La magia del multiverso funciona, y bien que lo saben en Marvel Studios. Las posibilidades son infinitas y cuando tienes casi 20 años de historia a tus espaldas puedes hacer lo que te venga en gana. Spider-Man: No Way Home es un nuevo ejemplo (no el primero) y una descarada delicia, sea ya en lo visual como en el emotivo juego que practica, plagada de villanos icónicos, y de buenos y malos momentos. Es ya de paso un film destinado a un público todavía más extenso si cabe del que podría estar siguiendo las aventuras de Tom Holland como tu amigo y vecino Spider-Man, ya que aquellos que en 2002 flipamos con el film de Sam Raimi estamos hoy de enhorabuena.

Spider-Man: No Way Home, un salto al vacío con tintes de éxito asegurado
Spider-Man: No Way Home, un salto al vacío con pilares de éxito asegurado

A estas alturas de la vida creo que uno ya sabrá todo lo que pasa en Spider-Man: No Way Home, o casi (no seré yo el que os lo cuente). Los trailers han sido generosos mostrando a Alfred Molina de nuevo como el mejor villano visto en cines en el universo Spider-Man, el mítico Doctor Octopus de la inmejorable Spider-Man 2, a Willem Dafoe como el pelele Norman Osborn en manos del manipulador Duende Verde de Spider-Man, a Jamie Foxx como un más normal y menos azul Max Dillon / Electro de The Amazing Spider-Man 2: El poder de Electro, y, aunque menos presentes claramente visibles, a Rhys Ifans como el Dr. Curt Connors / Lagarto de The Amazing Spider-Man, o a Thomas Haden Church como Flint Marko / El hombre de Arena de Spider-Man 3. Todos ellos llegan aderezados con ese J.K. Simmons en el impagable papel de J. Jonah Jameson, presente en los films de Sam Raimi, pero no en los de Marc Webb, y del que nos llevamos una sorpresa al verle al final del anterior film de esta saga en el MCU. Vamos, un multiverso de acción real, el no va más… menos mal que nos lo cuelan con magia.

Todos a una Fuente Ovejuna en Spider-Man: No Way Home
Todos a una Fuente Ovejuna en Spider-Man: No Way Home

Una de las cosas más curiosas que ocurren con este nuevo film es que si bien lo habitual es que el pastiche de personajes que pululan por los films del MCU acaben liando al más pintado, Spider-Man: No Way Home es un claro ejemplo de cuanto más mejor, siempre y cuando ocurra como aquí pasa… todos nos conocemos. La saturación bien llevada, sacando provecho de muchos años de pico y pala, eleva a un film donde hay espacio para buenas dosis de acción, comedia clásica modo Marvel, y donde todo queda bien contrastado con no escasos momentos de reflexión sobre las decisiones tomadas (muchas de ellas malas) y el dolor que siempre ha golpeado la vida del solitario y medio pelele Peter Parker. Además, el juego de reconstrucción ideado por las mentes de los guionistas Chris McKenna y Erik Sommers, el equipo de este triple periplo Spider-Man dentro del MCU, sirve para añadir una muy necesaria vuelta de tuerca donde el espíritu original de Steve Dikto y Stan Lee tenga presencia, dejando ahí aparcadas viejas ideas que, sabe dios, puede que algún día regresen, pero que a toda vista son ya innecesarias si tenemos en cuenta los enlaces que se han construido en esta película.

En fin, Spider-Man: No Way Home es una carta muy bien jugada, una perfecta fusión de 20 años de cine moderno, palomitero y al alcance de todos. Entretenida, emotiva, y abierta (o cerrada) a un futuro más acorde con el superhéroe que lo protagoniza.

El único cartel que mola de Spider-Man: No Way Home
El único cartel que mola de Spider-Man: No Way Home

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Edgar Wrigth es diferente, su cine es especial, siempre imbuido por una fuerza particular, una donde transcienden infinitos rasgos de otros grandes cineastas pero una total y absoluta personalidad. Última noche en el Soho (Last Night in Soho) es el último viaje fílmico del director británico y en este thriller con tintes giallo, uno puede extender sus sensaciones esta vez hacia aspectos sociales oscuros y siniestros, donde la primera fila del sufrimiento más absoluto recae sobre la cosificada figura femenina.

