Hace ahora un par de semanas pude ir al cine a ver Boyhood (Momentos de una vida) (Boyhood, 2014), la última película del curioso y peculiar Richard Linklater, y de paso una de las más sonadas sorpresas de este año cinematográfico… o eso prometía tras su presentación en Sundance o su pase en la Berlinale. Sentarse en una butaca y ver Boyhood podría, con respeto, extrapolarse a similares experiencias en otros medios como por ejemplo seguir una serie de televisión que al modo “Cuéntame cómo pasó” (2001-¿?) te narre la vida de una unidad familiar durante un buen número de años, centrándose en la normalidad y evitando todo sea dicho las peripecias, los absurdos y las situaciones imposibles, o leerse alguna saga literaria donde el protagonista crezca y madure a lo largo de la narración sin interés por contarte nada en especial, sencillamente cómo pasa el tiempo y cómo cambia o permanece su entorno. El punto diferente, ese que otorga a Linklater el resultar especial, consiste en aglutinar a lo largo de tres horas esa normalidad, la vida de cualquiera de nosotros en pantalla grande con el detalle de que los personajes han ido creciendo, cambiando y evolucionando a lo largo de los 12 años que ha durado esta aventura cinematográfica.

Linklater saca todo el jugo a veteranos como Ethan Hawke o Patricia Arquette, que se adaptan al rol por ser quienes son, y se sirve, muy arriesgada la jugada, de la autenticidad de Ellar Coltrane y su propia hija Lorelei Linklater. El caso del primero es de esos que vale la pena denominar como uno entre un millón ya que Coltrane crece, pasa por diferentes etapas de su vida y se muestra de forma natural ante el reto de haber rodado algo durante el tiempo meditado por Linklater. No hay nada especial en el film. Situaciones tan habituales como vivir en un sitio y un día tus padres encuentran un nuevo destino en otra ciudad y a mover todos los bártulos (ni te lo planteas), ese trabajo de verano con el que te sacas unas perras para algún capricho, salir de noche con tus amigos y tomarte unas copas, esa chica que te gusta, las discusiones en casa, el día que terminas el colegio o el que te vas a la universidad… en fin, una vida normal, sin nada fuera de lo corriente pero que con el personaje encarnado por Coltrane como centro de las miradas se hace especial e incluso natural. El lado opuesto sin embargo es el de la buena de Lorelei. Si bien con el "hijo" Linklater logra explotar un personaje verdadero aunque con poca sangre, no todo el mundo es hiperactivo y una fiesta toda su vida, la "hija" le sale rana, o no. Bueno o malo Lorelei es de una forma en su infancia y de otra en su adolescencia. Parece que de estar encantada pasó a odiar la idea, pero ese punto juega a favor del film dejando claro que los introvertidos también pueden funcionar en un conjunto narrativo como este.

En definitiva, una película diferente, puede que demasiado normal y nada elocuente. Al final es como ver esos álbumes de fotos familiares que están casa de nuestros padres y en donde podemos recordar una buena parte de nuestra vida.

Cartel de Boyhood...
Cartel de Boyhood…