Opinión


Nuevamente nos vamos a Nueva Zelanda para disfrutar de la merecedora del premio del público, y no es para menos. What We Do in the Shadows (2014) de los cómicos Taika Waititi y Jemaine Clement es canela fina, una joya que se merece el calificativo de mejor falso documental hecho hasta el momento y un tronchante viaje que nos invita a conocer las vicisitudes de cuatro compañeros de piso. El detalle, esa particularidad que pone a What We Do in the Shadows en el Olimpo de las obras de culto, o incluso maestras, es que nuestros protagonistas tienen entre 150 y varios miles de años… vamos, que son vampiros. A partir de este momento, minuto cero de la película, el espectador disfruta de todos los aspectos culturales / mitológicos del vampirismo pero en modo cachondeo padre. Waititi y Clement son fieles a todas esas cosas que por lo general todos sabemos, siempre que nos haya gustado leer sobre vampiros o ver pelis por ejemplo de la Hammer. Unamos a toda la tontería que se pueda acumular en 90 minutos de película, no te ríes a carcajada todo el rato pero se te queda careto de sonrisa a tiempo completo, un factor "nuevo vampiro", un amigo humano perfecto, o encuentros con otras razas de noche como hombres lobo o zombis. En fin, maravillosa y con tantas ganas de que lo pases bien que se merece todos los premios habidos y por haber. De visión obligada!

Un cartel, no el mejor, de What We Do in the Shadows
Un cartel, no el mejor, de What We Do in the Shadows

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Casi de forma tradicional el multidisciplinar Quentin Dupieux AKA Mr. Oizo, se pasa por el Festival de cine de Sitges para presentar su última rareza. Tras varios años de intensa actividad, Rubber (2010), Wrong (2012) y Wrong Cops (2013), Dupieux ha aparcado en Sitges con Réalité (2014), casi con toda seguridad y sumada a la infumable y demasiado marciana La distancia (2014) o la brazilesca The Double (2014), el film más surrealista que se ha podido ver estos días. Este tipo es un genio digno del aplauso y sigue explorando su mundo de irrealidad y estupidez inclasificable para contarnos esta vez la historia de un cámara de televisión que decide probar suerte rodando un film de terror. La película, Dalí estaría sumamente orgulloso, juega con el espectador introduciéndonos en cuatro historias que aparentemente ocurren en paralelo pero que ocultan un extraño e inexplicable vínculo entre ellas… un vínculo de irrealidad. Con la búsqueda, absurda, de un grito merecedor de Oscar que otorgue a nuestro director el derecho a filmar su película la cosa se lía cosa fina entre diálogos paranoicos y personajes que parecen haberse metido todo el LSD que una farmacia podría llegar a almacenar. Como colofón un final magistral y tronchante en el que Dupieux pone en claro que para irrealidad toda la que debe almacenar en su bendita cabeza. Por mi que sigua así por muchos años, es un genio.

El único cartel que he encontrado de Réalité
El único cartel que he encontrado de Réalité

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Sigo con esto de escribir mini reviews de las pelis del Sitges 2014 y le ha llegado el turno a Housebound (2014), comedia de "terror" escrita y dirigida por Gerard Johnstone, protagonizada por Morgana O’Reilly, una joven que desconozco si volveré a ver en alguna otra película, este apunta a su "gran" papel, pero que me moló tela marinera. El tema que se nos cuenta en Housebound son las peripecias protagonizadas por una joven (O’Reilly) que es condenada, tras un patético intento de atraco a un cajero automático, a regresar bajo control "policial", y durante unos cuantos meses, a la casa familiar. Como si se fuera a la América más profunda, menudo ganado, tendrá que lidiar con personajes sacados de una feria – la madre, el entiendo que padrastro, el agente de la condicional que madre mía o un médico psicólogo que también se las trae – al tiempo que hace frente a una especie de acosador sobrenatural. Comedia de terror de pantuflas no exenta de buenos golpes para que el respetable brinque en la butaca al tiempo que sueltas alguna que otra carcajada. Las rocambolescas situaciones que se producen en torno a la O’Reilly son el gran valor de la película y salvan el producto, comedia sí o sí, mientras que el desquiciante acosador "sobrenatural" y los diversos giros que da la trama hacen que uno pueda pasar un buen rato, terror. Últimamente en Australia / Nueva Zelanda se hacen pelis bastante simpáticas y esta es una de las que merece ser vista.

