Este viernes se ha estrenado en medio mundo la última epopeya sobre la destrucción del mundo. Roland Emmerich, director especializado en este tipo de narraciones, vuelve a la carga para explorar un género donde se le considera uno de los mejor dotados… craso error. Nuevamente, con 10.000 A.C. (10,000 BC, 2008) el director teutón vino a demostrar que no sabía lo que hacía, Emmerich se embarca en un proyecto con una premisa siempre atrayente, al gran público le encanta eso de ver como se va todo a freír espárragos, y la transforma en una pamplina de muy señor mío. 2012 (2009), el no va más de las disaster movies hasta la fecha, todo sea dicho, es inclasificable, sea ya por los mil y un tópicos que exprime sin ton ni son, por las más de dos horas y media de metraje que hacen que uno se sienta abotargado y cercano a la necesidad de hacer compañía a Morfeo, o por la poca capacidad de sorpresa que demuestra el producto final una vez visto y comparado con los trailers que nos han enseñado a lo largo de la campaña promocional del film… aunque esto último "no" es culpa de Emmerich y más bien de Columbia Pictures y Centropolis Entertainment.

Quad-póster de 2012
Quad-póster de 2012

Estamos en el 2009, unos científicos descubre en la India que las últimas explosiones solares han hecho mutar a los neutrinos y estos se han rebelado contra nuestro planeta y amenazan destruirlo. Tras múltiples intentos de verificación se confirma que el destino del mundo está escrito y que, más o menos, en tres años todo se va a ir al carajo. Muy en la lógica de este tipo de películas, basta echar un vistazo a Cuando los mundos chocan (1951) para ver varios cientos de similitudes, los gobiernos más importantes del mundo, lo que nos faltaba, deciden urdir un plan y hermanarse para salvar a la raza humana. Pues nada, todo sigue su curso hasta que un día, verano del 2012, y varios meses antes de lo previsto por los científicos al cargo, se produce el acabose. El caos, la destrucción total y el fin del mundo tal cual lo supone Emmerich. Como suele ocurrir en este tipo de narraciones tenemos un héroe, un fracasado escritor y conductor de limusinas llamado Jackson Curtis e interpretado por John Cusack, su ex-mujer, sus hijos, el nuevo marido de esta que no cae bien pero que si no es por su ayuda no pasarían de la primera esquina, el presidente de los USA, sus perros consejeros, el científico que se lleva toda la gloria y que no para de reconocer errores, etc. En fin, más o menos todos los arquetipos del cine de esta calaña.

Roland Emmerich escribe junto a su siempre fiel Harald Kloser, menudo par, un guión basado en una idea que no han sabido exprimir como se merece. Comienza ofreciendo un efectivo despiporre visual, exacerbado hasta el no va más, y por el que el espectador le aplaude. Pero claro, todo lo bueno tiende a terminarse y es aquí donde Emmerich no sabe controlar lo que tiene entre las manos y se dedica a extender el metraje contando demasiadas cosas que, la verdad, no importan nada. Pues eso, lo que arranca como una oda a la aniquilación, hay que darse cuenta que mientras vemos las destrucciones de Las Vegas, Los Angeles, Roma, etc. están muriendo millones de personas al tiempo uno se parte de risa con las cómicas situaciones que plantea Emmerich, acaba convirtiéndose en una chatarra, donde el director no se arriesga con posibles dramatismos reales y prefiere que el espectador sume todos los tópicos que esperaba ver. Lo dicho, comienza bien, tiene repentinos saltos de interesante a tedioso, muy tedioso, y se acaba difuminando hasta el peregrino final.

No menos triste es lo irregular de la producción. Se ve que Emmerich y Kloser fueron escribiendo, imaginaron lo más desorbitado que se les pudo pasar por la cabeza y cuando tuvieron que dar carpetazo a la película, el ya famoso tercer acto, optaron por la simpleza más absoluta. Lo mismo les ha ocurrido con la producción. Hay que reconocer que todo va en lugar de mejorando, bajando de calidad conforme pasan los minutos. Los inicios son apoteósicos y el final es de serie B floja con efectos digitales indignos de Hollywood. Tema a parte son las mil y una licencias que Emmerich decide tomarse para contar su historia. Está claro que en la ciencia ficción es ciencia ficción, y que por lo tanto lo que ocurre no debe ser tomado en serio. Que los coches vuelen, que los terremotos no paren a nuestros protagonistas o que las nubes tóxicas no hagan su efecto como deberían, nos debe dar igual. Pero otra cosa es intentar justificar detalles de la vida cotidiana con soluciones de medio pelo. En esto el director alemán se luce y cosas como meter un CPD completo en una caldera a más de 50º sin que nada deje de funcionar o que un compartimento estanco se cubra de agua a libre albedrío para poder narrar lo que más le conviene no tiene nombre.

En fin, la campaña publicitaria ha logrado que 2012 se ponga en el top de la taquilla mundial, solo el viernes recaudó casi 24 millones de dólares y eso nos acerca a un fin de semana de órdago. Pero habrá que ver como se sigue comportando cuando el boca a boca alerte de lo que hay… 2 horas y 38 minutos donde la combinación de euforia y tostón hace que al final predomine lo segundo pudiendo haber logrado, con unos 40 minutos menos de metraje, lo primero. En esto Michael Bay por lo menos no defrauda. Malos proyectos pero 100% palomiteros.