Opinión


Era cuestión de tiempo que la obra de Ernets Cline “Ready Player One” fuera una realidad cinematográfica. Era cuestión de tiempo que se pusiera en marcha el viaje virtual por OASIS a la caza del huevo de pascua ocultado por esa especie de ser visionario a la Steve Jobs llamado James Halliday (Mark Rylance). Era cuestión de tiempo que todos aquellos que vivimos la cultura pop de hace 40 años en adelante (madre mía lo rápido que ha pasado el tiempo) nos sentáramos en una butaca de cine para quedarnos con el culo pegado ansiosos por darle a la pausa cada segundo del metraje de esta adaptación. Era cuestión de tiempo que Steven Spielberg volviera a sus orígenes, al cine que más transmite ese espíritu aventurero que durante muchos años fue lo más relevante y significativo de su estilo narrativo cinematográfico. Sí, Ready Player One es lo que esperamos, más allá de que su adaptación sea más o menos fidedigna a la obra de Cline, que por otro lado es guionista y responsable junto a Zak Penn de lo que se cuenta y por lo tanto consciente de las ausencias o cambios.

Ready Player One es puro entretenimiento de principio a fin, uno que por otro lado admite tantas formas de disfrute que todavía se hace más apetecible. Pensemos por ejemplo en el modo habitual que todos practicamos en sala grande, ese en el que te sientas y tratas de meterte en una historia repleta de personajes por los que sentirás o no empatía (hasta el villano encarnado por Ben Mendelsohn mola, ni que se llamara Fratelli… bueno, es Sorrento que le anda a la zaga), y con algo más que directas referencias a films de cabecera o culto que muchos hemos visto. Todo esto favorece el hecho de que nos sintamos como en casa mientras nos bombardean los sentidos. Para este visionado, el recomendado para una primera vez, te quedarás con los elementos más superficiales que aun siendo evidentes son cientos, una retahíla de referencias musicales, cinematográficas o contextuales, que al ser tan continuadas no dejan ni una pizca de tiempo para pararse en el resto que, por proteger nuestra salud mental, deberemos obviar. Spielberg de paso juega ligas mayores, introduciéndonos de cabeza en el cine más clásico y donde predomina una secuencia tan espectacular que, o la ves en cine o la ves en CINE. No queda otra posibilidad.

Tras este primer repaso toca un segundo visionado, uno que sin embargo difícilmente podremos disfrutar en sala grande y que deberemos esperar a  hacerlo en casa. Esto se debe a que Ready Player One es un huevo de pascua en si, de principio a fin, incansable,  extenuante y no apto para todos los públicos… no da puñetero respiro. ¿Y eso? Pues porque esas referencias que antes destacaba, y al igual que en la obra de Cline, van dirigidas a un conjunto de espectadores ya con cierta edad. Por lo tanto, puedes prepararte para el gran día mando en mano y consciente de que te espera por delante una sesión maratoniana en la que más de uno tratará de encontrar el millón de guiños que se ocultan en la obra de Spielberg. Ready Player One es frenética en este aspecto, no deja ni un momento de relax y requerirá de que el deseoso por descubrir  el ciento y la madre de guiños ponga todos sus sentidos a trabajar. No descarto desquicies varios o gente que por desesperación tire la toalla. Pero ojo, estos que nos lo pasaremos teta tendremos ya unos cuantos años.

Y llegamos así a la tercera posible forma de ver el film, una que debe entenderse como dirigida al "otro" público. Porque sí, podemos pensar que Ready Player One es para nosotros (en mi caso nacido en 1977), pero  para nada. Veremos que tal recepción tiene entre ese otro público a la que va dirigida esta producción de Warner Bros., un publico donde no reconocerán ni el 5% de referencias que se vierten en el film, pero donde Spielberg juega una baza mágica… Ready Player One es Los Goonies 2.0 y por lo tanto gustará a una nueva generación que acompañada por sus “mayores” se meterán de lleno en la historia de Wade Watts AKA Parzival (Tye Sheridan), y sus amigos gunters Art3mis (Olivia Cooke) o Hache (Lena Waithe) vs. el IOI de ese Sorrento con cara de ¿Superman villano?. Sí,  Ready Player One en manos de Spielberg es un inconcebible viaje para todos los públicos y seguramente una de las pocas veces donde disfrutarán generaciones distantes, padres e hijos, por igual, y donde los primeros explicarán el porqué de ciertas cosas a los segundos, y donde estos captarán con particular superioridad referencias que los primeros ni verán venir.

En definitiva, Ready Player One es una joya del entretenimiento, un derroche de efectos visuales, y un disfrute para toda la familia. El mejor Steven Spielberg, hacía falta un director como este para llevar a buen puerto una obra que de forma arriesgada juega con las vivencias de una generación pero que sin embargo podría quedar obsoleta para otras muchas.

Uno de los cartel de Ready Player One
Uno de los cartel de Ready Player One

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Pues ayer día 12 de marzo se estrenó en medio mundo Aniquilación (Annihilation) de Alex Garland, producción Paramount / Skydance que debido a la perpleja recepción de los asistentes a los pases de prueba, y decisiones de los mogules de ambos estudios (Scott Rudin por un lado y David Ellison por el otro), se ganó el derecho a no tener distribución fuera de los EEUU hasta que Netflix decidió hacerse cargo de ella. Se ve que Aniquilación era en parte lo que buscaban ambos estudios, pero no completamente lo que esperaban ofrecer a los espectadores. El film adapta la primera obra de la trilogía Jeff VanderMeer, "Southern Reach", titulada "Aniquilación", y tras esta deberían llegar, que no lo harán, sendas adaptaciones de las dos obras que completan esta compleja historia sobre la cambiante identidad humana, "Authority" y "Acceptance".

