Opinión


Y otra demostración más de que no todo lo que entra por los ojos es sinónimo de bueno. Con la llegada a los cines de la secuela a la castigada Furia de Titanes (Clash of the Titans, 2010) de Louis Leterrier, uno pensaba que los malos hábitos tomados por Warner Bros. en aquellos días de fiebre 3D iban a ser medianamente superados. Así de partida uno no sabe que pensar… ¿es mejor Ira de Titanes (Wrath of the Titans, 2012) de Jonathan Liebesman o su predecesora? Pues la verdad, le anda a la par y, personalmente, en aspecto aventura esta es peligrosamente mucho más descafeinada. No lo voy a negar, en dos años los efectos visuales han mejorado notablemente si bien desconozco si el 3D de esta suple con un mínimo de valor la total carencia de guión o carisma de sus personajes. El trabajo de Dan Mazeau, debutante, y David Johnson, otro con una carrera corta y nada abrumadora, es nuevamente sonrojante y bastante inferior en calidad y sentido al también terrible y pergeñado por Travis Beacham, Phil Hay y Matt Manfredi. Que si, que los efectos visuales son un despiporre, Crono mola mucho, los cíclopes son superrealistas, alguna escenografía como el Tártaro te deja boquiabierto y la quimera es alucinante… ¿y? Pues aunque me repita más que el ajo Crono mola mucho, los cíclopes son superrealistas, alguna escenografía como el Tártaro te deja boquiabierto y la quimera es alucinante. Punto y final. No hay aventura, aunque lo que ocurre pretenda serlo, y no hay tensión, mucho debido a la presencia de Sam Worthington, equiparable a la de una tabla de madera podrida a la deriva, o a haber cambiado a Alexa Davalos por Rosamund Pike para encarnar a Andrómeda, una muy mala idea. Tengo la triste sensación de que hoy en día para ser guionista de blockbusters palomiteros en Hollywood se requiere más la imaginación y la capacidad de decir "ponemos una criatura gigante en un plano imposible haciendo whoa! y se caga la perra" que el hilar una historia coherente con gancho y personajes embaucadores. Eso si, con productos como este el retorno de Batman o la precuela del universo Alien serán acogidas con mucho más regocijo.

Cartel español de Ira de Titanes
Cartel español de Ira de Titanes

Han pasado unos cuantos años tras el primer pack de aventuras del bueno de Perseo (Sam Worthington). En este tiempo nuestro héroe ha sido padre, Helio se llama su hijo, pero también ha sufrido la pérdida de su esposa Io. De la noche al día, Zeus (Liam Neeson) se presenta a Perseo para pedirle ayuda debido a que los dioses del Olimpo están sufriendo de una gran debilidad por culpa de la falta de devoción de la humanidad. Esta debilidad provoca que hayan comenzado a perder el control sobre los Titanes encerrados y sobre su feroz líder Crono, su padre, el de Hades (Ralph Fiennes) y de Poseidón (Danny Huston). Perseo decide dar un no como respuesta a la petición de su padre y entonces comienza el caos. Cuando Hades se alía con Ares (Édgar Ramírez), hijo divino de Zeus, para traicionar a este y hacer un trato con Crono, el infierno del Tártaro llega a la Tierra. En este momento Perseo no podrá seguir mirando hacia otro lado haciéndose el sueco y será cuando deba unirse a un grupo de héroes, Agenor (Toby Kebbell) o Andrómeda (Rosamund Pike) entre ellos, para tratar de colarse en el Tártaro, liberar a Zeus y evitar que los Titanes acaben con la humanidad.

Y esto es lo que tenemos, un producto palomitero made un Hollywood con todos los factores que los definen en los tiempos que vivimos. Un metraje liviano, en el fondo la película dura menos de hora y media, escenas de acción repletas de efectos visuales de primer nivel y golpes morales típicos como que el bien siempre triunfa o que no se puede ser tan malo como aparentas. Lo peor de Ira de Titanes es que pese al ajustado metraje, la poca consistencia del mismo hace que uno se pueda incomodar un poco en la butaca, la película puede resultar hasta demasiado larga. Uno pasa de momentos de fabulosa intensidad, el combate con la quimera para mi es de lo mejorcito, a otros tan basados en el chascarrillo que solo deseas que terminen, el momento encuentro con Hefesto (Bill Nighy) y su presencia es de vaya por dios y lo de Agenor, una suerte de hermano Wyans, da que pensar sobre el compromiso de los guionistas. Además, otra vez se realizan secuencias pensadas únicamente para su explotación en las salas 3D. La idea del laberíntico Tártaro es genial, pero hace tiempo que el uso de la navegación de la cámara a velocidad de vértigo por los interiores de un escenario como ese se convirtió en un producto más propio de una atracción de parte temático. Ojo, seguramente en IMAX 3D la película sea atronadora, pero el público de salas IMAX 3D es una minoría con respecto al resto. En fin, más de lo mismo. Puede verse en cines, de hecho probablemente sea donde mejor se disfrute, pero el resultado final vuelve a dejar claro que con Ira de Titanes en Warner Bros. no se van a hacer asquerosamente ricos… aunque lo más seguro es que me equivoque que dentro de un par de años tengamos Refrito de Titanes.