Thomasin McKenzie obsesionada de principio a fin
Thomasin McKenzie obsesionada de principio a fin

Última noche en el Soho nos cuenta la historia de una joven aprendiz de modista llamada Eloise (genial Thomasin McKenzie), que en su primer curso de formación se ve oníricamente transportada al Londres de los años 60. Obsesionada con su madre fallecida, por la música de esa época, y con ciertas capacidades místicas, la joven se mimetiza en la rubia Sandy (diosa Anya Taylor-Joy), una joven que en esos años buscó triunfar en los clubs nocturnos del barrio londinense. El tema es que estos viajes de ensueño se tornan en cruel, nauseabunda y cruda realidad, tanto para Eloise como para Sandy. Wright se apoya en el estilismo visual del mejor giallo -colores saturados gracias a luces de neón que todo lo inundan (viva Nicolas Winding Refn), juegos y más juegos con espejos que muestran diferentes realidades (viva Dario Argento), y constantes engaños que seguramente serán interpretados como escusas para el despiste (viva Brian de Palma)-, con lo sobrenatural o lo casi zombiesco. Wright plaga el film de falsa finura. Tan pronto nos presenta a una Anya Taylor-Joy que enamora al más pintado y protagonista de un par de momentos de ensueño: primera esa interpretación del "Downtown" de Petula Clark / Tony Hatch; segundo ese baile a tres compartido con la moneda de dos caras encarnada por Matt Smith y la misma McKenzie, como nos tira a los pies de los desagradables acontecimientos que tienen lugar tras bambalinas en ese universo musical de estrellas recién nacidas.

Todos deberíamos vivir obsesionados por Anya Taylor-Joy
Todos deberíamos vivir obsesionados por Anya Taylor-Joy

Última noche en el Soho viene a modelar un poco más la filmografía de un cineasta sin par, que tras fraguar esa su Trilogía del Cornetto, nos ha ido visitando con ideas a las que ya estábamos habituados pero desde prismas innovadores y únicos… y donde lo musical predomina siempre pervirtiendo otros géneros para incrementarlos en calidad. El mejor cine comiquero con Scott Pilgrim contra el mundo (Scott Pilgrim vs. the World), el cine de atracos con Baby Driver, el documental puro y duro gracias a "The Sparks Brothers", y ahora este thriller de terror con tono sobrenatural que es esta Última noche en el Soho. Al final Edgar Wright lo que se dedica es a parir cine con una gran importancia musical, y donde la música es parte de su narrativa, pero enfatizando de forma contundente otros géneros a los que estamos muy habituados. En fin, sumemos a dos veteranos como Diana Rigg (fallecida en septiembre del año pasado) y Terence Stamp para dar cierre a esta opinión sobre una de las mejores películas del año, que no es poco.

Póster de Última noche en el Soho
Póster de Última noche en el Soho

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Todavía, y hasta el 21 de noviembre, uno puede ver en Filmin Tales of the Uncanny como parte de la serie de películas y documentales del Festival de Cine de Terror de Molins De Rei aka TerrorMolins. David Gregory, el director del también genial documental Lost Soul: El viaje maldito de Richard Stanley a la isla del Dr. Moreau (Lost Soul: The Doomed Journey of Richard Stanley’s Island of Dr. Moreau), se rodea de un buen puñado de rostros conocidos del mundillo del horror, ya sea realizadores, genios de los FX, críticos, y otros insignes nombres, para hacer un generoso recorrido por la historia del modelo cinematográfico del terror como antología. Desde sus orígenes en los albores del cine alemán con Historias tenebrosas (Unheimliche Geschichten), donde Conrad Veidt daba miedo de verdad, hasta el más cercanos de los ahora, donde productos como V/H/S siguen explotando a mayor gloria los relatos breves que dan canguelo.

Peter Cushing en una de sus apariciones más míticas... como muerto viviente en un relato de Condenados a ultratumba
Peter Cushing en una de sus apariciones más míticas… como muerto viviente en un relato de Condenados a ultratumba

Durante un poco más de hora y media gente como Roger Corman, Kevin Connor, Joe Dante, Luigi Cozzi, Mick Garris, Kevin Kölsch, Greg Nicotero, Eli Roth, Tom Savini, Gary Sherman, Richard Stanley, Peter Strickland, Jovanka Vuckovic, Brian Yuzna, David DeCoteau o el madrileño Adrián Garcia Bogliano, bucean en un buen puñado de películas que, quien más quien menos, habremos visto a lo largo de nuestras vidas. Desde las icónicas y míticas obras casi maestras del terror británico más autóctono pergeñadas en la productora Amicus fundada por Subotsky y Rosenberg, pasando por obras de culto del cine japonés como Kwaidan de Masaki Kobayashi, sin olvidar las franquicias que bebieron directo de los mejores cómics de la EC. El análisis profundiza en interesantes detalles como el valor más personal y de estilo ofrecido por directores como Francis, Ward Baker, Curtis, Bava o Corman, autores de principio a fin de aquellos films de relatos de terror, y de cómo el futuro ha acabado derivando en fichar a diversos directores para que cuenten sus historias para luego ser pegadas estas de la mejor forma posible.