Genial cartel retrato de Housebound
Genial cartel retrato de Housebound

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Pues mira por donde pero resulta que It Follows (2014) de David Robert Mitchell es una de las grandes propuesta de terror indie de la temporada, un perfecta propuesta de terror juvenil en la que se hace uso de algo tan presente a día de hoy como el contagio de enfermedades por transmisión sexual pero dando un giro muy original… la enfermedad es en realidad una maldición, una que pone tras el infectado a un ente sobrenatural que de forma paciente tratará de darte caza. Llegado a este punto la película propone diferentes lecturas entre la que destaca el debate moral al que se enfrenta la persona infectada de cara a transmitir el mal a alguien más, ya sea conocido o aleatorio. Una propuesta inteligente que asfixia a la sufrida protagonista, a sus compañeros de facultad y a los hijos de sus vecinos, porque curioso es que el factor adulto desaparezca, muy probablemente porque lo que propone es un salto de madurez no solo ante la responsabilidad de cara a esa promiscuidad teenager si no ante las decisiones que se derivan una vez te la han pegado…

Cartel de It Follows
Cartel de It Follows

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Creo que con el tiempo aguanto menos los grandes barullos y disfruto más de las películas pausadas. Young Ones (2014) de Jake Paltrow, hermano y que de paso se ha llevado el premio al mejor guión en Sitges 2014, es un western moderno, una fiebre del oro futurista que con el permiso de Sergio Leone y la importante batalla por el agua de Hasta que llegó su hora (C’era una volta il West, 1968), nos traslada a una páramo bastante muerto donde una familia sobrevive gracias a un pozo y al mercadeo de alcohol con los operarios de una empresa que construye una especie de viaducto. Con un reparto potente, Elle Fanning, Nicholas Hoult, Michael Shannon o Kodi Smit-McPhee entre ellos, la historia es simple pero muy efectiva. Protección, obsesión, traición, mentiras, progreso, odio, venganza y sentimiento. Todo a lomos de un robot que a modo mula de carga se nos presentará como factor crucial para el desarrollo de toda la historia que se nos cuenta. Interesante propuesta que merece ser vista.

Cartel de Young Ones
Cartel de Young Ones

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Pues me pongo a comentar algo sobre otra de las que esperaba con más ganas en la 47 edición del Festival de Sitges. Una vez vista se confirma que Tusk (2014) es una de las paranoias más grotescas y enfermizas que se os puede pasar por la mente. Kevin Smith construye con un par de actores molones, Justin Long y un impagable Michael Parks, amén de un rescatado Haley Joel Osment, un producto suyo donde aúna esas señas que definen el cine que se dedica a parir, sembrado de diálogos impagables, verborreicos, soeces e imaginativos en boca de personajes que no te dejan para nada indiferente… o te caen bien o los quieres matar. A estos detalles hay que sumar esta vez lo grotesco, lo malsano, desagradable y, hay que reconocerlo, los más patético. Smith crea una historia original, divertida aunque siniestra poniendo sobre la mesa al psicótico de turno, el personaje de Parks es una delicia, que se pasa la vida mutando de personalidad con idea de recrear cierto momento crucial en su vida… o puede que no. Un podcaster engreído se cruzará en el camino de este figura y se le bajarán los aires rápidamente. En fin, joyita, divertida y hasta deudora de La parada de los monstruos (Freaks, 1932) del gran Tod Browning.

Uno de los carteles de Tusk
Uno de los carteles de Tusk

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Este fin de semana además de Perdida (Gone Girl, 2014) de David Fincher, película obligada, llega a los cines Annabelle (2014) de John R. Leonetti, precuela / spin-off de Expediente Warren: The Conjuring (The Conjuring, 2013), centrada esta vez en la muñeca que conocimos brevemente en la película que nos heló la sangre el año pasado. Tras poder verla en el festival hay que comentar que Warner Bros. ha decidido seguir explotando el gran éxito cosechado pero dando un giro poco común como es ocultar por completo a los Warren. Dejando claro que estamos más ante un spin-off, y que por lo tanto ahorramos en reparto aunque salgamos perdiendo, Annabelle reincorpora la idea de un espíritu burlón, violento y de tono diabólico, que se mete en la vida de una joven nueva familia a través de la muñeca de turno. Forzando la máquina para justificar el punto de partida de la "posesión", contar los orígenes nunca es fácil y este es un claro ejemplo de lo mal que se puede concebir una idea, se construye una película de factura correcta que, al uso, vive con descaro de los sustos de impacto tan habituales en este tipo de películas. Muchos de los momentos más llamativos los hemos conocido ya en trailers, clips y spots, pero aun así nos queda algún que otro instante de brinco butaqueril digno de agradecer. El problema es que cruzado este punto, lo mínimo que se puede demandar a un proyecto de esta guisa, la historia se nos queda más cerca de la chufla que de lo correcto. Intrascendente, con tres personajes de chiste – el marido (Ward Horton) es merecedor de divorcio instantáneo mientras que lo de la vecina librera (Alfre Woodard) es para jubilar al guionista – y con un desenlace tan forzado que te quedas con cara de WTF tan pronto como se produce. En fin, producto fast food muy deudor de la calidad con la que James Wan nos entretuvo en el verano del año pasado.