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Para comenzar con esta entrada nada mejor que hacerlo con una pregunta acompañada por su obligada respuesta. ¿Qué pasa cuando lees en todas partes que la película de ciencia ficción que llevas esperando varios meses y que se estrena este fin de semana es mala? Pues que vas al cine con una idea preconcebida y unos prejuicios ya establecidos. Pero claro, el efecto de acudir a una sala de cine con esta prematura visión acaba volviendo el producto bastante mejor de lo que puede que sea y por ello el que aquí suscribe no tiene nada más que decir que John Carter (2012) es una película la mar de entretenida y visualmente impactante. Puedo incluso aventurarme y concluir que estamos ante una buena película, con sus momentos de carencia de ritmo, ¿quién se libra hoy en día de esto?, pero con un grupo de personajes bien construidos, John Carter y Dejah Thoris son de lo mejorcito, y un transfondo pulp y mitológico que aunque manido, puede que no sorprendente y en casos tampoco fiel a las descripciones, debería ser tenido muy en cuenta porque estamos ante la base de muchos de los proyectos cinematográficos con los que más hemos disfrutado a lo largo de las últimas décadas. El debut de Pixar en el cine de acción real, con Andrew Stanton a los mandos, es una megaproducción con un costo claramente desorbitado, 250 millones de dólares, que dudo mucho acabe logrando si quiera igualar las disparatadas cifras que han sido invertidas en ella. Las primeras estimaciones para el film hablan de fiasco con un fin de semana de debut en USA por debajo de los 25 millones, muy pero que muy lejos de las expectativas, y con la crítica especializada masacrando en gran medida esta adaptación al cine de "Una princesa de Marte", obra debut de la mítica saga Barsoom escrita por Edgar Rice Burroughs a principios del siglo XX.

Cartel de John Carter
Cartel de John Carter

John Carter (Taylor Kitsch), un ex-militar millonario, recuerda a su sobrino Edgar Rice Burroughs (Daryl Sabara) su pasado. Con la lectura del diario donde el personaje cuenta los acontecimientos previos a su fallecimiento, descubre a Burroughs como John Carter se vio inexplicablemente transportado al planeta Marte y como acabó, sin desearlo, implicado en un conflicto de proporciones épicas que enfrentaron a los habitantes del árido y seco planeta rojo. Carter relata la historia de si viaje por Marte, cómo conoció a Tars Tarkas (Willem Dafoe), cómo intervino en la vida de la cautiva princesa Dejah Thoris (Lynn Collins), o sus enfrentamientos a Sab Than (Dominic West). La intervención de John Carter en una guerra a cientos de miles de kilómetros de Virginia acabará demostrándole que hay esperanza pese a los malos momentos vividos en su vida terrestre, y más cuando la supervivencia de Barsoom y de toda su gente descansa en sus manos.

Tras sorprendernos con WALL·E: batallón de limpieza (WALL·E, 2008), Stanton se aventura en el complejo e infinito mundo de Burroughs y francamente difícil lo ha tenido al pretender lograr que la icónica obra de autor tome buena forma en pantalla grande. Está claro que estamos en la era en la que mejor puede entenderse una adaptación de las aventura de John Carter, más si miramos hacia atrás con la constante evolución de los efectos visuales, pero el film de Pixar disfruta de un despliegue de primerísimo nivel que puede hacer entender la desmesurada inversión realizada. Y vale, muchos pensarán que estamos nuevamente ante otro Star Wars, ante un nuevo Avatar (2009), pero lo que hay que entender es que John Carter es en realidad la semilla que dio forma a esas obras pasadas. Vamos, que probablemente el film hubiera sido más sorprendente si este hubiera sido realizado en 1970, pero también queda claro que ni por asomo se podría haber logrado lo que vemos. Una escenografía superlativa, secuencias de acción notables, pocas, y una banda sonora del hijo predilecto de la factoría Pixar, el inconfundible Michael Giacchino.

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Hay que reconocer que de vez en cuando las esperanzas sobre Hollywood se renuevan con frescura y buenas ideas que, por otro lado, tampoco se necesita que sean 100% originales. Josh Trank, nuevo hijo mimado de la 20th Century Fox, ha sido suficientemente habilidoso y visionario como para aunar en un mismo producto dos de las tendencias que marcan el tempo al otro lado el charco. Trank es el responsable, director y guionista, de Chronicle (2012), una pequeña joya cinematográfica que fusiona generosas dosis de concepto comiquero superheroico al que tan bien estamos acostumbrados, con los repetitivos proyectos basados en metraje encontrado, más una ración importante de drama social teenager donde se tratan temas siempre actuales como el maltrato juvenil, el mobbing escolar o la marginalidad basada en la reinante existencia de estratos sociales.  Y es que Chronicle va más allá de lo que uno puede pensar volviendo dejar claro que lo que hace a una película destacar sobre el resto no es ni la parafernalia, ni la pirotécnica ni las ínfulas de sobrecogedora pretenciosidad. Que va, basta con narrar lo cotidiano, plasmar muchos de los problemas que visten nuestro entorno, y adornar esto con un traje adecuado y suficientemente lustroso como para que el respetable se sienta llamado para acabar descubriendo una nueva joya que ofrece más de lo que pretendían ver.

