Sale uno de ver Titane de Julia Ducournau y no sabe si se ha comido una fabada asturiana con su chorizo, su panceta y su morcilla, o si acaban de darle gato por liebre y lo que ha degustado ha sido una hoja de lechuga lacia y revenida.

Agata Rousselle es Alexia, diosa de noche, no sé qué de día
Agata Rousselle es Alexia, diosa de noche, no sé qué de día

Tras dejarnos con el estómago revuelto hace unos años con la muy truculenta Crudo (Raw), carne de festival, la Ducournau nos deja ahora con el culo torcido al juntar en su triunfadora nueva obra, Palma de Oro del Festival de Cannes, cosas tan grotescas como el body horror más enfermizo y disparatado, los asesinos en serie de sota, caballo y rey, el amor mecánico vía palanca de cambio o freno de mano, y la transformación personal, ya sea quirúrgica como queer. La verdad, si te planteas lo enfermizo que resulta todo lo flipas… pero por otro lado, y de alguna forma, lo que ves te engatusa.

En Titane, la versión niña de Alexia (Agathe Rousselle) tiene un accidente de tráfico que le deja con una placa de titanio en el cráneo. Años después, la adulta Alexia luce cuerpo en una feria de automóviles y tunning: allí retoza con su particular Christine, allí se descubre como asesina en serie que aterroriza la Provenza francesa. Alexia es una mujer más (o menos): a sus treinta y tantos vive con sus padres, su cuerpo está poblado de tatuajes y la mala hostia que desprende su cara mantiene a todo el mundo a raya (o no). El tema es que esta aparente normalidad, ser una asesina en serie debería ser lo más normal del mundo visto la que se nos viene encima, se cuela de cabeza en el body horror pergeñado por David Cronenberg en su era gloriosa de Videodrome, La mosca (The Fly) o Vinieron de dentro de… (Shivers).

Vicent Lindon es Vicent, un padre obsesionado y decadente
Vicent Lindon es Vicent, un padre obsesionado y decadente

La Ducournau no se corta, y de forma evidente la relación entre lo orgánico y lo mecánico es parte de Titane. Hay cirugía, hay fluidos, hay transformación, hay lo que tiene que haber y algo más. Hay también una propuesta tan inesperada que es imposible imaginar que es lo siguiente que puede suceder, Ducournau va por libre y por ello Titane e alguna forma te engancha, y puede que hasta te llegue a convencer. El film sigue su ruta plagada de curvas, pero juega también una coherencia emocional merced al destruido personaje encarnado por Vincent Lindon, un jefe de bomberos que vive consumido por el dolor de la desaparición de su hijo 17 años atrás. Si es que al final hasta Titane transmite cierta conmovedora humanidad, pese a lo grotesco y anticlimático que resulta todo.

En definitiva, Titane es, que no es poco, pero cuesta procesar todo lo que ocurre, como ocurre, y como es pasado por la batidora Ducournau. Acojonantemente rara.

Póster de Titane
Póster de Titane

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En 1987, el mítico maestro de los efectos visuales y el stop-motion Phil Tippett (La guerra de las galaxias, El imperio contraataca, Piraña, Willow, RoboCop, Parque Jurásico o Starship Troopers) se embarcó en un ambicioso proyecto personal: Mad God.

Uno de los protagonistas de Mad God, un soldadete que recorre el grotesco y pintoresco mundo siniestro
Uno de los protagonistas de Mad God, un soldadete que recorre el grotesco y pintoresco mundo siniestro

Para dar vida a Mad God el bueno de Tippet fabricó y animó un mundo surrealista y muy siniestro en el que monstruos, mad-doctors loquísimos y señores de una muy bizarra guerra vagaban libremente sin sentido aparente. Tippet creó de la nada docenas de escenarios, cientos de marionetas y elementos de atrezzo, y unos cuantos cuadernos repletos de miles de bocetos y story-boards donde Mad God cobraba vida. Luego vino el éxito de Tippet Studio y el tan ansiado proyecto personal quedó olvidado en un cajón. 30 años después, un grupo de animadores del renovado Tippet Studio ("The Mandalorian" por poner un ejemplo de sus últimos trabajos) animaron al maestro a sacar adelante su sueño y vía KickStarter el plan de Phil Tippet resucitó en forma de conjunto de cortometrajes que, finalmente, se convirtieron, mira tú, en cine… llega por lo tanto Mad God y, tras triunfar en el Locarno Film Festival, ahora la tenéis para comprar y ver en Sitgesfilmfestival.online hasta el domingo 17.

