Mientras intento encontrar razones suficientes para escribir una opinión sobre Immortals (2011) de Tarsem Singh, aprovecho un momento de la tarde de este domingo de tareas en el hogar para escribir algo acerca del reretorno de Sherlock Holmes a la gran pantalla de la mano del director británico Guy Ritchie. Este fin de semana se ha estrenado Sherlock Holmes: juego de sombras (Sherlock Holmes: A Game of Shadows, 2011), secuela de la sorpresa de hace un par de años en la que Robert Downey Jr. y Jude Law tomaron las riendas de la encarnación en pantalla grande de la visión comiquera de Lionel Wigram sobre los famosos personajes literarios Sherlock Holmes y el Dr. Watson creados por Sir Arthur Conan Doyle.

Este vez Wigram deposita su producto en el trabajo de la pareja Michele Mulroney y Kieran Mulroney obteniendo a cambio un guión en la línea de su predecesora pero falto de ese factor sorpresa que nos sorprendió a muchos al sentarnos en la butaca del cine. Queda claro que el objetivo de Sherlock Holmes: juego de sombras está cumplido ya que entretiene, pero deja con cierta cara de indiferencia a aquellos que esperaban un poco más de, por ejemplo, un villano de la talla del Profesor Moriarty, un Jared Harris correcto, malévolo, calculador pero sin el carisma que por ejemplo derrochaba Mark Strong interpretando a Lord Blackwood… eso si que era verdadera maldad. Guy Ritchie por su parte vuelve a desplegar la táctica que tan bien le funcionó hace un par de años, llegando, en este caso, a resultar un pelín cansina. Haciendo cálculos, tranquilamente 25 minutos del metraje transcurren a cámara lenta y con la habitual verborrea de Holmes prenarrando lo que va a acontecer, y que luego acontece. Suena un poco a "vamos a meter de esto que siempre llama la atención a los espectadores"… pero la realidad es que hace falta más.

Póster español de Sherlock Holmes: juego de sombras
Póster español de Sherlock Holmes: juego de sombras

Avanza el siglo XIX, diversos atentados golpean con peligro la débil estabilidad política de la vieja Europa. Mientras todos echan las culpas a los anarquistas de turno, Sherlock Holmes tiene bastante claro que es el Profesor James Moriarty, tan inteligente y metódico como él, el que se encuentra detrás de todo. Holmes desvaría indagando diversos crímenes que sólo él es capaz de ver mientras que Watson, su inseparable compañero de aventuras, apunta a boda y prefiere pasar de los desquicies del hiperactivo investigador. Aprovechando la despedida de soltero de Watson, Holmes se cruzará con Madam Simza Heron, transitoria y poco aprovechable Noomi Rapace, una adivinadora de futuro gitana a la que une un extraño vínculo con el mismísimo Moriarty

Y es que no siempre la misma fórmula debe funcionar se use como se use. Sherlock Holmes (2009) no solo contaba con el dicharachero estilo de Ritchie, que mola, si no que aunaba esto con una historia repleta de intrigas, bien cosechada, con discursos llamativos y con unos personajes que cuando fueron presentados embelesaron al respetable. Aquí se marca la gran diferencia, Holmes mantiene el ritmo, incluso se incrementan los desvaríos que le definen, y Watson sigue en su línea de hombre de acción encargado de controlar la hiperactividad de su compañero, pero el incremento de calidad en este aspecto no compensa que el personaje de Noomi Rapace aporte poco o nada, o que Moriarty deba ser un villano insuperable pero que en manos de los Mulroney se queda en algo bastante más simple. Por otro lado tenemos al hermano de Holmes, Mycroft, encarnado por un impagable Stephen Fry que, la verdad sea dicha, es probablemente el mejor nuevo aporte a la franquicia. El resto es mucha acción, sobresalientemente montada, pero con una carga de guyritchismo un pelín agotadora. Además, para mi el plan de Moriarty no es tan maligno y sorprendente.

En definitiva, vale la pena verla, siempre será divertido ver a la versión más Jack Sparrow de Sherlock Holmes, pero esta vez el caso que desafía al mejor detective de todos los tiempos se queda a medio camino y no resulta tan fresco como se esperaba.

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No suelo opinar sobre films que se alejan de los géneros que con más asiduidad se tratan en el blog, por no decir que casi en exclusiva. Pero de vez en cuando uno recapacita, medita un rato, y se ve con la necesidad de ofrecer a los lectores un razonamiento elocuente, y probablemente condicionado por un cruel fanatismo, para que vayan, sin miramientos, a ver una película al cine.

En este caso vengo a hablar un rato de Drive (2011) del director danés Nicolas Winding Refn, una delicia cinematográfica a medio camino entre la soledad, las relaciones personales platónicas y la violencia más desgarradora. Lo más curioso del film, estas cosas ocurren hasta en las mejores familias, es que se trata de uno que viaja en la más distante polaridad; o te encanta, como es mi caso, o lo más probable es que la aborrezcas, como hay más de uno por ahí que ya me lo ha dejado caer. Aunque lo que cuenta es una historia bastante clásica, lo que hace a Drive prevalecer sobre el resto es la sabia combinación de dos dinámicas opuestas que merced a una buena dirección, un guión parco en palabras pero lleno de miradas que hablan por si solas, unos silencios llenos de contenido o un reparto sobresaliente, se fusionan a la perfección. Todo esto que tiene de bueno, el pausado ritmo hace que uno disfrute mucho más de los momentos, sube enteros en un tramo final que sirve, para paladares aguerridos, de periplo por el malsano lado de la violencia que más salpica y duele ver. Eso es Drive, una historia sencilla que se convierte en pieza clave del 2011 gracias a todo lo que la rodea, que no es poco.