Cartel de Annabelle, la muñeca con truco
Cartel de Annabelle, la muñeca con truco

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Sigo hablando de las películas que más me han gustado, y del terror de The Babadook saltamos nuevamente al thriller violento con un punto de comedia negra muy pero que muy gratificante. Toca hablar de In Order of Disappearance (Kraftidioten, 2014) de Hans Petter Moland, película protagonizada por Stellan Skarsgård, Pål Sverre Hagen o Bruno Ganz que ya se pudo ver con cierto éxito en la 64 edición del Festival Internacional de Berlín. Os pongo en situación… un operario llamado Nils (Skarsgård) que se dedica a limpiar las nevadas carreteras de una región del norte Noruega, y que es elegido ciudadano del año por ello, sufre uno de esos palos que no recomendarías a ni tu peor enemigo… la muerte de su único hijo. Viendo como su vida se desmorona, al fallecimiento sumemos que le abandona su esposa, Nils decide no dejar este mundo si antes descubrir y castigar a quién ha matado a su hijo, lo que le llevará a dar caza a los diferentes miembros de una banda de narcotraficantes de drogas del país. Esta breve introducción, hay muchísimo más, debería llegar para levantar vuestro interés pero más lo hará saber la curiosa narrativa usada por Moland para describir el periplo killer on the loose que protagoniza Skarsgård. Es curiosísimo el descontrol del personaje y cómo va aumentando el bodycount del film ya sea por su mano, por la de implicados directos o terceros afectados por los actos de los anteriores. Moland combina además la comedia con el drama, con tristes reencuentros, golpes emocionales, venganzas, engaños y otras mil florituras. De regalo una de las formas más originales de contar los episodios que forman parte de la historia que se nos cuenta… no os lo desvelo porque uno de los detalles más mágicos de la película se oculta en este curioso proceso usado. Ah, y tras ver In order of Disappearance me han entrado ganas de descubrir En ganske snill mann (2010), mismo actor y mismo director.

Cartel de la Berlinale de In Order of Disappearance
Cartel de la Berlinale de In Order of Disappearance

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Y sigo con las reviews de Sitges 2014. Es hora de adentrarse en el bosque de CUB (Welp, 2014), film belga de Jonas Govaerts sobre un grupo de boy scouts que se van de acampada un fin de semana para acabar como el rosario de la aurora cuando se crucen en el camino de una especie de niño perdido y su adulto controlador. Govaerts ofrece una película irregular, entretenida pero que se pierde puede que demasiado en las tribulaciones de un chaval problemático que sin embargo encontrará su lugar en un bosque donde cualquier mala decisión es sinónimo de muerte. La idea no está mal y la película evoluciona conforme avanza el metraje hasta acabar convertida en un generoso slasher con todo tipo de excesos gore propios del género que tenemos ante los ojos. En ese aspecto la cosa mola bastante, no escatima en esfuerzos y detalles de originalidad como el nido arbóreo, amén de los truculentos. Aun así los obligados saltos de fe que exige el film, ¡que son menores frente a adultos!, hacen que pierda un poco de credibilidad. En fin, peli festivalera que se disfruta en una sala grande repleta de gente ansiosa por algún exceso sangriento.

Cartel de CUB para el mercado USA
Cartel de CUB para el mercado USA

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Toca hablar de otra de esas que se ha podido ver en la nueva edición del Festival de Sitges. Se trata de Oculus (2013), film de terror sobrenatural del año pasado, aunque se estrenó en abril de este en USA, rodado por Mike Flanagan y que versa sobre un familia que se va al traste por culpa de un espejo con unos antecedentes algo más que siniestros. Protagonizada por tres rostros sobradamente conocidos, Karen Gillan, Katee Sackhoff y Rory Cochrane, además de la posible nueva estrella Brenton Thwaites, la película del señor Flanagan podría ser mucho más resultona si el modo paranoia que con el que arranca en su tercer acto fueran la tónica explotada, tampoco en exceso, a lo largo del resto del film. El tema es que el metraje transita por unos primeros 50 minutos complejos de aguantar donde el espectador es vapuleado sin compasión por dos momentos diferentes en el tiempo… el presente y el pasado de la familia Russell. Igual una dedicación excesiva para explicarnos la problemática del famoso espejo, esos primeros achaques familiares causados por lo que este oculta se dilatan en el tiempo cosa fina, que luego deriva en un inquietante juego de paranoia, una prometedora falsedad visual y mental que ayudan a que uno se desquicie tanto o más que los propios protagonistas. En fin, curiosa, termina más potente de lo que arranca, el momento bombilla te llega al alma, y merece un vistazo aunque tampoco es que sea para echar cohetes.

Uno de los carteles de Oculus
Uno de los carteles de Oculus

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