Opinión


Ayer fue el día seleccionado para, junto a un noble grupo de amigos, echar un completo vistazo a Transformers: Revenge of the Fallen (2009), titulada en España con media fortuna como Transformers: La venganza de los caídos. Da la sensación que una vez vista la película el elemento gramatical número se antoja importante.

¿Qué decir?… pues el primer pensamiento que se me vino a la cabeza una vez comenzaron a circular los títulos de crédito fue que el exceso por el exceso nunca es buen compañero. Michael Bay es un director normal, no mediocre pero bastante normalito. Hay que reconocerle que es un maestro, o el maestro, en el uso del artificio, en el manejo de los efectos digitales y de las historias repletas de explosiones, brincos, movimientos imposibles o planos frustrantes. Hace un par de años sorprendió con Transformers (2007) al lograr ofrecer dos horas y pico de acción a raudales donde los conocidos personajes de Hasbro, luego cómics de Marvel y serie de televisión, daban el salto a la gran pantalla gracias a las más avanzadas técnicas de efectos digitales salidas de la gran factoría Industrial Light & Magic. La película era fresca, ciertamente novedosa por los sorprendente de sus efectos, nos descubrió a Megan Fox y, en definitiva, gustó bastante. Yo la disfruté y vi en un producto Bay algo más que la habitual sobrecarga visual… el film contaba con una historia pegadiza, escrita por Roberto Orci y Alex Kurtzman, que acompañaba correctamente lo que se mostraba en pantalla, robots de dimensiones imposibles zurrándose de lo lindo. Casi sin tiempo a descansar Bay volvió a la carga, más de 700 millones de dólares tuvieron la culpa, y se puso a anunciar la segunda parte de esta prolífica saga.

Póster de Transformers: Revenge of the Fallen

En primer lugar, se ve que Orci y Kurtzman, ayudados ahora por Ehren Kruger, recibieron una oferta y, sin muchas ganas, decidieron realizar un trabajo bastante menor y que hace ver con mejores ojos a su predecesora. Junto a esto, algo que deberían enseñarle a Michael Bay es el significado de la palabra mesura. No puedes sobrecargar descontroladamente al espectador con millones de escenas de efectos digitales, donde sigue siendo harto difícil distinguir quien es el bueno y quien es el malo, menudo mareo, y donde, esto no lo llego a comprender, un gran protagonismo se lo llevan actores de medio pelo como son Josh Duhamel y Tyrese Gibson. Bay sigue apostando por aquello en donde se siente como pez en el agua: el exceso, los giros, la destrucción descontrolada y los primeros planos a cámara lenta donde elementos gigantes se mueven de fondo – la escena de Megan Fox con las aspas del helicóptero por encima son el mejor ejemplo. Luego llega el uso de los transformers… por un lado excesivo, incontables los Decepticons que aparecen sin ton ni son para llenar la pantalla de tuercas, válvulas y pistones, y por el otro se queda corto, pocos planos para Ratchet, Ironhide o Sideswipe…. de hecho parece que solo tenemos 4 autobots en toda la película: Optimus Prime, Bumblebee y los hermanos Calatrava, digo los gemelos Skids y Mudflap.

De los 150 minutos que IMDB dice que dura la película, los primeros 45 minutos fueron bastante insufribles y no llegué a pillarle el truco al penoso batiburrillo de diálogos sin sentido que resultaban pobres y carentes de sentido. El chascarrillo inmediato es bueno, mucha atención al coche teledirigido decepticon que es de lo mejorcito, pero lograr hacer una secuencia eterna cómica es complejo y Bay no es el mejor para estas tareas. El periplo de Sam Witwicky, cansino Shia LaBeouf, por la Universidad de los bellezones imposibles es el no va más del tedio. Primero por los personajes de los padres, personalmente el momento de los Witwicky interpretados por Kevin Dunn y Julie White fue en el 2007, y segundo por lo absurdo que resulta todo lo que ocurre. Eso si, mucha atención a la rubia australiana Isabel Lucas, imponente mujer que volverá en la interesante Daybreakers (2010). Luego llega el mejor momento de la película, los planes de los Decepticons con The Fallen y Megatron a la cabeza salen a la luz, y el retorno del genial John Turturro le aportan cierta calidad al montante final. De ahí pasamos nuevamente al caos, al exceso, a la sobrecarga, al frenetismo de la cámara, a giros y giros y giros y giros hasta acabar mareado, a más decepticons ansiosos por destrozar, a la confusión y al desmadre que resulta Devastator. Bay no sabe hacer nada más que eso y rodar secuencias de tropas americanas haciendo su trabajo en destructores, portaaviones, incursiones en Egipto y centros de mando de color azul llenos de pantallas con tecnología de satélites punta.

Megan Fox posando

Mención especial merece el uso, porque no se le puede llamar de otra cosa, de Megan Fox. Planos de su culo, planos de sus pechos, planos de sus labios, planos de su turgente cuerpo en poses a cada cual más atrayente, cámara lenta corriendo, cámara lenta suspirando, frases incendiarias, vestida de cuero, vestida de blanco, vestida con short y camiseta de tiras. Lo hace todo, posa, corre, embelesa, encanta y pone caliente a todo lo que se mueve… a todo! En parte se han pasado.

En definitiva… ¿vale la pena verla? Pues al gusto de cada uno, si y no. Muchos se preguntarán ¿qué esperabas? Pues la verdad, nada, aunque Transformers fue una película mucho más inteligente que esta y sobre todo más entretenida. Podían haberla pensado un poco más.

 NOTA  De coña la cercanía entre Petra y las pirámides de Keops, Kefrén y Micerinos.

