Opinión


Con todo el hype que se estaba levantando alrededor de este proyecto de factura española pero reparto internacional bastante impactante, las esperanzas sobre la nueva obra cinematográfica de Eugenio Mira estaban siendo muy grandes, y más tras el batacazo que resultó ser Agnosia (2010) en su presentación también en el festival hace unos años. Esta vez, ojala sea así siempre, el hype se justifica, y hasta diría que se queda corto, porque para regocijo del espectador Grand Piano (2013) roza la excelencia, mucho de esto debido a una puesta en escena, filmación y dirección al modo más clásico que bebe directamente de maestros del thriller como Alfred Hitchcock o Brian De Palma, y donde Mira se maneja como alumno aventajado. Si bien el guión de Damien Chazelle no es tampoco sobrecogedor ni magistral, resultará hasta conocido, el director se vale de un escenario mínimo en forma de auditorio repleto de un público entregado y un piano como protagonista casi absoluto para atrapar al espectador y contar la historia del pianista Tom Selznick (Elijah Wood), un prodigio que tras cinco años de silencio debido a un fracaso en su última actuación, regresa para homenajear a su gran maestro, ahora fallecido. Pero la sorpresa que se llevará Selznick será mayúscula, una nota escrita sobre su partitura le amenaza mortalmente si se le ocurre fallar si quiera una nota en su concierto. Ritmo frenético, situaciones inquietantes y muchos planos / montaje de obra maestra que recuerdan a las mejores obras de los ya mencionados De Palma y Hitchcock. John Cusack, Don McManus, Kerry Bishé y Alex Winter completan un reparto coral al que acompaña, como productor, el innovador cañí Rodrigo Cortés, este se la juega sin contemplaciones y por ahora donde pone el ojo pone la bala. La verdad, para vérsela de nuevo el 25 de octubre en cines… si es que me ha molado un huevo!

Cartel de Grand Piano
Cartel de Grand Piano

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Otra de las películas que me vi el primer día de Festival de Sitges fue Rigor Mortis (Geung Si, 2013) de Juno Mak, debutante en esto de dirigir pero una estrellas pop oriental que sin embargo ya ha paladeado el otro lado de la pantalla como actor en, la verdad se a dicha, pocas películas… Revenge: A Love Story (Fuk sau che chi sei, 2010) es una de ellas. En fin, lo de Rigor Mortis es una extraña fusión de cine de vampiros orientales, materia espiritual siniestra al modo vieja escuela, enfrentamientos entre monjes y nigromantes, líos a lo 13 Rúe del Percebe, algo de efecto Matrix sanguinolento y un actor encarnado por Chin Siu-Ho que malviviendo como vieja gloria, y con el objetivo de suicidarse metido entre ceja y ceja, acaba metido en un cristo bendito de no te menees. La verdad, seria y cómica, pesada y entretenida, lenta como un caracol e hiperactiva hasta la extenuación sensorial. No exenta de malrollismo y algún que otro susto o escena desagradable. Ni fu, ni fa. Curioso debut que cuenta además con el apadrinamiento de Takashi Shimizu, uno de los maestros del terror oriental y padre de La maldición (Ju-on, 2000).

Un cartel de Rigor Mortis
Un cartel de Rigor Mortis

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Primera toma de contacto que me como en la 46 edición del Festival Internacional de Cinema Fantastic de Catalunya y, la verdad, como arranque no es que haya sido todo lo deseable que uno hubiera querido. Tras 9 años haciendo no se qué, y con una opera prima compleja, sesuda y que todavía hoy sigue siendo difícil de asimilar como Primer (2004), todavía tengo un colega que me la tiene guardada por convencerle para verla en el cine, Shane Carruth regresa a la gran pantalla con Upstream Color (2013), historia mucho más grotesca que Primer donde los gusanos, los cerdos y las vidas enlazadas de los protagonistas son lo que debemos tener en cuenta… o eso creo. Podría decir eso de que Carruth ha hecho poesía cinematográfica, que Upstream Color es en el fondo un mensaje sobre las adicciones, o una oda a las profundas relaciones debidas la padecimiento de cisticercosis. Pero no, Carruth ha parido un coñazo sublime donde la vida de un par de cerdos está íntimamente vinculada a Kris (Amy Seimetz) y Jeff (Shane Carruth). Probablemente lo más llamativo del film es la relación entre los cerdos, Kris y Jeff, que va más allá de lo imaginable y en donde las vivencias de los primeros, y por sorprendente que parezca, son en parte sufridos por los segundos. El espectador podrá disfrutar hasta de un tremebundo y matriarcal mensaje gorrino que le dejará bastante perplejo. Por lo demás la obra de Carruth es un experimento ideal para festivales pero difícil de digerir. Rara no, lo siguiente!

