Elegir como plan de resurrección profesional una adaptación directa de una obra de H.P. Lovecraft es indudablemente arriesgado. Richard Stanley, un director singular y con una carreta ciertamente truncada por un destino loco, ha optado por el más difícil todavía para relanzar su tortuosa carrera. Apoyado por SpectreVision, la empresa de Elijah Wood y Daniel Noah no teme nada y eso mola, el bueno de Stanley ha liado una buena para dar el do de pecho y generar uno de los proyectos cinematográficos más auténticos relacionados con la superlativa obra de ese genio literario que fue, y es, el maestro pulp de Providence.

Tras ofrecernos a principios de los 90 los inclasificables terrores Hardware y El demonio del desierto (Dust Devil), amén de ser despedido durante la primera semana de rodaje de La isla del Dr. Moreau (The Island of Dr. Moreau), el bueno de Richard Stanley comenzó a transitar por la faz de la tierra sin destino aparente (cortometrajes, documentales, entrevistas…), esperando uno de esos trenes con forma de segunda oportunidad, una que con merecimiento le devolverían al lugar que nunca debió abandonar. Tras muchos años por aquí y por allá, se le ha podido ver por Sitges un año tras otro hasta colaborando como guionista con directores patrios como Nacho Cerdá, este curioso director ha encontrado el rumbo nuevamente adaptando "El color que cayó del cielo", uno de los hipnóticos relatos de Lovecraft, publicado este en 1927.

Color Out of Space es una notable y fiel interpretación de la obra de Lovecraft, trasladando el relato casi centenario al ahora pero, al tiempo, eligiendo como hilo de su historia el origen de la propia obra escrita. Stanley se centra por lo tanto en contar lo que pasó en las afueras de Arkham, aquello que le cuentan al protagonista del cuento de Lovecraft, pero intercalándolo con la llegada de este, Ward (Elliot Knight), un ingeniero encargado de revisar los ríos que desembocan en un embalse cercano a la icónica ciudad. Es en este punto donde la obra de Stanley elige su propio camino al presentarnos a la familia Gardner, formada por Nathan (Nicolas Cage), Theresa (Joely Ricahrdson), Lavinia (Madeleine Arthur), Benny (Brendan Meyer) y Jack (Julian Hilliard), y la llegada de ese meteorito espacial que contiene ese color imposible de identificar y que todo lo trastoca.

Stanley juega a partir de este momento con varios de los puntos álgidos dentro de la propia obra de Lovecraft, y de la mitología creada por el escritor. En Color Out of Space hay espacio para la paranoia, la desesperación, las mutaciones más desagradables e irreversibles, o la caída en una espiral de locura de donde uno no puede salir. Todo lo que Lovecraft cuenta en su historia está presente de una u otra forma en la película, y esto es algo que debe ser francamente agradecido al propio Stanley que, con atrevimiento, ha cocinado un guión arto fiel a la obra que adapta. Como en el cuento, todo acaba infectado, corrupto y degradado hasta límites inconcebibles para terminar derivando en el propio inicio del relato… ese erial maldito donde nada nace ya.

En fin, Color Out of Space es, en su todo, una de las aventuras cinematográficas más fieles a la obra de H.P. Lovecraft jamás rodada. Y esto, pese a los posibles y presentes desvaríos de Cage, es algo que debe tenerse en cuenta para esperar con franca ilusión el segundo episodio en esta prometida trilogía de adaptaciones. El futuro se llama "El horror de Dunwich" y, la verdad, no imagino en este momento a nadie mejor que Richard Stanley para adaptarla de nuevo al cine.

