Opinión


La directora francesa Claire Denis, 74 primaveras la contemplan y una carrera asistiendo a la dirección de grandes nombres como los de Costa-Gavras, Jim Jarmusch o Wim Wenders, se embarca en una historia de ciencia ficción oscura, incómoda, sucia y truculenta pero, a su vez, y por qué no decirlo, embaucadora.

En High Life, disponible en la plataforma Filmin, nos trasladamos a una nave perdida en medio del espacio. En ella Monte (Robert Patinson) y Willow (Jessie Ross), los dos últimos tripulantes, sobreviven abandonados a su suerte. Pero no siempre estuvieron solos: Monte es miembro de un grupo de condenados a muerte que aceptaron conmutar sus sentencias a cambio de participar en una misión (evidentemente suicida) con destino al agujero negro más cercano a la Tierra. Su objetivo: encontrar una fuente de energía definitiva que ayudaría a la supervivencia del planeta, al tiempo que servían como cobayas de un experimento de gestación "asexual" controlado por la supuestamente única "normal" del grupo, Dibs (Juliette Binoche). Willow es su hija…

La Denis nos embarca en un viaje sin retorno que transcurre en diferentes momentos temporales. Somos a la vez espectadores del desenlace del viaje, de su principio y del desesperante y grotesco transcurso del mismo… así bien entrelazadito. Saltando adelante y atrás con el freno puesto, se nos invita a comprender el destino de los protagonistas, viendo como nuestros conejillos de indias son expuestos al aislamiento forzado, la autodestrucción, y la insatisfacción sexual merced a las grotescas intenciones de un plan comandado por una mad doctor de larga melena y mucho tiempo libre. Vale, no se puede negar: High Life es rara. Excesivamente pausada, sexual, violenta, y especialista en sacar a flote aspectos controvertidos, pese a todo tiene un algo que acaba manteniéndote atento. Será el desasosiego de sus personajes, o la sensación permanente de soledad y fatalismo. Son estos aspectos tan oscuros y melancólicos los que hacen que veas ensimismado las malas sensaciones que recorren los cuerpos del mencionado Pattinson, triste, André Benjamin, resignado, o Mia Goth, frustrada y castigada.

Uno de los pósters de High Life
Uno de los pósters de High Life

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Llevaba tiempo queriendo ver Dejad que los cadáveres se bronceen (Laissez bronzer les cadavres) de Hélène Cattet y Bruno Forzani. Presentada en el ya lejano Sitges 2017, me la perdí ese año pero puede verse ahora en Filmin, este bien avenido matrimonio, adaptando todo sea dicho una novela de Jean-Patrick Manchette y Jean-Pierre Bastid, labran un extraño film sobre un robo, un secuestro, y varios duelos al sol en algún soleado lugar de la costa de Francia. Una banda de ladrones que se hacen con 250 kg de oro llegan a la casa de una artista atrapada en un grotesco triángulo amoroso. Este bucólico escenario se convierte a la velocidad del rayo en un interminable tiroteo entre un policía y los ladrones… un tiroteo que dura todo un día.

Cattet y Forzani se sacan de la manga una película que transciende entre el thriller de Bava en la icónica Semáforo rojo (Cani arrabbiati), con esa piel quemada por el sol, plagada de sudor, malos modos, tensión constante entre sus personajes y mucha violencia, y el tono surreal, gráfico y repleto de engaños de la Suspiria de Argento, en este caso inundando la pantalla de una fotografía que parece hecha a medida del mismísimo Luciano Tovoli, el maestro tras el color del film del genio del giallo, y que también fue imitado en la relativamente reciente Berberian Sound Studio de Peter Strickland. Dejad que los cadáveres se bronceen es una especie de Duelo al sol (Duel in the Sun) regada y nunca mejor dicho de momentos surreales, esa incesante lluvia dorada, paranoia delirante digna de Dalí, y una técnica narrativa que a golpe de reloj, secuencias repetidas y bucle interminable acongoja.

Y ahí se fragua lo mejor y lo peor del film. Una primera parte excelente, paciente, cronometrada hasta el extremo, y repleta de grandes momentos dignos del mejor western. Pero una segunda parte donde tanto juego, tanto reloj que avanza hasta un enervante minuto a minuto, y tanta ausencia de sol que broncee los cadáveres pendientes de surgir hace zozobrar, que no naufragar, ligeramente el resultado final.
En fin, digna de ver y de comprender, diferente, obsesiva, un reloj suizo plagado de plomo, sangre, sudor, orina y oro.

