No se puede negar que lo de cine Netflix suele ser una lotería. Por lo general los productos de producción propia flojean, y si bien estrenan films de alto nivel (Okja o Roma por ejemplo), lo más normal es ver sus películas con el escepticismo por bandera. Aprovechando un viaje de ida y vuelta a Ginebra por trabajo me he merendado dos de esos productos de la ya gran empresa que es Netflix. El primero del que hablaré es Polar, adaptación de la obra comiquera de Víctor Santos que ha contado con killer absoluto como Mads Mikkelsen como absoluto protagonista.

En la línea de muchas otras películas que se ven hoy en día, la saga John Wick o Atómica (Atomic Blonde) sirven ahora como ejemplo más evidente, Polar logra aportar su granito de arena al mundo del no me toques las narices que te aniquilo, y eso que el sector de los asesinos a sueldo parece estar más que sobrecargado en este nuevo siglo en Hollywood. En formato hiperviolencia desmadrada asistimos a la dura jubilación del Káiser Negro (Mikkelsen), un asesino a sueldo que como todo buen criminal ha estado ahorrando duramente todos esos años de sangrienta actividad. Ya nos lo contaron en Red, si te jubilan te jubilan, y en Polar pues ocurre lo mismo. El detalle es que la historia de Polar se va de madre desde su minuto cero, entrando en juego una caterva de engendros criminales comandados por un jefe de los que dan pena. Es ahí donde La adaptación flojea, nadie da la talla y es Mikkelsen el que debe echarse el petate a la espalda y hacer que el conjunto salga a flote. ¿Qué pasa? Pues que Mikkelsen es el volcán que derritió el iceberg que hundió al Titanic, y por lo tanto Polar emerge finamente gracias al actor danés y su enigmático carisma, y a ese descontrol absoluto donde los miembros cercenados, las cabezas reventadas y el sexo cuasi excesivo comandan un metraje que no llega a resultar excesivo.

La película es capaz también de echarse unas risas y plantar homenajes. Tan pronto puedes identificar Poli de guardería (Kindergarten Cop), cómo reírte de John Wick, y hasta disfrutar de una de las secuencias más icónicas del cine coreano moderno como aquella del pasillo de Old Boy (Olduboi). En Polar hay espacio para todo: torturas viciosas; masacres en grupo; asesinatos controlados al milímetro; sexo de circo; y drama… porque si, la película juega también con los terrores que acosan día y noche al protagonista, y a ese pasado que en el fondo nunca ha llegado a cerrarse. En fin, Polar es excesiva y esta es seguramente la característica que le hace ganarse con derecho un puesto entre los asesinos a sueldo más molones del nuevo siglo. Netflix ha encontrado una película entretenida, bastante gore y que cuenta también con un simpático cameo de Johnny Knoxville, uno más pobre de un ya caduco Richard Dreyfuss, o con esa irreconocible Vanessa Hudgens… quien la ha visto y quien la ve.

Si todo va bien habrá secuela.

Primer cartel de Polar
Primer cartel de Polar