Fabuloso cartel de Color Out of Space de Richard Stanley… joya psicotrónica
Fabuloso cartel de Color Out of Space de Richard Stanley… joya psicotrónica

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Los sábados modo tarde de cine siempre han molado. Si encima lo que te plantas ante los ojos es una suerte de serie B con factura de A y carente de pretensiones sesudas o de sentar cátedra, pues más feliz que una perdiz. Esto es Underwater, film de William Eubank que junto a otras sufrió por la adquisición de 20th Century Fox por parte de Disney, amén de por el estreno de la infame y horripilante Megalodón (The Meg). Estrenada ahora en cines es el perfecto complemento para sesión especial profundidades monstruosas junto a otras maestrías noventeras, generosas de gore ellas, como Profundidad seis (DeepStar Six) de Sean S. Cunningham o Leviathan: El demonio del abismo (Leviathan) de George P. Cosmatos.

La propuesta de Underwater es totalmente simple, a la par que eficaz, arrancar ya con el desastre submarino y durante unos 90 minutos ir liquidando a los participantes de esta entretenida película de terror. Fin. No hay más, tampoco lo pretende. Por ahí están Kristen Stewar, Vicent Cassel (El odio), Jessica Henwick ("Iron Fist"), T.J. Miller (Deadpool), John Gallagher Jr. (Calle Cloverfield 10) y Mamoudou Athie, todos ellos conforman un grupo de operarios de diferente rango e inquietud que trabajan en una prospección minera cerca del fondo de las fosas Marianas, y que pasan a ser el centro de atención de este survival horror bajo el mar.

La película además se apoya como nada en dos valores sobresalientes. Amén de la envolvente banda sonora compuesta por Marco Beltrami y Brandon Roberts, dispone de una dirección artística suprema, con un diseño de producción notable en donde cabe destacar no solo los intrincados espacios por los que viajan nuestro grupo de supervivientes, reflejos del Aliens de James Cameron en cada esquina, si no por el vestuario, espectaculares trajes submarinos que dejan sobre la mesa un para cuándo una adaptación al cine de Warhammer 40.000. Como colofón solvencia con los efectos visuales, tono Lovecraftiano mayúsculo (probablemente entre en el top de los homenajes al maestro de Provicende), y un desarrollo ágil. No se le puede pedir nada, pero lo que te da cumple con su cometido. Pese a todas las licencias que se pueda tomar, estamos en una de ciencia ficción así que como si van en pelotas buceando, Underwater se merece un rinconcito entre lo más entretenido de lo que va de año.

Uno de los carteles de Underwater, no engañan
Uno de los carteles de Underwater, no engañan

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No siempre llueve a gusto de todos y desde luego Star Wars: El Ascenso de Skywalker (Star Wars: The Rise of Skywalker) no es película que se salve de esta diatriba. El regreso de J.J. Abrams a la saga ha servido para tratar de enmendar las libertades que se tomó Rian Johnson en el anterior episodio, ya depende de cada uno considerar estas como apestosas o renovadoras, y para, preparados los nostálgicos, sacar del sancta sanctórum de la saga recuerdos plasmando en pantalla otro buen paquete de referencias y guiños a la trilogía original… vamos, como ya hizo con Star Wars: El Despertar de la Fuerza (Star Wars: The Force Awakens), por lo tanto nada nuevo en el horizonte.

Por lo tanto, hay dos modos de análisis de Star Wars: El Ascenso de Skywalker: el primero el propio, personal y autónomo como desenlace final de su propia trilogía; el segundo el referencial, como ya dije nostálgico y cierre de una saga que se ha alargado la friolera de 40 años. La verdad es que bajo el primero de los prismas hay de todo, pero el argumentario que Abrams y Chris Terrio exponen para tratar de enmendar y lograr algo que guste a todos ha sido un poco de chichinabo. La verdad, pese a lo evidente (y merced a que ya se descubrió en el segundo o tercer trailer), no puedes sacarte de la manga al Emperador Palpatine (regresa Ian McDiarmid) y convertirlo en el eje del mal sobre el que navega esta película. Más todavía, no puedes jugar con un Macguffin durante dos películas, y uso el término con todo el sentido del mundo, y sacarte la chorra a golpe de mitad de esta para descubrir lo que descubres… que no es baladí y sólo sirve para tratar de confirmar que tu elección de gran villano está más que justificada. Así no.