Cartel de Dejad que los cadáveres se bronceen
Cartel de Dejad que los cadáveres se bronceen

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Quentin Dupieux es único. Inimaginable Rubber, imposible Wrong, inconcebible Wrong Cops, surrealista Réalité… pendientes sin ver Bajo arresto (Au poste!) y la reciente La chaqueta de piel de ciervo (Le daim). Este año el Festival de Sitges se nutre de su último trabajo como director / guionista: Mandibules.

Dominique, la mouche
Dominique, la mouche

Cuando dos amigos ingenuos, Manu (Grégoire Ludig) y Jean-Gab (David Marsais), encuentran una mosca gigante atrapada en el maletero de un automóvil, deciden entrenarla con la esperanza de ganar mucho dinero… y ya está. Un nuevo sinsentido altamente recomendable donde lo surreal campa a sus anchas de principio a fin, y ojo, no ya tanto los la mosca gigante que los dos protagonistas pretenden educar para que, cual circo de pulgas, les acabe montando en el euro, si no por el mundo de Wayne en el que estos dos viven. Dupieux vuelve a gestar uno de sus habituales productos donde la naturalidad de su historia que completamente desbordada por un imaginario que ya es marca de la casa. Todo ocurre como tiene que ocurrir, pero a la idiotez de estos dos amigos de la infancia hay que sumar las situaciones más insospechadas e inesperadas. Nada de lo que ves puede o debe ocurrir, pero ocurre. Esa es la grandeza de Quentin Dupieux, todo lo que ofrece es diferente, cómico, inconcebible y carente de todo sentido de la razón. Mandibules es una pequeña joya, ideal para aquellos que han disfrutado con singular anonadamiento la vida de este francés que hace cosas impensables. Mola. Y ojo, acompañando a estos dos la maravillosa Adèle Exarchopoulos en su papel más inclasificables, sin rivalizar para nada con su participación en la extremadamente húmeda La vida de Adèle (La vie d’Adèle).

Cartel de Mandibules
Cartel de Mandibules

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Si uno quiere pasar un rato simpático viendo una peli de terror a lomos de mucho humor negro y un motón de homenajes al cine de terror y sus variopintas disciplinas, nada mejor que echar un vistazo a la divertida Vicious Fun, film pergeñado por Cody Calahan, director que ya estuvo en Sitges presentando la normalita Antisocial en el 2013, y que nos introduce en una historia diferente.

Joel, el protagonista de Vicious Fun
Joel, el protagonista de Vicious Fun

Escrita por el debutante James Villeneuve, supongo que nada que ver, nos introduce en la historia de Joel, Evan Marsh (¡Shazam!), un ácido crítico de cine, podría pasar por blogger, especializado en el género de terror que, por avatares de la vida, acaba en medio de un grupo de terapia para asesinos en serie. Este es el original punto de partida de Vicious Fun, y desde este instante el bueno de Joel tendrá que apañárselas como puede para plantar cara al grupo de matarifes encarnados por Ari Millen, Julian Richings (El hombre de acero), Robert Maillet (el gigante de Pacific Rim o "The Strain") y Sean Baek ("Killjoys"), contando con la ayuda de Carrie, Amber Goldfarb ("Helix"), una del clan que tiene mucho más que decir. Ah, y en medio del fregado el siempre molón David Koechner (Cheap Thrills, Piraña 2 3D o Krampus: Maldita Navidad). Resulta que Vicious Fun se mueve a ritmo electro, con mucho aroma años 80 y luces de neon, Calahan y Villeneuve se sacan de la manga un buen paquete de referencias a iconos del género como la saga Viernes 13, obras de culto como American Psycho, o revistas míticas como Fangoria, todo regado con generosas dosis de hemoglobina, algún que otro miembro amputado y mucho absurdo por minuto. Muy recomendable.

Genial cartel de Vicious Fun
Genial cartel de Vicious Fun

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Una de esas que prometían entretener durante la celebración del Festival de Sitges era Península (Train to Busan 2: Peninsula), secuela a lo apocalipsis zombie definitivo de la muy entretenida y original Train to Busan (Busanhaeng)… ambas de Sang-ho Yeon.