Póster de Tales of the Uncanny
Póster de Tales of the Uncanny

En fin, viva el terror en formato antología. En Tales of the Uncanny el listado de películas recuperadas para el documental es una maravilla y nada mejor que rebuscar y darse uno cuenta que, si se quiere, se puede: Doctor Terror (Dr. Terror’s House of Horrors) de Freddie Francis, Historias de terror (Tales of Terror) de Rorger Corman, Las tres caras del miedo (I tre volti della paura) de Mario Bava, La mansión de los crímenes (The House That Dripped Blood) de Peter Duffel, Refugio macabro (Asylum) de Roy Ward Baker, Condenados a ultratumba (Tales from the Crypt) de Freddie Francis, Cuentos de ultratumba (From Beyond the Grave) de Kevin Connor, El club de los monstruos (The Monster Club) de Roy Ward Baker, Historias extraordinarias (Histoires extraordinaires) de Federico Fellini, Louis Malle y Roger Vadim, Creepshow de George A. Romero, Creepshow 2 de Michael Gornick, Al morir la noche (Dead of Night), Los ojos del gato (Cat’s Eye) de Lewis Teague , Gritos y susurros (From a Whisper to a Scream) de Jeff Burr, Los ojos del diablo (Due occhi diabolici) de George A. Romero y Dario Argento, V/H/S de Adam Wingard, Ti West, Radio Silence, etc., Southbound de Roxanne Benjamin, Matt Bettinelli-Olpin, David Bruckner, Tyler Gillett, etc., o The ABCs of Death. La pena, que otras muchas no estén a alcance directo como En los límites de la realidad (Twilight Zone: The Movie) de John Landis, Joe Dante, George Miller y Steven Spielberg, Trilogía del terror (Trilogy of Terror) de Dan Curtis, Necronomicon de Brian Yuzna o Truco o trato: Terror en Halloween (Trick ‘r Treat) de Michael Dougherty o El gato infernal (Tales from the Darkside: The Movie) de John Harrison.

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Injustamente ha llegado a Prime Video, que también es un menos mal, la adaptación del mítico relato artúrico "Sir Gawain y el Caballero Verde". Y digo injustamente porque el mundo del cine sigue en modo tristón, y lo que antes era obligado ver en cine, ahora no queda otra que ser disfrutado en casa. Sí, esta película debería haber sido estrenada en cines… en fin.

Dev Patel reivindicando que es un pedazo de actor
Dev Patel reivindicando que es un pedazo de actor

Cuando uno piensa en leyendas artúricas llevadas al cine no puede más que pensar en la vigorosidad caballeríl de John Boorman y su magistral Excalibur, la deliciosa fantasía de La espada y la piedra (The Sword in the Stone), o la tremebunda gloria sarcástica adornada con cocos, golondrinas y adivinanzas de Los caballeros de la mesa cuadrada y sus locos seguidores (Monty Python and the Holy Grail). Pero también uno debe fijarse en rocambolescas ensoñaciones de la talla de la románica El rey Arturo (King Arthur) de Antoine Fuqua, u otras ponzoñas nivel El primer caballero (First Knight) con Richard Gere. Todo vale. Sin embargo, llega ahora El caballero verde (The Green Knight), un sorprendente viaje por una de las adaptaciones artúricas más únicas, oníricas y virtuosas jamás imaginadas.

David Lowery (A Ghost Story o En un lugar sin ley) se cubre de gloria, y transforma o concibe todo aquello que en otro tiempo vimos de forma más lineal (espada y brujería, acción, comedia, fantasía infantil o drama de alcoba), en una mezcla de carácter episódico donde coinciden diversos estilos como la épica medieval, la picaresca, el terror fantasmal gótico o el erotismo (madre mía con Alicia Vikander). Dev Patel, primoroso protagonista, encarna a ese Gawain que, sin pensarlo, y sin valorarlo tampoco, afronta un reto donde chocan la arrogancia que ejemplifica su personaje, con el acto de honor a la postre trágico que supone la decisión tomada. Lowery, tras un imaginativo tránsito donde en modo titiritero asistimos a la representación del acto de nuestro héroe y su fatal destino, nos lleva entonces por varios capítulos que a modo de lienzo pintado darán forma al viaje de Gawain: desde el encuentro inicial con un pizpireto pícaro (Barry Keoghan), pasando por una historia digna del mejor horror fantasmagórico nipón (parece un relato más de El más allá – Kaidan con al pecosa Erin Kellyman), o el roce con un par de aristócratas que no por su parte no se rozan lo suficiente entre ellos (la Vikander vs. el entregado Joel Edgerton). Hilvanados al tránsito de la edad de la irresponsabilidad a la del darse cuenta que los juegos de niños han tocado a su fin, Lowery modela un relato entretenido y de cómico apego a la vida con momentos curiosos donde el tiempo, o su paso, juegan un papel fundamental. Magníficos ese par de what if que dan reflejo del destino de Gawain, al tiempo que retroceden para ver el camino tomando en realidad por nuestro protagonista.