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Una de las sagas más famosas de la ciencia ficción moderna palideció cuando Terminator 3: la rebelión de las máquinas (2003) de Jonathan Mostow llego a los cines a principios de esta década. Tras varios años de genialidad, John D. Brancato y Michael Ferris ofrecieron un film menor aunque entretenido, pero que no pasaría a la historia por lo mismo que sus predecesoras, la imponente y sorprendente Terminator (1984) y la superlativa y mágica Terminator 2: el juicio final (1991). James Cameron, creador de la saga junto a su por aquel entonces esposa Gale Ann Hurd, optó en aquel 2003 desligarse de la idea de Brancato y Ferris. No confiaba en la idea, no lo tenía todo de su lado y el resultado fue el que fue. Pasaron los años y dos jóvenes productores decidieron que era el momento y la oportunidad de hacer revivir bajo un punto de vista completamente diferente la famosa saga. Derek Anderson y Victor Kubicek, propietarios de The Halcyon Company, llegaron a un acuerdo con Warner Bros. para que ideas que se quedaron en el tintero de Brancato y Ferris para una cuarta parte sirvieran de continuidad para relanzar la saga. En estas nació Terminator Salvation (2009), otrora conocida como Terminator Salvation: The Future Begins, con gente de peso como McG a los mandos o Christian Bale, Sam Worthington, Helena Bonham Carter, Bryce Dallas Howard y el en boga Anton Yelchin como grandes figuras del reparto. Durante muchos meses hemos sido golpeados con numerosas dosis de diseños, múltiples avances, diferentes sinopsis y terribles spoilersJames Cameron les dió su beneplácito hace unos meses por el trabajo realizado. ¿Y ahora qué?

Uno de los carteles de Terminator Salvation

Terminator Salvation es sin duda un film la mar de entretenido y descaradamente disfrutable. De todas formas no me ha llegado a convencer su tratamiento ya que se aleja de manera descarada de la original forma narrativa de los tres primeros films de la saga. La película debe ser vista no tanto bajo el exclusivo concepto del Terminator y más el de una fusión de este con el de la verdadera Skynet contra la raza humana. De hecho ya lo dice John Connor (Christian Bale) en alguno de esos tediosos planos que nos ofrece… "algo ha cambiado, no es el futuro del que me advirtieron". Nunca pudo estar más acertado. Terminator Salvation apuesta más por la grandeza de unos efectos especiales impresionantes, secuencias de acción perfectas y, vistos los 115 minutos, muy pero que muy pocas sorpresas. Queda claro desde un principio que quien corta el bacalao es Marcus Wright (Sam Worthington), un gran personaje que deja al icónico John Connor en un segundo plano que por momentos aburre tela marinera… Christian Bale sigue confirmando que es capaz de lo mejor pero también de lo peor. De ahí en adelante la película da para alucinar un rato con portentosos modelos terminator, persecuciones a velocidades de infarto, combates aéreos molones y una visita al núcleo verdadero que tantas veces habíamos imaginado… las grades fábricas de terminators que Skynet dirige con rigor matemático y computacional. La producción es de una factura intachable y McG ha logrado hacer algo que nunca se había propuesto… cine a ritmo normal que no marea con tanto movimiento de cámara. La famosa fanfarria de Brad Fiedel queda embebida en un score de Danny Elfman que con fuerza y reminiscencias electrónicas a Spider-Man (2002) o El planeta de los simios (2001) decora con gusto todas las secuencias del film.

La historia no está del todo mal. John Connor se encuentra en un futuro que no es el que esperaba. Durante muchos años su madre y todas las señales que llegaban del futuro le descubrían como líder de la humanidad en su perdida batalla contra las máquinas. Esta vez Connor es uno más, cabeza visible de su unidad de combate pero nunca tomado en serio por los de rango superior. ¿Dónde han quedado las múltiples premociones apocalípticas que le transmitió su padre, le contó Sarah y le confirmó un T-800 que estuvo a su servicio? En medio de la historia tenemos a Marcus Wright, personaje fundamental y clave de este primer episodio de una probable trilogía. El futuro se viste de batalla, un enfrentamiento total entre hombres y máquinas por la libertad de los primeros y la destrucción de los segundos. Los supervivientes al Apocalipsis nuclear son cazados y cosechados con esmero para ser estudiados y más adelante eliminados. Una segura primera señal nos adentra casi con seguridad en el futuro que nos contarán en las siguientes partes. Tiene toda la pinta que se confirmará finalmente el futuro descrito en las narraciones que Sarah Connor trasladó a su hijo.

En definitiva, entretenida y dinámica pero con un guión bastante desigual, un pelín plano cuando se refiere a secundarios fatalmente aprovechados y sin embargo bastante llamativo cuando se trata de narrar el destino del personaje protagonista, Marcus Wright. En taquilla no está yendo todo lo bien que se esperaba y quizás lo tan alejado de la idea que tenía la gente de lo que debería ser un film de Terminator le esté pasando una importante factura. Lo que queda claro es que necesitaremos por lo menos otra parte, o un par, para que la cosa tenga sentido y madure como debe.

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Señores y señoras, niños y niñas, público en general. Reserven un par de horas de su vida y pásense sin dudarlo por los cines de su ciudad a disfrutar de uno de los blockbusters más emocionantes y entretenidos del año. Si, estoy hablando de Star Trek (2009), el renacimiento a todo lo grande de una de las grandes sagas espaciales de la historia del cine que ha realizado el niño mimado de Hollywood, el siempre juguetón y artista de la parafernalia J.J. Abrams. Algo que debe dejarse claro antes de comentar detalles de esta película es que cuando un grupo de amigos que saben manejar a las masas se une para relanzar una saga como Star Trek el resultado tiene que ser, como poco, bueno. Con J.J. Abrams a los mandos del proyecto, el productor Damon Lindelof aportando su visión y los modernos guionistas Roberto Orci y Alex Kurtzman poniendo sus mentes a trabajar, el día que Paramount Pictures llamó a sus puertas para ofrecerles dar un nuevo giro a la longeva y desgastada franquicia espacial la compañía sabía lo que iba a obtener… un pelotazo, una lavado de cara para un sello con una ingente cantidad de seguidores y una nueva puerta abierta a triunfar, económicamente hablando, con merecimiento.