De lo poco asumible del film, el cartel
De lo poco asumible del film, el cartel

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Quedar atrapado, ser parte y sufrir minuto a minuto. Eso es Gravity (2013) de Alfonso Cuarón, fabuloso experimento cinematográfico que da la oportunidad al espectador de viajar al espacio y, con matices, padecer el placer o desasosiego que uno debe sentir mientras orbita a más de 400km de altura sin la seguridad que da tener los pies en tierra firme. Un film que sirve de paso de viaje estelar inmersivo merced a un necesario y obligado uso del 3D, tecnología con la que los estudios nos agreden sin contemplación cada fin de semana pero que en contadas ocasiones, Gravity es una de las pocas, demuestran ser un elemento más, y en este caso casi primordial, del conjunto final.

Y lo que más mola de Cuarón es que no se anda por las ramas, pone en marcha el corto viaje que nos tiene preparados con un vertiginoso plano secuencia, interminable, en donde uno comienza disfrutando primero de un una fotografía de la Tierra a distancia más que respetable pero advirtiendo que nada en esta vida es fácil y menos en esos mudos parajes. De ahí a la terrorífica aventura a la que nos vamos a enfrentar no hay ni un suspiro, en cuestión de minutos, y acompañados por la presencia y voces de Sandra Bullock, incomprensible lo de esta actriz que en cuanto a elección de papeles tan pronto sorprende como da vergüenza, y George Clooney, además de la música de Steven Price, lo que semeja placer se torna en auténtico horror. Además, en estos niveles de calidad con poco más de hora y media es más que suficiente para atrapar al espectador y en eso Cuarón trabaja con maestría para pegarte a la butaca, ahogarte, hacerte pasar un muy mal rato, marearte, emocionarte y presentarte el difícil trago, el nudo en la garganta debe se acongonjante, ante la certeza de que lo que estás sufriendo es tu fin y que todas las cartas en juego apuntan al peor de los presagios posibles.

La verdad, desconozco qué charlas tendrán los astronautas de la NASA o la Agencia Espacial Europea, por poner un par de ejemplos, mientras atornillan, configuran y experimentan a esas alturas, pero si Gravity es un mínimo reflejo de la sensación real que debe tener alguien en esa situación la cosa es para ponerse taquicárdico a la de ya y no pasar de los primeros minutos de estancia allí arriba. Y es que esa tranquilidad, esa quietud, esa sensación de vacío que promete el espacio puede llegar a ser la peor de las experiencias si lo que buscas es un punto de apoyo. El film suma a sus cualidades, aunque a nivel carismático los personaje pueda llegar a calar más o menos, todo lo imaginable. Gravity debe verse en cine, en 3D y con la certeza de que el poco prolífico Alfonso Cuarón cuando se mete en faena es para ofrecer algo que no dejará para nada indiferente.

Póster IMAX de Gravity
Póster IMAX de Gravity

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La verdad, es francamente sorprendente que una producción del 2011 llegue en el 2013 a nuestro país cuando su destino principal hasta alcanzar las salas comerciales en los EE.UU. no era otro que el de los festivales especializados. Casos merecedores de ser estrenados en cines los hay a montones, así que cuando se da la casualidad, mil millones de gracias a Filmax, esta no debe ser desaprovechada. Por este curioso avatar del destino ahora mismo puede disfrutarse en pantalla grande Tú eres el siguiente (You’re Next, 2011), película de muy bajo presupuesto que pone de manifiesto que todavía es posible innovar en esto del género combinado del terror con generosas dosis de slasher.