¿Cuál de los caballeros plantarán cara al Caballero Verde? Pues el aventurado Gawain
¿Cuál de los caballeros plantarán cara al Caballero Verde? Pues el aventurado Gawain

A los ya mencionados Patel, Vikander, Edgerton o Keoghan, vale la pena mencionar el enfermizo y apagado aspecto de un Rey encarnando por Sean Harris, y su ojerosa y plagada de caries Reina, Kate Dickie. Papel también a disfrutar el de la manipuladora Sarita Choudhury, madre de Gawain y que no duda en jugar la baza de su hijo para medrar sea como fuere. En fin, El caballero verde hay que verla, con paciencia y dedicando el tiempo a esos mil matices que atesora durante su extenso metraje.

Precioso póster de El caballero verde
Precioso póster de El caballero verde

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Tras varios años inmersa en el mundo del cortometraje y otras tareas secundarias en esferas más altas, va la veterana Camille Griffin, este de aquí es su debut tras las cámaras en un largometraje, y se saca de la manga el guión de Silent Night… sí, mismo título que el mítico slasher ochentero. Al tiempo, Matthew Vaughn (Kick-Ass, Stardust o Kingsman) se presenta a la hora y momento señalados para descubrir el escrito de la Griffin y de forma decidida apostar por esta curiosa sorpresa. Arrancamos…

Keira Knightley te da la bienvenida a Silent Night
Keira Knightley te da la bienvenida a Silent Night

Cuando uno se planta delante del Silent Night, todo apunta a que va a ver uno de esos dramas navideños estándar con reminiscencias de Los amigos de Peter (Peter’s Friends) plagado de secretos ocultos, verdades dolorosas y momentos de reconciliación. Lo típico, vamos. Ya de paso, un reparto de nivel alto con rostros reconocibles como los de Keira Knightley (Expiación) y Matthew Goode (Watchmen), dos de esos actores británicos top, acompañados por Lily-Rose Depp (The King), Sope Dirisu ("Gangs of London"), Annabelle Wallis (Maligno) y, otra agradable sorpresa, Roman Griffin Davis, el fabuloso chaval de la triste pero divertida Jojo Rabbit, todo sigue haciendo pensar que el tono es el que te ha parecido así a primera vista. Sin embargo, golpe de efecto, lo que Camille Griffin propone es una tragicomedia "navideña" de tono bastante negro donde se propone un juego inesperado y nada agradable, por no decir que cero estándar. Vamos poco a poco.

Todos reunidos para recordar tiempos pasados y quedar jodidos por el no futuro
Todos reunidos para recordar tiempos pasados y quedar jodidos por el no futuro

Silent Night cuenta la efímera historia de un grupo de antiguos amigos del colegio y la de sus seres queridos (hijos) cuando se reúnen para celebrar la Navidad y recordar los tiempos pretéritos que han compartido… Nell (Knightley) y Simon (Goode) son los anfitriones, el clásico caos navideño es inevitable, los hijos de estos no soportan a la hija de Sandra (Wallis) y Tony (Rufus Jones). Poco después llegan Bella (Lucy Punch) y su nueva novia Alex (Kirby Howell-Baptiste), esta última no está nada convencida con la idea de celebrar este día con un grupo de gente que no conoce y no le importa. Rematan el grupo James (Dirisu) y Sophie (Depp), que nunca ha caído bien al resto de mujeres de la casa porque es la demasiado joven pareja de James y no entienden que ha podido ver este en ella. Pero ciertamente, sólo podrán celebrar el pasado ya que el futuro se presenta negro al haberse producido un desastre natural (si es que estamos jodiendo el planeta) en modo mortal erupción medioambiental que amenaza con acabar con la raza humana en cuestión de días.