Cartel final de Star Trek

La realidad es esa y no hay mucho que rascar, Star Trek es una buena película y se disfruta desde el minuto uno a los créditos finales. Ya de inicio la cosa empieza de manera rompedora. El intrigante Abrams nos ofrece una secuencia inicial de una intensidad y calidad emotiva que ya te llama a permanecer pendiente de todo lo que ocurra. Así de sopetón se labra el nuevo origen de James Tiberius Kirk con el fatídico destino de la USS Kelvin comandada por el Capitán Robau (Faran Tahir) de fondo. Conocemos la épica valentía del padre del futuro héroe, George Kirk (Chris Hemsworth), y disfrutamos de un arranque sencillamente genial donde el derroche de efectos nos abre los ojos para relamernos con lo que nos espera hasta el final. A partir de ese punto pues lo mejor es ver la película, Kirk crece, se alista como cadete en la Federación Espacial, se embarca en la USS Enterprise capitaneada por Christopher Pike (Bruce Greenwood) y se encuentra ante el primer gran reto de su atareada vida… hacer frente al siniestro y enfadado con todos romulano Nero (Eric Bana).

Hay que rendirse ante el gran trabajo de guión realizado por Orzi y Kurtzman, pero hay que ver el buen hacer de dirección de J.J. Abrams. De manera limpia y sin agobios nos introduce en la vida de todos los personajes cruciales de la saga. Tanto James T. Kirk como Spock, acertadísimos Chris Pine y Zachary Quinto, se llevan la palma en cuanto a dedicación, pero de igual importancia son las decisiones que marcan el devenir del film y que toman Nyota Uhura (Zoe Saldaña), Pavel Chekov (Anton Yelchin), Hikaru Sulu (John Cho), Leonard ‘Bones’ McCoy (Karl Urban) y Scotty (Simon Pegg). Si, Abrams define como debe ser la historia, centrándose principalmente en la socarronería, bravuconería y competitividad de Kirk al mismo nivel que la humana diligencia vulcaniana de Spock, pero dejando momentos vitales en manos del resto del equipo que tanto han marcado a los aficionados a lo largo de más de 40 años. Luego combina para hacer el film mucho más llevadero intensas dosis de acción, momentos de dolor y secuencias de humor que agilizan mucho más los 126 minutos de metraje. Es tal la frescura de la película que uno no nota las más de dos horas de duración. Pero claro, no todo en este mundo va a ser bueno y, por necesidades de la historia, J.J. Abrams se ve obligado a enlazar detalles que, forzados y metidos con calzador, se nos antojan necesarios para poder llevar a buen término el resto del proyecto. Como colofón a todo lo visto el escalofriante minuto final antes de los créditos donde, tras una mítica secuencia, suena la renovada fanfarria creada por Alexander Courage y arreglada esta vez por Michael Giacchino. Eso si, creo que hay demasiado "Perdidos" (2004-2009) y Cloverfield / Monstruoso (2008) en la nueva banda sonora.

¿Y ahora qué? Pues personalmente espero que Paramount Pictures sepa lo que tiene entre manos, que sea respetuoso con las peticiones y que confíe en todo el equipo tras el film. Un segundo episodio de este renacimiento es obligatorio y sería deseable que tanto Abrams, como Lindelof y el par Kurtzman / Orci , además de todo el reparto, estuvieran detrás del mismo. Si todo sigue igual tendremos Star Trek para rato!

Ojo, me gustaría saber que opina un trekkie de verdad del film. Hay licencias, aspectos nunca antes planteados y personajes de corte más cómico que otros que pueden considerarse vilipendiados con respecto a la serie y film originales. ¿Cómo lo veis?

Larga vida y prosperidad.

(Saludo vulcaniano)

 NOTA  A ver si alguien le regala a George Lucas una entrada de cine para ver este film. La entrada acompañada por una nota que diga "lo que pudo ser y no fue".

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Pues si, ya tenemos el primer blockbuster del verano entre las manos y tras toda la polémica montada entorno al mismo, primero por las desavenencias entre el director y los productores, segundo por las imágenes desconcertantes de los villanos a tener en cuenta y tercero, y más importante, por la filtración de la famosa workprint que a más de uno a dado algún quebradero de cabeza, lo visto es sencillamente descorazonador. No es por nada, pero este año todo lo que toca la 20th Century Fox se está convirtiendo en lo contrario a las expectativas creadas.

Hay que reconocer que X-Men Origins: Wolverine / X-Men orígenes: Lobezno (2009) de Gavin Hood no es una mala película, de hecho es hasta cierto punto entretenida y disfrutable si uno no pretende nada más que ver cine palomitero que no exija nada fuera de lo normal. Pero la verdad esconde una realidad alejada del héroe comiquero que, por su ausencia, resulta inaceptable y, cuesta decirlo, patética. El refranero popular está repleto de consejos que la Fox no se ha sentado ni siquiera a sopesar. "Nunca pongas todos los huevos en la misma cesta" o "el que mucho abarca poco aprieta" deberían ser los dos nuevos lemas de cabecera que la importante compañía debería imprimir en su próxima campaña de renovación de imagen. Y es que no se puede pretender que en 100 minutos de metraje uno pueda ofrecer, por lo menos, algún detalle interesante para un montante de más de 10 personajes con protagonismo obligado. Enumeremos: Logan / Lobezno (Hugh Jackman), Victor Creed / Dientes de Sable (Liev Schreiber), William Stryker (Danny Huston), John Wraith (Will i Am), David North / Agente Zero (Daniel Henney), Frederick J. Dukes / La Mole (Kevin Durand), Kayla Silverfox (Lynn Collins), Chris Bradley / Bolt (Dominic Monaghan), Remy LeBeau / Gambito (Taylor Kitsch), Wade Wilson / Masacre (Ryan Reynolds), Weapon XI (Scott Adkins), Scott Summers (Tim Pocock) o Emma Frost (Tahyna Tozzi) tienen por lo menos 4 o 5 minutos de protagonismo. Por lo tanto, más de una hora de película ya te la pules explicando las vicisitudes de todos estos personajes y las diferentes relaciones que hay entre cada uno de ellos. Quitamos los títulos de crédito del principio, bastante logrados, más los finales y… ¿qué nos queda? Pues poco más de media hora para intentar hacer encajar todas las piezas del cada vez más complicado puzzle. Si a esto le sumamos que X-Men Origins: Wolverine / X-Men orígenes: Lobezno es una de las piezas más aberrantes de postureo para el lucimiento de Hugh Jackman pues tenemos algo que ya no encaja.

