Este pasado viernes J.J. Abrams y Julius Avery desembarcaron violentamente en nuestros cines con uno de los proyectos presentados en el pasado Festival de Sitges. El film, Overlord, surgió originalmente como posible parte del recientemente fundado Cloverfield Universe, para por méritos propios ganarse el derecho a la independencia más absoluta.

Con Overlord hay que dejarse de monsergas y poner las cosas claras desde el primer momento: estamos ante la mejor adaptación de un videojuego, pero de uno que sin embargo no existe (o casi, dirán unos cuantos). Como primer apunte hay que marcar a cuchillo eso de que Overlord es cine bélico, puro y duro, y si lo que pretendes ver es una monster movie pues estás equivocado, te esperan dos tercios de película donde salvo por que nos lo han dicho erre que erre en los trailers, uno no se huele la tostada. Billy Ray y Mark L. Smith han sabido hacer su trabajo de forma notable, primero porque proponen una de cine de guerra al estilo más clásico. El film juega sus cartas más valiosas en el lado realista de la propuesta, con una puesta en escena primorosa que arranca de la mejor forma posible en los cielos de la Francia ocupada… sobresaliente este inicio, puro deleite sonoro que seguirá teniendo protagonismo a lo largo de todo el metraje. Este intenso momento de suplicio vital sirve para presentar a aquellos que tomarán partida de una de esas misiones desesperadas que se llevaban en la Segunda Guerra Mundial… una con truco, claro está. Por lo tanto, insistir en que dos tercios de cinta son de una de esas pelis del frente aliado, plantando cara a los nazis de rigor, e intentando completar una misión casi suicida al tiempo que te propones ayudar a los eventuales habitantes de un pueblo de la zona que están siendo vapuleados por los invasores. Mola referenciar a El desafío de las águilas (Where Eagles Dare) o Los cañones de Navarone (The Guns of Navarone) en estos casos.

Pero claro, es entonces cuando Overlord da un giro de 180 grados para convertirse por derecho propio en Wolfenstein 3D, aquel maravilloso juego de ordenador de Apogee que llegó a nuestros hogares hace ya unas cuantas décadas… sí señor, que buenos momentos. El film de Avery, que hay que reconocer que también sufre de sus achaques batalliles, revive cual mutante con una nueva dosis de fórmula milagrosa al más puro estilo Re-Animator. Porque sí, Overlord no es sólo deudora del mentado Wolfestein 3D, es puro H.P. Lovecraft con un mad doctor a lo Herbert West sacándose de la manga una especie de alquitrán salido de subsuelo con propiedades no tanto curativas como reanimadoras. Aquí llega el desmelene más absoluto con esa interesante combinación de misiones como las vistas en los clásicos del cine de guerra / aventuras indicados arriba, mezcladas y agitadas (pero no revueltas) con ese fluido que te devuelve del lugar del que no hay vuelta. Ambos objetivos viven entremezclados y ni se nota. Overlord no se corta y copia / corta / pega de donde mejor se puede hacer y como mejor se debe hacer. Abrams tiene buen ojo y ha sabido ver una idea mascada por todos hasta la saciedad una donde se le da un toque para nada extremo, no estamos ante los zombis nazis de Dead Snow ni ante las grotescas creaciones de Frankenstein’s Army, pero igualmente molón… no en vano esto es más Hollywood recatado

Del reparto pues poco que contar, está bien con Jovan Adepo (Boyce) y Wyatt Russell (Ford), hijo de mítico Kurt Russell y que es sin dudarlo lo mejorcito, tomando las riendas frente a un villano curioso como el encarnado por Pilou Asbæk ("Juego de Tronos" o Ghost in the Shell). También destaca Mathilde Ollivier, nueva joven en apuros de armas tomar… vamos, rostros no top pero ni falta que le hace a esta Overlord. Respira por si misma.

Uno de los molones carteles de Overlord
Uno de los molones carteles de Overlord

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