Pero ojo, porque Tú eres el siguiente no es terror al uso, aunque dé miedo, sino más bien un thriller gore del subgénero malrollero de las "home invasion", lo que me recuerda recomendar la brutal y descorazonadora Secuestrados (2010) de Miguel Angel Vivas. En fin, esta truculenta y original historia, que no escatima en nada, se nutre además del personaje más inesperado del cine en muchos años, de una extraña combinación de comedia macabra ya que lo que ves, en el fondo, no debería tener ninguna gracia, y de la creación de nuevos iconos para el género, las máscaras blancas más populares del momento, algo realmente complicado entre tanta globalización cinematográfica.

Escrita por Simon Barret y dirigida por Adam Wingard, miembros estos dos de la nueva ola que florece con desparpajo con producciones la mar de entretenidas ideales para ambientes festivaleros y el medio VOD, Tú eres el siguiente es trepidante desde su principio hasta ese final de no te menees. El arranque nos hace prever por donde irán los tiros y, ya metidos en faena, juega con el ritmo cardíaco del espectador que ávido por saber más no ve el momento en que todo se ponga en marcha. Pero cuando se pone, aquí Barret y Wingard manejan a la perfección las dosis de sustos que te hacen saltar en la butaca merced a muchas cosas, entre ellas la carpenteriana música, entra uno en un modo non stop adrenalínico con altas dosis de tensión que menos mal que apaciguan con muy elaborados momentos de comedia negra. Y ojo, porque si en su momento nos enamoramos de Cécile de France y su excelsa y sufrida Marie en Alta tensión (Haute Tension, 2003), diez años después toca pasar página y tatuarse el nombre de Sharni Vinson a.k.a. Erin en el brazo, esa novia que todos querríamos tener en según que momentos de violenta nececidad.

Pues eso, película de culto al canto.

Uno de los carteles de Tú eres el siguiente
Uno de los carteles de Tú eres el siguiente

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Cuando David Twohy y Vin Diesel anunciaron que por fin el tercer episodio de este ya icónico personaje iba a ver la luz, a los seguidores de la saga nos dio un vuelco el corazón. Más creció la ilusión cuando director y actor decidieron apostar por la independencia, ciencia ficción más serie B, y no rendirse a las imposiciones de un gran estudio ofreciendo aquello que en su segunda parte quedó un poco más coartado, gran culpa del castañazo que supuso para Universal Pictures la aventura. Riddick (2013) surgía por lo tanto con mucho camino hecho, con positivos valores como la fidelidad a su espíritu, la sobriedad con que nació el ya germen de culto Pitch Black (2000) y bajo la promesa de que aquí no se iban a cortar un pelo pese a esas obligaciones que imperan Hollywood si lo que pretendes es llegar a la mayoría de público… la película iba a ser abiertamente violenta. En todos estos aspectos la obra cumple con creces, no se puede negar, pero las buenas intenciones no son suficientes para ganarte del todo el aplauso de tus fans. Puede que lo más importante de todo esto sea ver que este genial y bravucón tipo duro de serie B regresa al modelo cinematográfico que lo definió, pero hay que reconocer que si bien uno se alegra del detalle, es necesaria cierta innovación y apuesta por el riesgo, ¿no?

En este sentido la producción resulta curiosa al ver como deambula por tres modelos escénicos que dan la sensación de haber sido ideados por separado. Un primer acto solemne, que vive al amparo de la más dura soledad personificada en Riddick, maestro de la supervivencia, y que sirve para hacer un recorrido por sus temores y la consciencia de que el que no fallaba ha fallado… Olé! Acto seguido un giro de 180 grados para entrar en un concepto opuesto. Riddick en modo killer on the loose dando cuenta de dos unidades de cazarrecompensas de bastante poca profesionalidad, al menos una de ellas. Uno de los elementos más de agradecer es que tantea uno de los aspectos con que nos engañaban en Pitch Black, a Riddick se le ve poco o nada… bueno, se acepta. Pero claro, de ahí nos salimos de plano y pasamos al peor escenario posible y un error bastante garrafal… ¿en serio era necesario sacarse de la manga un remake encubierto de Pitch Black que dura unos 40 minutos? La verdad, la primera parte tiene su gracia, la segunda dentro de su limitada intensidad, rostros de bajo presupuesto pero sobradamente conocidos como el incalificable Jordi Mollà, Matt Nable, Katee Sackhoffm, Dave Bautista o Bokeem Woodbine, hacen que sea simpática y por momentos, los menos, divertida,… pero la tercera, hay la tercera.

