Este fin de semana además de Perdida (Gone Girl, 2014) de David Fincher, película obligada, llega a los cines Annabelle (2014) de John R. Leonetti, precuela / spin-off de Expediente Warren: The Conjuring (The Conjuring, 2013), centrada esta vez en la muñeca que conocimos brevemente en la película que nos heló la sangre el año pasado. Tras poder verla en el festival hay que comentar que Warner Bros. ha decidido seguir explotando el gran éxito cosechado pero dando un giro poco común como es ocultar por completo a los Warren. Dejando claro que estamos más ante un spin-off, y que por lo tanto ahorramos en reparto aunque salgamos perdiendo, Annabelle reincorpora la idea de un espíritu burlón, violento y de tono diabólico, que se mete en la vida de una joven nueva familia a través de la muñeca de turno. Forzando la máquina para justificar el punto de partida de la "posesión", contar los orígenes nunca es fácil y este es un claro ejemplo de lo mal que se puede concebir una idea, se construye una película de factura correcta que, al uso, vive con descaro de los sustos de impacto tan habituales en este tipo de películas. Muchos de los momentos más llamativos los hemos conocido ya en trailers, clips y spots, pero aun así nos queda algún que otro instante de brinco butaqueril digno de agradecer. El problema es que cruzado este punto, lo mínimo que se puede demandar a un proyecto de esta guisa, la historia se nos queda más cerca de la chufla que de lo correcto. Intrascendente, con tres personajes de chiste – el marido (Ward Horton) es merecedor de divorcio instantáneo mientras que lo de la vecina librera (Alfre Woodard) es para jubilar al guionista – y con un desenlace tan forzado que te quedas con cara de WTF tan pronto como se produce. En fin, producto fast food muy deudor de la calidad con la que James Wan nos entretuvo en el verano del año pasado.

Cartel de Annabelle, la muñeca con truco
Cartel de Annabelle, la muñeca con truco