Con un reparto francamente eficiente encabezado por Natalie Portman, Jennifer Jason Leigh, Gina Rodriguez, Tessa Thompson, Tuva Novotny y Oscar Isaac (fin), nos encontramos ante un film donde se nos propone el viaje expedicionario de un grupo de mujeres hacia un entorno agresivo conocido como el "Área X" donde todo lo que entra no sale (con vida), salvo el marido de la primera de ellas y razón suficiente para que su personaje decida dar un paso adelante tratando de comprender qué le ha cambiado. La verdad es que uno no sabe qué hay dentro de ese lugar salvo cuando allí se aventura, pero llegado el momento Garland / VanderMeer ponen sobre la mesa las consecuencias que provocan que la cabeza del espectador comience a dar vueltas tratando de comprender lo que está viendo. A modo ecosistema inconcebible, dentro de ese "Área X" uno pierde la consciencia del paso del tiempo y lo que es más alarmante, de la propia identidad, de igual forma que hace frente a un mundo selvático donde la evolución (o mutación) avanza a velocidades grotescamente inconcebibles. Vamos, lo que sufren las protagonistas lo experimentan en sensaciones el espectador.

Probablemente el gran problema de la película es lo profundo y trascendental que pretende contar. Garland hace méritos para resultar asequible pero, de forma innegable, el resultado no es plato de buen gusto para todos por igual. El film además, y supongo que en previsión de que no habrá secuelas, trata de dar sentido a un final que siendo más tremendo (como la novela) nos dejaría relativamente en tierra de nadie. Aniquilación es un film de acontecimientos inexplicables, de cambio del ser, de la pérdida de identidad, de viaje a un infierno del que, si me apuras, no tienes escapatoria. Es a su vez una película de terror (si bien no acaba de cuajar como tal), bien por lo que se le oculta a la persona el hecho de entrar en el "Área X", como por lo que te vas a encontrar ahí… hay dos momentos susto de mírame y no me toques, uno de impacto y el otro de puro pavor. Pero insisto, al igual que ese viejo clásico en blanco y negro que cuenta con un buen puñado de remakes a sus espaldas, Aniquilación basa su miedo en el darte cuenta que tú no eres tu tan pronto entras en esa zona donde no hay ley lógica que rija su evolución.

Por otro lado Aniquilación es un incansable caleidoscopio de color (aturde), y de ritmo sosegado (por momentos muy cansino), que hace mella en el espectador de la misma forma que las protagonista se desmoralizan conforme se adentran más y más en ese "Área X". Garland parece querer que lo pases tan mal como las cinco aventureras. Además, en algún momento la película supura elementos presentes en "El corazón de las tinieblas", la novela de Conrad, no tanto por lo que cuenta si no por las chocantes y enfermizas experiencias de las protagonistas al entrar más y más en ese mundo desmoralizante. Y ojo, porque para rizar el rizo, el hecho de estar todo narrado por el personaje de la Portman, hace todavía más intrigante ciertos momentos de extraña repetición (esa casa por ejemplo), elevados más aun gracias al final que se nos plantea…

Cartel final de Annihilation de Alex Garland
Cartel final de Annihilation de Alex Garland

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Al fin he podido echar un tardío vistazo a Mute de Duncan Jones, estreno Netflix y viaje al infierno de la mediocridad de un director que, sin rumbo fijo, ha ido de lo más alto a, tristemente, lo más bajo. Mute es un producto menor, nacido no se sabe muy bien bajo que propósito y que no queda nada claro hacia dónde nos pretende llevar.

El poco prolífico Duncan Jones, hijo de David Bowie, presenta su cuarta incursión en cine tras la genial e inteligente Moon, la hábil y entretenida Código fuente (Source Code), y el primer fiasco de su carrera, Warcraft, una gran superproducción del estudio que más dudas genera en Hollywood / China… el muy irregular Legendary Pictures. Con esta carrera a sus espaldas, Jones vuelve a optar por una historia original bajo el título de Mute, una adaptación de su propio producto comiquero que pretende habitar en el mundo de Blade Runner, al igual que la también desconcertante "Altered Carbon", pero al tiempo compartir espíritu (no se sabe a santo de qué) con Moon. Cuesta clasificar este drama de ciencia ficción, pero poco a poco comienza a vérsele el plumero a Netflix, a la que cada vez y de forma más evidente se le reconoce una división Serie B / Z en la que priman el ahorro de costes de producción y los guiones "desecho" de otras compañías. Ojo, cine y series, hay de todo como en botica, llega con ver cosas como Spectral, "Iron Fist", "Defenders", Bright, "Jessica Jones" en su segunda temporada, y las que vendrán, para comprender que Netflix puede estar optando por un rumbo no demasiado recomendable con tal de hacer clientes.