Muy irregular, así es Riddick. Da la sensación de que el horno no está para bollos, con tanta preparación y dedicación que le han otorgado sus creadores parecía que iban a ser capaces de ofrecer algo más, aunque si funciona, que tiene pinta de poder hacerlo, quedan bastante claras las pautas de continuidad que debería seguir la saga en los dos prometidos episodios que nos quedan por ver. Venganza y regreso al hogar. Ah, y ojo que por muy poco que parezcan 38 millones de inversión, lo de los efectos visuales por momentos es para alucinar de lo flojos que son.

El cartel de Riddick para la Comic-Con 2013
El cartel de Riddick para la Comic-Con 2013

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Pues mira por donde, pero resulta que Michael Bay sabe hacer cosas muy interesantes cuando se lo propone y se aleja de los boyantes presupuestos que le permiten destruir cientos de sets de rodaje o sembrarlos de impactantes complementos visuales que se ganan al público por su dimensión y pirotecnia. Di tu que Dolor y dinero se apoya en una de las historias verídicas más inefables que he podido conocer en muchísimo tiempo, y como resultado ofrece al espectador una oda al idílico concepto del sueño americano que, se ve que no todo es jauja al otro lado del charco, acabó como el rosario de la aurora. La verdad es que la película merece muchísimo ser vista y una de las razones es para pasar un gran rato con el excelente trabajo de adaptación de los guionistas Christopher Markus y Stephen McFeely. Estos dos han trasladado con esmero uno de esos capítulos de los que nadie tiene idea pero que por otro lado seguramente inunden la negra historia del país de las oportunidades. Adaptando un artículo escrito por Pete Collins en 1999 para el diario Miami New Times, Dolor y dinero rebosa humor negro, muchísimo y muy cafre, pero al tiempo, y si meditas lo que en realidad está ocurriendo, aporta lecturas tremendamente dramáticas sobre lo acontecido, sobre una sociedad en caída libre, decadente y con una moral atrofiada de tanto esteroide y proteína que se ha metido en vena. Porque si, la historia es muy cómica, pero dado el poco cerebro que deberían tener los que la protagonizaron en el mundo real te ríes más bien por el supremo grado de estupidez de estas personas que por lo que en verdad pasó… que tiene tela.

Y para dar forma a todo este inconcebible mejunje que tuvo lugar en los 90 pues tenemos a los ultramusculados Mark Wahlberg, observando todo desde la cima de su carrera, Dwayne Johnson y Anthony Mackie. Este trío se ponen en la piel de Daniel Lugo, Carl Weekes y Adrian Doorbal, tres adoradores del músculo, el segundo más bien de la cocaína y los excesos que funden el cerebro, que perdieron por completo el norte tratando de alcanzar la gloria con un plan tan grotesco y peliculero como inconcebible. Junto a estos un desagradable Tony Shalhoub, histérico y maleducado que merece ser robado, o veteranos como Ed Harris, Peter Stormare o la variopinta Rebel Wilson, obsesión lo creáis o no.

Pero una de las cosas más importantes es que lo que sigue presente pese a tener entre manos un proyecto realizado por menos de 30 millones es la estética Bay. Su cámara lenta – que en este caso sirve para disfrutar más y más de ese Miami repleto de color, noventero y sobre todo del superlativo Wahlberg, Johnson y Mackie – o su hiperbólicos movimientos de cámara demuestran que su estilo funciona también cuando en el fondo de la escena no todo está explotando y moviéndose a velocidad de vértigo. Vamos, que resulta que Michael Bay se ha puesto el mono de trabajo de buen cineasta y ha logrado lo impensable… una película completamente alejada de lo cánones a los que nos tiene habituados pero que sin embargo contiene todos los toques estéticos y de filmación que le definen como hombre orquesta en Hollywood. La duda que uno se plantea ahora es cuándo volverá Bay a este tipo de cine. Al menos esta apuesta, opera prima de su hasta ahora desconocida carrera, le ha salido de notable para arriba.