Cartel de X-Men Origins: Wolverine

El film transita a trompicones por toda la vida ¿conocida? de Logan, el mutante conocido como Lobezno. Desde sus orígenes descubriéndose hermano bastardo del mismísimo Victor Creed, pasando por su inclusión en el atrayente y poco aprovechado programa Arma X y terminando con la justificación más pobre jamás imaginada para poder enlazar esta especie de precuela con la añorada X-Men (2000) de Bryan Singer. Si bien la mala baba de Victor Creed me ha encantado, creo que el personaje es fabuloso pero injustamente no aprovechado, las apariciones de Wraith o Gambito se me antojan tristes. El primero no aporta nada y el segundo está metido con calzador de una manera un poco bochornosa. Lo mismo ocurre con la Mole, mira que puedes sacarle jugo a este icónico personaje… aquí nada. Lo del Agente Zero es desproporcionado, lo mismo que el uso de Scott Summers, Emma Frost o la, de manera contraria, completa ausencia de Bolt, otro de esos personajes que no sabes ni para que han sido utilizados. Pero claro, todo esto que es en cierta manera criticable por estar mal aprovechado pasa al lado de las cosas positivas una vez se descubre el amago de Masacre que se han sacado de la manga David Benioff, un guionista que no aporta nada interesante, y Skip Woods, uno que vive de réditos pese a lo mal que lo ha hecho en el pasado. Ahí está el verdadero problema… Benioff y Woods han querido ser el no va más, colocarse a la par de Michael Bay y sus Transformers, y ofrecer un film mutante coral más grande que X-Men, que X-Men 2 (2003) y que incluso X-Men 3: la decisión final (2006). Una muy mala idea.

No quiero entrar a desvelar nada y estoy mordiéndome la lengua para no hacerlo con ganas. Solo diré que es alucinante lo de Silverfox, me parece bochornoso como justifican las cosas, que lo de Stryker es tronchante, el momento pistola y munición fue el hazmerreír de la sala, y lo de los finales sorpresa diferentes tras los títulos de crédito, otra jugada más de la compañía productora para que la gente acuda al cine, es calamitoso. Por ahora en España parece ser que todos vemos el mismo, pero el otro que circula por la red es para partirse de la risa por lo que realmente implica… lo voy a decir, inmortalidad! ¿Pero en que narices estaban pensando los guionistas? (tengo que confesar que no conocía esa capacidad).

Antes de despedirme por hoy reconocer la gran jugada mediática de la 20th Century Fox. El film, por la buena campaña publicitaria, se colocará en lo más alto de la taquilla mundial este fin de semana aunque con los estrenos que tenemos a continuación dudo mucho que se mantenga ni siquiera en los primeros puestos. El globo de casi 90 millones de dólares solo en USA perderá aire conforme pasen los días y lluevan opiniones acerca del film. Menudos palos le están dando.

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No se ni como me he dejado convencer. Os he hecho caso y, armándome de valor y muchísima paciencia, he decidido perder cerca de hora y cuarto para ver Dragonball Evolution (2009), 76 minutos cronometrados hasta el inicio de los créditos finales. Una vez rematado el metraje de este simulacro de film se me plantea una importante pregunta que debería ser realizada en cierto despacho de una singular oficina de algún céntrico edificio de New York, Rupert Murdoch déjate ver! La verdad, no se en que momento de demencia Akira Toriyama dio su brazo a torcer para que Stephen Chow, James Wong y la otrora respetable 20th Century Fox le convencieran de llevar a la gran pantalla semejante adaptación, si se le puede llamar así, del famoso manga. Es atroz todos los sentidos!

Algo que me coge totalmente por sorpresa es que incluso antes de comenzar esta secuencia de fotogramas sin sentido, tengo que reconocer que igual me he perdido algo desde mis tiempos mozos de serie televisiva, se plantee una relación directa entre los ¿dioses? Ozaru y Lord Piccolo, ese gran señor de la guerra que… perdón, ¿desde cuando dominaba al gran mono?  La sorpresa sigue in crescendo en ese momento en el que Goku habla directamente de namequianos que invadieron la tierra ¿desde que momento sabe Goku de la existencia de estos seres? En fin, corramos un tupido velo. Nuestro protagonista, un amago de Justin Chatwin, vive con su abuelo cebolleta Gohan, Randall Duk Kim, en medio del campo de una grandiosa ciudad de sabe dios donde. Con él aprende la técnica de la grulla o  la de la berenjena pizpireta. Todo esto le sirve para ser machacado por unos cuantos compañeros de instituto recién salidos de una serie al modo "Al salir de clase" (1997-2002). Más salido que la esquina de una mesa, Goku le pregunta a su propio abuelo que se deje de tanta parafernalia marcial y le enseñe técnicas de ligoteo, nuestro protagonista acude a una fiesta en casa de una lozana Chichi (Jamie Chung) y demuestra que de algo sirve todo lo que su abuelo le obliga a aprender. Dejando estas sutilezas de la historia para otro momento, Lord Piccolo, un James Marsters que sale poco o nada y casi siempre en primeros planos, se carga a Gohan. Este es el punto en el que la búsqueda de las Bolas del Dragón comienza a tener un pelín de sentido, si es que en algún momento lo llega a alcanzar la película.

Póster de esta cosa

En fin, la magna obra de Wong, supongo que Toriyama renegará cuando vea el resultado, está repleta de paridas tan penosas que asusta de solo plantearlas. El modo Palantir de las Bolas del Dragón que permiten ver a Goku retazos de su vida olvidada o del futuro es para quedarse sin palabras. Que Piccolo seque un lago y se pasee por el lodazal cual pescador buscando una bola en vez de hacer uso de secuaces, que todo sea dicho no valen ni para forrar pelotas, es tristísimo. La guasa que se trae el maestro Mutenroshi, que bajo has caído Chow Yun-Fat, tampoco tiene gracia. Yamcha (Joon Park) también es de pega, tanto como el sorprendente torneo de artes marciales en el que se nos introduce a velocidad de vértigo y sin ningún propósito más que sacarnos a la velocidad del rayo del mismo. Todo esto desemboca en una retahíla de efectos de índole simiesca, realizados con cuatro duros, y que vienen a ligar de la mejor manera posible el desaguisado montado por el guionista, bravo Ben Ramsey, los productores y todo elemento que haya tomado decisiones sobre esta adaptación.