Una de las criaturas de Mad God, de las mejores ortodoncias que podría uno imaginar
Una de las criaturas de Mad God, de las mejores ortodoncias que podría uno imaginar

Mad God es una película grasienta, oscura, siniestra, mecánica, escatológica, purulenta, palpitante y mugrienta. Carente de voz, no así de lloros y gritos, uno no puede más que agarrarse a la partitura que acompaña una historia sangrienta, donde además de notables elementos simiescos y mucho detalle macabro enfermizo, el enfoque es francamente deudor de los sueños más retorcidos que os podáis imaginar si uno es conocedor del universo Silent Hill. De paso Mad God no duda en guiñar el ojo a uno de los iconos de la historia cinematográfica de Tippet: ED-209 (por ahí sale de fondo y medio destrozado). Pero, o estoy muy loco o me lo estoy volviendo, también hay guiño guiño al mismísimo Clint Eastwood, o más bien a las vestimentas de este en la mítica El bueno, el feo y el malo (Il buono, il brutto, il cattivo), habiendo un momento muy surreal donde poncho, camisa y chaleco borreguero de los vestidos por "Rubio" en el film hacen acto de presencia. Lo dicho, Mad God es una rareza absoluta, una obra de arte del stop-motion, curiosa de ver, tediosa por momentos, pero sin lugar a dudas diferente a nada que uno haya podido imaginar en su vida. Totalmente diferente, embaucadora y grotesca.

Póster de Mad God
Póster de Mad God

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Va a ser complejo hablar de Sin tiempo para morir. Va a ser complejo echar la vista atrás y valorar con serenidad el largo y completo periplo de Daniel Craig al frente de uno de los más icónicos personajes recurrentes de la historia del cine. Va a ser complejo darse cuenta que se ha terminado una era de mayor gloria para una de las sagas más longevas, irrepetibles y geniales del séptimo arte.

Cuando James Bond (Daniel Craig) te mira así... ya te puedes ir despidiendo
Cuando James Bond (Daniel Craig) te mira así… ya te puedes ir despidiendo

Cuando Daniel Craig llegó para encarnar a James Bond en 2006, lo hizo con un complicado reto delante: ser el protagonista de una saga anclada en un estilo obsoleto y que ya de paso no pasaba por su mejor momento en cuanto a originalidad y creatividad (sin desmerecer eso si el trabajo del anterior agente del servicio secreto británico, el varonil Pierce Brosnan). Durante 4 años de silencio Barbara Brocolli y David G. Wilson picaron piedra para recuperar al héroe por excelencia y al agente secreto más intrépido. Casino Royale se reveló como un bombazo y el inicio de una nueva era Bond ligada al duro y rudo Craig, ya conocido por mucho por sus papeles en Layer Cake, Camino a la perdición (Road to Perdition) o Munich. Desde ese año y hasta 2015 el actor protagonizó la mencionada Casino Royale, Quantum of Solace, Skyfall y Spectre (una montaña rusa de sensaciones); seis años después de la última, 5 más 1 de pandemia debería decirse, se estrena Sin tiempo para morir, producción no exenta de laboriosidad, que sufrió el abandono de Danny Boyle, la entrada apresurada de Cari Joji Fukunaga, y una nueva oportunidad de los eternos guionistas Neal Purvis (7 bonds) y Robert Wade (otros 7 bonds), excluídos por Boyle en favor de la propuesta de John Hodge, que colaboraron ahora con el propio Fukunaga (creador de la primera temporada de "True Detective", "Maniac", Beast of No Nation o Jane Eyre), y Phoebe Waller-Bridge, diosa de la irreverencia en "Fleabag", "Killing Eve" o "Crashing".

Durante una secuencia inicial larga, la más completa de la saga, conocemos la traumática infancia de Madeleine Swann (Léa Seydoux), su encuentro con el villano de Sin tiempo para morir, el intrigante, pero anodino, Lyutsifer Safin (Rami Malek), y asistimos al impresionante despliegue hiperactivo y tortuoso por las estrechas calles empedradas de Matera (Italia), en donde vuelven los fantasmas del pasado de Bond en forma del sempiterno villano Blodfeld (Christophe Waltz) y recuerdo a Vesper Lynn. Superada esta parte se nos plantea lo nunca visto… el tiempo pasa. Un lustro y pico después del retiro de Bond en la apartada Jamaica, el destino lleva al exagente del MI6 a cruzar su camino con un viejo amigo, Felix Leiter (Jeffrey Wright), y ponerse tras los pasos de un científico loco que trabaja para Safin. En medio del fregado la nueva 007, Lashana Lynch, y una trama que vincula todo lo vinculable y un poco más.