Este giro, inesperado, es la base de Star Wars: El Ascenso de Skywalker, y nexo usado para argumentar el resto de acciones y decisiones de los personajes. Si uno logra abstraerse ante tal absurdo la película es la mar de entretenida, visualmente espectacular y digno cierre del camino que inició en 2015 (salvo ese anticlimático final que apoyado en lo nostálgico logra el efecto contrario de lo deseado…). Pero claro, tienes que ser partícipe de la decisión tomada para no sentirte tremendamente decepcionado. Un Macguffin es un Macguffin, y la "Mistery Box" de J.J. Abrams ha sido abierta para demostrar que más que caja misteriosa con una gran interrogación encima, se trata de una chistera de mago repleta de conejos y palomas. El resto está bien, los personajes en su línea, Kylo Ren (Adam Driver) sigue destacando sobre el resto, Rey (Daisy Ridley), Finn (John Boyega) o Poe Dameron (Oscar Isaac) metidos en su gran aventura final, y la presentación de nuevos personajes que poco o nada tienen que decir como Zorii Bliss (Keri Russel) o Jannah (Naomi Ackie)… a Rose (Kelly Marie Tran) ya la han defenestrado. Eso sí, la gente no caga con Babu Frik, el personaje TOP del episodio y trasunto del Hannibal Chew de Blade Runner.

Desde el segundo punto de vista, el nostálgico, Terrio y Abrams se apoyan en el mayor de los arsenales posibles llegando al punto de robar escenas, repito que ya se hizo en Star Wars: El Despertar de la Fuerza. Funcionan, por pura obviedad, pero acaban por confirmarte que la visión de J.J. Abrams ha sido la del refrito de tiempos pretéritos. No es algo que moleste, pero siembra serias dudas acerca de la originalidad de lo que estamos viendo. Ese factor nostalgia es el que está haciendo que muchos adoren el film, pero que otros lo acaben por odiar un poco más. La falta de originalidad ante el uso constante de referencias al pasado, y el no tomar riesgos para cerrar una saga de otra forma. Lo dicho, puede funcionar, y de hecho lo hace, pero en el fondo acaba siendo la comidilla. Hasta John Williams parece no tener que innovar sacando también de hemeroteca los mejores temas que se escucharon en 1977 y posteriores.

En definitiva, plato amargo. Entretenida, como la que más, con sus fuerzas y sus debilidades. Acertada en ocasiones, decepcionante en otras. Arriesgada por momentos, excesivamente precavida para el resto. A medio camino entre la nadería y el producto digno. Film discordia para terminar el año… y con un final muy jodido.

Impresionante cartel final de Star Wars
Impresionante cartel final de Star Wars

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Ala, todos al cine. Poco más se puede decir de Puñales por la espalda (Knives Out), una entretenidísima película de misterio salida de las manos y mente de Rian Johnson, el director de la odiada por muchos Star Wars: Los últimos Jedi (Star Wars: The Last Jedi), pero al mismo tiempo el responsable de dos piezas maestras de las últimas décadas: Looper, ciencia ficción que nos dejó con el culo torcido en 2012, y Brick, maravillosa propuesta de cine negro de 2005 que es, indudablemente, el complemento perfecto para una tarde con el cine de misterio sin resolver de este señor. Pero vamos a lo que nos atañe… Puñales por la espalda.