Cartel molón de Drive
Cartel molón de Drive

Y sigo justificando que Drive es mucho más. Es un maravilloso Ryan Gosling, impasible, implacable, casi mudo pero directo y vivo en cada frase que suelta. Una Carey Mulligan que suplica en cada mirada un brazo en el cual apoyarse. Un Bryan Cranston siempre cumplidor le pongan donde le pongan. O un Albert Brooks transformado y alejado, como bien indicaba un amigo, de los habituales papeles a los que nos tenía habituados. Junto a estos cuatro pilares que asientan los cimientos de la perfecta narración, también hay espacio para el debutante Kaden Leos, o los solventes Oscar Isaac, Christina Hendricks y Ron Perlman. Añadamos a este flamante reparto una gran banda sonora compuesta por Cliff Martinez que, la verdad sea dicha, se ve gratamente impulsada por magníficos temas musicales que nos introducen más en los acontecimientos y que animan una historia que basa mucha de su narrativa en lo visual y lo sonoro. Y podría seguir con la rutilante fotografía, el buen guión, el sublime montaje, etc.

Drive es en definitiva una película de momentos, un arranque magnífico y medido al milímetro, una completa segunda parte dedicada a los personajes, sobre los lazos que surgen entre ellos y lo inalcanzable que son muchas veces las cosas, y una tercera etapa, acto definitivo, violentamente insuperable. Nunca los héroes son como te los imaginas. En este caso se trata de un guerrero sin nombre que verá su destino truncado por dejar que una debilidad le cambie de rumbo.

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Este fin de semana he tenido la oportunidad de disfrutar, a distintos niveles, de dos proyectos de ciencia ficción, género que de cuando en cuando nos sorprende con revitalizantes ideas. El primero de ellos, y que me vi el pasado viernes, ha sido In Time (2011) de Andrew Niccol, apuesta del genero con una premisa francamente interesante pero que haciendo honor negativo, por no decir deshonor, a su nombre, acaba siendo un gran pérdida de tiempo. Niccol es responsable de una de las grandes joyas de la historia de la ciencia ficción, la siempre sorprendente Gattaca (1997), y hombre de sobra capacitado para ofrecer films y guiones sugerentes como El show de Truman (The Truman Show, 1998), El señor de la guerra (Lord of War, 2005) o, si me apuráis, S1m0ne (2002). Pero poco ayuda asentar una base robusta, esto de vivir al límite con el tiempo como cruel moneda de cambio es muy atractivo, para acabar construyendo castillos en el aire merced a un deseo de agradar a las masas que prefieren acción sin ton ni son en lugar de algo que haga pensar un poco. Sumemos al grave desvío de atención argumental un reparto claramente infrautilizado encabezado por Justin Timberlake, Amanda Seyfried, Johnny Galecki, Olivia Wilde y Cillian Murphy. De todos los nombrados vale la pena decir que lo de Galecki es de chiste, y eso que esto de comedia tiene poco, mientras que lo de Timberlake y Seyfried es pobre a todas luces… el caso de la Wilde es tan efímero que no vale la pena ni tenerlo en cuenta. Pero ojo, lo actores en este caso puede que no tengan la culpa porque… ¿qué hacer con un guión que va en caída libre?

Cartel español de In Time
Cartel español de In Time

Estamos en un futuro lejano, la raza humana ha sido modificada genéticamente para, además de dejar de envejecer a los 25 años, contar un reloj vital que establece el tiempo de vida que te resta. Pero este tiempo no corre para todos a la misma velocidad… todo cuesta, tiempo, y mientras unos se enriquecen, lo menos, la mayoría vive en ghettos donde las posibilidades de salir adelante radican en como manejes tus cronometradas esperanzas de vida (vicio, ocio y delirantes impuestos marcan el ritmo). Por lo tanto, una sociedad donde conviven, si se puede decir, seres casi inmortales frente a humanos con fecha de caducidad. La vida de Will Salas (Justin Timberlake) transcurre en el lado más siniestro de la sociedad, pero todo cambiará el día que se cruce en su vida uno de esos ricos con cientos de años en su reloj vital pero que ansía a toda costa una muerte inmediata… un cuerpo inmortal no implica una mente igualmente perpetua. Salas dará el salto al high standing y en su vida se cruzarán no solo la cabeza loca Sylvia Weis (Amanda Seyfried), si no el recaudador del tiempo Raymond Leon (Cillian Murphy).

No se en que habrá pensado Niccol, director, guionista y productor de In Time, para tirar por la borda un planteamiento original y llamativo aunque complicado de explotar. ¿Miedo escénico por el currículo que atesora?, ¿temor por la reacción de la taquilla?, ¿la siempre peligrosa imposición del estudio que te gestiona? Sea como fuere In Time apuesta por el corre calles más insustancial en lugar de darle una vuelta de tuerca a su simbólico planteamiento. Porque la verdad sea dicha, si en lugar de tiempo los protagonistas lucharan por dinero el resultado sería, tristemente, el mismo. Las obviedades que traslucen en In Time asustan, mientras que lo manido y previsible de los acontecimientos es muy preocupante… siempre hay tiempo pese a que esto es justo lo que los protagonistas no les sobra. Y es que lo más peligroso de un film con el tiempo como mortífera moneda de cambio es jugar con este factor y sacarte de la manga imposibles atléticos o momentos de la historia donde la incongruencia narrativa provoquen quedarse con cara de WTF. Y claro, una vez entras en esa dinámica pues de perdidos al río… ridículos pulsos por tus últimos minutos de vida, transformaciones en modo Bourne que no se entienden, atracos a lo Bonnie y Clyde con resultados dignos de Robin Hood, y un sinfín de cosas que te dejan claro que In Time es insulsa y muy costosa si valoramos el poco tiempo que tenemos hoy en día para el ocio.