Pero todo lo que fue Tren a Busán hace unos años es justo todo lo que no es esta su secuela Península. Personalidad propia tiene, como elemento mezclador durante sus cerca de dos horas de estilos tan diversos como persecuciones a lo Fast and Furious, un rescate survival cercano al disfrutado en 1997: Rescate en Nueva York (Escape from New York), una sobrecarga de zombis como las imperativas de Guerra Mundial Z (World War Z), bandas de matones en el páramo a lo Mad Max: más allá de la Cúpula del Trueno (Mad Max Beyond Thunderdome) y drama… mucho drama al son de piano, guitarra española y violín del que genera empatía cero (y más con ese guión de corta pega que ni con cola). Pero claro, es sabido que no todo en el campo de los zombis es orégano, y poco ayuda también el reparto de esta secuela, que reconozcámoslo tampoco es que destaque como sí lo hicieron Dong-seok Ma o Yoo Gong en aquel escalofriante y agónico viaje a Busán. Península entretiene más o menos, aburre otro tanto, y se pasa dramatizando hasta el extremo un tercer acto que hace perder toda esperanza de que podamos ver un nuevo viaje al infierno apocalíptico en el que han convertido esa Corea. Pone nervioso su protagonista, el permanentemente triste Gang Dong-won (Illand: La brigada del lobo). En fin, vista una vez… nunca más.

Peninsula #1
Uno de los carteles de Península

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Cuando uno se sienta a ver El diablo a todas horas (The Devil All the Time), adaptación al cine de una obra de Donald Ray Pollock, debe ser consciente de lo que va a ver. Resulta que Pollock es especialista en explotar lo más sucio y siniestro de aquello que traslada a escrito. Ocurre con "Knockemstiff", su primera obra, un compendio de infectos relatos cortos con Knockemstiff, lugar donde nació y se crió él mismo, como centro de lo que se cuenta, y ocurre por lo tanto con "El diablo a todas horas", en este caso el perturbador y triste viaje vital de Arvin Russell. La adaptación a cine de su última obra referente supura negatividad de principio a fin, el agónico relato nos traslada a un lugar perdido de Ohio, uno donde lo mejor es no saber donde queda ni como se podría llegar.

Arvin Russell, sufridor nato
Arvin Russell, sufridor nato

Para rizar el rizo de lo malsano, a los mandos tenemos a Antonio Campos… director curiosamente idóneo para este trabajo (es además el encargado de la adaptación). ¿Pero por qué? El bueno de Campos es el productor de la sectaria Martha Marcy May Marlene, pero también el director de la excelente primera temporada de la no poco grotesca "The Sinner". ¿Más razones para entender esta idoneidad? La carrera de Campos como cineasta deja claro que sabe cómo mostrar sumideros sociales donde lo controvertido y desmoralizante predomina. De sus manos han salido Simon Killer y Afterschool.

En fin, El diablo a todas horas es una historia nauseabunda, plagada de auténticos monstruos donde pululan retorcidos asesinos en serie aficionados a la fotografía, párrocos que se creen su divinidad mientras otros la usan para sacar provecho de las más jóvenes de ese lugar sin nombre. Sumad familias tristes destrozadas, policías corruptos, muertes de todo tipo, crueles asesinatos, y mediocridad por todas partes. Para más inri, los destinos de todos aquellos que participan en la historia están entrelazados, lo que hace la adaptación si cabe más interesante. Para dar forma a este universo de moral cochambrosa, la película cuenta con un elenco de actores sencillamente espectacular… que si Robert Pattinson, que si Tom Holland, gente como Bill Skarsgård, Mia Wasikowska o Jason Clarke, acompañados todos por Sebastian Stan, Riley Keough, Haley Bennett, Harry Melling o Mia Goth. ¡Menudo derroche!

En fin, no se me entienda mal ya que lógicamente hay más que evidentes diferencias, pero la sensación que a uno se le queda tras ver El diablo a todas horas está en un nivel previo, pero no extremadamente distante, de cómo te quedas tras ver La carretera (The Road), esta vez adaptación de la hipernegativa obra de Cormac McCarthy. Vale la pena verla y darse cuenta de que si todo puede salir mal saldrá mal… desde el minuto cero hasta el último instante de esta película que deja claro que el diablo es el verdadero protagonista.