El cine policíaco en su variante whodunnit está de grandísima enhorabuena. Con una inteligencia mayúscula y un reparto escandalosamente alucinante, Rian Johnson se aventura a trasladarnos a esa edad de oro de la ficción policíaca donde grandes autores como Agatha Christie o Ellery Queen entretenían a medio mundo. Puñales por la espalda es una de clásico crimen con aparente solución directa, pero que debe ser resuelto en un entorno plagado de egos y verdaderas razones para haberlo hecho. Un guión de principio a fin entretenido, repleto de giros y pequeños detallitos que van hilando una historia aparentemente sencilla, pero compleja en realidad y abierta a la participación directa del espectador más detectivesco que tenga ganas de ser parte de la locura pergeñada por Johnson. Plagada de dobles lecturas, mentiras, engaños, malos entendidos y jugarretas, de nuevo el maravilloso guión de Johnson en juego, que te van atrapando más y más en esta genialidad sin descanso. De regalo, chascarrillos varios, clichés del género más que obligados (y muy necesarios), más, como ya comentaba, un reparto… pero que reparto. Daniel Craig como una especie de Hércules Poirot / Miss Marple, acompañado por una familia de las que dan auténtica envidia: Chris Evan, Jamie Lee Curtis, Michael Shannon, Ana de Armas, Don Johnson, Toni Collette, LaKeith Stanfield, Christopher Plummer, Katherine Langford, Jaeden Martell o, ojito, ¡M. Emmet Walsh y Frank Oz!

Pues nada, habrá que hacerse una sesión de tarde con El juego de la sospecha (Clue), El nombre de la rosa (Der Name der Rose), Sólo falta el asesino (Once Upon a Crime…), Un cadáver a los postres (Murder by Death) o Gosford Park… y encabezando esta maravilla que es Puñales por la espalda. Obligada.

Póster de Puñales por la espalda
Póster de Puñales por la espalda

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Me subo al carro, aprovecho que Quentin Tarantino ha calificado Infierno bajo el agua (Crawl) como su película favorita del 2019 para hablar del survival horror de Alexandre Aja y el padrinazgo de Sam Raimi. Con dos… eso.

Revisando Letterbox fue el 23 de agosto cuando me pasé por el cine para ver esta de cocodrilos en la que Kaya Scodelario, sufridora número 1, y Barry Pepper, su padre delante de las cámaras, tratan de sobrevivir no sólo al paso de un huracán por la Florida de los cañaverales, manglares o como queráis denominarlos… si no al imparable ataque de un clan de cocodrilos con ganas de comer poco hecho. Infierno bajo el agua es un producto perfecto para una tarde de verano (otoño o invierno): fresca, sangrienta y tensa. Serie B auténtica, sin intenciones disparatadas y con un único propósito: entretener. Rodada con encanto y muy buen hacer, Aja se casca un survival horror perfectamente creíble, historia de una joven que decide ir en busca de su obsesivo padre, entrenador de juventud, cuando las autoridades recomiendan lo contrario… se avecina jarana.

Casi desde el minuto uno el director francés nos encierra en un claustrofóbico sótano, el típico de vivienda unifamiliar americana repleto de recovecos, de lugares oscuros, de engaños, tuberías y sin salidas claras. Atrapados junto a la Scodelario y a Pepper, que se mueve poco el pobre, la tensión se corta durante el breve pero constante metraje de Infierno bajo el agua. Para darle algo más de profundidad a la película, Aja aporta un enfoque de autosuperación debido a la chocante relación paternofilial entre los personajes protagonistas. Como la cosa tampoco puede dar para mucho más los guionistas Michael y Shawn Rasmussen (The Ward) adornan el film con un par de microtramas paralelas que se resuelven como es menester… así conocemos no sólo el destino de los dos protagonistas, si no que también el de un trío de aprovechados que deciden hacer el agosto en medio del caos provocado por el tornado, y el de un equipo de rescate policial, incautos.

En fin, serie B entretenida, vale la pena verse aunque es muy menor a la ultragore Piraña 3D (Piranha 3D) del propio Aja. Pretende poco, y por eso funciona.

Cartelico de Crawl... cocodrilo a la vista
Cartelico de Crawl… cocodrilo a la vista

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La saga Terminator ha regresado, y lo hace con dos claras intenciones. Por un lado jugar la carta del "todo esto que te hemos contado nunca ha ocurrido", echando por lo tanto el cierre a una franquicia gloriosa, y por otro definir un nuevo inicio para atraer a un público que no ha mamado la fabulosa historia pergeñada por James Cameron. ¿Funcionará esto?