Cartel final de Chronicle
Cartel final de Chronicle

Chronicle nos cuenta la historia de Andrew (Dane DeHaan), su primo Matt (Alex Rusell) y su amigo por avatares de la vida Steve (Michael B. Jordan). Andrew vive en un hogar que se desmorona. Su madre se muere y su padre, un bombero en baja permanente y que vive al límete en base a un pírrico subsidio, lo usa como saco de arena para aplacar la frustración que le domina. La vida de Andrew no mejora fuera de los muros que definen su círculo familiar. En el instituto es objeto de las burlas de sus compañeros y para más INRI no destaca por nada. Una noche de fiesta teenager, donde se gana un nuevo par de hostias, descubre junto a Matt y Steve, niño pijo y lumbreras el instituto, un extraño objeto. El resultado tras entrar en contacto con el elemento es que los tres jóvenes comienzan a desarrollar ciertas habilidades propias de los habituales superhéroes del mundo del cómic. Lo que comienza siendo un juego, que por otro lado permite Andrew aislarse de su cotidiana desgracia familiar y ganar cierta notoriedad, irá evolucionado hacia algo con consecuencias no pensadas.

Y esto es Chronicle. El Monstruoso (Cloverfield, 2008) del cine comiquero, o el District 9 (2009) del 2012. 15 millones de producción carente de estrellas, con un notable guión y el uso más acertado posible de los medios con los que se han contado. Trank saca todo el jugo al gran valor del film para que resulte si cabe mucho más llamativo. Técnicamente la película es sobresaliente y aprovecha como ninguna sus limitaciones logrando, de paso, ofrecer lo más cercano que tendremos, al menos por ahora, al concepto adaptación de "Akira", no en vano Dane DeHaan figura como principal candidato para encarnar al Tetsuo de la versión por ahora en pausa y que pretende Warner Bros. De la misma forma el film entretiene, te mantiene impactado por todo los acontecimientos y tercia sobre el viejo concepto de que todo poder conlleva una responsabilidad, y más cuando las circunstancias personales actúan como factores decisorios sobre los actos que puedes acabar tomando. En fin, una delicia. De obligada visión y desde ya película a guardar en nuestra estantería de films de culto de la ciencia ficción moderna.

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El bueno de Rodrigo Cortés vuelve a las andadas tras la impactante Buried (2010) y esta vez apuesta por una idea propia que navega con firmeza por el controvertido mundo de los médiums. Luces Rojas (Red Lights, 2012) se estrena rodeada de no cierta polémica crítica que si bien la ha tildado de sobresaliente en su concepción y transcurso, le achacan un desenlace desconcertante y poco agraciado para todo lo gestado previamente. El Festival de Sundance sirvió de puerto de partida para Luces rojas y en él le llovieron muchos palos no exentos, curiosamente, de simultáneas y grandes alabanzas. Pese a todo hay que reconocer que Cortés hace lo que tiene que hacer y vuelve a demostrar que es un tipo con muchísimo talento y capaz de dar las suficientes vueltas a una historia enrevesada pero perfectamente construida para que el espectador se sienta, como fue mi caso, intrigado, atraído y extrañado por lo que se narra. Luces rojas ofrece de todo un poco. Comenzando por un reparto sorprendente encabezado por reconocidas estrellas internacionales de la talla de Cillian Murphy, Sigourney Weaver y Robert De Niro, a las que acompañan rostros habituales como los de Toby Jones, Joely Richardson o Leonardo Sbaraglia, o nuevas caras que sin dudarlo deberemos seguir desde ya, léase Elizabeth Olsen. Secundados estos por un guión metódico e intrigante, repleto de falsedad, mucho engaño o decisivos golpes de efecto que, pese a su simpleza y puede que extrema comodidad, no deberían ser razón suficiente como para tirar por tierra un producto notable. Y todo esto envuelto en una agradable factura de producción made in Hollywood, que lo es, donde hay momento para todo… sustos, cierto aburrimiento y, importante, sorprendente sorpresa.

Cartel final de Luces rojas de Rodrigo Cortés
Cartel final de Luces rojas de Rodrigo Cortés

Luces rojas nos cuenta como dos investigadores de fraudes paranormales, la veterana doctora Margaret Matheson (Sigourney Weaver) y su joven ayudante Tom Buckley (Cillian Murphy), estudian los más diversos fenómenos metapsíquicos con la intención de demostrar su origen fraudulento. Su vida se reparte entre la formación académica en la universidad y los bolos en los que echan por tierra a médiums de diversa calaña. Pero cuando Simon Silver (Robert De Niro), legendario psíquico y tal vez el dotado más célebre de todos los tiempos, reaparece después de treinta años de enigmática ausencia, pasa a convertirse en el mayor desafío mundial para la ciencia ortodoxa y los escépticos profesionales. Pero si bien la doctora Matheson prefiere dejar pasar la marea Silver, sus razones tiene, Tom comienza a desarrollar una densa obsesión por el enigmático personaje, cuyo magnetismo se refuerza de forma peligrosa con cada nueva manifestación de oscuros fenómenos inexplicables…

Creo que seguir hablando de Luces rojas es sinónimo de correr el riesgo de entrar en el peligroso terreno de los spoilers. Por ello, y sin querer profundizar en mucho detalle, vale la pena indicar que el film juega con el espectador rememorando conocidas obras de engaño y truco como las similares aunque dispares, en éxito, El truco final (The Prestige, 2006) y El ilusionista (The Illusionist, 2006). Al tiempo la película sirve para acompañar al personaje de Murphy por el siniestro y tormentoso laberinto de la duda esotérica que rodea a Simon Silver. Hechos, consecuencias y obsesión, Luces rojas tiene de todo un poco. Si a estos factores, que hacen bien a un thriller de corte sobrenatural, les sumas una gran dirección o un montaje bien calibrado y maquinado hasta el extremo para guiar al espectador por donde realmente interesa, pues el resultado es, por necesidad, notable. De todas formas Luces rojas, y sus dos horas de constante ardid, pueden acabar sabiendo a poco por lo facilón de su desenlace. En fin, merece ser vista, eso lo tengo bastante claro. Además, que un director como Rodrigo Cortés esté trabajando con primeras figuras y haciendo propuestas tan alejadas del sistema que predefinen a nuestra cinematografía es digno de elogiar. Y ojo, que Emergo (2011) de Carles Torrens y con guión de Cortés, y si llega a estrenarse algún día, es tan positiva como Luces rojas, aunque adolece del mismo problema que esta.