De buenas a primeras ya nada es lo que parecía ser, y Silent Nigth nos enfrenta al hasta dónde están dispuestos a llegar los protagonistas para evitar el sufrimiento de una muerte inevitable y así proteger del dolor a sus seres más queridos.
El film va y viene jugando el mismo juego de amor y resentimiento que propuso Kenneth Branagh en su film, pero con un tono oscuro, aterrador y triste… muy triste. Definitivamente, Silent Night debe verse, para reírse con los simpáticos gags que su directora / guionista cuela, pero también para palpar la crudeza de unos momentos fatales y terroríficos. Todavía podéis verla en Sitges Online.

Póster de Silent Night
Póster de Silent Night

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Sale uno de ver Titane de Julia Ducournau y no sabe si se ha comido una fabada asturiana con su chorizo, su panceta y su morcilla, o si acaban de darle gato por liebre y lo que ha degustado ha sido una hoja de lechuga lacia y revenida.

Agata Rousselle es Alexia, diosa de noche, no sé qué de día
Agata Rousselle es Alexia, diosa de noche, no sé qué de día

Tras dejarnos con el estómago revuelto hace unos años con la muy truculenta Crudo (Raw), carne de festival, la Ducournau nos deja ahora con el culo torcido al juntar en su triunfadora nueva obra, Palma de Oro del Festival de Cannes, cosas tan grotescas como el body horror más enfermizo y disparatado, los asesinos en serie de sota, caballo y rey, el amor mecánico vía palanca de cambio o freno de mano, y la transformación personal, ya sea quirúrgica como queer. La verdad, si te planteas lo enfermizo que resulta todo lo flipas… pero por otro lado, y de alguna forma, lo que ves te engatusa.

En Titane, la versión niña de Alexia (Agathe Rousselle) tiene un accidente de tráfico que le deja con una placa de titanio en el cráneo. Años después, la adulta Alexia luce cuerpo en una feria de automóviles y tunning: allí retoza con su particular Christine, allí se descubre como asesina en serie que aterroriza la Provenza francesa. Alexia es una mujer más (o menos): a sus treinta y tantos vive con sus padres, su cuerpo está poblado de tatuajes y la mala hostia que desprende su cara mantiene a todo el mundo a raya (o no). El tema es que esta aparente normalidad, ser una asesina en serie debería ser lo más normal del mundo visto la que se nos viene encima, se cuela de cabeza en el body horror pergeñado por David Cronenberg en su era gloriosa de Videodrome, La mosca (The Fly) o Vinieron de dentro de… (Shivers).

Vicent Lindon es Vicent, un padre obsesionado y decadente
Vicent Lindon es Vicent, un padre obsesionado y decadente

La Ducournau no se corta, y de forma evidente la relación entre lo orgánico y lo mecánico es parte de Titane. Hay cirugía, hay fluidos, hay transformación, hay lo que tiene que haber y algo más. Hay también una propuesta tan inesperada que es imposible imaginar que es lo siguiente que puede suceder, Ducournau va por libre y por ello Titane e alguna forma te engancha, y puede que hasta te llegue a convencer. El film sigue su ruta plagada de curvas, pero juega también una coherencia emocional merced al destruido personaje encarnado por Vincent Lindon, un jefe de bomberos que vive consumido por el dolor de la desaparición de su hijo 17 años atrás. Si es que al final hasta Titane transmite cierta conmovedora humanidad, pese a lo grotesco y anticlimático que resulta todo.

En definitiva, Titane es, que no es poco, pero cuesta procesar todo lo que ocurre, como ocurre, y como es pasado por la batidora Ducournau. Acojonantemente rara.

Póster de Titane
Póster de Titane

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En 1987, el mítico maestro de los efectos visuales y el stop-motion Phil Tippett (La guerra de las galaxias, El imperio contraataca, Piraña, Willow, RoboCop, Parque Jurásico o Starship Troopers) se embarcó en un ambicioso proyecto personal: Mad God.

Uno de los protagonistas de Mad God, un soldadete que recorre el grotesco y pintoresco mundo siniestro
Uno de los protagonistas de Mad God, un soldadete que recorre el grotesco y pintoresco mundo siniestro

Para dar vida a Mad God el bueno de Tippet fabricó y animó un mundo surrealista y muy siniestro en el que monstruos, mad-doctors loquísimos y señores de una muy bizarra guerra vagaban libremente sin sentido aparente. Tippet creó de la nada docenas de escenarios, cientos de marionetas y elementos de atrezzo, y unos cuantos cuadernos repletos de miles de bocetos y story-boards donde Mad God cobraba vida. Luego vino el éxito de Tippet Studio y el tan ansiado proyecto personal quedó olvidado en un cajón. 30 años después, un grupo de animadores del renovado Tippet Studio ("The Mandalorian" por poner un ejemplo de sus últimos trabajos) animaron al maestro a sacar adelante su sueño y vía KickStarter el plan de Phil Tippet resucitó en forma de conjunto de cortometrajes que, finalmente, se convirtieron, mira tú, en cine… llega por lo tanto Mad God y, tras triunfar en el Locarno Film Festival, ahora la tenéis para comprar y ver en Sitgesfilmfestival.online hasta el domingo 17.