Para la historia quedará ya la frase "Mi nombre es Daniel Lugo… y creo en el fitness".

El cartel de Dolor y dinero que más me mola
El cartel de Dolor y dinero que más me mola

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Cine social reivindicativo y ciencia ficción, un par de géneros difícilmente conjugables pero que en manos de sudafricano Neill Blomkamp son más que fusionables. Tras sorprendernos con la magnífica Distrito 9 (District 9, 2009), opera prima y estilizada visión del apartheid sufrido en la tierra de Nelson Mandela a la que transformó poniendo el foco en una raza extraterrestre avocada a la segregación social, el bueno de Blomkamp vuelve a la carga con una idea nuevamente interesante pero destinada, no es tan profunda como su predecesora, a encontrar una mayor cantidad de público a la que complacer. Con esos mimbres del pasado se ha gestado Elysium (2013), nueva oportunidad para disfrutar, o al menos intentarlo, de un modo de cine diferente repleto de mensaje social pero bajo el prisma que otorgan los grandes estudios y los presupuestos boyantes. Si a esto le sumas un buen conjunto de actores, con estrellas como Matt Damon o Jodie Foster, a los que acompañan los cada vez más geniales Sharlto Copley y William Fichtner, o los siempre cumplidores Alice Braga y Wagner Moura, pues el resultado debía ser, al menos, cercano al de su predecesora. Pero no, Elysium lo tiene todo pero sin embargo no acaba por cuajar como se esperaba de ella.

Nuevamente Blomkamp explora algo que sin darle demasiadas vueltas es el pan nuestro de cada día en el mundo en el que vivimos. Esa cada vez más gruesa frontera que existe entre el denominado primer mundo y el resto del planeta es en Elysium representada por los miles de kilómetros que separan la Tierra de una idílica base espacial que recuerda a la nave Odisseus de "Ulises 31" ("Yurisiizu 31", 1981-1982) o a la estación de 2001: una odisea en el espacio (2001: A Space Odyssey, 1968). Incluso existe el reflejo terráqueo de esa separación social que también existe entre nosotros y que diferencia a los que peor lo pasan de aquellos que viven con cierta comodidad laboral pero no en el paraíso que en este caso viene a representar el pulcro mega satélite. Todo esto Blomkamp lo representa a la perfección jugando incluso de forma sibilina con la predominancia de las lenguas en según que parte de este nuevo mundo vivas – si, tristemente lo hispano muerde el polvo – y al igual que hiciera en Distrito 9 el mensaje está ahí, poner en relieve para el público de los cines algo que vemos día si y día también en la pequeña pantalla. Todo esto se agradece, por si había alguno que no se había enterado, pero ojo, esta vez aplica una deriva más acomodada y puede que obligada vistos los 115 millones con que ha contado para la producción.

Este punto sea quizás lo que lastra la idea, por otro lado magnífica, con una historia no excesivamente dinámica que pone sobre los hombros de Max (Matt Damon) el peso del destino de todos los que sufren en la Tierra. Pero lo más curioso son los giros que le da Blomkamp al guión. Si ya el objeto que define la película es más que suficiente para atraer el interés del espectador, el director / guionista decide meter por medio luchas internas que, visto a nivel global, puede ser incluso el reflejo de las oscuras guerras que se tienen entre manos los grandes países que dominan el mundo en el que vivimos (EE.UU. vs Rusia, EE.UU. vs. Corea, EE.UU. vs el resto del mundo). Desde este punto de vista uno puede incluso llegar a apreciar la evolución del personaje de Jodie Foster, bastante siniestro y manipulador, y desde luego disfrutar enormemente del despliegue dictador que Sharlto Copley, nuevamente lo mejor del film, ofrece a la grada. La verdad, un villano a anotar en la lista de grandes del celuloide… menudo desquicie tiene.