En fin, la realidad es que Mute no sabe a qué atenerse, historia de un Amish en los bajos fondos de una Alemania hiper-sexuada, enamorado de una camarera madre de una niña hija de un perturbado cirujano cuyo mejor amigo tiene tendencias pedófilas … Sí, esto es lo que se ha currado Duncan Jones. Con un reparto encabezado por Alexander Skarsgård como el mudo Leo, no sé si sorprende o no pero el actor sueco es al igual que Jones capaz de lo mejor ("Big Little Lies") o lo peor (La leyenda de Tarzán o esta propia Mute), su pareja peliculera Naadirah (Seyneb Saleh), el cirujano Cactus Bill (Paul Rudd), su amigo del alma Duck (un irreconocible Justin Theroux) y apariciones de gente como Noel Clarke, Robert Kazinsky o Robert Sheehan, no hay por donde coger esta promesa de película noir futurista, porque así nos la vendieron. Ni noir ni leches, despropósito por todos lados, inconexa, absurda e insípida, con personajes que no generan ni pizca de empatía, y aunque con algún controvertido debate puede que más trascendente hacia el final de su excesivamente largo metraje, insuficiente razón para comprender cómo ha acabado Jones haciendo esto. Más aún, ¿que razón hay para ofrecer un guiño con Moon y porqué es necesario alargarlo tanto?

Poco más que contar, Mute es tan larga como aburrida, increíble por lo mal que propone las cosas, y no es que parezca, es que está hecha con menos de cuatro duros. De las que se deberían clasificar como "¡Huid!".

Cartel fanmade de Mute de Duncan Jones... mola, la película no
Cartel fanmade de Mute de Duncan Jones… mola, la película no

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Una de las cosas que tenemos que agradecer, y mucho, a Netflix, es la oportunidad que nos está dando para ver films que de otra forma dudo que llegaran distribuidos a nuestro país. Este es el caso de El ritual (The Ritual) de David Bruckner, curioso film de terror que transita por subgéneros tan diversos como lo sobrenatural / espiritual o la monster movie más estándar. El bueno de Bruckner, responsable de The Signal y segmentos de films episódicos como V/H/S y Southbound, dirigue un interesante guión de Joe Barton que adapta la homónima obra de Adam Nevill en la que cuatro amigos de universidad se reúnen de nuevo para recorrer los parajes más inhóspitos del Círculo Ártico escandinavo y revivir tiempos pasados. En el film, y al igual que la obra escrita, lo que comienza siendo una aventura de senderismo (inexperto) y reencuentro, acaba derivando en un choque con siniestros cultos paganos y ritos ancestrales de mírame y no me toques.

Bruckner y Barton dan entrada a la historia de El ritual de forma salvaje con la truculenta y violenta muerte de uno de los amigos, que obviamente no irá de excursión, y que servirá de detonante para que el resto de colegas decidan irse de parranda aunque en modo homenaje. Si te gusta el senderismo (estos no tienen ni idea de dónde se meten y cómo tienes que ir a estas aventuras) te molará la idea, el páramo presentado es bien bonito, pero lo de meterse en un bosque sin tener claro hacia dónde vas a ir no semeja la mejor idea. Me atrevería a decir que El ritual es al senderismo lo que Hostel de Eli Roth a los viajes de verano por la Europa del este… si las ves te lo pensarás dos veces antes de imitar a los protagonistas de ambas películas.

En fin, como decía, el film visita dos subgéneros dentro del terror. Por un lado lo sobrenatural pagano, esos rituales a cultos olvidados y ancestrales que afectan en modo paranoia a la mente de nuestros protagonistas, Rafe Spall (Prometheus o Mi amigo el gigante), Arsher Ali, Robert James-Collier ("Downton Abbey"), Sam Troughton (Alien vs. Predator) y Paul Reid ("Vikings")… a no, que este está muerto desde el principio. Por otro es una monster movie sin complejos, porque ahí está la gran gracia de la película, piensas que va por un lado y por arte de birlibirloque cambia de rumbo en cero coma y te deja con el culo torcido. Esto es bueno y malo, bueno porque se permite dar justificación a todo lo que pasa de forma totalmente convincente y generosa (en lo visual), pero malo porque de alguna forma parece no tomarse en serio y deja los dos primeros actos en nada debido al sorprendente giro que da. Que sí, que la primera parte es maravillosa y que las grotescas y paranoicas visiones de los protagonizas invitan a lo enfermizo, pero ese tercer acto es un cambio tan radical que cuesta hacerse a la idea que estás viendo la misma película.

Aprovechad un rato y disfrutad de El ritual.

Cartel final de The Ritual, estreno en Netflix
Cartel final de The Ritual, estreno en Netflix

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Sí, sé que llego tarde, pero es lo que tiene irse de fin de semana para desconectar de todo y tomarse un respiro (eso sí, con tiempo para echar un nuevo vistazo a La Forma del Agua de Guillermo del Toro).