Bond siempre ha sido galán
Bond siempre ha sido galán

Sin tiempo para morir es un film crepuscular, centrado más en el envejecimiento del personaje, la melancolía que le ha acompañado desde aquel Casino Royale y la traición de Vesper, amén de los secretos que ha ocultado y se le han ocultado. El favor que Craig ha hecho a la franquicia ha sido el de verle crecer como actor, pero también envejecer como personaje. Gracias a esto se reconoce a James Bond como un humano más pese a todo eso que es capaz de hacer y cualquier de nosotros no. Por ello esa eterna juventud a la que 007 ha estado abonado durante 60 largos años, el Dr. No pronto cumple, aquí se concibe de otra forma, siendo el destino que durante muchas décadas fue obviado el que se gana el derecho de surgir y puede que por deseo del propio Craig. Sin tiempo para morir no es la mejor de las películas de la serie Daniel Craig, pero sin lugar a dudas es un viaje más allá del propio Bond, con emotivos detalles en torno a varios de sus personajes, así como por la recuperación de Louis Amstrong y John Barry. Ese "We have all the time in the World" , tema central de 007 al servicio secreto de su Majestad (On Her Majesty’s Secret Service), no sólo enlaza momentos personales del personaje, si no que sirve de declaración real del sueño imposible al que el propio Bond se enfrentará en este nuevo reto.

En definitiva, sobresaliente y emotiva despedida de Daniel Craig, y paso adelante hacia la renovación… diferente si, pero una renovación más al fin y al cabo (aunque te toque la patata). James Bond regresará como siempre ha regresado, pero echaremos de menos el rostro de Craig, Daniel Craig.

Uno de los carteles del 2020... cuando abril iba a ser su fecha de estreno
Uno de los carteles del 2020… cuando abril iba a ser su fecha de estreno

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Han pasado unos cuantos años ya desde el estreno de No respires (Don’t Breathe) de Fede Álvarez. Un lustro después de asistir con estupor a la batalla por la supervivencia entre un grupo de ladrones de poca monta, perdedores, y un exmilitar ciego con todos los ases bajo la manga, menudo despiporre, llega la inesperada secuela… y nunca fue tan inesperada la verdad.

Stephen Lang como el hombre ciego... una pala, un martillo, un lo que sea
Stephen Lang como el hombre ciego… una pala, un martillo, un lo que sea

En la línea de su predecesora: película de acoso a las bravas modo home invasion invertida ahora adornada con tráfico de órganos, salvajismo a martillazo limpio, y otras barbaridades; llega una nueva experiencia donde el dúo Álvarez / Rodo Sayagues rizan el rizo. La violencia y la brutalidad dan un giro inesperado y se vuelven esta vez contra el extraño e infame personaje ciego encarnado por Stephen Lang allá por 2016. Esto, como podrás comprender, resulta totalmente adecuado dado el pasado de nuestro protagonista, sin embargo, nunca una película anclada en el más oscuro y vil de los lados se pudo percibir como una película de venganza por derecho, o un ser tan despreciable como el ciego protagoniza fue encumbrado al honor de antiheroe y salvador… un "merecido" farewell en toda regla. No respires 2 da por lo tanto un giro más y enfrenta al hombre ciego a una banda de seres deleznables (más que él) que le dejan bien y todo. Así está el tema, nada más que decir.

Rodo Sayagues es el que lleva el mando en No respires 2, se trata ya de paso de su debut como director tras escribir para / junto a Fede Álvarez la futura Texas Chainsaw Massacre, algún episodio de la serie "Calls", No respires, la brutal Posesión infernal (Evil Dead) y el famoso cortometraje Ataque de Pánico. Y no se le puede negar, no lo hace nada mal. Sayagues hace un buen trabajo, cine de serie B, 100% disfrutable y muy pero que muy salvaje. Se apoya en elementos vistosos como el usar poco o nada armas de fuego y derivar la violencia a un entorno más físico, palpable e impactante merced al uso de martillos, machetes, destornilladores, palas, bloques de cemento, etc. Esto da pie a que los niveles de gore sean hasta notables pese a ser un film estrenado en pantalla grande.