No vale la pena ni los 109 minutos que dura, para perder el tiempo estamos con la que está cayendo!

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Fue en 1982 cuando mis padres nos regalaron a mi hermana mayor y a mi la sexta edición del primer álbum de Tintín editado por Juventud. Desde aquel año, y por cada cumpleaños o celebración especial, teníamos la oportunidad de disfrutar de nuevas aventuras de este intrépido reportero creado por el mítico Hergé. Tintín se ha convertido por lo tanto, supongo que a muchos de vosotros también os ocurrirá, en una de las bases de la imaginación que inundaba nuestras mentes en la denominada como tierna infancia. Muchos años más tarde, a principios de los noventa para ser más exacto, llegaron las aventuras de este personaje en formato serie animada aunque en nuestro caso pudimos también disfrutar de alguna entretenida película en ese mismo formato como fue Tintín en el tempo del sol (Tintin et le temple du soleil, 1969) – siempre le dábamos al avance rápido cuando el puñetero de Zorrino se ponía a cantar. Queda claro pues que a lo largo de todo este tiempo las hazañas de Tintín, Milú, el Capitán Haddock, Tornasol o Hernández y Fernández han sido lectura amena en momentos de añoranza de tiempos más pausados y creativos. Ahora estamos en el 2011 y gracias a las más depuradas técnicas de animación por ordenador los no menos míticos Steven Spielberg y Peter Jackson han unido sus fuerzas para demostrar a las nuevas generaciones que no todo tienen que ser estudiantes picados por arañas, hijos de planetas imposibles o vengadores multimillonarios. Las Aventuras de Tintín: El Secreto del Unicornio (The Adventures of Tintin, 2011) es un paso adelante no solo en el cine de animación, si no también en el de las aventuras más fastuosas y divertidas. Con un reparto que podrá ser disfrutado mucho más en su versión original – Jamie Bell, Andy Serkis, Daniel Craig, Simon Pegg o Nick FrostSpielberg y Jackson se han sacado de la manga una pieza de obligada visión ya sea porque has sido o eres lector de la obra de Hergé, o simplemente porque tienes ganas de pasar un entretenidísimo rato sentado en una butaca del cine como hacía tiempo que no se tenía oportunidad.

El cartel español de Las aventuras de Tintín: el secreto del Unicornio
El cartel español de Las aventuras de Tintín: el secreto del Unicornio

El famoso, curioso e insaciable joven periodista Tintín (Jamie Bell) y su leal perro Milú descubren de casualidad en la maqueta de un barco llamado el Unicornio que han adquirido en un mercadillo un secreto en forma de pergamino de otro siglo. Pero el secreto forma también parte del siniestro Ivan Ivanovitch Sakharine (Daniel Craig), un tipo que cree que Tintín conoce el misterio que rodea a la historia del Unicornio y que por ello hará todo lo posible para recuperar lo que considera como suyo. La verdadera aventura de Tintín ya ha comenzado y esta le llevará a lidiar no solo con un enigma del pasado y un viaje por medio mundo, si no también a conocer al mordaz y cascarrabias Capitán Haddock (Andy Serkis), un lobo de mar borrachín cuyo pasado está íntimamente ligado al misterio del Unicornio, o a compartir indagaciones con los torpes detectives Hernández (Simon Pegg) y Fernández (Nick Frost)…

Y en esas estamos, una historia fresca, que fusiona con maestría y destino cinematográfico las obras "El cangrejo de las pinzas de oro" y "El secreto del Unicornio", aunque, como ha sido mi caso, te deja un pelín frío al encontrarte con que la verdadera continuación de esta aventuras, "El tesoro de Rackham el Rojo", no está presente en el film. Un trabajo de guión igualmente excelso el realizado por Steven Moffat en su práctica totalidad aunque completado por Edgar Wright y Joe Cornish, con el que pude mantener una amena charla en el pasado Festival de Sitges, trabajo que cuenta de paso con la maestría musical de John Williams, probablemente una de sus mejores composiciones de los últimos años con claras referencias a piezas ya clásicas como la trilogía Indiana Jones, los primeros años de Harry Potter o la contemporánea Atrápame si puedes (Catch Me If You Can, 2002). Si todo esto, guión y música magníficos, lo juntas con el universo Hergé pues no queda más que quitarse el sombrero, pero si de paso pones a Weta Digital dándolo todo para gracias a las más modernas técnicas de motion capture lograr un realismo brutal pues apaga y vámonos. Las Aventuras de Tintín: El Secreto del Unicornio cuenta con una escenografía que ya de por si te deja anonadado por su extrema calidad y realismo sin parangón, pero a la que debemos añadir un traslado de los personajes impresionante. Tintín, Haddock, Sakharine, Hernández, Fernández, Allan, Celestino Panza y un largo etcétera que es mejor no desvelar para irse sorprendiendo cada vez que se descubran. Si bien los títulos de crédito del principio nos trasladan al mundo de la viñeta, el paso dado en el film resulta magnífico aportando una increíble viveza de los personajes que sin embargo juega y funciona a la perfección con el aspecto caricaturesco de los mismos. La expresividad es tal que uno no puede ni imaginarse lo que podrás ser dentro de unos tres años el segundo film de las aventuras de Tintín.