Una de las criaturas de Mad God, de las mejores ortodoncias que podría uno imaginar
Una de las criaturas de Mad God, de las mejores ortodoncias que podría uno imaginar

Mad God es una película grasienta, oscura, siniestra, mecánica, escatológica, purulenta, palpitante y mugrienta. Carente de voz, no así de lloros y gritos, uno no puede más que agarrarse a la partitura que acompaña una historia sangrienta, donde además de notables elementos simiescos y mucho detalle macabro enfermizo, el enfoque es francamente deudor de los sueños más retorcidos que os podáis imaginar si uno es conocedor del universo Silent Hill. De paso Mad God no duda en guiñar el ojo a uno de los iconos de la historia cinematográfica de Tippet: ED-209 (por ahí sale de fondo y medio destrozado). Pero, o estoy muy loco o me lo estoy volviendo, también hay guiño guiño al mismísimo Clint Eastwood, o más bien a las vestimentas de este en la mítica El bueno, el feo y el malo (Il buono, il brutto, il cattivo), habiendo un momento muy surreal donde poncho, camisa y chaleco borreguero de los vestidos por "Rubio" en el film hacen acto de presencia. Lo dicho, Mad God es una rareza absoluta, una obra de arte del stop-motion, curiosa de ver, tediosa por momentos, pero sin lugar a dudas diferente a nada que uno haya podido imaginar en su vida. Totalmente diferente, embaucadora y grotesca.

Póster de Mad God
Póster de Mad God

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Va a ser complejo hablar de Sin tiempo para morir. Va a ser complejo echar la vista atrás y valorar con serenidad el largo y completo periplo de Daniel Craig al frente de uno de los más icónicos personajes recurrentes de la historia del cine. Va a ser complejo darse cuenta que se ha terminado una era de mayor gloria para una de las sagas más longevas, irrepetibles y geniales del séptimo arte.

Cuando James Bond (Daniel Craig) te mira así... ya te puedes ir despidiendo
Cuando James Bond (Daniel Craig) te mira así… ya te puedes ir despidiendo

Cuando Daniel Craig llegó para encarnar a James Bond en 2006, lo hizo con un complicado reto delante: ser el protagonista de una saga anclada en un estilo obsoleto y que ya de paso no pasaba por su mejor momento en cuanto a originalidad y creatividad (sin desmerecer eso si el trabajo del anterior agente del servicio secreto británico, el varonil Pierce Brosnan). Durante 4 años de silencio Barbara Brocolli y David G. Wilson picaron piedra para recuperar al héroe por excelencia y al agente secreto más intrépido. Casino Royale se reveló como un bombazo y el inicio de una nueva era Bond ligada al duro y rudo Craig, ya conocido por mucho por sus papeles en Layer Cake, Camino a la perdición (Road to Perdition) o Munich. Desde ese año y hasta 2015 el actor protagonizó la mencionada Casino Royale, Quantum of Solace, Skyfall y Spectre (una montaña rusa de sensaciones); seis años después de la última, 5 más 1 de pandemia debería decirse, se estrena Sin tiempo para morir, producción no exenta de laboriosidad, que sufrió el abandono de Danny Boyle, la entrada apresurada de Cari Joji Fukunaga, y una nueva oportunidad de los eternos guionistas Neal Purvis (7 bonds) y Robert Wade (otros 7 bonds), excluídos por Boyle en favor de la propuesta de John Hodge, que colaboraron ahora con el propio Fukunaga (creador de la primera temporada de "True Detective", "Maniac", Beast of No Nation o Jane Eyre), y Phoebe Waller-Bridge, diosa de la irreverencia en "Fleabag", "Killing Eve" o "Crashing".