A lo mandos de esta Terminator: destino oscuro (Terminator: Dark Fate) el bueno de Tim Miller, director con un muy corto bagaje en forma de Deadpool, si bien varios cientos de millones de éxito le respaldan. En segundo plano, pero participando de forma muy activa y controladora, el mismísimo James Cameron en su retorno al sello que jamás debió abandonar. Con un punto de partida abrumador y que pondrá al veterano fan casi de pie, los primeros 5 minutos son indudablemente gloria bendita aunque sirvan para cargarse el entretenido y consecuente tercer episodio contado por Jonathan Mostow, en realidad esta nueva Terminator trata de redefinir un canon iniciado hace ya varias década pero con un resultado irregular. Vamos, que hay que decirlo alto y claro, Terminator: destino oscuro es un refrito de tiempos mejores, un reciclaje de las mejores ideas de Cameron adaptadas para que el espectador que en 1984 y 1992 ni existía como concepto descubra una idea mágica.

Y así nos embarcamos en Terminator: destino oscuro, una fusión de dos líneas temporales y en la que dos mujeres vienen para llevarse el protagonismo más absoluto. Por un lado está Mackenzie Davis encarnando al mejor personaje de la película, no hay duda. La Davis se pone en la piel de Grace, una mujer / soldado mejorada, llegada del futuro para salvar a la persona que a su vez salvará a la humanidad, y con un sentido de la lealtad inquebrantable pero movida por un sentimiento no al alcance de las máquinas. En el otro la veteranía de Linda Hamilton, Sarah Connor no ha abandonado la lucha, ha seguido recorriendo su mundo siendo coherente con lo que hizo en su prehistoria particular. Junto a ellas y para terminar de dar forma a la nueva Terminator reaparece Arnold Schwarzenegger, de alguna forma tratando de dar sentido al pensamiento final del T-800 cuando abrazaba a John Connor (Edward Furlong) en la grandiosa segunda parte de esta eterna saga. El resto ni chicha ni limoná… el modelo de robot del futuro encarnado por Gabriel Luna no deja de ser una copia del T-1000 de Robert Patrick fusionado con la T-X de Kristanna Loken, el añadido personaje dual funciona bien, Natalia Reyes no es otra cosa que una Sarah Connor (la de 1984) llegada en la era Trump del masivo control de inmigrantes ilegales, etc. Vamos, que Terminator: destino oscuro además de ser una secuela directa de la segunda parte es, en realidad, una fusión de ideas de Terminator y Terminator 2: el juicio final trasladada a la frontera y por lo tanto sembrada de aroma latino. Ojo, que no es mala idea, pero es que es la misma idea reacondicionada.

El resto pues cargada de altibajos: rupturas del canon que enervarán a algunos; personalidades adquiridas que sacarán de quicio a otros; rutilantes escenas de acción sin freno que te acabarán agotando. Porque sí, todo lo que dura (en cuanto a metraje) es una constante huída sin fin. Ojo, Terminator: destino oscuro funciona, y lo hace mejor que partes futuras pero pretéritas, sin embargo debe ser consciente de que es el fin y que no hay más que sobreexplotar. Ya lo decía Sarah Connor tras uno de sus sueños… "NO FATE", aquí lo dejan muy claro, y de paso lo otorgan un rango de oscuridad que seguro servirá para dilapidar los éxitos / fracasos cosechados.

Cartel de Terminator: destino oscuro por Mondo, con permiso de la superlativa Mackenzie Davis, Sarah Connor es la protagonista
Cartel de Terminator: destino oscuro por Mondo, con permiso de la superlativa Mackenzie Davis, Sarah Connor es la protagonista

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Netflix ha estrenado este pasado viernes, si bien su premiere se celebró el día antes en el Festival de Sitges, En la hierba alta (In the Tall Grass) de Vincenzo Natali, una nueva adaptación de una obra del maestro del horror Stephen King, y de su hijo Joe Hill en este caso. La verdad, como os flipen estas películas estaréis en la gloria.