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Este fin de semana me he dado un homenaje acudiendo al cine la friolera de tres veces en dos días. Tras visionar La mujer de negro (The Woman in Black, 2011) de James Watkins y Shame (2011) de Steve McQueen el pasado viernes, ayer fue el turno de otra de las películas que más interés había despertado en este inicio de año tras su sobresaliente acogida al otro lado del charco. Estoy hablando de Infierno blanco (The Grey, 2011), mucho más llamativo y sugerente el título original, auténtica transformación del muy acelerado y bastante irregular, al menos en sus últimas apuestas, cine de Joe Carnahan. Tomando como base a adaptar la obra "Ghost Walker" de Ian Mackenzie Jeffers, trasladada a la gran pantalla además por este y Carnahan, asistimos a un film francamente sugerente sobre la condición humana y la transformación del ser ante situaciones bruscas, extremas y desesperanzadoras, y cómo se enfrenta uno al fatal destino aun cuando la moral y la capacidad física alcanzan cotas rematadamente bajas. Mucho ojo, Infierno blanco es un lobo con piel de cordero, una película aparentemente de acción que oculta sin embargo la Defensa (Deliverance, 1972) del nuevo siglo, una guerra desigual entre hombres y lobos, con las peores condiciones climáticas que nadie se pueda imaginar como telón de fondo, y en donde se impone un alucinante Liam Neeson, actor que con la madurez que le otorgan los 60 años que cumplirá en unos meses ha logrado algo francamente difícil… transformarse en una estrella con gran personalidad y un registro abrumador.

Cartel de Infierno blanco "Una vez más, combatiré la última gran pelea de mi vida. Vivir o morir hoy. Vivir o morir hoy"
Cartel de Infierno blanco
"Una vez más, combatiré la última gran pelea de mi vida. Vivir o morir hoy. Vivir o morir hoy
"

Estamos en una refinería en medio de la mortífera Alaska. John Ottway (Liam Neeson) trabaja en ella como uno de los encargados de la protección de los operarios que se dedican día y noche a extraer el preciado oro negro de la fría tierra en la que habitan. Las extremas condiciones del lugar confirman que estamos en el único sitio donde acaban los hombres que no son aptos para la convivencia con sus iguales. Cuando el turno se termina, Ottway y un amplio grupo de trabajadores se embarcan en un vuelo de regreso a zonas más habitables. Pero una desagradable sorpresa en forma de accidente aéreo dejará a un reducido grupo de supervivientes malheridos en un paraje desolador. Aislados de cualquier vestigio de civilización reconocible, y heridos en su gran mayoría, no solo tendrán que hacer frente a los peligros propios de la yerma y fría tierra en la que se les olvidará, si no de una manada de lobos que como raza dominante de la zona, y viendo en este grupo a invasores no deseados, harán todo lo posible por acabar con ellos para proteger su territorio.

Y es que la desolación es lo que más impone a uno cuando estás sentado frente a la pantalla mientras ve Infierno blanco. La emotiva composición de Marc Streitenfeld envuelve una película donde la fragilidad humana alcanza límites solo imaginables cuando el destino futuro y la esperanza que se tiene sobre él se desmoronan por completo. Tensión constante que sin embargo sufre de algún momento irregular, pero que mantiene perfectamente el interés sobre una batalla a vida o muerte, un auténtico reto por la supervivencia que va golpeando al espectador conforme las fichas van cayendo. Infierno blanco confirma nuevamente que no hacen falta grandes derroches para impactar, y que con buena mano, una historia poderosa y un elenco de actores ajustado, pero al que acabamos conociendo en gran detalle, se tiene un triunfo asegurado.

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Este pasado fin de semana me animé a ver la última película del siempre interesante Álex de la Iglesia. Tengo que reconocer que siento cierta debilidad por el trabajo de este bilbaíno, pero por primera vez en mucho tiempo he que claudicar y reconocer que La chispa de la vida (2011) no es lo que me esperaba encontrar. Algo que se debe advertir es que el nuevo film del autor de grandes obras cinematográficas del panorama español como El día de la bestia (1995), La comunidad (2000), 800 balas (2002) o Balada triste de trompeta (2010), debería verse como un producto coral, una especie de circo ambulante, con tendencias a uno de los horrores, de personajes con gran personalidad y poca moral que aportan mucho sentido a la tragicomedia que protagonizan José Mota y Salma Hayek. Porque si, si bien estos dos son los que se llevan el peso de la historia, la importancia de estos secundarios son lo que revitalizan el burlesco trabajo de guión de Randy Feldman. Magníficos son los variopintos personajes que encarnan actores como Juan Luis Galliardo, Blanca Portillo, Antonio Garrido, Manuel Tallafé, Fernando Tejero o, para mí el mejor y el más desagradable, Juanjo Puigcorbé. Si uno observa la película desde este punto de vista puede incluso llegar a pasárselo francamente bien. El ansia de protagonismo en una tragedia ajena causa verdadero pavor pero, como espectadores, nuestra mala baba hace que disfrutemos. Lo que pasa es que pese a estos buenos valores, que deben ser tenidos en cuenta, la tendencia hace que uno acabe chocando, como ha sido mi caso, contra el muro en que se transforma el humorista número uno del panorama televisivo patrio. Ojo, estos efectos suelen tener un gran condicionante que tiende a venir de atrás. Mota es Mota, y aunque en muchos momentos logra convencer y transmitir el verdadero dramatismo que machaca cruelmente a muchos millones de españoles, es triste y patético lo que le pasa y a lo que llega, en otros, el giro completo interpretativo, no sé si buscado adrede, hace que vuelvas a ver lo que no deseas que ocurra.