En definitiva, No respires 2 no es la quintaesencia del subgénero home invasion, pero con los tiempos que corren se puede ver, disfrutar y más flipar un rato viendo como un cafre de tomo y lomo, el implacable hombre ciego, se torna en héroe inusual. Con dos cojones.

Siguiendo la línea del primer cartel de No respires, No respires 2
Siguiendo la línea del primer cartel de No respires, No respires 2

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Una semana después de verla y disfrutarla hay que comentar que con el estreno de Dune de Denis Villeneuve se ha dado un paso que durante mucho tiempo nadie se atrevió, o se le permitió, dar: realizar una nueva adaptación de la seminal obra de Frank Herbert tras la archifamosa, vapuleada, e icónica versión de David Lynch… calzón verde / torso desnudo de Sting incluido.

Paul Atreides, preparado para practicar con el escudo personal
Paul Atreides, preparado para practicar con el escudo personal

Venga, obviemos innecesarias comparaciones y situémonos de lleno en este 2021 (pretendido 2020). Este es el nuevo Dune, sin dudarlo, la propuesta cinematográfica más arriesgada, con permiso de La llegada (Arrival), de la gloriosa y superlativa carrera del canadiense Villeneuve, y no me quedo corto si somos conscientes que el guión escrito a seis manos por Jon Spaihts (Prometheus), Eric Roth (El curioso caso de Benjamin Button) y el ínclito director, cuenta esta vez parcamente la mitad de la historia prometida. Ahí es nada, nos adentramos en el traidor e inmenso universo de Dune a medio gas (en cuanto a historia claro), pero con un resultado superior y a la altura de quien lleva el mando. El riesgo está servido y, pese a todo lo que pueda pasar, bien merece la pena disfrutarlo.

La gargantuesca propuesta de Villeneuve es en su mayor prioridad una abrumadora sorpresa visual, una fuerza de espectáculo donde uno no tiene mayor opción que quedarse boquiabierto ante la grandiosidad de Arrakis, disfrutando durante unas nada largas dos horas y media de un viaje donde las sensaciones juegan un papel fundamental para acabar siendo, el espectador, parte de esta nueva aventura. Dune es un producto inmersivo, saca provecho de las actuales excelencias técnicas para enriquecerse del rico y sofisticado material original del autor literario, acomodando su narración (mesiánica, profética y manipuladora), a un mundo de grandeza donde todo es basto… se mire por donde se mire. Por ahí tenemos los omnipresentes sueños de Paul Atreides (encarnado por ese muy escuchimizado y ultra pálido Timothée Chalamet, pero que mola), sueños que además de presentarle a su futura compañera Chani (Zendaya también mola), le hacen entrever el destino que le espera como elegido de un pueblo dominado… los Fremen. Las sensaciones son contradictorias, está el malestar de las Bene Gesserit, comandadas por una para nada extravagante Reverenda Madre Gaius Helen Mohiam (Charlotte Rampling), y los constantes intentos del Duque Leto (Oscar Isaac) por ver en su hijo el heredero de su sello de lacre y del legado de la familia Atreides, pese a la artificialidad manipulada de la gestación de su heredero. En medio del fregado una muy sobresaliente Rebecca Ferguson, nueva y decisiva Lady Jessica, o el propio barón Vladimir Harkonnen, un Stellan Skarsgård que viene para mutar en coronel Kurtz pero adornado como si de un zeppelín humano se tratara.

De visita por Dune con Lady Jessica, Chani, Stilgar y Paul
De visita por Dune con Lady Jessica, Chani, Stilgar y Paul

Y hay más: los rituales Sardaukar, la bestia Rabban (Dave Bautista), el uso de la Voz, Gurney Hallek (Josh Brolin), Duncan Idaho (Jason Momoa), los gusanos… etc., etc., etc. Todo cabe en esta primera parte que pese a su inmensidad se nota tocada, cortada por momentos, con secuencias extrañas y ciertamente inconexas como por ejemplo la presentación de Stilgar (Javier Bardem), o la prueba con la Reverenda Madre (algo no encaja…). El film en si no sufre, pero la narración hay momentos que resulta abrupta. Pero bueno, Villeneuve te sigue ganando con su trabajo, con la dimensión de su Dune y con una banda sonora obra de Hans Zimmer donde hay espacio para lo tribal, la ciencia ficción y sus habituales habilidades. En definitiva, Dune es de ver una vez, dos, si cabe tres… y desear que llegue el ansiado resto.