Protagonizado por una lista de actores no muy deslumbrante salvo por la presencia del siempre solvente Patrick Wilson, el entuerto es bastante simple, no en vano la obra original es un relato corto que, estirado en modo repetición casi infinita, ha dado como resultado un entretenido film. Poco más. Como punto de partida tenemos a dos hermanos, Becky y Cal, que al borde de un frondoso campo detienen su coche. Una vez parados escuchan la angustiosa llamada de socorro de un niño perdido en el campo (más una recomendación para que no le hagan caso). En fin, cosas de la vida, Becky (Laysla De Oliveira), a punto de parir, y Cal (Avery Whitted), su hermano, deciden adentrarse en el frondoso campo para rescatar al chaval. Pronto verán que no ha sido buena idea entrar sin tener claro cómo salir. El campo se torna en un laberinto sin salida, donde las reglas del espacio se redefinen a cada minuto y donde hay algo ancestral oculto en lo más profundo del campo… y que actúa como imán para no dejarte salir.

Y llegado a este punto Natali comienza a jugar con un bucle infinito donde no hay salida, rizando el rizo, con variopintas y macabras consecuencias. Ojo, el relato corto termina, pero es ahí donde el director italiano, guionista también, exprime el mismo una y otra vez, tratando de complicar la trama hasta el desenlace final. Tono lovecraftiano, paranoia, conectividad discutible, reflejos de Frequency y otras muchas cosas. Curiosa, bien narrada, algo gore y hasta malsana. Para pasar el rato merece la pena adentrase En la hierba alta… ideal para ver en sesión doble con El cortador de césped (The Lawnmower Man).

Cartel final de En la hierba alta de Vincezo Natali
Cartel final de En la hierba alta de Vincezo Natali

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¿Cómo nacen los monstruos? El Joker de Todd Phillips nos lo cuenta. Bienvenidos por lo tanto al tortuoso y destructivo viaje por la perturbada mente de Arthur Fleck, bienvenidos al principio del fin de un ser débil y maltrecho que acaba transformado en una criatura abominable.

Joker es la primera muestra de que el universo de los cómics puede ser tomado como perfecta base argumental para contar otra historia que podría encajar como un guante bajo una rama cinematográfica diferente. Joker es el agónico periplo de un ser frágil que abandonado por completo a su suerte, las circunstancias y la sociedad en la que vive así le hacen, acaba tomando el camino que su insustancial existencia le marca. Pero Joker también es un siniestro reflejo (puede que más realista de lo que queremos pensar) de una buena parte del ahora en el que vivimos, un mundo de diferencias astronómicas, donde los maltratados son siempre los mismos, y donde esa otra sociedad superior observa con desprecio e indiferencia a los que aprovechan para pisar. Joker es también una perfecta justificación del mundo que el que Batman siempre ha vivido, el pistoletazo necesario para que Gotham City sea oscura, caótica y cuna de la más variopinta ristra de villanos que jamás se haya imaginado.

El mundo de Arthur Fleck no puede ser más descorazonador, un payaso cuya frustración y tristeza se transforman en risa agónica malentendida; un payaso que no es gracioso, que lo intenta, pero que como ejemplar mártir es despreciado por todos: sus propios compañeros, la gente de la calle, los servicios sociales… Arthur será un payaso y todo lo que él quiera creer, pero es el payaso con la vida menos feliz jamás plasmada. Esta infelicidad descomunal la traslada en pantalla un superlativo Joaquin Phoenix, ofreciendo su enésima transformación en ser maltrecho, torturado, asocial y abandonado a su desgracia (que aquí suerte no hay ni pizca). Phoenix hace suyo el personaje, como ya lo hicieron otros, homenajeando al pasado pero otorgando una nueva personalidad al Joker… la verdadera locura. No es un mafioso salido de una cuba de ácido, no es un terrorista con la cara cortada, no es pandillero de dientes de oro, es lo que en verdad es este icono del mundo del cómic y uno de los villanos más fabulosos imaginados… un loco. Acompañando al centro de la historia pues Robert De Niro en el lado opuesto al que ya protagonizó en 1982, y Zazie Beetz y Frances Conroy como las únicas mujeres dentro de la tristeza que explaya Phoenix.