Triste, pobre, deleznable, patética, chorra, penosa, pérfida, pútrida, casposa, truño del tamaño de un 8000, salchichera, mala hasta decir basta, sonrojante, torpe, miserable, insuficiente, funesta, desesperante, fatal, mortecina, deplorable, mugrienta y de infausto recuerdo. Así es Dragonball Evolution. Espero que no hagan una segunda parte porque, o cambia muy mucho, o puede ser lo peor.

No se que más se puede decir. Creo que he ganado un par de dioptrías de solo verla. Eso si, pasarán a la posteridad esas grandes frases salidas de los magistrales lápices del desde ahora azote Ben Ramsey. "Que me llame Chichi no quiere decir que sea idiota", "para ser yo mismo debo ser dos", "saca el goku que hay en ti" o "Dragón, la prueba de las siete ha sido superada". No se salva nada, ni la guapa Emmy Rossum como la procrastinadora Bulma.

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Cada maestrillo tiene su librillo y Alex Proyas tiene uno tomo forrado de cine a su medida alejado de los grandes estudios comelotodo de Hollywood. El no muy prolífico director, lleva casi 15 años trabajando por la ciencia ficción moderna y no es que tenga una filmografía para tirar cohetes en cuanto a cantidad, es sin embargo uno de los mejores representantes de la originalidad y el buen hacer con los medios bastante justos. Tras poner una muy personal pica de tintes oscuros y góticos en sus anteriores proyectos, el film comiquero El cuervo (1994), la fantástica y de culto Dark City (1998), o la no tan fabulosa Yo, robot (2004), el director nacido en Egipto pero de mayor presencia griega y australiana nos presenta su nueva incursión en la ciencia ficción moderna… la saludable y muy disfrutable Señales del futuro (2009).

Póster español de Señales del futuro (Knowing)

Dejando claro que no se trata de su mejor película, la cima alcanzada con Dark City siempre será difícil de superar o incluso simplemente alcanzar, Señales del futuro es un ejemplo de buena ciencia ficción, con una dosis de tensión que manejada con habilidad no deja respirar al espectador durante las dos horas de duración, y donde se nos ofrecen alguna de las secuencias más impactantes vistas en el cine desde hace mucho tiempo. La historia nos lleva a mediados de los años 50. Una joven niña con algún tipo de problema anota en un papel una serie de números sin mayor sentido que acaban formando parte de un proyecto escolar en forma de cápsula del tiempo. Pasan cinco décadas, celebraciones varias, y una casualidad lleva al profesor del MIT (Instituto Tecnológico de Massachusetts) John Koestler, un muy notable Nicholas Cage en uno de sus mejores papeles de los últimos años, a descubrir en la inconexa lista numérica un patrón oculto de letales consecuencias. En un momento de tormenta de ideas regada con whisky, Koestler descubre que ciertas secuencias aisladas de la larga lista coinciden siniestramente con fechas de grandes desastres y atentados con destacadas cifras de muertos entremedias. Desde este punto Proyas nos lleva a la desesperada búsqueda de las razones que explique lógicamente el patrón numérico encontrado y las consecuencias que traerá… la lista no ha alcanzado su fin y todavía contiene tragedias futuras.

Proyas vuelve a ofrecer un producto de autor, muy personal y que circula entre el terror de mejor sello, sorprende este punto, y la ciencia ficción más trabajada. El guión del escritor Ryne Douglas Pearson, Juliet Snowden y Stiles White, basado en una idea del primero, viene a levantarnos el ánimo y seguir creyendo que las ideas originales y totalmente convincentes son todavía posibles. Sin grandes artificios, apoyándose más en la quietud y la desesperación por el desconocimiento a lo que nos depara el futuro, además de contar con secuencias de efectos digitales bastante impactantes, Señales del futuro te mantiene en tensión y agarrado a la butaca del cine, intentando saber hacia donde quiere llevarnos el director sin ofrecer un ápice de información que nos acabe por desvelar la verdad del secreto oculto en la secuencia numérica. Eso si, todo lo bueno que nos ofrece Señales del futuro podría ser considerado casi perfecto si el film durara 5 minutos menos. Me cuesta comprender como la veteranía no es un grado en el cine mundial, hay veces que en este arte lo mejor es no explicar, hacer uso del manido MacGuffin y dejar al espectador con la boca abierta y con esa sensación de… "joder como ha molado". Proyas habría firmado un mejor film si no hubiera querido justificar las razones y hubiese optado por ofrecer un drástico fundido en negro. Id a verla, un buen entretenimiento para ir cerrando la Semana Santa.

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 AVISO  Por favor, si no has visto la película vete a verla cuanto antes y si no has leído el cómic vete a comprarlo y disfrútalo con calma. Esta opinión acepta spoilers porque creo que son necesarios para discutir a todos los niveles que el film merece.

Igual que ocurriera en 19861987 cuando DC Comics publicó en 12 entregas el cómic de Alan Moore y Dave Gibbons, el 6 de marzo de 2009 marcará un punto de inflexión dentro del mundo del cine comiquero tras ser estrenada Watchmen (2009) de Zack Snyder, la rigurosa adaptación de la significativa novela gráfica. Si bien este punto de inflexión se debe a la propia complejidad y marcada diferencia de la obra de Moore y Gibbons con respecto a la habitual línea de los films de superhéroes, lo obstinado de Snyder por ser siempre fiel, hasta el extremo en ciertas ocasiones, hace que el 99% de la obra gráfica esté presente en la versión en pantalla grande, un trabajo encomiable. Watchmen es una gran obra, con una historia fabulosa que llevada al cine ha encajado como un guante de seda en el mejor estilo del thriller, el cine de conspiraciones y el utópico mundo de los superhéroes. Con el salto al celuloide ha ganado un gran aliado que dará a conocer la obra a una nueva generación de admiradores del cómic.