Cartel de El diablo a todas horas
Cartel de El diablo a todas horas

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Virtuoso, siempre sorprendente y arriesgado. Así es Christopher Nolan. Habiendo pasado un par de días desde el estreno de Tenet, su nueva grandilocuente aportación al mundo del cine, es momento de buscar un pequeño hueco para hablar de este fabuloso film.

En esta ocasión el director británico ha puesto sobre la mesa una historia con base clásica, a bote pronto una película de espionaje, pero adornada con los intensos niveles de grandiosidad que dignifican todo lo que protagoniza el James Bond más pulp. En Tenet tenemos los factores propios de muchos de los films protagonizados por el archifamoso agente secreto británico: desde una misión más allá de lo imaginable, con un impacto que tendrá efecto a nivel mundial / global, y hasta un villano megalómano, genocida y con el ego más grande jamás imaginado, que ya de paso ejerce su vileza sobre todo lo que le rodea, además de martirizar a una también merecida "Chica Bond", que mira tú por donde es su mujer. Si es que en Tenet se ven sombras de Maximilian Largo (Klaus Maria Brandauer) en el papel de Kenneth Branagh, y de Domino Petachi (Kim Basinger) en el encarnado por Elizabeth Debicki… sólo queda pensar que su director es en realidad el mismísimo Blofeld para cuadrar el círculo. Maravilloso.

El tema aquí es que Nolan propone y mejora, aplicando su prodigiosa capacidad de imaginación científica, su poliédrica mente, para así crear un viaje único, una maraña impagable, un lío de narices y, sin dudarlo, el más difícil todavía. Christopher Nolan se saca la chorra y construye un guión plagado de trucos, repleto de matices, giros e inesperadas sorpresas, uno que sirve para dar sentido a ese palíndromo elegido como título… Tenet. Da igual como lo leas, y seguramente dará igual como la veas, Tenet es marca de la casa, historia laberíntica para disfrutar en estos tiempos de agobio que nos está tocando lidiar. Poco más se puede contar sin entrar en el siempre peligroso y no deseado territorio de los spoilers. Vale la pena comentar que Tenet es una propuesta inmensa de principio a fin, desde su abrumador comienzo, donde no dudaría en recordar otra escena escandalosamente acojonante de este director como es el arranque de El caballero oscuro: La leyenda renace (The Dark Knight Rises), ese golpe en la mesa que daba Bane (Tom Hardy) desmontando un avión en pleno vuelo, hasta su apoteósico final, nuevo reflejo del cine que Christopher Nolan nos está proponiendo realmente entre tanta teoría cuántica y entropía… en Tenet uno vuelve a ver Bond, joda a quien joda, y sin ir más lejos a Sólo se vive dos veces (You Only Live Twice).

Los ingredientes que completan esta gran propuesta de entretenimiento y disfrute son un reparto que encabezan John David Washington y Robert Pattinson. El primero creciente estrella, el segundo asentado ya con grandes papeles en Cosmopolis y Maps to the Stars de David Cronenberg, The Rover y The King de David Michôd, Life de Anton Corbijn, High Life de Claire Denis o la reciente The Lighthouse de Robert Eggers. Les acompaña el ya mencionado Brannagh encarnando a Andrei Sator, y la Debicki, amén de un irreconocible Aaron Taylor-Johnson o un muy mayor Michael Caine. En fin, Tenet es obligada, es otra que quedará para el eterno recuerdo de cómo hacer cine simple pero rizando el rizo, liándola parda y sacando músculo a lo más difícil todavía.

Uno de los póster de Tenet, gíralo y verás lo mismo
Uno de los póster de Tenet, gíralo y verás lo mismo

Ah, y esta vez no está Hans Zimmer haciendo la banda sonora. El reto ha caído sobre los hombros de Ludwig Göransson, ganador de un Oscar por Black Panther, y padre de lo que suena cuando disfrutamos de "The Mandalorian".

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A falta de estrenos y aprovechando el 35 aniversario de su primer pase en cines, sigo haciendo un breve repaso a varios clásicos de la serie B de todos los tiempos. Esta vez toca revisar un film mítico, escrito y dirigido por Dan O’Bannon, y pretendida secuela directa del no menos clásico de George A. Romero, La noche de los muertos vivientes (Night of the Living Dead). Es hora de escribir sobre El regreso de los muertos vivientes (The Return of the Living Dead), locura de mediados de los 80 que en forma cómico-seria propuso un what if muy divertido, punk y adelantado a su tiempo que, como no podía ser menos, ocupa un lugar destacado en el universo de los muertos vivientes de todos los tiempos.