Por lo tanto, un producto muy disfrutable, que no he visto en 3D porque no creo que aporte nada, y que si bien puede dejar algo incómodos a los conocedores de la obra de Hergé, hay que reconocer que es la forma idónea de que esto funciones a la perfección como obra cinematográfica. Todos al cine!!!

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Con una semana de retraso con respecto a su estreno en USA ha llegado a los cines de España La cosa (The Thing, 2011) de Matthijs van Heijningen Jr., la precuela con aroma a remake de la insuperable obra maestra del cine de ciencia ficción y terror que es La cosa (The Thing, 1982) de John Carpenter. Con un reparto encabezado por Mary Elizabeth Winstead, Joel Edgerton, Ulrich Thomsen, Eric Christian Olsen o Adewale Akinnuoye-Agbaje, el proyecto de Universal Pictures deja claro desde su inicio que se ha trabajado aplicando el mayor respeto al film del que bebe, pero pese a ese respeto, encomiable trabajo, también se confirma que esta La cosa no es ni por asomo una pizca de lo que Carpenter ofreció hace ya casi 30 años. Escrita por Ronald D. Moore y Eric Heisserer, por decir algo, La cosa descubre y confirma la alarmante falta de ideas originales y creativas que hoy en día masacra a Hollywood salvo en contadas ocasiones. Vale que es una precuela, pero está más cerca del remake y salvo alguna idea curiosa, quizás me guste más la forma de identificar a los infectados en este caso, lo que debía ser un film de asfixiante tensión y desconfianza extrema se transforma en otro producto más de bicho correcaminos con presencia digital global y muy poco truculenta. Grandioso el esfuerzo realizado por Alec Gillis y Tom Woodruff Jr. de Amalgamated Dynamics, Inc., pero exceptuando la secuencia de la primera autopsia post muerte de uno de los miembros investigadores, queda más que claro que no hay suficiente arrestos para parir algo tan viscoso y grotesco como lo que Rob Bottin creo tras un año de intenso trabajo que, todo sea dicho, le llevó a acabar ingresado en un hospital por lo extenuante del reto. Pero bueno, pese a todo Matthijs van Heijningen Jr. y todo su equipo de colaboradores logran un producto dicharachero, muy dinámico y francamente entretenido, y hoy en día estas son fórmulas básicas para que una compañía de el beneplácito al producto creado. Eso si, por ahora y en cuanto a términos de taquilla huele más a fiasco… raro.

Póster patrio para La Cosa de Matthijs van Heijningen Jr.
Póster patrio para La Cosa de Matthijs van Heijningen Jr.

Base Thule, Antártida, 1982. Un grupo de científicos noruegos, guiados por una extraña señal oculta en una frecuencia poco común, ha hecho un increíble descubrimiento bajo el hielo, una monumental nave extraterrestre y, lo que es más sorprendente si cabe, el primer ejemplar de otro planeta llegado a la Tierra. El Dr. Sander Halvorson (Ulrich Thomsen) y su colaborador Adam Goodman (Eric Christian Olsen) acuden raudos y veloces a hacerse con los servicios de la paleontóloga Kate Lloyd (Mary Elizabeth Winstead). Su llegada a la base Antártida les llevará a descubrir de primera mano lo que promete ser un hito para la humanidad. Una vez en el centro científico, y con un bloque de hielo que contiene a la criatura congelada, comienza el desastre… el hielo conservaba en perfecto estado a la cosa, de manera tan perfecta que también la mantenía con vida. Con el calor arranca el fin de todo y tras verse libre llegan las primeras muertes. Los científicos deben hacer frente a algo que no comprenden y que para más INRI logra imitar a la perfección aquello que digiere.

Y es que podría contaros todo lo que se ve porque poca sorpresa os vais a encontrar. La cosa es La cosa y no otra cosa, cosa que por otro lado habría sido difícil de concebir. Bien rodada, con un reparto solvente y que cumple como es su obligación, unos efectos en la línea de lo que se ofrece hoy en día y una historia, que si bien no es nada original, acaba por entretener… todo esto es bueno. Por lo tanto, un producto en la línea mainstream que por otro lado se convierte en algo normal, no sorprendente y para nada innovador. Los grandes estudios no disfrutan con el riesgo y ven más fácil revivir viejas experiencias y explorarlas amoldándolas a los cánones de hoy en día. Ojo, como bien decía la persona con la que fui al cine, falta ese punto visceral, de víscera, que John Carpenter y por lo general el cine de los 80 y de los practical effects lograban insertar en cada una de sus películas. Su punto fuerte, llevará a mucha gente a descubrir el buen cine cuando deseen saber que pasa después de este despiporre, que de paso es infinitamente superior en calidad. Eso y que te llevas unos cuantos sustos logrados por el cansino efecto del ruido de rigor que lleva a la exaltación inmediata. Lo malo, el mundo que se conoce el percal, puede que se entretengan, como es mi caso, pero en el fondo lo que se ve no aporta nada. Eso si, algo que me encantó es el final en modo enlace. Vale la pena verse todos los títulos de crédito que justifican con grandeza el inicio de la película de Carpenter y de paso el desbarajuste que se encuentran en la base sueca, "son noruegos mac", MacReady (Kurt Russell) y el doctor Cooper (Richard Dysart). Dadle una oportunidad, igual no os sentís defraudados…