Cartel de Dune, de Denis Villeneuve
Cartel de Dune, de Denis Villeneuve

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El director mexicano Guillermo del Toro regresa a la gran pantalla tras un largo descanso, La forma del agua (The Shape of Water) es de 2017, y comparte el primer avance de Nightmare Alley, remake del clásico de 1947 protagonizado por Tyrone Power, El callejón de las almas perdidas.

Estamos ante una de cine negro de la mano de Del Toro y, todo sea dicho, apunta muy alto como era de esperar. En Nightmare Alley un ambicioso feriante (Bradley Cooper), con talento para manipular a la gente con pocas y bien elegidas palabras, se junta con una psiquiatra (Cate Blanchett) aún más peligrosa que él… El reparto es muy potente, además de Cooper y Blanchett, por ahí andan Toni Collette, Willem Dafoe, Richard Jenkins, Rooney Mara, o el obligado Ron Perlman. Llegará en diciembre, el mes que estrenarán todo este año… menuda locura.


Primer cartel de Nigthmare Alley

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Cine, GdT .
 

Si bien tengo en la recámara lo nuevo de Marvel Studios me apetece hablar, mucho, de Maligno (Malignant), la nueva incursión en el terror más inesperado del maestro James Wan, y de la que no puedo más que decir que… delicia estrambótica, pizpireta, perversa, revolucionaria y, sobre todo, paranoica e inclasificable. Así la coloqué como una de las esperadas de este 2021. Ojo, Maligno es una película para ver, no para hablar y destripar los secretos que oculta, ya que debe conocerse en la sala de cine donde sea exhibida de la manera más inocente posible (no ha habido pases de prensa y, por encima, la campaña de marketing que la rodea invita a guardar silencio). De esta forma uno la podrá disfrutar y sacarle todo el potencial que en ella se oculta.

Rojo neón para decorar uno de los crímenes que se ven en Maligno
Rojo neón para decorar uno de los crímenes que se ven en Maligno

Dicho esto, el juego que el señor Wan ha hecho con Maligno es muy pero que muy turbador. Tras varios años paladeando sagas de esas que amasan pasta ya por pura inercia, Fast & Furious 7 y Aquaman, y adentrarse a sobreexplotar el universo The Conjuring que con delicadeza ha construido – si bien su última aportación como director ha sido Expediente Warren: El caso Enfield (The Conjuring 2), como productor Wan está siempre ahí dando a conocer a sus criaturas (La monja, La llorona o Annabelle) -, la película esta parece nacida hace tres lustros, en un momento en el que un novato Wan nos ofrecía sorpresas con giros y engaños inconcebibles bajo títulos como Saw o Silencio desde el mal (Dead Silence). Es Maligno un regreso a este tipo de cine, uno que no necesita florituras, y que basa la sencillez de su historia en lo puramente disparatado de la misma.

Maligno nos presenta a Madison (Annabelle Wallis), una mujer torturada primero por su violento marido maltratador, segundo por su tercer intento de embarazo (dos abortos previos la tienen totalmente machacada), y tercero por las repentinas visiones de aparentes violentos crímenes perpetrados por un enigmático asesino. Cuando estas visiones se tornan en realidad, el pasado de Madison reaparece y… aquí es cuando se te queda el culo torcido y no puedes más que rendirte ante este divertido y terrorífico esperpento gestado por un James Wan con mayúsculas, Ingrid Bisu y Akela Cooper (la guionista).

Annabelle Wallis, cara de susto así todo el rato... una jefa
Annabelle Wallis, cara de susto así todo el rato… una jefa

Maligno innova, no cabe duda, pero también se apoya en rocambolescas propuestas destacadas de fuentes tan dispares como por ejemplo el argumento de Los ojos de Laura Mars (Eyes of Laura Mars), en los crueles acontecimientos acontecidos en House on Haunted Hill, o incluso en la interminable locura asesina de Terminator. Sí, hay espacio para todo, y también para que a cada minuto un nuevo camino se abra y que toda la expectativa previa se disipe en pos de un nuevo delirante final. Maligno bebe también del mejor giallo, no sólo por su enigmática fotografía con tonos recargados y vibrantes que recuerdan al mismísimo Luciano Tovoli, si no por el despiporre sangriento a manos de un asesino "enmascarado" y armado con un arma única y característica. Maligno nos imbuye también alma ochentera con una potente banda sonora de Joseph Bishara y que hace que todo el impacto sea mayor si cabe. Maligno es también diferente, se aleja de precuelas, secuelas y remakes, tratando de ofrecer algo nuevo que, por estrambótico que parezca, resulta en realidad maquiavélico, desenfadado y disparatado.