No se, tengo que reconocer que en parte se disfruta enormemente pero que por otro lado sufre de vacíos e ideas bastante inconexas que desvían el foco de lo que realmente se pretende hacer ver, ¿demasiado quiero agradar a todos?. Eso si, visualmente es perfección…

El cartel Mondo de Elysium obra de Martin Ansin
El cartel Mondo de Elysium obra de Martin Ansin

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Tras cinco años desde su última incursión en el mundo de la dirección, e invirtiendo dos particularmente extenuantes en la concepción del salto de "El Hobbit" a la gran pantalla, solo la alineación de ciertos astros y que el estudio que más ganas pone en esto de inventar productos mainstream en Hollywood decidiera apostar por él, podían llevar a Guillermo del Toro a fraguar Pacific Rim (2013). Si bien el retorno del director mexicano a esa primera fila que llegó a ocupar hace años no está siendo nada fácil, al final la película cumplirá pero ni por asomo será el bombazo taquillero que se esperaba, lo que queda bastante claro es que en California vive en estos momentos el mayor devorador de cultura geek que ha parido madre, y que gracias a él tenemos ahora en los cines la producción más impensable que nadie hubiera imaginado (y deseado). Pacific Rim es un monstruo en todos los sentidos, no ya por recuperar para la gran pantalla en pleno siglo XXI y con nota alta un tipo de cine que existe desde hace ya varias décadas pero que, por alguna extraña razón, nunca había sido explotado como hasta ahora, si no porque en su fondo de ideas hace uso de golpes, de efecto y emocionales, que no recordaba desde hace muchos años en films de este calibre. Hay que reconocer que contadas son las producciones nacidas con el sambenito de blockbuster donde las cosas no salgan bien y todos acaben más felices que una perdiz, pero Pacific Rim se escapa de esta aparente obligatoria regla y decide apostar por la verdadera dureza de las consecuencias que se toman.

El libreto escrito por Travis Beacham y Del Toro es perfecto para el objetivo que se marca, cumple con las pautas lógicas de este tipo de películas y tras introducirnos en el universo original que han creado, repleto eso si de referencias, donde criaturas kaiju y robots jaeger se zurran cuerpo a cuerpo, puede que esta sea una de las razones de su batacazo taquillero en USA, nos introduce sin miramientos en una fantástica recreación de lo debe ser en esta nueva era del despiporre visual el otrora clásico esquema peliculero de men in suit como protagonista. Este toque moderno recreado con excelencia brutal por Industrial Light & Magic (ILM) se aleja además, gracias en parte a concebir inteligentemente a estas criaturas y robots como verdaderas moles de pesados movimientos, de la cada vez más cansina cámara epiléptica que acaba por marear y desviar la atención. El espectador disfruta por lo tanto de frenéticos e impagables combates sin que sea necesaria la cámara lenta para ver que narices está pasando y se sirve de la más visual de las destrucciones merced al uso de escenografías coloristas y brillantes tremendamente sobrecargadas y llamativas.

Y ojo, porque otro de los arriesgados méritos de Pacific Rim es su reparto. Aquí Del Toro sigue siendo fiel a lo que es por ahora una de sus señas de identidad y no mete en la película ninguna estrella de primer nivel, logrando por otro lado que el foco recaiga sobre todo el mundo por igual, cosa que ayuda a disfrutar puede que incluso más de esos momentos en donde se busca la empatía espectador / personaje independientemente de si el que padece es o no el protagonista. Muy grandes Idris Elba y Charlie Day, correctos y con cierta química, aunque más por la inocencia nipona de ella, Charlie Hunnam y Rinko Kikuchi. El complemento de secundarios formado por Ron Perlman, Burn Gorman o Max Martini, mención especial para el más que cameo de Santiago Segura y su polvo de cuerno de kaiju, dan empaque a una historia que, eso si, sufre de cierto ritmo en la fase intermedia.

En fin, Pacific Rim es sin dudarlo el blockbuster del verano y apunta a lo mejor del año en este rango. Es francamente entretenida, visualmente acojonante y con una fase final de más o menos una hora donde Guillermo del Toro se lo ha pasado como un niño y donde es imposible no quedarse pegado a la butaca con los ojos y la boca abiertos… si, como un niño.

