Como parte de esa ola de cine de terror hecho con cuatro duros que acaba siendo, salvo sorpresa mayúscula, un éxito comercial cuando llega a las salas de medio mundo, Blumhouse Productions, la compañía más relevante en este negocio, y Platinum Dunes, unieron fuerzas para poner sobre la mesa una idea fresca, interesante y a priori bastante prometedora. James DeMonaco, director con poco pasado como para valorar su verdadera capacidad, se puso al frente de un proyecto que también salió de su cabeza a la que si debemos sumar su previa experiencia como guionista, la notable Negociador (The Negotiator, 1998), la normalita Asalto al distrito 13 (Assault on Precinct 13, 2005) o la demasiado floja Skinwalkers (2006) salieron de su máquina de escribir. En fin, los ingredientes eran buenos, la ya mencionada idea molaba y un reparto con acertados valores como Ethan Hawke, con la tontería ha coincidido con DeMonaco unas cuantas veces, y Lena Headey hacían pensar en algo notable. Con todo esto la esperanza era que The Purge: la noche de las bestias (The Purge, 2013) fuera un film al menos entretenido y, por supuesto, un éxito económico. Pero la realidad es que la cosa se ha quedado en cumplo con el 50% de estas dos premisas. El éxito comercial es indudable y alucinante, 3 millones de coste y casi 78 recaudados han asegurado ya The Purge 2 (¿?), pero la calidad ha dejado bastante que desear para este primer asalto.

DeMonaco ha tenido una gran idea entre las manos, cruel, extrema y polémica, pero no ha sido quien de explotarla como merecía, ¿era el indicado? Ni la profesionalidad de Hawke y Headey han podido salvar un despropósito que se cae por su propio peso en el momento en el que se plantea el debate humano más arriesgado de todos, ¿qué debes hacer el día de libertad criminal? Todo arranca bien, títulos de crédito que no te dejan indiferente, la presentación de una familia que vive en una sociedad de dudosa moralidad y el arranque de la noche más larga del año. Pero es llegar a ese momento, el auténtico leitmotiv del film, y la película pierde coherencia para transformase en una solución facilona y poco trabajada de una idea que, sin dudarlo, resultaba altamente sugerente. Ese cruel debate que podía suscitar la salvaje premisa se diluye por completo en un mar donde predomina la incredulidad por los acontecimientos que, seamos realistas, no se sostienen ni con el esfuerzo de Hawke. Ciento de preguntas se te plantean y la gran mayoría recaen en las decisiones tomadas por el personaje de Max Burkholder que… vaya por dios. Ah, y para acabar por matar por completo el proyecto, que un film de poco más de 80 minutos acabe resultando muy pesado es para bajar el nivel de The Purge al softcore, tampoco nos pasemos, y aplicar un correctivo a aquellos que dan luz verde a estos guiones. Un poquito de por favor.

Primer cartel de The Purge
Primer cartel de The Purge