Cartel de La chispa de la vida de Álex de la Iglesia
Cartel de La chispa de la vida de Álex de la Iglesia

Roberto (José Mota) es un publicista que tras dos años en paro ve como el mundo que le rodea se tambalea. Una situación económica desesperada, acompañada por una frustración personal galopante y ver como aquellos que en un momento de su vida le agradecieron mucho ahora le dan la espalda, le está machando. Ya nadie recuerda que él fue el creador del slogan "La chispa de la vida" para la gigante Coca-Cola. Hundido moralmente decide mirar hacia adelante y recordar tiempos mejores. Para ello planea ir al hotel en el que pasó su viaje de novios junto a su esposa Luisa (Salma Hayek). La sorpresa se la lleva cuando, al llegar a Cartagena, descubre que aquel hotel de días felices es ahora un museo donde se expone una parte de la ciudad romana recientemente descubierta. Mientras intenta abandonar el lugar Roberto sufre un fatídico accidente que le dejará postrado y debatiéndose entre la vida y la muerte. La casualidad marca el ritmo y el círculo mediático se pone en marcha… publicidad, famoseo, política, mamoneo, la peor calaña y decisiones patéticas… todo confluye en torno a Roberto mientras que intenta solventar su futuro antes de que le liberen.

Y eso es lo que tenemos. Buenos golpes de efecto debidos al correcto hacer de un elenco de actores notable, dramatismo de ese que te deja sin aire, la película jode lo suyo y hay que reconocer que te llegas a quedar con cara de no me jodas, pero en definitiva una historia normal y curiosa de ver aunque poco atrayente. Nada más. Técnicamente a la altura, musicalmente fabulosa, ole por el trabajo de Joan Valent aunque echo de menos a Roque Baños, y eso.

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Me preocupa ver como algunos cineastas se acomodan como si tal cosa una vez se han definido en el siempre variopinto y singular universo que es Hollywood. Los hay que se les reconoce a leguas por el extenuante uso de la cámara lenta ya sea para ofrecernos un eterno puñetazo o para alargar sin razón brincos y cabriolas varias, otros destacan por sus hiperactivas secuencias repletas de pirotecnia de esa que ensordece, y unos cuantos, Tarsem Singh por ejemplo, por su cuidada y siempre disparatada arquitectura decorativa repleta de lustrosos trajes o imposibles escenografías. Pero nuevamente se demuestra que no todo lo que entra por los ojos es sinónimo de calidad, e Immortals (2011) acaba arrastrando su llamativo aspecto, un gran bravo, por un lodo de aburrimiento y poca originalidad.

El cuño "de los productores de 300" con el que te venden la película logra el mismo efecto que la famosa frase "del visionario director", un análisis exhaustivo y donde se profundizará hasta el mínimo detalle de lo ofrecido. Pero ni la película es la misma, ni la frescura del guión coincide, ni reparto, ni nada. Cada idea es diferente y en este caso el aburrido guión pergeñado por Charley y Vlas Parlapanides destroza un proyecto que tiene mucho que contar y más si se sabe sacar jugo a la tecnología que impera en el cine de hoy en día. Además de esto sumemos un reparto poco acertado con un Mickey Rourke que no encaja pese a su pinta de animal de bellota o un héroe encarnado por Henry Cavill, el nuevo Superman, que por mucho que lo intente no da la talla al verse acompañado por un par de sosos que responden al nombre de Stephen Dorff y Freida Pinto… madre mía, menudo par. Luego tenemos el pack de dioses, divinos todos ellos, donde toman el mayor protagonismo Zeus (Luke Evans) con Poseidón (Kellan Lutz), Atenea (Isabel Lucas) o Ares (Daniel Sharman) haciendo el canelo.

Póster español de Immortals
Póster español de Immortals

El Rey Hiperión (Mickey Rourke) está enfadado con los dioses del Olimpo al no interceder estos por él y su familia en un momento de gran necesidad. Debido a ello decide arrasar con toda Grecia ya que lo que perjudica a unos debe ser igual para todos. Su objetivo es hacerse con el Arco de Epiro, un arma mística con la que podrá liberar a los Titanes para que estos pongan de verano tanto a los humanos como a los dioses que campan a sus anchas. En medio de la locura de Hiperión surgirá un bastardo, Teseo (Henry Cavill), que tras ver como su pueblo es masacrado, contará con la ayuda del maleante Stavros (Stephen Dorff) y la oráculo Phaedra (Freida Pinto) para adelantarse a Hiperión en la búsqueda de la decisiva arma.