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No lo voy a negar, esperaba poco o nada de otro más de los mil y un remake que Hollywood se está sacando de la manga en una época de tremenda inseguridad, falta de ideas y acomodo en el pensamiento "porque innovar si podemos recuperar proyectos que perviven en la mente de los fans". Pero mira, este es uno de esos casos donde lo mejor es rendirse ante la evidencia y decir eso de que Noche de miedo (Fright Night, 2011) de Craig Gillespie no tiene nada que desmerecer del ya simpático y clásico film de Tom Holland. El resultado es un viaje fresco y bien renovado por Marti Noxon, generoso en aspectos cómicos y muy agradable si de casquería hablamos. Porque si, hoy en día cuesta disfrutar de cine gore en cines, pero Noche de miedo dentro de su controlada y obligada limitación aporta al respetable notables raciones de hemoglobina y desmembramientos varios, trabajo de la KNB EFX Group aunque ciertos factores digitales podían habérselos guardado para otros menesteres. En fin, si bien la idea es la misma, un remake es un remake, la renovación que se ha hecho de la historia de Charley Brewster y el vampiro Jerry Dandrige ha sido acertada. Más acorde con los testosterónicos tiempos en los que vivimos, Charley está rodeado de novias, vecinas y amigas de buen ver, la evolución de personajes cruciales como Peter Vincent, bien por David Tennat, o el propio Jerry, para chulo mi pirulo, hacen que el resultado sea 100% disfrutable en la sala de cine. Risas y sustos están asegurados.

Cartel español de Noche de miedo
Cartel español de Noche de miedo

Charley Brewster, un divertido Anton Yelchin que sigue confirmando que es un tipo con futuro, vive en un apartado y tranquilo barrio residencial en las desérticas afueras de la colorista ciudad de Las Vegas. Una noche Charley y su madre Jane (Toni Collette) conocen a su desaparecido vecino Jerry (Colin Farrell), un tipo anormalmente pálido que debe dormir por el día porque, al igual que mucha de la población de esa ciudad de vicio, trabaja por la noche. La vida de la familia Brewster seguiría su curso como si tal cosa si no fuera porque Ed (Christopher Mintz-Plasse), hasta hace poco el mejor amigo de Charley, intenta convencer a este de que Jerry es en realidad un vampiro que campa a sus anchas en la zona. El mundo de Charley dará un vuelco el día que Ed desaparece, en ese momento se convencerá de que Jerry es algo más que un mero trabajador nocturno e intentará acudir al maestro del horror en los escenarios Peter Vincent (David Tennant) para que le asesore en temas vampíricos…

Noche de miedo cumple con su propósito que no es otro que entretener. Si además ofreces una evolución rítmica desenfrenada pues perfecto. Porque si bien el film arranca de manera pausada, va ganando velocidad hasta estabilizarse rápidamente y en poco tiempo. En este caso Noxon ha preferido no andarse con rodeos, y en Noche de miedo no hay misterio, cosa que en el film de Holland existía a modo juego al despiste perpetrado por el otro Jerry, aquel genial galán que era Chris Sarandon. Aquí todo es más directo y la evidencia se plasma a los pocos segundos de iniciarse la película. El resto es cumplir con creces ofreciendo secuencias interesantes como el insistente juego que se trae Jerry con la familia Brewster, sobre todo con Charley, o el momento aquí te pillo aquí te mato en el que Jerry se harta de que Charley y compañía le den largas… momento en el que además se cruzan brevemente con Sarandon en un muy acertado homenaje a la fuente de la que beben. Por lo demás bien, el nuevo Peter Vincent es en esencia muy diferente a su referente, cosa que también encaja mejor con los acontecimientos posteriores, y poco más que contar. Buena música de Ramin Djawadi, el mismo de "Juego de Tronos" ("Game of Thrones", 2010-¿?), y notable aportación española con el veterano Javier Aguirresarobe a los mandos de la fotografía en otro proyecto más en tierras más fértiles. La pena de todas formas es el aroma a pifia económica que desprende la película… aunque bueno, al fin y al cabo es un remake, y encima un remake de una comedia de terror de serie B.

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Sigo aprovechando el momento Labor Day en los USA, y una previa meditación, para ponerme manos a la obra con una merecida opinión sobre el último film de Pedro Almodóvar, La piel que habito (2011), película que podría decirse encaja como un guante en géneros tan peculiares como la ciencia ficción, tenue, el terror, psicológico, o el arte de lo grotesco. Es curioso ver como las inquietudes narrativas de Almodóvar, y sus deseos por llevarnos a los extremos sociales más variopintos, ven en La piel que habito la justificación más adecuada para ser utilizados. No lo voy a negar, pero soy de esos que en su búsqueda de abstracción total ve en la filmografía de Almodóvar demasiada explotación de detalles de esta índole… aunque también debo reconocer que mucho se debe a propios prejuicios que tengo contra el director manchego. Lo que si he de reconocer es que esta vez estos factores me han embelesado y sorprendido hasta quedarme estupefacto por lo inquietantes y brutales que resulta ser su utilización. La piel que habito es una película inquietante y aterradora, un viaje a la perturbada mente de su protagonista no exento de esa rareza que, por sumamente retorcida que parezca, acaba por atraparte y mantener enredado en su imaginativa trama, salida a su vez de la novela "Tarántula" de Thierry Jonquet. Pero ojo, tanto para detractores como para incondicionales, y como todo cine de Almodóvar, la obra posee esos clásicos detalles que por grotescos y fuera de lugar acaban por servir para dar un respiro a una historia que no deja para nada indiferente por su malsana osadía y resultado.

