Del director de Shaun of the Dead, del responsable de Arma fatal (Hot Fuzz), del genio que adaptó Scott Pilgrim contra el mundo (Scott Pilgrim vs. the World), del apocalíptico padre de Bienvenidos al fin del mundo (The World’s End)… estos son los cuatro proyectos que definen la carrera cinematográfica de Edgar Wright, "Spaced" es harina de otro costal, y Baby Driver es la última joya que se ha sacado de las manos.

Baby Driver es cine rodado a ritmo, decenas de secuencias medidas al milímetro para que ese paso, ese movimiento de manos, ese guiño o mueca y es giro de volante, coincidan con un toque musical de la pieza que en ese instante esté definiendo la vida de Baby (Ansel Elgort). Baby Driver es originalidad, una fusión imposible de géneros como el musical roquero y el cine de persecuciones que lleva sembrando las pantallas desde hace ya unas cuantas décadas (aunque de forma bastante esporádica). Baby Driver es a Edward Wright lo que Ronin a John Frankenheimer o lo que Punto límite: cero (Vanishing Point) a Richard C. Sarafian… un punto destacado en sus filmografías. Baby Driver es cine sorprendentemente violento en la que un joven obligado a cumplir un pacto de sangre por un error de adolescencia debe lidiar con tipos ansiosos por apretar el gatillo y que responden a motes tan básicos como Doc (Kevin Spacey), Buddy (Jon Hamm), Darling (Eiza González)o Bats (Jamie Foxx). Baby Driver es velocidad, mucha, rodada con sobresaliente maestría y donde nada se nos puede escapar. Baby Driver es también una curiosa historia romántica, el nacimiento de una odisea de amor donde las miradas, la música y los diálogos breves hacen que más temas por el destino que les espera.

Edgar Wright, después del fiasco Ant-Man, se despeina y ofrece una de sus mejores películas, tan frenéticas como las anteriores aunque en lugar del in crescendo habitual, en Baby Driver ya vas todo el rato por encima de las revoluciones permitidas. Da gusto ver lo bien que se le ha salido al director británico su nueva aventura, y se demuestra que la independencia personal que define su cine es la mejor carta de presentación posible. No hay nada como mantenerse alejado de las grandes corporaciones y los grandes estudios que terminan por obligarte a hacer lo que el mercado les demanda.

Baby Driver es una joya, imparable, que parte a alto nivel y acaba completamente descontrolada en un tercer acto donde el consumo de gasolina deja completamente vacío el depósito del despiporre. Debe verse una y más veces para pillarle los detalles, para fijarse en la imposible coreografía que han parido, y, sobre todo, para disfrutar de una sensación de velocidad auténtica. No puedo contar nada porque debe disfrutarse sin descubrir todos los secretos que oculta, que no son pocos y sorprendentes.

El último póster molón de Baby Driver
El último póster molón de Baby Driver