Durante una secuencia inicial larga, la más completa de la saga, conocemos la traumática infancia de Madeleine Swann (Léa Seydoux), su encuentro con el villano de Sin tiempo para morir, el intrigante, pero anodino, Lyutsifer Safin (Rami Malek), y asistimos al impresionante despliegue hiperactivo y tortuoso por las estrechas calles empedradas de Matera (Italia), en donde vuelven los fantasmas del pasado de Bond en forma del sempiterno villano Blodfeld (Christophe Waltz) y recuerdo a Vesper Lynn. Superada esta parte se nos plantea lo nunca visto… el tiempo pasa. Un lustro y pico después del retiro de Bond en la apartada Jamaica, el destino lleva al exagente del MI6 a cruzar su camino con un viejo amigo, Felix Leiter (Jeffrey Wright), y ponerse tras los pasos de un científico loco que trabaja para Safin. En medio del fregado la nueva 007, Lashana Lynch, y una trama que vincula todo lo vinculable y un poco más.

Bond siempre ha sido galán
Bond siempre ha sido galán

Sin tiempo para morir es un film crepuscular, centrado más en el envejecimiento del personaje, la melancolía que le ha acompañado desde aquel Casino Royale y la traición de Vesper, amén de los secretos que ha ocultado y se le han ocultado. El favor que Craig ha hecho a la franquicia ha sido el de verle crecer como actor, pero también envejecer como personaje. Gracias a esto se reconoce a James Bond como un humano más pese a todo eso que es capaz de hacer y cualquier de nosotros no. Por ello esa eterna juventud a la que 007 ha estado abonado durante 60 largos años, el Dr. No pronto cumple, aquí se concibe de otra forma, siendo el destino que durante muchas décadas fue obviado el que se gana el derecho de surgir y puede que por deseo del propio Craig. Sin tiempo para morir no es la mejor de las películas de la serie Daniel Craig, pero sin lugar a dudas es un viaje más allá del propio Bond, con emotivos detalles en torno a varios de sus personajes, así como por la recuperación de Louis Amstrong y John Barry. Ese "We have all the time in the World" , tema central de 007 al servicio secreto de su Majestad (On Her Majesty’s Secret Service), no sólo enlaza momentos personales del personaje, si no que sirve de declaración real del sueño imposible al que el propio Bond se enfrentará en este nuevo reto.

En definitiva, sobresaliente y emotiva despedida de Daniel Craig, y paso adelante hacia la renovación… diferente si, pero una renovación más al fin y al cabo (aunque te toque la patata). James Bond regresará como siempre ha regresado, pero echaremos de menos el rostro de Craig, Daniel Craig.

Uno de los carteles del 2020... cuando abril iba a ser su fecha de estreno
Uno de los carteles del 2020… cuando abril iba a ser su fecha de estreno

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Han pasado unos cuantos años ya desde el estreno de No respires (Don’t Breathe) de Fede Álvarez. Un lustro después de asistir con estupor a la batalla por la supervivencia entre un grupo de ladrones de poca monta, perdedores, y un exmilitar ciego con todos los ases bajo la manga, menudo despiporre, llega la inesperada secuela… y nunca fue tan inesperada la verdad.

Stephen Lang como el hombre ciego... una pala, un martillo, un lo que sea
Stephen Lang como el hombre ciego… una pala, un martillo, un lo que sea

En la línea de su predecesora: película de acoso a las bravas modo home invasion invertida ahora adornada con tráfico de órganos, salvajismo a martillazo limpio, y otras barbaridades; llega una nueva experiencia donde el dúo Álvarez / Rodo Sayagues rizan el rizo. La violencia y la brutalidad dan un giro inesperado y se vuelven esta vez contra el extraño e infame personaje ciego encarnado por Stephen Lang allá por 2016. Esto, como podrás comprender, resulta totalmente adecuado dado el pasado de nuestro protagonista, sin embargo, nunca una película anclada en el más oscuro y vil de los lados se pudo percibir como una película de venganza por derecho, o un ser tan despreciable como el ciego protagoniza fue encumbrado al honor de antiheroe y salvador… un "merecido" farewell en toda regla. No respires 2 da por lo tanto un giro más y enfrenta al hombre ciego a una banda de seres deleznables (más que él) que le dejan bien y todo. Así está el tema, nada más que decir.

Rodo Sayagues es el que lleva el mando en No respires 2, se trata ya de paso de su debut como director tras escribir para / junto a Fede Álvarez la futura Texas Chainsaw Massacre, algún episodio de la serie "Calls", No respires, la brutal Posesión infernal (Evil Dead) y el famoso cortometraje Ataque de Pánico. Y no se le puede negar, no lo hace nada mal. Sayagues hace un buen trabajo, cine de serie B, 100% disfrutable y muy pero que muy salvaje. Se apoya en elementos vistosos como el usar poco o nada armas de fuego y derivar la violencia a un entorno más físico, palpable e impactante merced al uso de martillos, machetes, destornilladores, palas, bloques de cemento, etc. Esto da pie a que los niveles de gore sean hasta notables pese a ser un film estrenado en pantalla grande.