Póster de La piel que habito
Póster de La piel que habito

Robert Ledgard (Antonio Banderas) es un eminente cirujano plástico que tras el fallecimiento de su esposa en un accidente de tráfico, acabó completamente desfigurada por el incendio que se produjo tras el choque, ha decidido investigar la forma de evitar estos terribles dramas en las vidas de muchas familias. Tras varios años de trabajo casi en la clandestinidad, y de manera no muy ortodoxa, Ledgard crea una piel que podría haber evitado la muerte de su mujer. Ya solo le quedar dar un paso… probarla en seres humanos. En medio del fregado se encuentra Vera (Elena Anaya), una paciente que vive atrapada en la ahora carcelaria clínica que Ledgard posee en Toledo.

Debería flagelarme por lo que voy a decir, pero todavía sigo sorprendido por el genial trabajo que ha hecho Almodóvar con la obra de Jonquet manteniendo de paso toda la esencia de su particular cine y entrando a su vez en un universo desconocido y arriesgado que no siempre resulta fácil de manejar. Los giros inesperados, las mil y una transiciones en el tiempo que van encajando las piezas de una figura que parece no casar o las inconfesables sorpresas, todo en La piel que habito es bueno y más si de paso recuperas para un papel memorable al bueno de Antonio Banderas, actor referente de nuestro cine que lleva perdido en la marea de Hollywood desde hace ya unos cuantos años y que no apuntaba a resurgir si no fuese gracias al buen hacer de Almodóvar, creador al que de paso le debe su vida cinematográfica. Junto a estas grandezas, el film se completa con notables detalles como las interpretaciones de Elena Anaya y Jan Cornet, los singulares y muy grotescos personajes en los que se enfundan Roberto Álamo y Marisa Paredes, o la inmensa música de Alberto Iglesias, menudos instantes hitchcocketscos y desquiciantes. El resultado merece mucho la pena y dejará con diferentes sabores de boca a todo aquel que se anime a disfrutarla… o padecerla, porque según quien la vea será una delicia o un tortuoso viaje de difícil digestión.

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Son horas de regresar por el blog tras un viernes enfocado a otros menesteres, y nada mejor que comentar algo sobre una de las películas que se han estrenado este fin de semana, Cowboys & Aliens (2011) de Jon Favreau, una adaptación al cine de un curioso cómic obra de Scott Mitchell Rosenberg para Platinum Studios que ha pasado por las manos de varios guionistas… tomemos aire que empiezo a recitar: Roberto Orci, Alex Kurtzman, Damon Lindelof, Mark Fergus y Hawk Ostby. Pues si, cinco nombres a los que deberíamos añadir a Steve Oedekerk porque también hay marca de su trabajo en la adaptación. Y, claro, nuevamente el factor zarpa es lo que ha acabado convirtiendo una historia simpática y original en un producto pasajero que encaja en la lista de consumo rápido y olvido obligado. Cowboys & Aliens es irremediablemente floja, aunque me atrevería a decir que hasta ronda la categoría de mala. Vale que técnicamente se muestra interesante, dispone de buenos efectos aunque para nada cosa del otro mundo, un sonido que te deja sellado a la butaca, grandes exteriores al modo western original, un reparto notable aunque no bien encajado y… ¿y? Y nada más. El hiperactivo estilo cinematográfico de Favreau, demostrado en sus intervenciones marvelitas pasadas aunque de más a menos, se diluye como un terrón de azúcar en una jarra de agua. La cosa llega al punto de resultar hasta cansina su realización por la falta de actividad en un western al que han sazonado con el siempre aditivo condimento de la invasión extraterrestre. Pero ni con esas, Cowboys & Aliens no es capaz de levantar el vuelo porque no aporta nada nuevo, que podría haberlo hecho, y prefiere derivar en un film más de esos que se olvidarán conforme pasen los días. Una película que empieza con un tono notable, el barullo mental del protagonista y cómo va descubriendo sus innatas habilidades mola, pero que decide acabar llamando a la puerta de las rebajas y navega por la normalidad más apabullante y resabida.

Uno de los carteles españoles de Cowboys & Aliens
Uno de los carteles españoles de Cowboys & Aliens

Tras despertar malherido en medio del desierto e incapaz de recordar nada sobre su pasado, Jake Lonergan (Daniel Craig) acaba en el pueblo de Absolución. Allí deberá hacer frente a dos cosas: una su propio pasado, el de un ladrón de diligencias al que acusan, entre otras cosas, de asesinato; la otra la inesperada visita de extraños objetos voladores que no son de este mundo que además de traer fuego y destrucción a la ciudad se dedican a secuestrar a sus habitantes. Pese a que su destino era el de la horca en Santa Fe, Lonergan, unido a un extraño objeto con el que puede hacer frente a los visitantes, se unirá a una cuadrilla encabezada por el terrateniente Woodrow Dolarhyde (Harrison Ford), la bella Ella (Olivia Wilde) y otros habitantes de Absolución. Su objetivo no será otro que rescatar a sus allegados ya que quién más quién menos ha perdido algún familiar en la razia extraterrestre. Pero Lonergan tiene algo más que resolver, descubrir quién era, cuál es su pasado y que significado tienen los recuerdos que le acechan.