Y es que lo poco bueno que tiene Immortals vuelve a ser la arriesgada apuesta del señor Singh y la correspondiente respuesta del equipo de dirección artística y escenografía, o el vestuario de Eiko Ishioka, un fijo en la carrera del director de origen indio aunque, esta vez, impacta menos de lo habitual. El resto es un poco sorprendente, la película opta por unos derroteros que la hacen más bruta de lo que se podía esperar y el alocado Hiperión se rodea de tropas medio mutantes que han pasado por la mesa del cirujano aunque sin anestesia. Esto da pie a que los dioses se vuelvan locos y apliquen hemoglobínicos correctivos, cosa incomprensible porque tan fácil de matar es Hiperión como sus lacayos. Por lo tanto, la manida fórmula cámara lenta con tortazos que arrancan cabezas de cuajo pasa a tomar un protagonismo que hace que por momentos veas el producto de otra manera, producto palomita, y te olvides del desastroso guión y planteamiento de los Parlapanides. Luego, en esos momentos donde no queda otra que atender a lo que se cuenta, observas con asombro errores, faltas de carisma y puro relleno… amén de incongruencias narrativas que sonrojan.

En fin, película del montón que no pasará a los anales de la historia ni será recuperada por Singh en su currículo.

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Mientras intento encontrar razones suficientes para escribir una opinión sobre Immortals (2011) de Tarsem Singh, aprovecho un momento de la tarde de este domingo de tareas en el hogar para escribir algo acerca del reretorno de Sherlock Holmes a la gran pantalla de la mano del director británico Guy Ritchie. Este fin de semana se ha estrenado Sherlock Holmes: juego de sombras (Sherlock Holmes: A Game of Shadows, 2011), secuela de la sorpresa de hace un par de años en la que Robert Downey Jr. y Jude Law tomaron las riendas de la encarnación en pantalla grande de la visión comiquera de Lionel Wigram sobre los famosos personajes literarios Sherlock Holmes y el Dr. Watson creados por Sir Arthur Conan Doyle.

Este vez Wigram deposita su producto en el trabajo de la pareja Michele Mulroney y Kieran Mulroney obteniendo a cambio un guión en la línea de su predecesora pero falto de ese factor sorpresa que nos sorprendió a muchos al sentarnos en la butaca del cine. Queda claro que el objetivo de Sherlock Holmes: juego de sombras está cumplido ya que entretiene, pero deja con cierta cara de indiferencia a aquellos que esperaban un poco más de, por ejemplo, un villano de la talla del Profesor Moriarty, un Jared Harris correcto, malévolo, calculador pero sin el carisma que por ejemplo derrochaba Mark Strong interpretando a Lord Blackwood… eso si que era verdadera maldad. Guy Ritchie por su parte vuelve a desplegar la táctica que tan bien le funcionó hace un par de años, llegando, en este caso, a resultar un pelín cansina. Haciendo cálculos, tranquilamente 25 minutos del metraje transcurren a cámara lenta y con la habitual verborrea de Holmes prenarrando lo que va a acontecer, y que luego acontece. Suena un poco a "vamos a meter de esto que siempre llama la atención a los espectadores"… pero la realidad es que hace falta más.

Póster español de Sherlock Holmes: juego de sombras
Póster español de Sherlock Holmes: juego de sombras

Avanza el siglo XIX, diversos atentados golpean con peligro la débil estabilidad política de la vieja Europa. Mientras todos echan las culpas a los anarquistas de turno, Sherlock Holmes tiene bastante claro que es el Profesor James Moriarty, tan inteligente y metódico como él, el que se encuentra detrás de todo. Holmes desvaría indagando diversos crímenes que sólo él es capaz de ver mientras que Watson, su inseparable compañero de aventuras, apunta a boda y prefiere pasar de los desquicies del hiperactivo investigador. Aprovechando la despedida de soltero de Watson, Holmes se cruzará con Madam Simza Heron, transitoria y poco aprovechable Noomi Rapace, una adivinadora de futuro gitana a la que une un extraño vínculo con el mismísimo Moriarty

Y es que no siempre la misma fórmula debe funcionar se use como se use. Sherlock Holmes (2009) no solo contaba con el dicharachero estilo de Ritchie, que mola, si no que aunaba esto con una historia repleta de intrigas, bien cosechada, con discursos llamativos y con unos personajes que cuando fueron presentados embelesaron al respetable. Aquí se marca la gran diferencia, Holmes mantiene el ritmo, incluso se incrementan los desvaríos que le definen, y Watson sigue en su línea de hombre de acción encargado de controlar la hiperactividad de su compañero, pero el incremento de calidad en este aspecto no compensa que el personaje de Noomi Rapace aporte poco o nada, o que Moriarty deba ser un villano insuperable pero que en manos de los Mulroney se queda en algo bastante más simple. Por otro lado tenemos al hermano de Holmes, Mycroft, encarnado por un impagable Stephen Fry que, la verdad sea dicha, es probablemente el mejor nuevo aporte a la franquicia. El resto es mucha acción, sobresalientemente montada, pero con una carga de guyritchismo un pelín agotadora. Además, para mi el plan de Moriarty no es tan maligno y sorprendente.

En definitiva, vale la pena verla, siempre será divertido ver a la versión más Jack Sparrow de Sherlock Holmes, pero esta vez el caso que desafía al mejor detective de todos los tiempos se queda a medio camino y no resulta tan fresco como se esperaba.