En definitiva, No respires 2 no es la quintaesencia del subgénero home invasion, pero con los tiempos que corren se puede ver, disfrutar y más flipar un rato viendo como un cafre de tomo y lomo, el implacable hombre ciego, se torna en héroe inusual. Con dos cojones.

Siguiendo la línea del primer cartel de No respires, No respires 2
Siguiendo la línea del primer cartel de No respires, No respires 2

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Una semana después de verla y disfrutarla hay que comentar que con el estreno de Dune de Denis Villeneuve se ha dado un paso que durante mucho tiempo nadie se atrevió, o se le permitió, dar: realizar una nueva adaptación de la seminal obra de Frank Herbert tras la archifamosa, vapuleada, e icónica versión de David Lynch… calzón verde / torso desnudo de Sting incluido.

Paul Atreides, preparado para practicar con el escudo personal
Paul Atreides, preparado para practicar con el escudo personal

Venga, obviemos innecesarias comparaciones y situémonos de lleno en este 2021 (pretendido 2020). Este es el nuevo Dune, sin dudarlo, la propuesta cinematográfica más arriesgada, con permiso de La llegada (Arrival), de la gloriosa y superlativa carrera del canadiense Villeneuve, y no me quedo corto si somos conscientes que el guión escrito a seis manos por Jon Spaihts (Prometheus), Eric Roth (El curioso caso de Benjamin Button) y el ínclito director, cuenta esta vez parcamente la mitad de la historia prometida. Ahí es nada, nos adentramos en el traidor e inmenso universo de Dune a medio gas (en cuanto a historia claro), pero con un resultado superior y a la altura de quien lleva el mando. El riesgo está servido y, pese a todo lo que pueda pasar, bien merece la pena disfrutarlo.

La gargantuesca propuesta de Villeneuve es en su mayor prioridad una abrumadora sorpresa visual, una fuerza de espectáculo donde uno no tiene mayor opción que quedarse boquiabierto ante la grandiosidad de Arrakis, disfrutando durante unas nada largas dos horas y media de un viaje donde las sensaciones juegan un papel fundamental para acabar siendo, el espectador, parte de esta nueva aventura. Dune es un producto inmersivo, saca provecho de las actuales excelencias técnicas para enriquecerse del rico y sofisticado material original del autor literario, acomodando su narración (mesiánica, profética y manipuladora), a un mundo de grandeza donde todo es basto… se mire por donde se mire. Por ahí tenemos los omnipresentes sueños de Paul Atreides (encarnado por ese muy escuchimizado y ultra pálido Timothée Chalamet, pero que mola), sueños que además de presentarle a su futura compañera Chani (Zendaya también mola), le hacen entrever el destino que le espera como elegido de un pueblo dominado… los Fremen. Las sensaciones son contradictorias, está el malestar de las Bene Gesserit, comandadas por una para nada extravagante Reverenda Madre Gaius Helen Mohiam (Charlotte Rampling), y los constantes intentos del Duque Leto (Oscar Isaac) por ver en su hijo el heredero de su sello de lacre y del legado de la familia Atreides, pese a la artificialidad manipulada de la gestación de su heredero. En medio del fregado una muy sobresaliente Rebecca Ferguson, nueva y decisiva Lady Jessica, o el propio barón Vladimir Harkonnen, un Stellan Skarsgård que viene para mutar en coronel Kurtz pero adornado como si de un zeppelín humano se tratara.

De visita por Dune con Lady Jessica, Chani, Stilgar y Paul
De visita por Dune con Lady Jessica, Chani, Stilgar y Paul

Y hay más: los rituales Sardaukar, la bestia Rabban (Dave Bautista), el uso de la Voz, Gurney Hallek (Josh Brolin), Duncan Idaho (Jason Momoa), los gusanos… etc., etc., etc. Todo cabe en esta primera parte que pese a su inmensidad se nota tocada, cortada por momentos, con secuencias extrañas y ciertamente inconexas como por ejemplo la presentación de Stilgar (Javier Bardem), o la prueba con la Reverenda Madre (algo no encaja…). El film en si no sufre, pero la narración hay momentos que resulta abrupta. Pero bueno, Villeneuve te sigue ganando con su trabajo, con la dimensión de su Dune y con una banda sonora obra de Hans Zimmer donde hay espacio para lo tribal, la ciencia ficción y sus habituales habilidades. En definitiva, Dune es de ver una vez, dos, si cabe tres… y desear que llegue el ansiado resto.

Cartel de Dune, de Denis Villeneuve
Cartel de Dune, de Denis Villeneuve

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