Nuevamente me vuelvo a preguntar dónde está el maldito escalón con el que tropieza otra de las apuestas blockbuster del cine llegado de Hollywood ya que la idea es, por lo menos, bastante original. Igual el hecho de que cinco guionistas participen en una historia que no da para mucho más sea un exceso, aunque me sorprende que gente que ha maquinado lo narrado en "Perdidos" ("Lost", 2004-2010), Star Trek (2009), Iron Man (2008) o Hijos de los hombres (Children of Men, 2006) no hayan sido capaces de dar con el ritmo correcto para una base que si parece tenerlo. Aunque bueno, igual todo es por culpa de un reparto repleto de conocidas figuras como Daniel Craig, Harrison Ford, Olivia Wilde o Sam Rockwell, y aderezado con nombres como los de Clancy Brown, Keith Carradine o Walton Goggins. Craig, por mucho que me duela decirlo porque lo considero un actor genial, no está a la altura de las expectativas, aunque lo de Ford es desde hace tiempo caída libre sin fondo. Pero claro, luego ves que el resto de posibles valores son adornos pasajeros y empiezan a encajar las cosas. Si bien a la Wilde se le ve casi tanto como a Ford, poco y sin valor real, lo de Rockwell, Brown, Carradine y Goggins son, si te descuidas, meros cameos. Y si con esto los pilares del proyecto se tambalean, solo queda darles el golpe de gracia para derribarlos con los más manidos tópicos de la historia del cine, esos que antes de que ocurran ya los estás recitando y que cuando ocurren te preguntas… ¿no se les ha ocurrido nada mejor para resolver esta situación? Pues si, Cowboys & Aliens puede resultar hasta insoportable en este aspecto. Y así es todo, película sin sorpresas, salvo una, y excesivamente previsible. Carente de ritmo y en la cual te pasas todo el rato esperando a que el brazalete que viste Lonergan se ponga a brillar y hacer ruiditos… el único indicativo de que la cosa va a cambiar y que llega una nueva ración de acción. Por el resto, paja.

 NOTA  "No tires que no es una polla". Frase recitada por el personaje Clancy Brown y que pasará a los anales del doblaje cañí.

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Ha costado mantenerse al margen de todo lo que ha dado el nuevo proyecto cinematográfico del siempre discuto J.J. Abrams. Tras una espera inmerecida, casi un mes y medio haciendo de tripas corazón es algo muy difícil de aguantar, es hora de hablar de Super 8 (2011), el retorno a la gran pantalla y con paso firme de un estilo olvidado, casi perdido, y de un formato cinematográfico que seguro logrará que mucha gente de un perfil de edad similar al que teníamos muchos de los presentes entre 1975 y 1985 , se acabe enamorando del cine, de las aventuras de infancia, del terror y de un sinfín de sensaciones que perdurarán muy probablemente a lo largo de los años. Super 8 es de principio a fin espíritu Steven Spielberg / Amblin Entertainment y por ello fue concebida como una fusión de tres de los proyectos que definieron en gran parte el cine juvenil para todos los públicos de las décadas pasadas. Super 8 recupera el aroma de aventura y amistad de Los Goonies (The Goonies, 1985), ofrece dosis emotivas a lo E.T. El extraterrestre (E.T., 1982) y se nutre de las acciones gubernamentales que ya conocimos en Encuentros en la tercera fase (Close Encounters of the Third Kind, 1977). Pero ojo, si bien asimila por completo elementos de estas tres míticas obras, Super 8 también opta por apartarse un poco de la línea marcada y decide hacer uso de los medios de hoy en día, medios que aportan mayor impacto y más grandilocuencia visual… cosa que todo sea dicho, no creo que sea la mejor elección posible una vez vista la película en conjunto. Con esto no quiero indicar que no me haya convencido, pero estoy seguro que habría sido magistral elegir por tendencias pasadas en lugar de la tónica presente. Pero lo que sin lugar a dudas hace que Super 8 acabe gustando si cabe más son esos momentos inolvidables, esas secuencias que quedarán marcadas a fuego en la retina del espectador, y todo lo que provoca el haber contado con un reparto juvenil de matrícula donde descubrimos a Joel Courtney, menuda sorpresa, Elle Fanning, alucinante, o el grupeto teen que encabezan Ryan Lee, para partirse con este chaval, Riley Griffiths, Gabriel Basso o Zach Mills.

Cartel español de Super 8 de J.J. Abrams
Cartel español de Super 8 de J.J. Abrams

La vida de Joe Lamb (Joel Courtney) cambia por completo el día que su madre muere en un accidente laboral. La distante relación que siempre mantuvo con su padre (Kyle Chandler) tampoco ayuda a que pueda afrontar la terrible situación que le ha tocado vivir. Cuatro meses después del triste acontecimiento comienzan las vacaciones de verano y Joe, junto a sus amigos Charles (Riley Griffiths), Cary (Ryan Lee), Martin (Gabriel Basso) y Preston (Zach Mills), podrá dedicarse a tiempo completo a terminar "The Case", un corto de zombis rodado por este grupo de amigos. La noche en la que Charles logra que Alice Dainard (Elle Fanning) se una al rodaje para encarnar a la protagonista femenina, y mientras ruedan una escena en la estación de tren del pueblo donde viven, los jóvenes asisten a un terrible accidente ferroviario provocado por la invasión de la vía por parte de una camioneta. Con lo que no cuentan es que del amasijo de hierros que forma ahora este destructivo caos surgirá algo que cambiará por completo sus vidas y la del pequeño pueblo en el que viven…

J.J. Abrams ha combinado en Super 8 todos esos detalles que muy probablemente le movieron en su juventud a adorar el cine. Además, con el poder que tiene ser guionista y productor, solo le quedaba convencer al Steven Spielberg para que le diera el beneplácito de cara a embarcarse en un viaje al pasado plagado de referencias al cine del otrora rey midas de Hollywood. Lo logrado por Abrams demuestra que el tipo sabe mucho de esto, y moviendo unas cuantas palancas ha logrado crear una película que atraerá al público de un buen puñado de décadas pasadas que, de paso, querrán ver si sus hijos acaban disfrutando como ellos disfrutaron, y disfrutan, del cine. Apoyado en impecables factores como una sobresaliente dirección artística o un notable reparto, el film se sostiene sin problemas gracias a una historia que bebe de fuentes todavía abundantes de imaginación. Puede que la resolución no sea lo más logrado del conjunto final, pero a estas alturas estos detalles se le perdonan al bueno de J.J. Abrams porque la apuesta realizada es un lujazo en toda regla. Como complementos al film tenemos gloriosas referencias cinéfilas, mucha adoración al cine en su conjunto y una banda sonora compuesta por el siempre interesante Michael Giacchino cuya fanfarria central, combinada con determinadas secuencias, logra que los pelos se te ericen. Y mucho atención, para mi la película tiene una de las secuencias más maravillosas que he visto en el cine en mucho tiempo… secuencia a la altura de los clásicos y que a más de uno / una le llevará a recordar ese primer momento en el que el corazón se les aceleró.