Ah, ni que decir tiene… escena en una celda. La brutalidad llevada al mayor de los extremos. Lo dicho Maligno es un film del 2021 que sin embargo abarca un espectro inmenso dentro del terror pretérito y contemporáneo. De esas que o te enamoran o te desagradan. Fantástica.

Un precioso cartel de Maligno de James Wan
Un precioso cartel de Maligno de James Wan

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Le tenía muchas ganas a Candyman de Nia DaCosta, y reconozco que no me esperaba una secuela directa tan certera, apropiada, innovadora y terrorífica, del clásico cinematográfico gestado por Bernard Rose y protagonizado por la perfecta Virginia Madsen y, sobre todo, el aterrador Tony Todd. El peso esta vez cae en manos de Yahya Abdul-Mateen II, encarnando a un artista que vive en el ya famoso barrio de Cabrini, mutado este en lujosa zona de rascacielos y viviendas no al alcance de la clase obrera.

Yahya Abdul-Mateen II es perfecto para sufrir en sus carnes el misterio Candyman
Yahya Abdul-Mateen II es perfecto para sufrir en sus carnes el misterio Candyman

Este Candyman se separa de la versión original yendo por otros derroteros que pese a lo arriesgado funcionan, y vaya que si funcionan. Queda claro desde ya que el enfoque Jordan Peele es omnipresente en SU cine, y, siendo esta una de sus producciones, Nia DaCosta comulga con la siempre interesante causa pariendo una clara extensión más dentro del cine de su benefactor que de la propia identidad del ser nacido en el ghetto. Candyman por lo tanto es muy fiel a su pasado, explorando el porqué de este enigmático ser que, en forma de Daniel Robitaille, comenzó a desollar a todo aquel que se atreviera a citar su nombre cinco veces frente a un espejo. Pero con el pecho hinchado va un paso más allá y moldea con violenta crudeza esta historia de marginación social, supremacía, opresión y, directamente, odio. Vamos, llega con recordar Déjame salir y Nosotros para comprender el aporte que Peele le ha dado al relato de Clive Barker. Un aporte que viste esta secuela para que deslumbre.

Las elaboradas secuencias de Candyman, obra de Nia DaCosta
Las elaboradas secuencias de Candyman, obra de Nia DaCosta

Además de lo anteriormente comentado, Nia DaCosta, su directora, se encumbra como una artífice sobresaliente, capaz de concebir secuencias potentes con un muy preciso trabajo de cámara y unos ingeniosos y sutiles planos donde el espejo, arma necesaria en el universo Candyman, adopta un protagonismo decisivo. Valga nombrar la secuencia inicial, brutal homenaje a la rodada por el maestro Bernard Rose pero, innovando, de manera invertida. Igualmente, notables las secuencias en modo teatro de sombras chinas, y todos los momentos gore, que los hay. Sí, podrían ser más explícitos estos instantes de horror no contenido, pero no obstante dado el cine de hoy en día es encomiable el esfuerzo realizado. Para rematar destacar el papel de Yahya Abdul-Mateen II, creciente estrella que aquí sufre en carnes, y nunca mejor dicho, un mal que va más allá de lo que hasta ahora pensábamos.

Y más secuencias gloriosas, no exentas de sangre pero pasadas por el filtro del plano inconcebible
Y más secuencias gloriosas, no exentas de sangre, pero pasadas por el filtro del plano inconcebible

Para rematar comentar que el responsable de la banda sonora, Robert Aiki Aubrey Lowe, recupera y altera algunos de los extractos de la magistral pieza musical compuesta Phillip Glass para el ya clásico de los años 90. En fin, Candyman debe ser vista y disfrutada, entendida en cuanto a lo que pretende contar aprovechando un relato de terror y leyendas urbanas para contar mucho más en tiempos turbios socialmente hablando.