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No suelo opinar sobre films que se alejan de los géneros que con más asiduidad se tratan en el blog, por no decir que casi en exclusiva. Pero de vez en cuando uno recapacita, medita un rato, y se ve con la necesidad de ofrecer a los lectores un razonamiento elocuente, y probablemente condicionado por un cruel fanatismo, para que vayan, sin miramientos, a ver una película al cine.

En este caso vengo a hablar un rato de Drive (2011) del director danés Nicolas Winding Refn, una delicia cinematográfica a medio camino entre la soledad, las relaciones personales platónicas y la violencia más desgarradora. Lo más curioso del film, estas cosas ocurren hasta en las mejores familias, es que se trata de uno que viaja en la más distante polaridad; o te encanta, como es mi caso, o lo más probable es que la aborrezcas, como hay más de uno por ahí que ya me lo ha dejado caer. Aunque lo que cuenta es una historia bastante clásica, lo que hace a Drive prevalecer sobre el resto es la sabia combinación de dos dinámicas opuestas que merced a una buena dirección, un guión parco en palabras pero lleno de miradas que hablan por si solas, unos silencios llenos de contenido o un reparto sobresaliente, se fusionan a la perfección. Todo esto que tiene de bueno, el pausado ritmo hace que uno disfrute mucho más de los momentos, sube enteros en un tramo final que sirve, para paladares aguerridos, de periplo por el malsano lado de la violencia que más salpica y duele ver. Eso es Drive, una historia sencilla que se convierte en pieza clave del 2011 gracias a todo lo que la rodea, que no es poco.

Cartel molón de Drive
Cartel molón de Drive

Y sigo justificando que Drive es mucho más. Es un maravilloso Ryan Gosling, impasible, implacable, casi mudo pero directo y vivo en cada frase que suelta. Una Carey Mulligan que suplica en cada mirada un brazo en el cual apoyarse. Un Bryan Cranston siempre cumplidor le pongan donde le pongan. O un Albert Brooks transformado y alejado, como bien indicaba un amigo, de los habituales papeles a los que nos tenía habituados. Junto a estos cuatro pilares que asientan los cimientos de la perfecta narración, también hay espacio para el debutante Kaden Leos, o los solventes Oscar Isaac, Christina Hendricks y Ron Perlman. Añadamos a este flamante reparto una gran banda sonora compuesta por Cliff Martinez que, la verdad sea dicha, se ve gratamente impulsada por magníficos temas musicales que nos introducen más en los acontecimientos y que animan una historia que basa mucha de su narrativa en lo visual y lo sonoro. Y podría seguir con la rutilante fotografía, el buen guión, el sublime montaje, etc.

Drive es en definitiva una película de momentos, un arranque magnífico y medido al milímetro, una completa segunda parte dedicada a los personajes, sobre los lazos que surgen entre ellos y lo inalcanzable que son muchas veces las cosas, y una tercera etapa, acto definitivo, violentamente insuperable. Nunca los héroes son como te los imaginas. En este caso se trata de un guerrero sin nombre que verá su destino truncado por dejar que una debilidad le cambie de rumbo.

Publicado por Uruloki en
 

Bueno, se acerca el final del 2011. En poco más de 72 horas desde este momento, el número de cuatro cifras de nuestros calendarios cambiará de valor y lo que se haya visto en el período de 365 días previo al domingo se quedará en el cupo de "pfff, eso es del año pasado". Por mi parte tengo que reconocer que ha sido un año entretenido, un pelín decepcionante por lo visto en lo tocante al término blockbuster pero con grandes apuestas que ha cubierto mis necesidades básicas de cara a disfrutar del cine en pantalla grande (y pequeña). A continuación os dejo con una breve lista de proyectos que en este 2011 que ahora termina me han hecho pasar buenos momentos. Ojo, no indico orden, preferencia ni nada que se le parezca. Ni la primera es la que más me ha gustado ni la última la que menos. Son, en definitiva, películas con las que me lo he pasado bien y que sin dudarlo recomendaría a todo aquel que me preguntara por algo interesante que ver o comprar.

