segunda unidad de Ninja Assassin o Capitán América: Civil War, amén de coordinador de especialistas de más películas de las que podéis imaginar. Pero lo que está claro es que por ese lado la película es un inagotable despiporre de ideas inconcebibles trasladas a pantalla de forma hiperactiva y sobresaliente. Y así están la cosas, una comedia que no brilla por la risas, si bien tiene momentos simpáticos, y donde destaca el brillante uso de la escenografía, algunos momentos cómico-excesivos (la concepción del bocata), y, sobre todo la gran protagonista… Harley Quinn y sus millones de desvaríos mentales. El resto es transición, por no decir relleno. Cine de acción en modo cine de acción. Vale.

Otro cartel más, muy molón, para Aves de presa (y la fantabulosa emancipación de Harley Quinn)
Otro cartel más, muy molón, para Aves de presa (y la fantabulosa emancipación de Harley Quinn)

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Elegir como plan de resurrección profesional una adaptación directa de una obra de H.P. Lovecraft es indudablemente arriesgado. Richard Stanley, un director singular y con una carreta ciertamente truncada por un destino loco, ha optado por el más difícil todavía para relanzar su tortuosa carrera. Apoyado por SpectreVision, la empresa de Elijah Wood y Daniel Noah no teme nada y eso mola, el bueno de Stanley ha liado una buena para dar el do de pecho y generar uno de los proyectos cinematográficos más auténticos relacionados con la superlativa obra de ese genio literario que fue, y es, el maestro pulp de Providence.

Tras ofrecernos a principios de los 90 los inclasificables terrores Hardware y El demonio del desierto (Dust Devil), amén de ser despedido durante la primera semana de rodaje de La isla del Dr. Moreau (The Island of Dr. Moreau), el bueno de Richard Stanley comenzó a transitar por la faz de la tierra sin destino aparente (cortometrajes, documentales, entrevistas…), esperando uno de esos trenes con forma de segunda oportunidad, una que con merecimiento le devolverían al lugar que nunca debió abandonar. Tras muchos años por aquí y por allá, se le ha podido ver por Sitges un año tras otro hasta colaborando como guionista con directores patrios como Nacho Cerdá, este curioso director ha encontrado el rumbo nuevamente adaptando "El color que cayó del cielo", uno de los hipnóticos relatos de Lovecraft, publicado este en 1927.

Color Out of Space es una notable y fiel interpretación de la obra de Lovecraft, trasladando el relato casi centenario al ahora pero, al tiempo, eligiendo como hilo de su historia el origen de la propia obra escrita. Stanley se centra por lo tanto en contar lo que pasó en las afueras de Arkham, aquello que le cuentan al protagonista del cuento de Lovecraft, pero intercalándolo con la llegada de este, Ward (Elliot Knight), un ingeniero encargado de revisar los ríos que desembocan en un embalse cercano a la icónica ciudad. Es en este punto donde la obra de Stanley elige su propio camino al presentarnos a la familia Gardner, formada por Nathan (Nicolas Cage), Theresa (Joely Ricahrdson), Lavinia (Madeleine Arthur), Benny (Brendan Meyer) y Jack (Julian Hilliard), y la llegada de ese meteorito espacial que contiene ese color imposible de identificar y que todo lo trastoca.

Stanley juega a partir de este momento con varios de los puntos álgidos dentro de la propia obra de Lovecraft, y de la mitología creada por el escritor. En Color Out of Space hay espacio para la paranoia, la desesperación, las mutaciones más desagradables e irreversibles, o la caída en una espiral de locura de donde uno no puede salir. Todo lo que Lovecraft cuenta en su historia está presente de una u otra forma en la película, y esto es algo que debe ser francamente agradecido al propio Stanley que, con atrevimiento, ha cocinado un guión arto fiel a la obra que adapta. Como en el cuento, todo acaba infectado, corrupto y degradado hasta límites inconcebibles para terminar derivando en el propio inicio del relato… ese erial maldito donde nada nace ya.

En fin, Color Out of Space es, en su todo, una de las aventuras cinematográficas más fieles a la obra de H.P. Lovecraft jamás rodada. Y esto, pese a los posibles y presentes desvaríos de Cage, es algo que debe tenerse en cuenta para esperar con franca ilusión el segundo episodio en esta prometida trilogía de adaptaciones. El futuro se llama "El horror de Dunwich" y, la verdad, no imagino en este momento a nadie mejor que Richard Stanley para adaptarla de nuevo al cine.

Fabuloso cartel de Color Out of Space de Richard Stanley… joya psicotrónica
Fabuloso cartel de Color Out of Space de Richard Stanley… joya psicotrónica

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Los sábados modo tarde de cine siempre han molado. Si encima lo que te plantas ante los ojos es una suerte de serie B con factura de A y carente de pretensiones sesudas o de sentar cátedra, pues más feliz que una perdiz. Esto es Underwater, film de William Eubank que junto a otras sufrió por la adquisición de 20th Century Fox por parte de Disney, amén de por el estreno de la infame y horripilante Megalodón (The Meg). Estrenada ahora en cines es el perfecto complemento para sesión especial profundidades monstruosas junto a otras maestrías noventeras, generosas de gore ellas, como Profundidad seis (DeepStar Six) de Sean S. Cunningham o Leviathan: El demonio del abismo (Leviathan) de George P. Cosmatos.

La propuesta de Underwater es totalmente simple, a la par que eficaz, arrancar ya con el desastre submarino y durante unos 90 minutos ir liquidando a los participantes de esta entretenida película de terror. Fin. No hay más, tampoco lo pretende. Por ahí están Kristen Stewar, Vicent Cassel (El odio), Jessica Henwick ("Iron Fist"), T.J. Miller (Deadpool), John Gallagher Jr. (Calle Cloverfield 10) y Mamoudou Athie, todos ellos conforman un grupo de operarios de diferente rango e inquietud que trabajan en una prospección minera cerca del fondo de las fosas Marianas, y que pasan a ser el centro de atención de este survival horror bajo el mar.