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Encantado. Así me encuentro tras haber disfrutado de una de las películas más completas del año y que para más INRI viene a poner una pica a favor de los siempre discutidos efectos visuales, siempre protesto por ellos, ya que demuestra que cuando se necesitan, y se evolucionan, existe la capacidad de sorpresa mayúscula pese a que podamos creer que no hay demasiado margen de mejora visto lo visto. Mucha historia hay tras la eterna saga de las rebeliones simiescas, y mucho tiempo ha pasado entre la mítica e icónica El planeta de los simios (Planet of the Apes, 1968) de Franklin J. Schaffner y esta El origen del planeta de los simios (Rise of the Planet of the Apes, 2011) de Rupert Wyatt. Es curioso ver como puedes volver a poner por las nubes una franquicia que con la sobreexplotación de ideas había pasado a formar parte de ese selecto grupo de la serie B más respetuosa de la historia, eso si, con una primera parte que sin dudarlo es una de las obras maestras del cine y mucho más del género de la ciencia ficción. Regreso al planeta de los simios (Beneath the Planet of the Apes, 1970), Huida del planeta de los simios (Escape from the Planet of the Apes, 1971), La rebelión de los simios (Conquest of the Planet of the Apes, 1972), La conquista del planeta de los simios (Battle for the Planet of the Apes, 1973) o el fallido intento de reinvención parido por Tim Burton que pese a titularse El planeta de los simios (Planet of the Apes, 2001) y al magistral maquillaje de Rick Baker es mejor olvidar… poco hacía pensar lo que en verdad ha pasado. 20th Century Fox ha apostado por ser respetuoso por las viejas ideas y apoyándose en un introspectivo y generoso guión escrito por Rick Jaffa y Amanda Silver, nos narra el punto de partida de lo que miles de años después será el planeta Tierra dominado por simios humanizados.

Cartel español de El origen del planeta de los simios
Cartel español de El origen del planeta de los simios

Gen-Sys es un laboratorio de San Francisco que investiga una cura para el Alzheimer usando como cobayas a simios. Al mando de la investigación está el doctor Will Rodman (James Franco), un científico que no se mueve por el éxito y si porque el resultado de su trabajo le ayudará a recuperar a su padre Charles (John Lithgow), enfermo por esta terrible enfermedad y en constante declive. Tras un fiasco en el laboratorio Will se verá obligado a llevarse a César (Andy Serkis) a su casa. César es una cría de un simio hembra que formó parte del programa de investigación y que se ha llevado como regalo genético de su madre el efecto del último virus creado en Gen-Sys. Como un miembro más de la familia, y con el paso de los años, César irá demostrando que no es un simio cualquiera y su nivel de inteligencia crece sin parar al tiempo que aprende la convivencia humana. Ante el deterioro de la vida de su padre Charles, Will decidirá probar el virus que César lleva impreso en su ADN y la mejora será latente. Gen-Sys querrá más y mantener a César en casa será cada vez más difícil… los acontecimientos significaran el inicio de la rebelión.

La verdad, uno de los puntos fuertes de toda película, algo que en Hollywood parece costar entender, es el guión. El origen del planeta de los simios destaca mucho por esto. Un guión emotivo, que obliga a la reflexión, que trata con temas presentes y que enlaza mágicamente con acontecimientos que datan ya de un lejanísimo 1968 – fabulosa la noticia en la televisión y no menos genial el titular en el periódico. Junto a ello el trabajo de Weta Digital, estudio hoy en día en primer lugar en cuanto se trata de innovación y sobre todo mocap, dejando más que claro que los límites de la tecnología CGI no se pueden ni preveer ya que la integración de los simios con los escenarios naturales del film no tienen parangón. Sumemos a esto el excelso trabajo de Andy Serkis, mito viviente que ha nacido para esto, que gracias a su gran capacidad a la hora de ponerse en la piel de seres tan dispares como Gollum, King Kong o César, hace qie sintamos lo que en verdad el actor quiere transmitir y sus personajes mostrar. Pero ahí no acaba la cosa, dos ritmos completamente diferentes que encajan como una guante en la narrativa, una primera mitad pausada, que muestra la evolución de los personajes y sobre todo de César, pero que da un giro de 180º en el momento necesario para llevarnos por un vertiginoso carrusel de situaciones y de ahí hasta la primorosa, porque no cabe otro calificativo, fase final. Gran fotografía, gran montaje, buena música… Y esto es todo, a la grandeza del guión y de los efectos visuales solo queda sumar a un reparto más que interesante encabezado por James Franco o John Lithgow y perfectamente compensado con Brian Cox, Tom Felton, Freida Pinto o David Oyelowo. Eso y un ciento de simios que asustan por lo realistas que son, al tiempo que emocionan por sus reacciones más propias de… mejor me callo.

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