Uruloki

  • Super 8 (2011) de J.J. Abrams. Una vuelta al espíritu cinéfilo de los 80 parido por Amblin Entertainment y la vigorosa mente de Steven Spielberg. Abrams se nutrió de todos los valores del cine de esa época y ofreció una película genial con algunos momentos irrepetibles y brutalmente emocionantes. El mejor reparto de niños visto en años. Fabulosa.
  • X-Men: primera generación (X-Men: First Class, 2011) de Matthew Vaughn. El necesario renacimiento de la saga mutante en manos de 20th Century Fox por la puerta grande, y más tras las decepciones de X-Men: la decisión final (X-Men: The Last Stand, 2006) y X-Men orígenes: Lobezno (X-Men Origins: Wolverine, 2009). Film de aroma bondiano con una primera parte tan espectacular y bien trabajada que puso la película, para mi sin contemplaciones, en lo más alto del top de cine comiquero de este 2011.
  • Melancolía (Melancholia, 2011) de Lars von Trier. Vista por primera vez en Sitges 2011 y luego doblada en un cine de Santiago de Compostela. Dolorosa, apabullante, extraña y apocalíptica. Una película de dos velocidades con una primera parte más lenta pero desconcertante, seguida de una segunda donde el terrible desenlace va minando al espectador hasta el vibrante final. Obligatoria de ver con el dolby surround en modo destrucción total. Se me pusieron los pelos como escarpias.
  • Attack the Block (2011) de Joe Cornish. Otra de las sorpresas más agradables que me llevé en Sitges 2011 aunque luego fue vapuleada por la distribución en nuestro país. Pese a la complejidad para echarle un vistazo merece ser disfrutada una y mil veces. Una joya gamberra que narra una invasión extraterrestre en un barrio chungo de la periferia de Londres. Ojo, además del debut de Cornish en el arte de la dirección, pude mantener una entrevista con él en el mismo festival, el resultado es bastante sobresaliente merced al buen reparto de jóvenes, la banda sonora electro / pop y unos efectos de primer nivel obra de Spectral Motion.
  • The Artist (2011) de Michel Hazanavicius. Probablemente la mejor película del año. Regreso a los orígenes del cine para narrarnos una historia sobre el orgullo y la necesaria adaptación a los cambios. Para romper moldes, y demostrar que todo es posible pese estar en el nuevo milenio, ha sido rodada en blanco y negro, formato 4:3 y muda. Magistral Jean Dujardin, fabulosa Bérénice Bejo, mágica música la de Ludovic Bource y una obra genial que se llevará todo lo habido y por haber. Debe verse si o si y al precio que sea. Emocionantemente positiva.
  • Drive (2011) de Nicolas Winding Refn. Violenta y romántica al 50%. Cine negro moderno protagonizado por un Ryan Gosling parco en palabras pero tan directo como una puñalada. Grandiosa banda sonora que riega un film intenso, bastante perturbador y violentamente grotesco. Extraña pero sorprendente. Casualmente se estrena hoy en cines de la mano de Disney. Al cine…
  • Sucker Punch (2011) de Zack Snyder. Aquí seguro que más de uno se tira de los pelos, pero es que soy así. Snyder nos metió en un videojuego y se lo pasó teta gestando una de las películas más hiperactivas y raras de los últimos años. Una oda a las lolitas, las minifaldas y las sobradas en diversos mundos imaginarios plagados de orcos nazis, dragones, robots futuristas, samuráis gigantes y demás. Derroche visual sin parangón.
  • El origen del planeta de los simios (Rise of the Planet of the Apes, 2011) de Rupert Wyatt. Otro de los reboot del año. Aunque en este caso es más bien una precuela del mítico film de 1968, estamos ante una nueva prueba de que los efectos visuales no tienen límites. Esta vez Weta fue la encargada de crear al primer personaje que, merecidamente, debería guiar a Andy Serkis a su primera nominación al Oscar. La vitalidad de César mete miedo.
  • La piel que habito (2011) de Pedro Almodóvar. Una de las películas que más me han gustado del director manchego. Extraña, delirante y alucinante. Con cierto punto terrorífico, una historia tan propia de Almodóvar que la forma de encajar las piezas de este puzzle médico hacen que le estés dando vueltas a la cabeza durante un buen rato. Mantuve una entretenidísima tertulia con la persona con la que fui a verla.
  • Senna (2010) de Asif Kapadia. Pese a ser del 2010 es una de las triunfadoras del Festival de Sundance del 2011. Documental que todo hijo de vecino debería ver. Historia de un ídolo inolvidable con un nivel de competitividad solo comparable con su genialidad y sus guerras personales con otros genios de su época. Mejor disfrutar del director’s cut que de la versión mal estrenada en cines. Casi una hora más sobre la veloz vida de este extraordinario piloto.

La verdad, me dejo el ciento y la madre de películas. Insidious (2010) de James Wan, para mi lo mejor del cine de terror de este año, Cisne negro (Black Swan, 2010) de Darren Aronofsky, peli del año pasado pero estrenada aquí en febrero, 127 horas (127 Hours, 2010), The Fighter (2010), Valor de ley (True Grit, 2010), Secuestrados (2010), Mientras duermes (2011), 13 asesinos (Jûsan-nin no shikaku, 2010), etc. En fin, junto a esto, y si uno recorre aquello que le ha gustado, ¿por qué no hacer lo propio con los proyectos que no han cubierto las expectativas levantadas? Pues al tema…

  • Conan el bárbaro (Conan the Barbarian, 2011) de Marcus Nispel. Atroz se mire por donde se mire. No merece ni recordarla por lo patética que fue.
  • Green Lantern (2011) de Martin Campbell. Otra gran decepción. Se esperaba mucho pero no ofreció nada. Warner Bros. y DC Entertainment Inc. demostrando que no saben explotar y menos explorar los verdaderos poderes de la ingente librería de superhéroes que poseen. Por ahora solo Batman está cubriendo con lo que se espera de el… veremos en el 2012 y 2013.
  • Cowboys & Aliens (2011) de Jon Favreau. Otra pantomima más de esas que Hollywood vende como si fuera el no va más. Mal el reparto, mal la historia, mal los efectos, mal el ritmo, previsible y penosa.
  • Piratas del Caribe: en mareas misteriosas (Pirates of the Caribbean: On Stranger Tides, 2011) de Rob Marshall. Las ideas se acaban y estos erre que erre. Para olvidar.
  • El sicario de dios (Priest, 2011) de Scott Charles Stewart. El bueno de Stewart se debería quedar donde mejor se le da… el mundo de los efectos visuales. Por ahora ninguno de sus trabajos como director convencen y esta "adaptación", en este caso ni el entrecomillado sirve, fue terrible.

Sin dudarlo hay por ahí alguna más. Por ejemplo Invasión a la tierra (Battle L.A., 2011), In Time (2011), etc. Ahora bien, me gustaría saber qué es lo que más os ha gustado y decepcionado en este 2011.

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