No suelo opinar sobre films que se alejan de los géneros que con más asiduidad se tratan en el blog, por no decir que casi en exclusiva. Pero de vez en cuando uno recapacita, medita un rato, y se ve con la necesidad de ofrecer a los lectores un razonamiento elocuente, y probablemente condicionado por un cruel fanatismo, para que vayan, sin miramientos, a ver una película al cine.

En este caso vengo a hablar un rato de Drive (2011) del director danés Nicolas Winding Refn, una delicia cinematográfica a medio camino entre la soledad, las relaciones personales platónicas y la violencia más desgarradora. Lo más curioso del film, estas cosas ocurren hasta en las mejores familias, es que se trata de uno que viaja en la más distante polaridad; o te encanta, como es mi caso, o lo más probable es que la aborrezcas, como hay más de uno por ahí que ya me lo ha dejado caer. Aunque lo que cuenta es una historia bastante clásica, lo que hace a Drive prevalecer sobre el resto es la sabia combinación de dos dinámicas opuestas que merced a una buena dirección, un guión parco en palabras pero lleno de miradas que hablan por si solas, unos silencios llenos de contenido o un reparto sobresaliente, se fusionan a la perfección. Todo esto que tiene de bueno, el pausado ritmo hace que uno disfrute mucho más de los momentos, sube enteros en un tramo final que sirve, para paladares aguerridos, de periplo por el malsano lado de la violencia que más salpica y duele ver. Eso es Drive, una historia sencilla que se convierte en pieza clave del 2011 gracias a todo lo que la rodea, que no es poco.

Cartel molón de Drive
Cartel molón de Drive

Y sigo justificando que Drive es mucho más. Es un maravilloso Ryan Gosling, impasible, implacable, casi mudo pero directo y vivo en cada frase que suelta. Una Carey Mulligan que suplica en cada mirada un brazo en el cual apoyarse. Un Bryan Cranston siempre cumplidor le pongan donde le pongan. O un Albert Brooks transformado y alejado, como bien indicaba un amigo, de los habituales papeles a los que nos tenía habituados. Junto a estos cuatro pilares que asientan los cimientos de la perfecta narración, también hay espacio para el debutante Kaden Leos, o los solventes Oscar Isaac, Christina Hendricks y Ron Perlman. Añadamos a este flamante reparto una gran banda sonora compuesta por Cliff Martinez que, la verdad sea dicha, se ve gratamente impulsada por magníficos temas musicales que nos introducen más en los acontecimientos y que animan una historia que basa mucha de su narrativa en lo visual y lo sonoro. Y podría seguir con la rutilante fotografía, el buen guión, el sublime montaje, etc.

Drive es en definitiva una película de momentos, un arranque magnífico y medido al milímetro, una completa segunda parte dedicada a los personajes, sobre los lazos que surgen entre ellos y lo inalcanzable que son muchas veces las cosas, y una tercera etapa, acto definitivo, violentamente insuperable. Nunca los héroes son como te los imaginas. En este caso se trata de un guerrero sin nombre que verá su destino truncado por dejar que una debilidad le cambie de rumbo.