Tarman, pieza clave en El regreso de los muertos vivientes
Tarman, pieza clave en El regreso de los muertos vivientes

Muchos detalles son los que establecen la grandeza de esta comedia punk repleta de humor negro y macabro. El regreso de los muertos vivientes es por ejemplo la primera película que introdujo la idea ya afianzada en el acervo pulp de que los zombis se pirran por los cerebros, y no tanto carne humana como definiera George A. Romero en su saga. Además, otro importante factor a tener en cuenta, los zombis introducidos por O’Bannon fueron los primeros en darse prisa, vamos, que corrían que se las pelaban (idea largo explotada con soltura por Zack Snyder o Danny Boyle por poner un ejemplo). De regalo la idea más original de todas ellas, y nunca tenida en cuenta hasta varios años después por el maestro Romero, los zombis de El regreso de los muertos vivientes tienen atisbos de inteligencia, por lo que hablan / farfullan y son capaces de engañar para conseguir más… cerebros. El colofón lo marca la aparente cuasi inmortalidad de estos zombis ya que el clásico disparo en la cabeza no los mata, y siguen erre que erre hasta que los reduces a cenizas, siendo en este estado más peligrosos si cabe… actúan como elemento contaminante catártico para el despertar de los muertos.

Mucha historia hay tras este striptease de Linnea Quigley
Mucha historia hay tras este striptease de Linnea Quigley

La noche de los muertos vivientes contó además con el diseño de producción de William Stout, espectacular su trabajo en este film y en Masters del Universo (Masters of the Universe) además de sus colaboraciones en Conan el bárbaro (Conan The Barbarian) o Invasores de Marte (Invaders from Mars). A nivel reparto, pues un elenco para el recuerdo donde destacan los veteranos Clu Gulager, James Karen y sobre todo Don Calfa… sin olvidar el striptease en el cementerio de la Scream Queen por excelencia Linnea Quigley. De regalo el film tuvo a su disposición una notable banda sonora con temas de grupos deathrock y punk destacando sobre todos el tema central compuesto por Matt Clifford y Francis Haines.

Clu Gulager, James Karen y Thom Mathews... que narices habéis hecho
Clu Gulager, James Karen y Thom Mathews… que narices habéis hecho

Hay que recordar que O’Bannon fue un tipo curioso, polémico, discutible, de moral disoluta, pero al tiempo un narrador insustituible. De sus manos salieron films seminales como Alien, el octavo pasajero (Alien), magistral punto de partida de una saga cinematográfica que supuso un antes y un después a la ciencia ficción y el terror moderno coescrita junto a Ronald Shusset, o Desafío total (Total Recall), coescrita de nuevo junto a su amigo Shusset y Gary Goldman, y obra maestra dentro de la historia del cine y adaptación hiperviolenta del relato de Phillip K. Dick. De sus manos también surgieron inicios de carrera como la de John Carpenter con Estrella oscura (Dark Star), película en la que O’Bannon actuó y supervisó efectos visuales. Si bien eligió el camino de la escritura de guiones, fue uno de los técnicos de efectos visuales de los albores de Star Wars, otras obras representativas de los años 80 fueron adaptadas / creadas por él como Muertos y enterrados (Dead & Buried), los segmentos "Soft Landing" y "B-17" de la obra maestra de la animación Heavy Metal, y otra maravilla de la ciencia ficción vampírico espacial como es Lifeforce: Fuerza vital (Lifeforce), adaptación de una obra de Colin Wilson. Si uno hace un repaso a su carrera los 70 y 80 fueron sus años, si bien como en todas partes hay otras propuestas menores de no tanto intereés pero igualmente rescatables: El trueno azul (Blue Thunder) de John Badham, Invasores de Marte (Invarders from Mars), la también adaptación de una obra de Dick Asesinos cibernéticos (Screamers)m o la propuesta canadiense de adaptación, no declarada, de H.P. Lovecraft como es Hemoglobina (Bleeders).