Cartel español de Pacific Rim de Guillermo del Toro
Cartel español de Pacific Rim de Guillermo del Toro

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La no adaptación de la obra de Max Brooks ya puede verse en los cines aunque, esto debe ser gritado, no va a ser producto del agrado de todos. Esta revisión del mito zombi, aunque les parezca ridículo a los propios protagonistas usar el término, llega pervertida por un sin fin de problemas previos que, seamos realistas, le han hecho flaco favor al resultado final. Aunque la verdad, si es que en el fondo me da igual si es cierto o falso que director, Marc Forster donde estás, y actor no se hablaban, tampoco me preocupa si despidieron o no al principal responsable de los efectos visuales del film o si a meses de su estreno, previsto para hace un año, supuestamente solo existía una película de 70 minutos sin pies ni cabeza. Todo esto me da igual si al final el resultado vale la pena y compensa el gasto.

Guerra Mundial Z (World War Z, 2013) toma el título de una obra a tener muy en cuenta y transforma su gran historia documental, narración de acontecimientos desde un punto de vista informativo global, en una vertiente excesivamente clásica a la que debemos sumar sorpresas de esas que, si no las ves plasmadas no te darías cuenta que no acaban de encajar ni con calzador en un film de zombis. Eso si, en su defensa hay que reconocer que la idea de Paramount Pictures no era realizar una producto duro, fuerte, desgarrador y desagradable, para eso te ves un film de George A. Romero, disfrutas con las hiperactivas obras de Zack Snyder o Danny Boyle en incluso con la cruda adaptación de "Los muertos vivientes" de Kirkman. Para nada, el plan B, con un Brad Pitt bastante intranscendental aunque portador de las siete plagas y de una mala suerte que debería pasar a los anales de la historia del cine, era sacarse de la manga con costes de superproducción, 190 millones más publicidad, un proyecto mainstream, apto para todos los públicos, que de un par de sustos contados y donde la cada vez más madura estrella de Hollywood explote todo su talento y carisma, aquí no se puede decir nada ya que vale todos los euros que recauda la película. Pero aun con las intenciones más que definidas, y con todos advertidos sobre lo que íbamos a ver, Guerra Mundial Z flaquea horrores.

Aunque el arranque es potente y digno de disfrutar, esa primera fase del film en los que la familia Pitt se enfrenta con sorpresa a algo que son incapaces de comprender mola bastante, ¿hay un guiño al inicio del caos del Amanecer de los muertos (Dawn of the Dead, 2004) de Snyder en el momento dormitorio?, el desbarajuste no tarda en llegar. En ese punto la película pretende tomar conciencia de la obra de Brooks y aunque hay reflejos de momentos y pasajes la cosa se diluye como un terrón de azucar en un vaso de agua. Eso si, parece que al personaje de Pitt le ha mirado un tuerto y lugar donde pone el pie, lugar donde se va todo a tomar por culo. La cosa podría tener hasta cierta gracia si al menos uno lo pasara mal viendo los acontecimientos, pero al fabricar un producto para masas lo único que logras es limitarte tanto que al final no muestras nada. GMZ hace un uso extenuante y desesperante del fuera de plano que da a entender que lo que se mira con horror debe ser algo realmente desagradable, que en el mundo de los zombis siempre lo es, y que por lo tanto debemos tener miedo por pura afinidad con la estrella. GMZ presenta historias no contadas como se merecen, perdidas en el limbo de la mesa de montaje, como la protagonizada por David Morse, sale unos 30 segundos, o Matthew Fox, sale unos 2 segundos. GMZ es una visión ombliguista del mundo zombi, el caos que se produciría y como se iría todo a tomar viento como suele ser en toda superproducción made un USA y por mucho que se llame Guerra MUNDIAL Z.

Esto es lo que hay. Una película de zombis que ha recaudado la friolera de casi 480 millones de dólares. Por lo tanto, zombis descafeinados, con dentera, que no sangran y que corren y brincan incluso más que los durante mucho tiempo criticados innovadores formatos de Boyle y Snyder. Mucha gente puede disfrutar ya de un género para el que nunca tuvieron estómago.

Uno de los carteles de Guerra Mundial Z
Uno de los carteles de Guerra Mundial Z

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