La película además se apoya como nada en dos valores sobresalientes. Amén de la envolvente banda sonora compuesta por Marco Beltrami y Brandon Roberts, dispone de una dirección artística suprema, con un diseño de producción notable en donde cabe destacar no solo los intrincados espacios por los que viajan nuestro grupo de supervivientes, reflejos del Aliens de James Cameron en cada esquina, si no por el vestuario, espectaculares trajes submarinos que dejan sobre la mesa un para cuándo una adaptación al cine de Warhammer 40.000. Como colofón solvencia con los efectos visuales, tono Lovecraftiano mayúsculo (probablemente entre en el top de los homenajes al maestro de Provicende), y un desarrollo ágil. No se le puede pedir nada, pero lo que te da cumple con su cometido. Pese a todas las licencias que se pueda tomar, estamos en una de ciencia ficción así que como si van en pelotas buceando, Underwater se merece un rinconcito entre lo más entretenido de lo que va de año.

Uno de los carteles de Underwater, no engañan
Uno de los carteles de Underwater, no engañan

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No siempre llueve a gusto de todos y desde luego Star Wars: El Ascenso de Skywalker (Star Wars: The Rise of Skywalker) no es película que se salve de esta diatriba. El regreso de J.J. Abrams a la saga ha servido para tratar de enmendar las libertades que se tomó Rian Johnson en el anterior episodio, ya depende de cada uno considerar estas como apestosas o renovadoras, y para, preparados los nostálgicos, sacar del sancta sanctórum de la saga recuerdos plasmando en pantalla otro buen paquete de referencias y guiños a la trilogía original… vamos, como ya hizo con Star Wars: El Despertar de la Fuerza (Star Wars: The Force Awakens), por lo tanto nada nuevo en el horizonte.

Por lo tanto, hay dos modos de análisis de Star Wars: El Ascenso de Skywalker: el primero el propio, personal y autónomo como desenlace final de su propia trilogía; el segundo el referencial, como ya dije nostálgico y cierre de una saga que se ha alargado la friolera de 40 años. La verdad es que bajo el primero de los prismas hay de todo, pero el argumentario que Abrams y Chris Terrio exponen para tratar de enmendar y lograr algo que guste a todos ha sido un poco de chichinabo. La verdad, pese a lo evidente (y merced a que ya se descubrió en el segundo o tercer trailer), no puedes sacarte de la manga al Emperador Palpatine (regresa Ian McDiarmid) y convertirlo en el eje del mal sobre el que navega esta película. Más todavía, no puedes jugar con un Macguffin durante dos películas, y uso el término con todo el sentido del mundo, y sacarte la chorra a golpe de mitad de esta para descubrir lo que descubres… que no es baladí y sólo sirve para tratar de confirmar que tu elección de gran villano está más que justificada. Así no.

Este giro, inesperado, es la base de Star Wars: El Ascenso de Skywalker, y nexo usado para argumentar el resto de acciones y decisiones de los personajes. Si uno logra abstraerse ante tal absurdo la película es la mar de entretenida, visualmente espectacular y digno cierre del camino que inició en 2015 (salvo ese anticlimático final que apoyado en lo nostálgico logra el efecto contrario de lo deseado…). Pero claro, tienes que ser partícipe de la decisión tomada para no sentirte tremendamente decepcionado. Un Macguffin es un Macguffin, y la "Mistery Box" de J.J. Abrams ha sido abierta para demostrar que más que caja misteriosa con una gran interrogación encima, se trata de una chistera de mago repleta de conejos y palomas. El resto está bien, los personajes en su línea, Kylo Ren (Adam Driver) sigue destacando sobre el resto, Rey (Daisy Ridley), Finn (John Boyega) o Poe Dameron (Oscar Isaac) metidos en su gran aventura final, y la presentación de nuevos personajes que poco o nada tienen que decir como Zorii Bliss (Keri Russel) o Jannah (Naomi Ackie)… a Rose (Kelly Marie Tran) ya la han defenestrado. Eso sí, la gente no caga con Babu Frik, el personaje TOP del episodio y trasunto del Hannibal Chew de Blade Runner.

Desde el segundo punto de vista, el nostálgico, Terrio y Abrams se apoyan en el mayor de los arsenales posibles llegando al punto de robar escenas, repito que ya se hizo en Star Wars: El Despertar de la Fuerza. Funcionan, por pura obviedad, pero acaban por confirmarte que la visión de J.J. Abrams ha sido la del refrito de tiempos pretéritos. No es algo que moleste, pero siembra serias dudas acerca de la originalidad de lo que estamos viendo. Ese factor nostalgia es el que está haciendo que muchos adoren el film, pero que otros lo acaben por odiar un poco más. La falta de originalidad ante el uso constante de referencias al pasado, y el no tomar riesgos para cerrar una saga de otra forma. Lo dicho, puede funcionar, y de hecho lo hace, pero en el fondo acaba siendo la comidilla. Hasta John Williams parece no tener que innovar sacando también de hemeroteca los mejores temas que se escucharon en 1977 y posteriores.

En definitiva, plato amargo. Entretenida, como la que más, con sus fuerzas y sus debilidades. Acertada en ocasiones, decepcionante en otras. Arriesgada por momentos, excesivamente precavida para el resto. A medio camino entre la nadería y el producto digno. Film discordia para terminar el año… y con un final muy jodido.

Impresionante cartel final de Star Wars
Impresionante cartel final de Star Wars

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