Póster español de Watchmen

Junto a The Dark Knight / El caballero oscuro (2008), Watchmen da un paso más en el camino que demuestra que el cine basado en viñeta y grapa puede ser mucho más que músculo y efectismo. Watchmen no es un film de superhéroes, aunque los tenga, y se centra más en mostrar la ucronía de un grupo de héroes ocultos que en el pasado fueron pieza clave del día a día en las ciudades donde residían y que en el presente de 1985 deben permanecer ocultos sin actuar porque la ley se lo impide. En plena crisis mundial con la Guerra Fría a punto de desembocar en un enfrentamiento nuclear entre Estados Unidos y la Unión Soviética, el asesinato de uno de estos "vigilantes" llevará a que el único que sigue en activo, pese al impedimento legal, investigue el crimen de su viejo compañero convencido que alguien quiere acabar con los enmascarados ahora retirados. En este punto arranca una historia donde conoceremos la desagradable vida de Edward Blake a.k.a. El Comediante (Jeffrey Dean Morgan) y las vicisitudes de sus viejos compañeros: Jon Osterman a.k.a el Dr. Manhattan (Billy Crudup), superhéroe oficial, empleado del gobierno y único ser en la tierra con poderes sobrenaturales debidos a un error en un fatídico experimento nuclear, Laurie Jupiter a.k.a. Espectro de Seda II (Malin Akerman), pareja sentimental de Manhattan, Dan Dreiberg a.k.a. Búho Nocturno II (Patrick Wilson), héroe retirado y único que parece mantener relación con todos sus viejos compañeros, Adrian Veidt a.k.a Ozimandias (Matthew Goode), el hombre más inteligente del mundo y propietario de un imperio comercial, y Walter Kovacs a.k.a. Rorschach (Jackie Earle Haley), el auténtico investigador de la conspiración contra los Watchmen.

Zack Snyder y su equipo ha sabido reflejar a la perfección el desalentador universo paralelo de esa hipotética era donde la presidencia de Richard Nixon parece llegar a su fin con un holocausto nuclear que acabará con el mundo entero. El film puede parecer lento pero es que la realidad es esa, la novela es difícil de leer y demasiado densa como para que transcurra como si no te enteraras. Las interioridades de los personajes, sus miedos al presente, recuerdos de viejas hazañas y secretos del pasado que deben permanecer ocultos, hacen que el espectador admire el verdadero sufrimiento de alguien que acostumbrado a ser glorificado ha tenido que pasar al más auténtico anonimato. Visualmente es una perfecta traslación de la viñeta al celuloide. No hay nada como volver a echar un vistazo a cómic en nuestras casas y admirar el superlativo trabajo fotográfico de Snyder. La película no pretende aportar nada más a la historia escrita por Alan Moore, si bien hace uso de ciertas licencias visuales en forma de violenta dureza que en el cómic no es que llegara a mostrarse, pero si intuirse. En definitiva, un trabajo a tener en cuenta y pasarse a ver alguna que otra vez para seguir buscando el perfecto trabajo de reflejo que ha osado llevar adelante Zack Snyder.

¿Y esas cosas que echamos en falta? Pues aquí no tengo más que entrar en defensa de la adaptación. El corte del director nos mostrará tanto la película con las consiguientes intercalaciones de los Relatos del navío negro, Tales of the Black Freighter (2009), y, espero, referencias a Bajo la máscara. Hacerlo en el cine hubiera sido un suicidio si no fuera optando por la división del film en dos partes, algo del todo inadmisible porque el tiempo entre cada película hubiera hecho perder el hilo de la compleja historia. El trastocado final merece un aplauso porque es sabido que el giro de la novela gráfica haría a mucha gente salir de la película aborreciendo el inclasificable final. El elegido por Snyder es muy acertado y mucho más cinematográfico que el imaginado por Moore en los años ochenta. Que si, que entiendo a los que dicen que si no lo quiere poner que no adapte la novela gráfica, pero hay que ir más allá de este detalle y pensar en el inteligente cambio y en el gustazo de poder ver / leer Watchmen en una sala de cine..

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Hace ya un par de semanas entré en modo voy a ver todo lo que me echen encima y, sin miramientos, acudí con idea de "disfrutar" de lo que podía ofrecer Ultimátum a la Tierra (2008) de Scott Derrickson. Este nuevo remake que Hollywood se saca de la manga no pasará a la historia y se unirá a la cada vez más larga lista de fracasos cinematográficos basados en ideas previas que están en la mente de todo aficionado al terror, ciencia ficción o fantasía. ¿Qué es Ultimátum a la Tierra? Pues un completo desastre, un aburrimiento como no se ha hecho en mucho tiempo y la enésima demostración de que hay gente con demasiado tiempo libre para revisar los clásicos y pocas ideas nuevas que ofrezcan algo de luz en el cine venido de USA.

Hay que reconocer que poco más se puede sacar de la idea original del clásico de la ciencia ficción que dirigió en 1951 Robert Wise. Cuando anuncias un remake y te ciñes 100% a lo que debes contar, y como, pues no hay muchas posibilidades de igualar o por lo menos acercarte al nivel de la obra de la que bebes. Nuevamente la Tierra se está muriendo y un organismo controlador de todas las galaxias del espacio se ha dado cuenta la que estamos montando y ha decidido acabar con todo ser viviente que puebla nuestro planeta. Como cabeza pensante del kit invasor tenemos a Klaatu, un soporífero y acartonado Keanu Reeves, acompañado por su ¿adlátere? Gort, un androide de dimensiones estratosféricas que engaña a la vista. Igual que en el original Klaatu es capturado, encerrado y cuchicheado por las altas esferas del dominio mundial, grupo que encabeza una desastrosa Kathy Bates, todo en ella sonroja. A diferencia de la primera versión Klaatu no quiere hablar de lo que debemos cambiar, no, aquí viene a decirnos que vamos a palmarla todos y santas pascuas… no hay redención.

Primer cartel de The Day the Earth Stood Still

De forma similar al original, mujer de por medio, Klaatu escapa de sus captores. Es en este punto cuando Helen Benson, una siempre convincente Jennifer Connelly, intenta hacer en razón al extraterrestre que podemos cambiar, que después de estropear las cosas siempre tenemos a mano un parche o remiendo para tapar esos agujeros. En su periplo de concienciación Helen lleva a Klaatu de visita para ver al Profesor Barnhardt (John Cleese), mismo personaje de la versión original pero que aquí ve reducida su participación a unos míseros 2 minutos. Barnhardt no hace entrar en razón a Klaatu y claro, Hollywood se guarda para estas cosas el comodín del niño… Jacob Benson, hijo de Helen y un militar fallecido, y que está interpretado por un cargante e inaguantable Jaden Smith, lo que hace ser hijo de. Saca de quicio, sobreactúa, resulta desquiciante y el solito, con cierta ayuda moquera de la madre, logrará hacer entrar en razón a Klaatu.