Precioso cartel de Candyman
Precioso cartel de Candyman

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No lo voy a negar, conocí a Shinichi "Sonny" Chiba como muchos otros, en esa ya mítica escena de flechazo y amor platónico en una sala de cine de la fabulosa Amor a quemarropa (True Romance) de Tony Scott.

Sonny Chiba como Takuma Tsurigo en The street fighter
Sonny Chiba como Takuma Tsurigo en The street fighter

Fue Clarence Worley (Christian Slater) quien, como a Alabama (Patricia Arquette), me puso gracias a un guión de Quentin Tarantino sobre la pista de este actor de origen japonés e icono del cine de artes marciales de los años 70 merced a violentos títulos (clasificados X) como The street fighter (Gekitotsu! Satsujin ken), Returns of the Street Fighter (Satsujin ken 2), titulada en estas tierras como Duelo en karate, y La venganza de Street fighter (Gyakushû! Satsujin ken)… todas ellas de Shigehiro Ozawa. Con más de 200 papeles a sus espaldas, Chiba vivió siempre a la sombra de otros iconos de su época y años posteriores, lo que no evitó que despuntara con papeles potentes como los de mercenario Takuma Tsurugi o el del asesino Golgo 13 en la adaptación setentera del famoso manga de Takao Saito, y que fuera actor fetiche de Kinji Fukasaku, director de por ejemplo de la maravillosa y brutal Battle Royale, en Kang samurai (Yagyû ichizoku no inbô), Los invasores del espacio (Uchu kara no messeji), Exterminio (Fukkatsu no hi) o Battle Royale 2: Réquiem (Batoru rowaiaru II: Chinkonka). Seguramente uno pueda buscar y buscar cine de Chiba desde su debut en 1961 con Invasion of the Neptune Men (Uchû Kaisokusen) hasta no hace mucho… 2018 más o menos.

Sonny Chiba como Hattori Hanzō en Kill Bill
Sonny Chiba como Hattori Hanzō en Kill Bill

Chiba incluso recorrió Hollywood con curiosa predilección por al serie B rozando la Z. Águila de acero III (Aces: Iron Eagle III), Immortal Combat junto a Roddy Pipper y Meg Foster, o Codename: Silencer junto a Robert Davi, Steven Bauer y Brigitte Nielsen. Fue Tarantino sin embargo el que tras recordarlo en su guión de 1993 lo fichó para un papel en la obra maestra Kill Bill… el del fabricante de katanas milenarias Hattori Hanzō. Hasta fue el gran villano de uno de los episodios de las saga Fast & Furious… la no cuento con nadie del reparto original A todo gas: Tokyo Race (The Fast and the Furious: Tokyo Drift).

En fin, a sus 82 años complicaciones con el COVID-19 son los que lo han traído de nuevo al recuerdo.

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Al fin, ya iba siendo hora. Tras citarla como posible en 2019, esperarla con muchas ganas en 2020 y de nuevo marcarla como favorita para este 2021, ha llegado el primer trailer de Prisioners Of The Ghostland, la nueva epopeya grotesca y única de Sion Sono, con el inclasificable Nicolas Cage como protagonista absoluto. Sono es conocido por sus rarezas, míticas muchas de ellas, como la impagable y aplaudida oda al cine y a los desfases ¿Por qué no jugamos en el infierno? (Jigoku de naze warui?), la multipremiada y ultramítica (además de más larga que el carallo) Love exposure (Ai no mukidashi) o la reciente Antiporno (Anchiporuno).

Protagonizada por el mentado Cage, la bailonga Sofia Boutella (Climax), el ultramítico Bill Moseley (Los renegados del diablo), Nick Cassavetes (Cara a Cara) y Tak Sakaaguchi (Versus), a finales de septiembre se estrenará en USA esta, definida por otros, perfecta y absoluta experiencia gonzo. Prisioners Of The Ghostland nos trasladará a la traicionera ciudad fronteriza de Samurai Town, donde un despiadado ladrón de bancos (Cage) es sacado de la cárcel por un acaudalado señor de la guerra, El Gobernador (Mosley), cuya nieta adoptiva (Boutella) se ha escapado. Atrapado en un traje de cuero que se autodestruirá en cinco días si no encuentra a la chica desaparecida, nuestro bandido favorito emprende un viaje para encontrar a la joven, y su propio camino hacia la redención.

Nicolas Cage en Prisioners of the Ghostland
Nicolas Cage en Prisioners of the Ghostland

En fin, ¿queremos verla? o ¿queremos verla?

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