Hoy toca hablar brevemente de Black Panther de Ryan Coogler, el nacimiento (más o menos) de un nuevo héroe en el universo cinematográfico de la casa de las ideas. Si hay algo por lo que las película del MCU no habían apostado todavía, o al menos de forma no tan evidente, era el resultar cansinamente shakesperianas en lugar de ofrecer lo que el resto de sus iguales plasman… cine palomitero sin más pretensiones (aunque Thor se las traía a un 50%). Porque sí, pese a quien pese lo que se nos cuenta en Black Panther no destaca excesivamente por su interés, y no deja de ser un clásico cuento de ascenso al trono, traición con caída, y resurgir todopoderoso. Vamos, un sota, caballo y rey desde hace varios siglos adaptado, en este caso, para que conozcamos Wakanda, los entresijos de esa tierra secreta, las razones de porqué se ocultan, y la gestación definitiva del héroe T’Challa (Chadwik Boseman) a la sombra de su fenecido padre.

En medio del fregado tenemos un villano clásico y muy molón que viene como anillo al dedo a la historia. Michael B. Jordan encarna con destreza a ese hermano de sangre que del mismo modo que ocurrió con leyendas y realidades, trata de ocupar el trono del reino al que podría haber optado. Vamos, Black Panther es fiel reflejo de la historia villanesca de Juan I de Inglaterra contra Ricardo Corazón de León. Eric Killmonger es el Juan de Wakanda, T’Challa es el Ricardo de esta utópica civilización donde igualdad social y evolución global son seña de su identidad. Como condimento en cuanto a reparto tenemos a un excesivamente protagonista y anodino Martin Freeman como el agente de la CIA Ross, un conjunto de actrices con presencia del nivel de Lupita Nyong’o, Danai Gurira o Letitia Wright, reconozcamos que cada una logra aportar su granito de arena a esta propuesta de teatro, presencias de hacérselo mirar como lo de Daniel Kaluuya (caída libre desde Déjame Salir a Black Panther en cero coma) y veteranos en horas bajas como Angela Bassett y Forest Whitaker. Menos mal que para dar la réplica a Killmonger tenemos a Andy Serkis como el gran Ulysses Klaue, probablemente junto al primero el mejor personaje de la larga aventura comiquera. Y sí, Boseman ni chicha ni limoná.

Para rizar el rizo, y si ya la historia resulta un pelín plana, el exceso digital de Black Panther tampoco ayuda a meterte en ella. No ayuda el exceso colorista de la historia, resultando alarmante por momentos y excesivamente artificial en otros, no ayuda lo poco elaborados efectos digitales del film que cantan cosa fina en esa batalla final (la pelea del metro wakandiano o los rinocerontes), no ayuda haber pasado del todo ofrecido por los Hermanos Russo, con su enfoque realista de las vicisitudes de Steve Rogers (Chris Evans), a este brinca brinca protagonizado por un héroe que no tiene el carisma de otros, y del que no me imagino ahora mismo una historia que acabe enganchando. Ah, menos mal que tenemos la secuencia de Corea, con Klaw protagonista, que mola cosa fina. En fin, cuesta entender el excesivo beneplácito que se puede ver en esos portales totum revolutum donde la crítica especializada ensalza Black Panther hasta convertirla en una de las mejores películas del año y del MCU vivido. ¿En serio? Desde luego es entretenida, pero nada más. Muy lejos de convertirse en la mejor película del proyecto nacido ya en 2008.

Black Panther IMAX
Black Panther IMAX

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Tras disfrutar de ella en Sitges 2017, hoy he podido volver al cine, acompañado por una persona muy especial, a ver La Forma del Agua (The Shape of Water) de Guillermo del Toro. Recupero la opinión publicada en su día, y os recomiendo nuevamente acudir al cine para entender en un nuevo episodio lo que es el cine para el director mexicano. Su visión de las cosas, los temas que le mueven, como se expresa en el medio en el que es un genio en toda regla. La Forma del Agua, un poema de amor sembrado por iconografía de una era y adornada por esa particular visión de "La Bella y la Bestia" en manos de Del Toro.

Y así arrancó la 50ª edición del Sitges – Festival Internacional de Cinema Fantàstic de Catalunya, con Guillermo del Toro, recién llegado de Los Angeles, presentando su nueva obra cinematográfica: La Forma del Agua (The Shape of Water, 2017). El director mexicano inaugura una nueva era en su carrera profesional presentando un clásico instantáneo que desprende madurez, sensibilidad y esperanza por todos los lados. Es La Forma del Agua un cuento de hadas, absolutamente delicioso, pero es al mismo tiempo una historia de amor verdadero, un film crítico con las represiones pasadas, presentes y futuras por género, sexualidad y raza.

Es La Forma del Agua una historia de oportunidades, de derecho a la felicidad sea cual sea tu condición, y de obsesiones. Guillermo del Toro mezcla magistralmente todo, en una época donde la desconfianza se veía reflejada en todos los estamentos sociales. Es La Forma del Agua una película emocionante, vibrante y que no oculta nada, directa (el agitado despertar de nuestra protagonista todas las mañanas) y sobre todo muy sensible. Se apoya el director mexicano en un diseño de producción precioso, algo que ya exploró con grandeza en La Cumbre Escarlata (Crimson Peak), y riega este cuento de amor eterno con evidentes referencias a clásicos del cine como La Mujer y el Monstruo (Creature from the Black Lagoon) o la literatura universal como La Bella y la Bestia.

Es La Forma del Agua una película que se debe ver, disfrutar y sobre todo sentir. Las emociones están ahí y todos tenemos algo de estos protagonistas en nuestro interior.