¿Y que pasa con Gort? Pues ni Klaatu barada nikto, ni secuestro de la damisela ni hostias en vinagre. Gort es esta vez un megabot humanoide que tiene la capacidad de transformar su cuerpo en polvo del desierto repleto de granitos robóticos con forma de plaga de langostas. Ala, para esto vale Gort, el destrozador. Los efectos especiales del androide tampoco son para dar saltos de alegría. Si tal mola su aparición y alguna de sus actuaciones lanzando el famoso rayo que todo los pulveriza, pero poco más. El resto de lo que ofrece Scott Derrickson no pasará a la historia. Una resolución de pacotilla, da la sensación que un impulso electro magnético en condiciones es la clave de todo, y punto. Me pregunto entonces, ¿para qué hacer remakes si no pretendes innovar y mejorar lo hecho en su día?

Ojo, la famosa secuencia de 5 minutos filtrada por la propia 20th Century Fox, aquella que cuenta como Klaatu es sometido a una sesión de maquinitis de la verdad, es sin dudarlo de lo mejorcito de la peli. Las mejores frases del visitante de las galaxias provienen de esa secuencia. Es triste ver como estudios de audiencia ofrecen este tipo de información a las compañías para así luego vender mejor un producto inmerecido en todos sus aspectos. Con esto no quiero decir que la Fox sea así de lista, Columbia, Sony, Warner Bros., Miramax, Disney, Dimension, New Regency, Paramount, Universal, Lionsgate… todas son así. Venden su producto y lo suelen hacer de maravilla. En este caso, y para un presupuesto de 80 millones de dólares, el nuevo Ultimátum a la Tierra ha cosechado mundialmente, y hasta el momento, menos de la mitad de lo invertido. Eso si, le sobran opiniones del público que la ponen a caldo. De lo peorcito del año…

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Aprovechando la tarde del 25 de diciembre, una tarde en la que por lo general suele sobrar tiempo para hacer otras cosas, he podido pasarme por el cine para ver The Spirit (2008) de Frank Miller. Sin lugar a dudas es complicado hablar de un film como este sin acabar por descontentar a alguien. ¿Es The Spirit tan malo como lo pintan al otro lado del charco? Pues si os digo la verdad no me ha parecido la gran basura que indicaban de costa a costa todos los portales de peso en USA. ¿Es por ello una película salvable? Pues triste y descaradamente no. Tengo que reconocer que no me ha disgustado, pero lo más importante es que tampoco me ha acabado por convencer, para pasar el rato y ponerla a caer de un burro…

The Spirit es una demostración de que Frank Miller no tiene ni idea de como hacer cine, los trucos para dar ritmo a un película, de como hacer diálogos fluidos, con cierta conexión y que ofrezcan un pelín de lucidez para que algo suene con un poco de sentido y no a completa tontería. En el campo del guión el trabajo realizado es un completo despropósito plagado de frases chocantes, por momentos absurdas y, mira tu por donde, tronchantes de tan malas que son. Poned a los mandos a Zack Snyder o a Robert Rodriguez y Quentin Tarantino, dejemos trabajar la adaptación del guión a gente como el propio Snyder, Kurt Johnstad o Michael Gordon, entonces podrás hacer una película con chicha, donde los personajes transmitan algo más que vacío y donde el guión y la historia te llamen para permanecer atento a la pantalla. Frank Miller debe dedicarse al arte que domina, el arte del cómic. Cosas como 300 (2007) o Sin City (2005) se deben en gran parte a su arte, a sus historias e imaginación, pero no solo a él… más bien al gran equipo que puso en funcionamiento la máquina.

Negro, rojo y blanco... los colores en The Spirit
Negro, rojo y blanco… los colores en The Spirit

Miller no sabe como funciona el cine y se pasa todo el rato despistando a la gente, mareando la perdiz con situaciones rocambolescas como la pelea inicial, una mala y extensa explicación de la relación entre The Spirit y Sand Saref, las vicisitudes del protagonista con las mujeres, su gran y permanente odio a su gran enemigo, etc. A esto le suma una maldita obsesión por el uso del estilo comiquero de Sin City haciendo de The Spirit una sincityzación o frankmillerización de la obra de Will Eisner. Vale, puede ser una buena idea por eso del aspecto visual, el aprovechamiento del gran uso de los efectos visuales para la composición. Hay que reconocer que por momentos queda genial, pero ¿no hubiera sido mejor apartarse del estilo ya utilizado para que no lastre a un proyecto que debería ser diferente? Luego tenemos el noble arte de intentar hacer un film con actores reales bebedor del género slapstick. Vale que Bruce Campbell en sus mejores tiempos con Sam Raimi como director de orquesta era capaz de eso y más, pero ni Gabriel Match y menos todavía Samuel L. Jackson son los más indicados para llevar adelante semejante intento. El estilo de la pelea inicial, larga hasta decir basta, no tiene continuidad el resto del film… entonces, ¿por qué la incluyes? The Spirit tampoco se merece ser parte de ese pastiche.

Luego el reparto. Gabriel Match como The Spirit no está mal pero los diálogos que reza son en la gran mayoría de momentos bastante penosos. Luego el villano de turno, The Octopus, un personaje nunca visto en el cómic y aquí interpretado por un agotador y ultra protagonista Samuel L. Jackson. Ambos personajes abusan del monólogo hasta la extenuación, pero lo de Jackson es de risa. Sus diálogos no tienen salvación, hay un momento en el que durante 3 minutos se pone a hablar sobre los huevos marrones de las gallinas, de lo poco que le gustan y bla, bla, bla. Luego tiene frases imposibles como ese "mortal como Star Trek", tristemente se merece un WTF como una casa. No digamos nada de la escena donde explica a The Spirit la razón de ser como es… mejor no contar nada pero lo de usar toda la iconografía nazi es el acabose. Puede que acertado por lo que transciende, pero increíble al fin y al cabo.