Don Calfa, el doctor Ernie Kaltenbrunner... flipando
Don Calfa, el doctor Ernie Kaltenbrunner… flipando

Para terminar indicar que la idea del film, el concepto en el que se basa, sale de una novela escrita por John Russo del mismo título. Russo la escribió cuando diversas discrepancias le separaron del camino iniciado junto a George A. Romero, había co-escrito con este La noche de los muertos vivientes en 1968. Esta separación hizo que Russo pudiera crear sus propias historias con la coletilla "…of the Living Dead", mientras que Romero mantuvo el derecho de crear con la suya propia "…of the Dead" a secas (Dawn of the Dead, Day of the Dead, Land of the Dead, Diary of the Dead…). En fin, El regreso de los muertos vivientes es una delicia repleta de ideas únicas, y unos efectos especiales brutales con aportaciones ya míticas como la del zombi Tarman encarnado por Allan Trautman.

El maravilloso cartel de El regreso de los muertos vivientes, dio para su propia saga
El maravilloso cartel de El regreso de los muertos vivientes, dio para su propia saga

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Seguimos sin estrenos en sala de cine, y a falta de estos uno tiene que echar mano de otros medios como en este caso, la todo poderosa Netflix. Como ya estaréis todos al tanto, se ha estrenado este pasado viernes La viega guardia (The Old Guard), irregular adaptación de la homónima obra comiquera de Greg Rucka, aquí también guionista, y Leandro Fernández.

El tema está así, Gina Prince-Bythewood, una directora que tampoco es que haya realizado nada loable salvo Beyond the Lights, donde estuvo acompañada por una potente Gugu Mbatha-Raw, se pone manos a la obra navegando entre dos aguas que de vez en cuando son grandes compañeras… ¿pero es este el caso? Por un lado tenemos acción a raudales, protagonizada por una serie de humanos inmortales que han vivido ocultos pero apoyando denodadamente siempre a causas que lo merecen. Por el otro, lo íntimo, personal y existencial, lo traumático y sufrido que es ser un inmortal, un ser que ha vivido cientos de años, viendo morir a sus amigos, a sus seres queridos, etc. A lo largo de unos demasiado extensos 125 minutos, disfrutamos de la gran Charlize Theron, poderosa siempre, entregada a su causa, sufridora número uno y mujer con tantas tablas que su presencia supura frialdad absoluta. Ella es el centro de la historia y sobre sus hombros se apoya la historia de Rucka y la dirección de Prince-Bythewood.

La vieja guardia como decía sigue el curso de dos ríos, y si bien en el de la acción va sobrado y es suficientemente disfrutable, el otro íntimo es un poco abrupto y no tan atrayente. Si quieres conocer el sufrimiento de un inmortal, pues échale un vistazo a Los Inmortales (Highlander) de Russel Mulcahy, film que si sabe explorar el lado más triste y agónico de ser inmortal. La vieja guardia ahonda mucho en los aspectos más íntimos de la vida eterna de todos los miembros de la unidad de choque, y ahí es donde se pierde. Tratan de que empatices con todos, pero al final no logras sentirte afectado por el sufrimiento que han padecido. Así conocemos los traumas de Booker (Matthias Schoenaerts), el verdadero amor / amistad que profesan la pareja Nicky (Luca Marinelli) y Joe (Marwan Kenzari). Lo que le espera a Nile (KiKi Layne), y, a toda velocidad, el por qué Andy (Theron) es tan fría en su forma de ser. La idea está, no se duda sobre ello, y en parte logra cuajar algo, pero es todo tan hiperactivo y descompensado que ni fu ni fa. Por ahí un desaprovechado Chiwetel Ejiofor, se supone que rascará más en la secuela cuando esta llegue, y un genial Harry Melling como el gran villano Merrick, un lobo con piel de cordero que busca el bien común pero a un precio digno del más macarra Torquemada.

En definitiva, pese a los saltos de fe (y no ya por la propia inmortalidad), los vacíos de un guión extenso y no bien aprovechado, La vieja guardia entretiene, se deja ver y sirve como film presentación para lo que Netflix está realmente buscando… un producto creciente. En este aspecto canta tanto que bien vale valorar si el resultado final hubiera sido otro si la intención no hubiera sido crear una franquicia. En ese aspecto es un poco producto falso.