Precioso cartel de The Shape of Water
Precioso cartel de The Shape of Water

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Pues en esas estábamos, God Particle siendo uno de los proyectos misteriosos más esperados de Bad Robot y su universo Cloverfield, el anuncio de que Netflix la iba a estrenar en exclusiva tras el acuerdo con Paramount Pictures y el estudio de J.J. Abrams y, sin esperarlo nadie, spot en la Super Bowl para advertir que acto seguido, tras le pitido final del evento deportivo con mayor audiencia en los EEUU, la película se iba a poder ver a nivel mundial en la plataforma de streaming bajo el título de The Cloverfield Paradox. ¿Como se os quedó el cuerpo? Pues cuidado con el hype que llegan las rebajas. Y ojo, porque dicen las malas lenguas que el canal ha pagado más de 50 millones por la obra (y unos cuantos más por el spot emitido)… la duda ahora es ¿habrá valido la pena el dispendio?, ¿abre esta película una nueva línea de sorpresas cinematográficas no explotada hasta ahora?

Cuando te paras delante de la televisión para ver The Cloverfield Paradox todo en ella desprende aroma a proyecto desmadejado con idea de ser lo que seguramente nunca pretendió, cosa que para rizar el rizo Abrams no dudó en confirmar. El film de Julius Onah tenía todos los boletos para ser el experimento piloto de Bad Robot con vistas a encajar la historia creada por Oren Uziel en el recientemente creado universo Cloverfield. Porque sí, el timing así lo confirmó, el proyecto otrota titulado God Particle ya era algo cuando el plan de Abrams se anunció. Y más cuando los constantes aplazamientos y problemas detectados fueron dejando el film ahí en permanente hiato.

No se puede negar sin embargo que el planteamiento de The Cloverfield Paradox es original y tiene elementos notablemente interesantes. Una estación espacial experimentando con un acelerador de partículas (complemento perfecto para la teoría de la conspiración), un inexplicable suceso que iba a enfrentar a la tripulación con su propia identidad, etc. Pero a raíz de sabe dios que razón, encajada, parece que con calzador, en el bendito universo Cloverfield. Debido a esto el film ha quedado tristemente diluido entre una serie de factores que apuestan más por justificar su existencia dentro de este universo y establecer lazos entre los hasta ahora films del plan, y dejar de lado lo que realmente interesa… la historia en si, sus desdibujados personajes, etc.

Con un punto de partida francamente vibrante (hola a Calle Cloverfield 10) y un desenlace perfecto para cerrar este nuevo "episodio" (alucinante vínculo con Monstruoso), el resto del film es algo así como el intrascendente periplo de una tripulación que poco a poco van sucumbiendo como se espera de toda película de género… morir en circunstancias en este caso excesivamente previsibles. Mola ese factor multiverso del que tan amigo es el bueno de Abrams, esos encontronazos en el espacio / tiempo de múltiples dimensiones paralelas, ese extraño juego presente / pasado / futuro donde da la sensación de que todo está interconectado. Pero, en definitiva, un producto que llega a enganchar como lo hicieran sus predecesoras. Por lo tanto, es algo así como un quiero y no puedo, por momentos aburrida, por momentos electrizante, por momentos previsible, por momentos indispensable nexo que te deja con el culo torcido dado lo que esconde si minuto a minuto (ojo por ejemplo a este paranoico descubrimiento). Lo más llamativo del experimento The Cloverfield Paradox, vista una vez extrañamente invita a volver a verla, sobre todo cuando más les sobre los secretos que se ocultan en las esquinas de su guión, y eso que en conjunto no deja de ser una película bastante anodina.

El primer cartel de The Cloverfield Paradox, fin
El primer cartel de The Cloverfield Paradox, fin

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Como todos los años hago un breve repaso a las películas vistas este año y planteo una selección que me gustaría recomendar como lo que creo que deberíais ver este año (o el que viene cuando se estrenen). Hay de todo como en botica, algunas os habrán gustado, otras seguramente no, otras seguramente ni las hayáis visto. Mi recomendación, echad un vistazo a todas aquellas que no hayáis podido disfrutar y, de las otras, obligado nuevo vistazo para disfrutar de parte del mejor cine de este 2017. Desde luego, y con esperanza, me gustaría conocer vuestras favoritas de este año para anotar esas que no he podido ver.

¿Algunas de las mejores de este 2017? No me cabe duda... ¿y a ti?
¿Algunas de las mejores de este 2017? No me cabe duda… ¿y a ti?

La Forma del Agua (The Shape of Water) de Guillermo del Toro. Una joya más del director mexicano más molón. Vista en Sitges 2017 sentado al lado del mismísimo maestro de ceremonias (el de atrás tapado por mi cabeza es William Friedkin y al lado su señora), se trata de una historia de amor verdadero cargada de sensibilidad y madurez, y que hace hincapié en muchas de las más sonadas represiones del pasado, el presente y seguramente el futuro. La discriminación por raza y sexo, las oportunidades perdidas y la esperanza. Todo adornado con el condimento que mejor maneja Del Toro, los mundos de fantasía. A la altura de sus mejores obras El laberinto del Fauno o El espinazo del diablo.