Psicodelia, psicotronía y LSD nazi... el no va más
Psicodelia, psicotronía y LSD nazi… el no va más

Como cierre otra de las obsesiones de Miller, y supongo que de todo el mundo… las bellas mujeres, que si son voluptuosas pues mejor que mejor. Sand Saref (Eva Mendes) es un personaje plano, impresionante en todo momento pero plano hasta decir basta, Plaster of Paris (Paz Vega) otro tanto de lo mismo, aunque Ellen Dolan (Sarah Paulson) quizás tenga un poco de vida lo de Silken Floss (Scarlett Johansson) asusta… realmente uno no sabe quién lleva los pantalones, si ella o The Octopus. Eso si, vestidos geniales, curvas peligrosas y unos escotes para perderse en ellos. El tema de Lorelei Rox (Jaime King) ya no lo controlo tanto y no se como era en el cómic, pero suena a paja mental y de las gordas.

¿Y la historia qué? Pues la historia es curiosa, The Octopus quiere hacerse con la sangre de Hércules para ser el no va más, Sand Saref quiere el vellocino de oro de Jasón porque está obsesionada con el, y en medio tenemos a The Spirit intentando en todo momento acabar con su Némesis… ni más ni menos. Muchos brincos, acción curiosa, escenas divertidas y diálogos penosos. Ahora mismo no recuerdo lo que dice el agente colega de The Spirit que está a punto de morir en el lodazal, la palabra utilizada es de coña… si un alma caritativa la recuerda se lo agradecería, eso si, es cosa del doblaje, igual que los clones que acompañan a The Octopus, palurdos y absurdos. No se por qué le dan ese acento. Incomprensible.

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Hoy, último jueves de noviembre, es Acción de Gracias en todos los territorios de norteamérica salvo México. Las noticias al otro lado del charco son pocas o nulas dependiendo del portal en el que mires. Así que aprovecharé para recuperar un post que tenía ahí pendiente y que es la opinión del último film de James Bond.

Este pasado fin de semana pude acudir de buena gana a una de las ineludibles citas cinematográficas del año, el vigésimo segundo episodio del renovado e impactante subgénero en que se ha transformado, con merecimiento, todo aquello que rodea al icónico agente 007 del MI-6 británico. Curioso es sin embargo que cuando uno visiona Quantum of Solace (2008) de Marc Forster, el resultado es lo menos cercano al idolatrado pastiche del cachivache imposible que ha sido hasta hace poco la saga. El resultado en comparación con el Casino Royale (2006) del siempre solvente Martin Campbell es inferior en cuanto a la historia, guión y profundidad de los personajes, Quantum of Solace se descubre sin embargo como un film de acción interminable donde James Bond clama venganza y no duda en matar primero y preguntar después… con más fracaso que éxito en esta segunda tarea.

Uno de los carteles de Quantum of Solace

Retomando el genial final de Casino Royale, esa escena de James Bond (Daniel Craig) avanzando todo trajeado con un rifle de asalto hacia Mr. White (Jesper Christensen) es perfecta, continuamos en la batalla personal del agente secreto por acabar con todo aquello que le recuerde a Vesper Lynn (Eva Green). Razones tiene. La clásica escena inicial, donde la espectacularidad debe primar si o si, es una interminable persecución por estrechas carreteras alpinas al borde del Lago di Garda. Un Aston Martin, aquel cuyos hermanos acabaron en el fondo del mar matarile rile rile, es perseguido a velocidad de infarto por dos Alfa Romeo por estrechas carreteras de doble sentido plagadas de camiones y Carabinieri que no saben donde narices se meten. De ahí pasamos a unos títulos de crédito que recuerdan mucho más al modelo de la era gloriosa de Maurice Binder que al renovado estilo introducido con éxito en Casino Royale. Eso si, de la potencia del tema cantado por Chris Cornell, imprescindible "You Know My Name", caemos ahora en la electrónica, y mucho más clásica, "Another Way to Die" de Alicia Keys y Jack White. No es que no mole, a mi me gusta, pero hay que reconocer que viste menos.

La película se embarca desde ese momento en una línea de continuación donde hay menos hueco para la factoría Bond y más para la idea de narrar algo que debe seguir su curso regado con actuaciones violentas. El agente secreto por excelencia decide confiar en sus investigaciones, aportando como buen empleado notas a su superior M (Judi Dench), y ver hacia donde le llevan cada una de las pesquisas que caen en sus manos. Traiciones, malos entendidos, reencuentros, tragedias y nuevas chicas Bond con mejor o menor potencial, me quedo con la inocencia de "Strawberry" Fields (Gemma Arterton) antes que con la no tanteada explosividad de Camille (Olga Kurylenko), se ven engrandecidos con toques de humor bastante negro y las primeras socarronerías de las que Sean Connery hizo gala. En cuanto al villano, pues que decir… flojo. Creo que el verdadero potencial de Mathieu Amalric (Dominic Greene) se ha quedado en la sala de las ideas. Acompañado por un segundo que no ofrece interés como en otro tiempo, pierde más fuelle con su extraño plan, todavía sigue sin convencerme, y con la participación del General Medrano (Joaquín Cosio)… una de las historias más viejas de las agencias de inteligencia secretas en USA sirve para introducirlo en materia. Sigo pensando que Le Chiffre (Mads Mikkelsen) es como debe ser un villano de una peli de Bond.

En definitiva, un film la mar de entretenido pero que nuevamente nos deja con la maldita necesidad de ver como sigue la historia iniciada en Casino Royale, porque para mi no ha terminado. No quiero despedirme sin indicar que, como fan y adorador de Bond, espero que el tiempo me de la razón y que SPECTRE (Special Executive for Counter-intelligence, Terrorism, Revenge and ExtortionEjecutivo Especial para Contraespionaje, Terrorismo, Venganza y Extorsión) tenga algo que ver con Quantum… algo no puede ser tan grande sin ser fiel a la idea original (7 letras las dos palabras, se repite una vocal 2 veces, etc.)

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