El póster de La Vieja Guardia con Charlize Theron como centro de nuestra atención
El póster de La Vieja Guardia con Charlize Theron como centro de nuestra atención

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Ahora que llegan los fastos de junio en los que celebraremos la llegada del verano, y que coinciden con esa recomendable fiesta descubierta en la curiosa Midsommar de Ari Aster, toca recuperar una de las joyas percusoras del denominado folk horror. Hermana de esas otras dos obras simbólicas de este particular subgénero, La brujería a través de los tiempos (Häxan) y El hombre de mimbre (The Wicker Man), corría el año 1971 cuando Piers Haggard presentó La garra de Satán (The Blood on Satan’s Claw), historia escrita por Robert Wynne-Simmons con apuntes del propio Haggard, y que nos transporta a una época propicia para deleitarse con las dudas sobre tus vecinos merced a las impositivas creencias de aquellos tiempos. Para gloria de todos nosotros, en esta perversa y macabra historia, los ritos paganos, la brujería, y el mismísimo Satán campan a sus anchas y sirven de regocijo truculento de los alucinados espectadores.

Se ponen en marcha los acontecimientos de "La garra de Satán" y ya no hay vuelta atrás
Se ponen en marcha los acontecimientos de "La garra de Satán" y ya no hay vuelta atrás

La garra de Satán es un thriller de terror ambientado en la Inglaterra del siglo XVII, donde un inusitado hallazgo provoca que los niños y adolescentes del pueblo se transformen en los miembros más destacados de un aquelarre que adora al mismísimo diablo. El film de Piers Haggard nos introduce en una espiral de creciente perversidad desde su mismísimo inicio y que de forma descontrolada irá embaucándonos gracias también a la melódica composición musical de Marc Wilkinson, colaborador habitual del director. Sin lugar a dudas el elemento más destacado de la obra de Haggard no es otro que el uso de los niños como fuente del terror que se siembra en La garra de Satán. Si bien la perversidad de los infantes en la obra maestra de Narciso Ibáñez Serrador, ¿Quién puede matar a un niño?, se irradiaba hacia los adultos, en el film de Haggard los jóvenes descargan esta influencia sobre sus iguales además de los adultos, siendo los primeros los protagonistas de las partes más truculentas de la narración. Los niños y adolescentes se ven incitados a realizar tropelías que llegan a niveles de auténtica depravación.

Juegos de niños que acaban como el rosario de la Aurora
Juegos de niños que acaban como el rosario de la Aurora

En el centro del meollo Haggard sitúa al personaje de Angela Blake, interpretada por una jovencísima Linda Hayden, 18 años tenía, hermosa y voluptuosa actriz rubia que causó grata impresión gracias a sus vaporosos retratos de lujuriosas ninfas y tentadoras seductoras en un puñado de películas realizadas a lo largo de las décadas de los 60 y 70 como por ejemplo El poder de la sangre de Drácula (Taste the Blood of Dracula), donde con un año menos ya era poseída de manera draculesca por el mismísimo Christopher Lee; La casa de la colina de paja (Exposé), acompañada por Udo Kier; Mansión sangrienta (Madhouse), donde ponía en relieve sus encantos junto al inconmensurable Vincent Price, o La redada, violencia en Barcelona de la mano de José Antonio de la Loma (Perros callejeros). La mencionada Blake comanda a una caterva de jóvenes de pueblo que sumisos a los designios de Satán se lanzan a celebrar actos a cada cual más depravado. En el film de Haggard tan pronto se asesina al hijo de unos granjeros, como se asiste a un lascivo y directo juego contra el cura del pueblo, como se desencadena la violación de otra adolescente (en este caso Wendy Padbury, curiosamente compañera de la segunda encarnación del Dr. Who encarnado por Patrick Troughton) mientras el resto de niños del pueblo observan, tocan tambores, bailan y ríen.

Angela Blake, la elegida por Satán para dirigir su particular aquelarre
Angela Blake, la elegida por Satán para dirigir este lascivo aquelarre

En fin, La garra de Satán es un perverso viaje, inicialmente inocente pero que sin embargo va evolucionando hacia lo extremo y macabro. Hay ritos paganos, brujería, violencia, sensualidad, satanismo y por lo tanto es una pieza fundamental del folk horror como género intermedio y muy a destacar dentro del terror que podemos disfrutar.

Cartel de La garra de Satán
Cartel de La garra de Satán

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