El film de Todd Phillips es tortuoso de principio a fin, este exceso de mundo gris e infelicidad no está siendo del agrado de todos, pero de manera indudable la incursión en el drama de este director de comedia es una joya. En el guión escrito por el propio Phillips y Scott Silver se saca provecho de otros relatos ya icónicos con los que se lleva largo y tendido relacionando Joker, desde la búsqueda de reconocimiento por el artista de El rey de la comedia (The King of Comedy), hasta la del perturbado aplaudido de Taxi Driver. Vamos, Martin Scorsese está en Joker. De regalo una banda sonora obra maestra de la islandesa Hildur Guðnadóttir, que sirve para que el conjunto caiga si cabe más pesado que una losa sobre el espectador.

Joker es magistral, pero también es triste, descorazonadora y cruel. Para ver y meditar.

Cartel de Joker

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Quentin Tarantino ama el cine y ama hacer cine. Cada película que modela es una sorpresa, un homenaje a mil momentos de la historia del séptimo arte y de sus propias experiencias. Su última maravilla se titula Érase una vez en… Hollywood (Once Upon a Time in… Hollywood), y como suele ocurrir nada de lo que acontece en su film es predecible. Tarantino ha visitado varios géneros a lo largo de su carrera, que si cine negro, artes marciales, westerns, guerra, thriller… ahora es el turno de la fantasía, o de la ciencia ficción y los universos paralelos, porque ojo, ya en Maltidos bastardos (Inglourious Basterds) aprovechaba a jugar a ser dios.

En esta ocasión Tarantino selecciona un momento crucial de la historia de Hollywood, un instante que supuso un antes y después cultural… el asesinato de Sharon Tate a manos de los miembros de la banda del descerebrado Charles Manson, momento que también supuso un golpe de muerte al movimiento hippie que en aquellos tiempos, bajo el lema de "haz el amor y no la guerra", se enfrentaban al controvertido intervencionismo militar de la guerra del Vietnam, y mismo instante en el que se fraguó y asentó el Nuevo Hollywood. Tarantino nos traslada a esos años contando la historia de dos amigos, un actor y su doble de acción. Así conocemos a Rick Dalton (inmenso Leonardo DiCaprio), actor de seriales de televisión en sus horas más bajas, y Cliff Booth (grandioso Brad Pitt), su stuntman, aunque desde el minuto cero queda claro que en el cine ya no rasca nada y vive por y para Dalton como su asistente, manitas y hombre para todo. Amigos como pocos. En paralelo, sin ir más lejos en la casa de al lado, pero a mil millas de distancia profesionalmente hablando, Sharon Tate (Margot Robbie) existe y vive su sueño junto a Polanski y sus amigos.

A partir de ahí Tarantino propone una historia normal pero a la vez descomunal, acontecimientos que tienen todos lugar a lo largo de ese año 1969. Conocemos la cuesta abajo en la carrera de Rick Dalton, su mirada hacia atrás de lo que fue con segmentos varios de sus aportaciones al mundillo, lo que pudo ser (simpático el fragmento de La gran evasión), y lo retales para los que ha quedado en estos momentos. Los errores cometidos, las frustraciones y el golpe en su amor propio que le suelta Marvin Schwarz (Al Pacino). En el otro lado Sharon Tate, el breve punto de vista de la estrella que vive en lo más alto, pura felicidad, que acude a las famosas fiestas en la mansión Playboy, o que se ve a si misma y disfruta con el público mientras acude a una sesión matinal de La mansión de los siete placeres (The Wrecking Crew). Por último, y elemento catártico de la historia, Cliff Booth, ser optimista que vive su vida y que protagoniza los momentos más tarantinianos del film, desde esa inclasificable pelea con Bruce Lee, pasando por todos los periplos en coche que se hace con la música radiofónica a todo trapo y no dejando de pisar el acelerador hasta el fondo, sin obviar la tensa y desesperante secuencia en el rancho Spahn… brutal la forma que tiene Tarantino de construir auténtico suspense. Que haga una de terror ya. Mención especial merece el momento inconcebible, climax hiperviolento en modo "ahí queda eso, no en vano esto es pura fantasía"… su cine.