Baby Driver de Edgar Wright. Joya servida a 45 revoluciones por minuto. Puro frenesí a golpe de The Jon Spencer Blues Explosion o Martha & The Vandellas. Una delicia rodada por Wright y donde cada instante es encajado con maestría para hacer coincidir imagen y sonido. Cine de persecuciones que desprende aroma al mejor John Frankenheimer o Richard C. Sarafian. Una historia de amor, una historia de error, una historia loca con un Ansel Elgort que lo da todo y que planta cara sin miramientos a iconos ahora caídos como Kevin Spacey, y presentes primeras figuras como Jamie Foxx o Jon Hamm. Para ver una y otra vez indagando cómo se logra plasmar lo que Wright plasma.

Déjame salir (Get Out) de Jordan Pelee. Una de las extrañas curiosidades de este año la dirigida por el cómico Pelee y que sin embargo, terror, nos dejó por momentos a todos con el culo pegado a la butaca y la mirada fija… sí, igual que el sufrido Daniel Kaluuya. Una película de horror racial / comedia macabra, plagada de elementos propios del género como los mad doctors o los grupos cultistas. Lanzada curiosamente en un momento de mediático rebrote supremacista en EEUU, Pelee ofrece una mirada ácida dentro del género del terror de bajo presupuesto a ese problema adornándolo a la Don Siegel con un fondo con aroma a La invasión de los ladrones de cuerpos (Invasion of the Body Snatchers).

Múltiple (Split) de M. Night Shyamalan. Otro paso más dentro de la deslumbrante carrera de este director cuando hablamos de los género que con maestría domina. Un nuevo viaje a la Philadelphia de David Dunn y Elijah Price o a la del fantasma de El sexto sentido (The Sixth Sense), un fantástico ejemplo de multiverso y un fabuloso golpe sobre la mesa para dejarnos locos con el ya mítico final de la película. De regalo 24 personajes irrepetibles encarnados por el cambiante James McAvoy y la notable réplica de la creciente Anya Taylor-Johnson. Misterio, incredulidad, terror en el fondo. El mejor Shyamlan y puerta abierta a Mr. Glass (2018).

Brawl on Cell Block 99 de S. Craig Zahler. Del director de la caníbal Bone Tomahawk llega el periplo por el cine carcelario del impensable Vince Vaughn, mostrenco de casi dos metros que se mete de lleno en la piel de Bradley Thomas… el hombre de titanio, el Riki-Ho de los EEUU, un destructor de vidas con nudillos ensangrentados. En Brawl on Cell Block 99 pasamos del clásico drama carcelario al que se ve sentenciado un delincuente de armas tomar a una creciente y descontrolada espiral de violencia que, por absurda, resulta cómica. Obligada.

Dunkerque (Dunkirk) de Christopher Nolan. El cine del director británico no puede faltar en la lista de mejores de cada año y si falta… error. Lo nuevo de Nolan es una joya, narrada nuevamente con el apoyo de la impresionante música de Hans Zimmer, y como era de esperar diferente a todo lo que hasta ahora habíamos visto. Nolan demuestra de nuevo que es único y aborda Dunkerque apoyándose en una inimaginable forma de narrar un hecho bélico de la Segunda Guerra Mundial. Carrera contra el tiempo con secuencias fabulosas y un montaje de los que te dejan el culo torcido. ¿Obra maestra? Si no lo es se le acerca.

Thelma de Joachim Trier. Desde Sitges 2017 llegó un terror diferente, un terror basado en el conocimiento personal de la protagonista. Historia del primer año de universidad de una joven, de sus flirteos con el alcohol, del descubrimiento de su sexualidad pero al tiempo paranoico viaje por una mente diferente, una capaz de hacer realidad sus más oscuros deseos. Ajena al terror de criatura, estridencia musical y susto impactante, se agradece este tipo de películas que exploran un miedo diferente al que estamos habituados a ver en sala comercial. Complemento ideal junto a Raw y Goodnight Mommy para una sesión de miedo en vena.

Wind River de Taylor Sheridan. Digamos que "debut" tras las cámaras del genial guionista de Sicario o Comanchería (Hell or High Water). Thriller policíaco protagonizado por Jeremy Renner y Elizabeth Olsen, historia de investigación de un asesinato en esa América de las nevadas praderas de Wisconsin y las reservas indias. Western moderno, sello de su autor, a bajo ritmo pero tan bien narrado, tan bien presentado en formato cine que bien podría pasar por un clásico de esos que en su día realizaron grandes como John Ford. De las que deben verse.

Logan de James Mangold. La redención final de Lobezno y merecida despedida del universo mutante de Hugh Jackman. Al fin una visión cruda y violenta de lo que realmente puede ser Logan en pantalla grande. Ocaso de un personaje que se le asumía indestructible desde el año 2000 y que de todo se curaba, esta vez los buenos tiempos han pasado y la decadencia toma la delantera en esta emotiva historia. Muchos llevábamos reclamando este tipo de enfoque desde hace años y al fin el salto al R, gracias al éxito de Deadpool, nos ha traído a un Logan desbocado con cabezas cercenadas, miembros amputados o primeros planos de las garras del personaje atravesando torsos o rostros. Salvaje.

