En tiempos de confinamiento absoluto se agradecen este tipo de iniciativas y propuestas adaptativas. Resulta que se ha estrenado en salavirtualdecine.com, plataforma de A contracorriente films, Vivarium, película rara que se pudo ver en el pasado Festival de Sitges, y llegada de la mano de Lorcan Finnegan, director poco o nada conocido y responsable de Without Name (primera vez que leo este título), y Garret Shanley, su guionista.

En fin, cual episodio digno de "La dimensión desconocida" ("The Twilight Zone") o la más reciente "Black Mirror", Vivarium nos adentra en una historia perfecta para estos tiempos, una pareja, Imogen Poots y Jesse Eisenberg, quedan atrapados en una zona residencial en la que puedes entrar si te llevan, pero de la que no se puede salir. La película ahonda en esa acogedora y sofocante conformidad en la que sucumbe la clase media mundial, un casa en una zona residencial (mucho más USA que otras partes del planeta) para convivir con tus vecinos y crecer como familia de forma similar a todos aquellos que viven a tu lado. Pero luego llega ese giro esperado, ese que transforma ese paraíso prefabricado en un infierno laberíntico de casas que recuerdan sobremanera a esos dibujos que acompañan al famoso Monopoly… idénticas, mismo césped, misma fachada, mismo patio, mismas ventanas, misma puerta y mismo muro. La única diferencia, el número que identifica tu puerta. Y el truco está en que Tom (Eisenberg) y Gemma (Poots) no les mola la propuesta, pero ya es tarde para arrepentirse.

De ahí en adelante el film viene a jugar con aspectos bastante interesantes y en tono muy siniestro, como por ejemplo algunos de los pasos de nuestro periplo por este mundo… la convivencia en pareja o la concepción. Todo alcanza sus extremos, ayudados por esa especie de Pee-wee Herman evolutivo, por lo general de forma paranoica y desesperante. El tema es que eso es lo que hay, que no está mal, pero como se explota no llega a cuajar. La asfixia llega, pero más por el sopor que por otra cosa. Poots se carga la tensión a la espalda (se llevó el premio a la Mejor interpretación femenina en Sitges), mientras que Eisenberg explota su obsesión a un único cometido. Gran golpe final, en parte esperado, y fin. Como elemento episódico psicológico experimental de un algo global, y acortando el metraje, es genial. Como film acaba agotando.

Uno de los carteles a la M.C. Escher de Vivarium
Uno de los carteles a la M.C. Escher de Vivarium

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