Es Érase una vez en… Hollywood, otras de sus obras monumentales, otra obra maestra, novena de la carrera y puede que antesala de su gran despedida. Hay que verla una y mil veces para poder disfrutar de todos los momentos que propone, únicos y repletos de homenaje al cine, el que conocemos y mucho más del que sólo él ha mamado desde el día que nació.

Maravilloso cartel de Érase una vez en... Hollywood
Maravilloso cartel de Érase una vez en… Hollywood

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Aprovechando que Mel Gibson está de paseo por el norte de España (Asturias, Fonsagrada o aquí mismo Santiago de Compostela), es momento de pararse a hablar un poco sobre Dragged Across Concrete, la última delicia que ha protagonizado.

La verdad es que poco cine de S. Craig Zahler hemos podido disfrutar hasta el momento. De la truculenta y violenta Bone Tomahawk, grandioso western que de buenas a primeras muta en brutal survival horror, hasta la delirante e inesperada Brawl in Cell Block 99, una suerte de Historia de Ricky (Lik wong) si uno se refiere a violencia sin parangón, brutalidad imparable y ritmo trepidante. Zahler cambia ahora en parte de estilo, y regresa al modelo Bone Tomahawk, pero sin sacarse la chorra y hacernos un giro de 180 grados donde nada de lo contado tiene ya importancia.

Dragged Across Concrete es cine paciente, historia de un policía en horas bajas que decide jugar la carta de la desesperación cuando ve que se le marca y ningunea por los malos modos y brutalidad que aplica cuando detiene a alguien. Gibson encarna a Brett Ridgeman, ese policía cerca de jubilación que si bien no puede esperar nada de la pensión que le va a quedar, se lleva un jarro de agua fría cuando lo suspenden de empleo y sueldo tras un vídeo de brutalidad policial donde queda reflejado. En ese momento nos plantamos ante la hora más oscura del protagonista, conocemos las vicisitudes familiares de Ridgeman, y comprendemos que todo se desmadre. En paralelo Zahler nos cuenta dos historias más, una la de un atraco, otra la de una madre. La primera tiene todo el sentido del mundo, vive enlazada como un hermano gemelo a la protagonizada por Gibson y su compañero de fatigas Vince Vaughn (repite con Zahler tras Brawl in Cell Block 99 y genial), la segunda es una licencia hiperviolenta y sin mucho vínculo con Jennifer Carpenter ("Dexter") ahí como rostro conocido (como Vaughn repite también con el director tras su papel de sufrida esposa en Brawl in Cell Block 99).

Y eso es Dragged Across Concrete, una historia implacable, sencilla en su narración pero tremendamente efectiva e inteligente. Larga, como es el cine de Zahler, pero completa de principio a fin. Dolorosa, cruel y salvaje. Violenta, subversiva y con su moraleja… telita. Mel Gibson superlativo, convencido y conocedor de que no hay marcha atrás, Vince Vaughn perfecto, compañero hasta las últimas consecuencias, Tory Kittles correcto, se encuentra en medio del fuego y cumple su misión junto a Michael Jai White. La Carpenter vista y no vista… la pobre es encargada de protagonizar el momento más WTF del conjunto. En medio del fregado pues veteranos como Udo Kier, Laurie Holden (Silent Hill) o Don Johnson. El villano a seguir Thomas Kretschmann… En fin, de las que mola ver con una copa al lado, buen cine negro y algo más. S. Craig Zahler es un guionista fabuloso, un director genial y un maestro de las rarezas cinematográficas de los últimos años. Que siga haciendo mucho cine, por dios.

Póster de Dragged Across Concrete…... delicia
Póster de Dragged Across Concrete…… delicia

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