Wonder Woman de Patty Jenkins. Seguramente la mejor película de DC Extended Universe hasta la fecha. Entrada por la puerta grande de esa Mujer Maravilla encarnada por la no menos maravillosa Gal Gadot. Film presentación de alto nivel para una heroína total y vía de escape para un estudio que con Liga de la Justicia (Justice League) no ha visto cubierto con grandeza su periplo comiquero en este 2017 que ahora termina. Narración clásica de nacimiento de nuestra heroína, su idílico periplo hacia la madurez y la posterior y definitiva pérdida de la inocencia. Perfecta ejecución de principio a fin y junto con Logan nuevo ejemplo de que el género puede ofrecer mucho tras más de tres lustros sobreexplotado.

Pero en este 2017 que ahora termina han habido otras buenas propuestas que merecen ser recordadas como A Prayer Before Dawn de Jean-Stéphane Sauvaire, Alien: Covenant de Ridley Scott (que nadie se me enfade), It de Andy Muschietti, Blade Runner 2049 de Denis Villeneuve (que tampoco se me enfade nadie), La La Land de Damien Chazelle, Vida (Life) de Daniel Espinosa, John Wick: pacto de sangre (John Wick: Chapter 2) de Chad Stahelski, Colossal de Nacho Vigalondo, madre! (mother!) de Darren Aronofsky

 

Venga, vamos a por Bright, la nueva película de David Ayer y probablemente la primera gran producción de Netflix, se habla de 90 millones de presupuesto. Estrenada directamente en el canal el pasado 22 de diciembre al fin puedo decir eso de que estoy entre los muchos millones de personas que la han visto (advierte Nielsen que en 3 días ha tenido 11 millones de visionados sólo en EEUU… que se dice pronto).

Creo yo que a nadie debe haber sorprendido lo que Bright ofrece. Los mimbres cinematográficos de David Ayer son sobradamente conocidos y lo que su nueva película aporta no deja de ser una envoltura diferente para a un producto estándar en su concepto, una buddy cop movie realista y cercana como ya lo fueron las muy sobresalientes Sin tregua (End of Watch), director, y Día de entrenamiento (Training Day), guionista. Tras el periplo DC de Escuadrón Suicida (Suicide Squad), Ayer por lo tanto regresa al medio que mejor domina, para narrar una nueva historia de personajes social y culturalmente distantes pero que no pueden estar más unidos. Sumad de paso todos los cánones que definen las películas en las que como guionista o director ha metido mano a lo largo de los años este señor. Bright está sembrada de corrupción, situaciones extremas que llevan al límite a sus protagonistas, y una obligada y creciente devoción hacia la camaradería y el compañerismo.

Si en Sin tregua los agentes Taylor (Jake Gyllenhaal) y Zavala (Michael Peña), un par de policías de Los Angeles, sufrían un infernal día de trabajo al enfrentarse a elementos superiores a sus expectativas, en Bright, los también agentes Ward (Will Smith) y Jakoby (Joel Edgerton) padecen lo mismo aunque en este caso el segundo sea un orco. Digamos que Bright es una nueva parte de esa trilogía, tetralogía o pentalogía, en la David Ayer nos habla sobre lo duro que es servir y proteger en las calles de los barrios más peligrosos de las grandes ciudades de EEUU. ¿La novedad? Pues la capacidad de innovar u ofrecer un punto de vista fresco al contar la historia como si en un cuento de hadas estuviéramos viviendo. En Bright, guión del figura Max Landis, hay orcos, elfos y hadas. Orcos pijos y orcos callejeros, conciertos de heavy orco donde humanos, elfos y los que cantan comparten gustos comunes. Hay strippers y prostitutas orcas, elfas y humanas. Hay elfos mafiosos, agentes de asuntos internos de orejas picudas, pandilleros hispanos de calcetines blancos hasta las rodillas y pantalones por debajo de la ínclita pero armados hasta los dientes, cadenas y relojes de oro, tráfico de armas y magia… ¡varitas mágicas!

Bright por lo tanto maneja los mismos elementos que las anteriores obras policíacas de Ayer introduciendo lo clásicos debates sociales, las dudas sobre el que es diferente (racismo / clasismo) o el odio hacia el compañero que no te conviene tener al lado. Por un lado uno puede pensar que es otra vez más de lo mismo (no se equivoca), pero por otro está bien ver como estas historias son perfectamente válidas y encajan como un guante por muy histriónica y grotesca que sea la idea que tienes para contarla (el caso de Bright). Desde luego se deja ver, es bastante entretenida y curiosa. Se mueve a un ritmo más del nuevo siglo que aquella historia que fue Alien nación (Alien Nation), y desde luego medio entierra cualquier posibilidad de hacer un remake de aquel film protagonizado por James Caan y Mandy Patinkin. Ojo, no es que aporte mucho, por no decir que no aporta nada, pero para ver sentado en casa con la manta un viernes por la noche sin nada que ver en cines es un producto ideal.

Ah, la presencia de Noomi Rapace o Edgar Ramírez no deja de ser anecdótica, la primera está y tiene un pase, el segundo va tan almidonado que no puede ni moverse. Lo que sí tiene mérito es el montón de maquillaje que han tenido que currarse para hacer la película, aunque sigo sin entender que innova Bright con respecto a otras para estar en boca de algunos cuantos. Mola, sí, pero tampoco es para fliparlo, y si descartas unas por no mejorar el pasado, Bright no se queda corta y tampoco es que rompa esquemas ni que redefina el uso de la espuma de látex o la silicona.

