Sí, sé que llego tarde, pero es lo que tiene irse de fin de semana para desconectar de todo y tomarse un respiro (eso sí, con tiempo para echar un nuevo vistazo a La Forma del Agua de Guillermo del Toro).

Hoy toca hablar brevemente de Black Panther de Ryan Coogler, el nacimiento (más o menos) de un nuevo héroe en el universo cinematográfico de la casa de las ideas. Si hay algo por lo que las película del MCU no habían apostado todavía, o al menos de forma no tan evidente, era el resultar cansinamente shakesperianas en lugar de ofrecer lo que el resto de sus iguales plasman… cine palomitero sin más pretensiones (aunque Thor se las traía a un 50%). Porque sí, pese a quien pese lo que se nos cuenta en Black Panther no destaca excesivamente por su interés, y no deja de ser un clásico cuento de ascenso al trono, traición con caída, y resurgir todopoderoso. Vamos, un sota, caballo y rey desde hace varios siglos adaptado, en este caso, para que conozcamos Wakanda, los entresijos de esa tierra secreta, las razones de porqué se ocultan, y la gestación definitiva del héroe T’Challa (Chadwik Boseman) a la sombra de su fenecido padre.

En medio del fregado tenemos un villano clásico y muy molón que viene como anillo al dedo a la historia. Michael B. Jordan encarna con destreza a ese hermano de sangre que del mismo modo que ocurrió con leyendas y realidades, trata de ocupar el trono del reino al que podría haber optado. Vamos, Black Panther es fiel reflejo de la historia villanesca de Juan I de Inglaterra contra Ricardo Corazón de León. Eric Killmonger es el Juan de Wakanda, T’Challa es el Ricardo de esta utópica civilización donde igualdad social y evolución global son seña de su identidad. Como condimento en cuanto a reparto tenemos a un excesivamente protagonista y anodino Martin Freeman como el agente de la CIA Ross, un conjunto de actrices con presencia del nivel de Lupita Nyong’o, Danai Gurira o Letitia Wright, reconozcamos que cada una logra aportar su granito de arena a esta propuesta de teatro, presencias de hacérselo mirar como lo de Daniel Kaluuya (caída libre desde Déjame Salir a Black Panther en cero coma) y veteranos en horas bajas como Angela Bassett y Forest Whitaker. Menos mal que para dar la réplica a Killmonger tenemos a Andy Serkis como el gran Ulysses Klaue, probablemente junto al primero el mejor personaje de la larga aventura comiquera. Y sí, Boseman ni chicha ni limoná.

Para rizar el rizo, y si ya la historia resulta un pelín plana, el exceso digital de Black Panther tampoco ayuda a meterte en ella. No ayuda el exceso colorista de la historia, resultando alarmante por momentos y excesivamente artificial en otros, no ayuda lo poco elaborados efectos digitales del film que cantan cosa fina en esa batalla final (la pelea del metro wakandiano o los rinocerontes), no ayuda haber pasado del todo ofrecido por los Hermanos Russo, con su enfoque realista de las vicisitudes de Steve Rogers (Chris Evans), a este brinca brinca protagonizado por un héroe que no tiene el carisma de otros, y del que no me imagino ahora mismo una historia que acabe enganchando. Ah, menos mal que tenemos la secuencia de Corea, con Klaw protagonista, que mola cosa fina. En fin, cuesta entender el excesivo beneplácito que se puede ver en esos portales totum revolutum donde la crítica especializada ensalza Black Panther hasta convertirla en una de las mejores películas del año y del MCU vivido. ¿En serio? Desde luego es entretenida, pero nada más. Muy lejos de convertirse en la mejor película del proyecto nacido ya en 2008.

Black Panther IMAX
Black Panther IMAX