El nuevo cartel de Bright de David Ayer
El único cartel de Bright de David Ayer

Publicado por Uruloki en
 

La técnica está con Rian Johnson pero la fuerza… la fuerza… la fuerza no le acompaña todo lo que se esperaba, o no por lo menos como todos la conocíamos hasta ahora. Una vez vista y meditada Star Wars: Los Últimos Jedi (Star Wars: The Last Jedi) hay que plantearse dos cosas, ¿aceptamos esta nueva propuesta y tiramos millas? o, por el contrario, ¿ponemos el grito en el cielo y nos rasgamos las vestiduras? Si con el Episodio VII la gente se dividió también entre la magnífica recuperación del tono clásico y la cero originalidad parida por J.J. Abrams, con Star Wars: Los Últimos Jedi va a ocurrir más de lo mismo. Hace unos años muchos optaron por quedarse anclados en el "plagio" con la historia de 1977, ahora otros muchos se quiebran por dentro recitando la máxima "este no es el Star Wars que yo conocía".

Partamos de un hecho inamovible e irrefutable, si queremos tener Star Wars para rato y no volver erre que erre con lo del "esto es una burda copia" hay que aceptar ciertas cosas, y si bien estas pueden ser inconcebibles en la mitología, un salto de fe de vez en cuanto no nos va a matar. Tras Star Wars: El Despertar de la Fuerza (Star Wars: The Force Awakens), Rogue One fue el primer paso del giro narrativo de la saga creada por George Lucas, ahora nos plantamos ante la ruta que ha tomado Rian Johnson con Star Wars: Los Últimos Jedi, no quedarse en la simple presentación del más de lo mismo, criaturas de todo calado, viejos amigos que renquean por donde pasan, o secuencias clon de películas idolatradas. Johnson ofrece un punto de innovación, abre una puerta nunca explorada hasta el momento que a los más devotos destrozará por dentro, pero que a esas nuevas generaciones las dejará satisfechas. Eso sí, hay elementos que funcionan, otros son para arrancarse los ojos.

Lógicamente no voy a entrar en detalle con esos elementos que levantan ampollas entre los más escrupulosos seguidores de la saga, pero se agradece que Star Wars: Los Últimos Jedi siga explorando un camino conocido por todos, y que al mismo tiempo deje sobresalientes novedades si nos centramos en la historia de los dos principales protagonistas: Rey (Daisy Ridley) y Kylo Ren / Ben Solo (Adam Driver). La nueva película de la saga marca dos líneas argumentales. Por un lado el viaje de Rey, su encuentro con Luke Skywalker y su aprendizaje en la Fuerza, aquí en medio tenemos al Líder Supremo Snoke y Kylo Ren como gran contrapunto. Por otro asistimos al periplo de Poe Dameron, Finn, Leia, Rose (odiada por muchos / todos) y los restos de la Rebelión, y al juego del ratón y el gato que juega con ellos la Primera Orden comandada por ese personaje que es el General Hux. En ambos casos hay aciertos y fallos, mejores y peores jugadas, excelentes propuestas y errores garrafales.

Sigo pensando que Kylo Ren es el gran villano que merecíamos para esta nueva trilogía. Más aun, nuevamente nos adentramos en sus más internas dudas, sus tribulaciones más desconcertantes y las obsesiones que le acosan. Es, sin duda, el gran acierto de Star Wars: Los Últimos Jedi. Ahondar como se ahonda en su personalidad, en su origen, en su periplo al reverso tenebroso de la Fuerza, su crecimiento como enemigo mortal. De igual forma que Luke ponía en un brete a su padre Darth Vader al final de El Retorno del Jedi, aquí Kylo Ren se frustra y se enfrenta a su yo interior, plasmando constantes dudas que toman por sorpresa al espectador que en realidad no sabe que creer en cada momento. Es, repito, el acercamiento más completo y complejo que se ha hecho hasta ahora de esta transformación. Sobresaliente. En el lado opuesto esta Rey que, como si se hubiera ido al planeta Dagobah, vive las excentricidades de un ermitaño. ¿No pasaba Yoda de Luke en su primer encuentro?, ¿no le ofrecía sopa, robaba y sacaba de juicio al que luego se transformó en maestro Jedi? Aquí es más de lo mismo, truculento en algunos momentos, pero no deja de ser lo mismo. ¿Nadie recuerda ya el encuentro de Luke con su yo mismo en la cueva donde predominaba el lado oscuro? Esta es la esencia Star Wars y está 100% presente en esta nueva aventura.

Ojo, luego está la otra historia, un poco patetiquilla, donde el reparto de roles derivan todos en el mismo concepto, qué es hacer el bien y qué es hacer el mal. Claro está, hay licencias que se nos antojan imperdonables, grotescas todas ellas, pero licencias al fin y al cabo. No están gustando y el excesivo metraje de la cinta acaba haciendo la transición todavía más sufrida. Desde luego Star Wars: Los Últimos Jedi no es perfecta, podían haberse ahorrado cosas, pero si uno prefiere quedarse con lo bueno ahí queda el pulso Kylo Ren / Rey, para mi de matrícula de honor. Veremos mayo del 2019, pero hay chicha de sobra sobre la mesa, y seguro que no nos dejará para nada indiferentes.

Cartel final de Star Wars: Los Últimos Jedi
Cartel final de Star Wars: Los Últimos Jedi

Publicado por Uruloki en

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