Son estas oportunidades que surgen, gracias al excelente trabajo y la denostada denodada dedicación de Enrique Dueñas de PoderFriki.com, aquí os dejo con una entrevista que John Howe (www.john-howe.com) le ha concedido y que se publica en primicia en este blog. Una entrevista francamente genial, repleta de sabiduría, creatividad y sobre todo adoración por el arte de este incomparable creador de fantasía ilustrada. John Howe es junto a Alan Lee parte de la Tierra Media nacida en la mente de J.R.R. Tolkien, y por ello nada mejor que echar un vistazo a lo que nos quiere contar en Uruloki, criatura de la mitología de la Tierra Media que tuvo en Glaurung su gran adalid… And if you want to read the interview in english, enough to click here and you will be taken to it.

Algo fácil para empezar. Todos sabemos que eres un experto en historia medieval. La atención que pones en los detalles de las espadas, armaduras y castillos es sencillamente impresionante. Son mágicos, pero realistas. En tu opinión, ¿como de importante es la investigación histórica al pintar universos de fantasía?

¡Esencial! La fantasía sólo es convincente cuando parece “real”, por supuesto en un plano subjetivo y autodeterminante. Esto es, que en cuanto los parámetros de un mundo de ficción han quedado establecidos, cualquier ilustración posterior tiene que adecuarse a estos. Aunque dichos parámetros se basen en lo sobrenatural, sigue siendo necesario aplicar cierta lógica interna. La fantasía y el surrealismo son cosas muy diferentes.

Por supuesto, con “investigar” espero que no te refieras la catalogación exhaustiva de géneros y especies; ¡no me refiero a nada ni remotamente científico! Más bien a tener cierta familiaridad, cierta afición y conocimiento de las cosas, desde las bisagras que mueven las pinzas de un cangrejo hasta la colocación de vigas y cerraduras en la edad media. Desde el trabajo de cristal romano hasta las vidrieras góticas. Mi mente sería más como el ático de Fuschia en “Gormenghast” que las pilas de libros del congreso (al menos en lo que refiere al polvo).

Ser “experto” difícilmente puede considerarse uno de mis objetivos, pero "estar interesado" siempre lo ha sido.

La idea es que cuando deseo dibujar una ventana (sólo un ejemplo, nada especialmente emocionante, pero puedes cambiar la palabra por otra que te guste más), intento verme inspirado por todas las ventanas, desde el mundo celta hasta el Art Decó, provenientes de cualquier era o cultura, no quiero verme limitado por la falta de familiaridad con algún diseño que haya tenido lugar en la historia. Hay un concepto que yo llamo “diseñar por defecto”, que es cuando la inspiración se ve encorsetada por la falta de conocimiento (y peor, por la falta de curiosidad) dando como resultado imágenes pobres e incongruentes. He visto castillos supuestamente “medievales” que incluían ventanas del chalet de la esquina. Esto ignora la inmensa variedad de formas y diseños que los seres humanos han creado a lo largo de los siglos. No quiero dar la impresión de que todo artista deba tener un inmenso catálogo mental del que “copiar” y “pegar” cada vez que quiere poner algo sobre el papel, pero sí que es importante aprender a dibujar utilizando elementos más allá de la imaginación, para así alcanzar las ideas de cientos, sino miles, de generaciones anteriores.

La historia es siempre mucho más rica e imaginativa que nuestra imaginación.

No sé cuantas veces he detenido mi avance en un museo y me he visto obligado a pararme para admirar la belleza de un objeto. Cosas más hermosas que nada que yo, espontáneamente, pudiera haber imaginado. En lugar de intentar catalogar ese objeto en mi mente para poder incluirlo en alguna pintura futura, intento recordar que es aquello que me hizo parar en primer lugar, y trasladar al papel ese sentimiento.

También soy muy sensible a la separación entre funcionalidad y pura decoración, que es tan clara en cualquier objeto histórico que haya fabricado manos humanas. La fantasía suele tratar más sobre la “decoración” y, por tanto, la “funcionalidad” sufre.

Adoro la historia. Ahora bien, no me preguntes por fechas.

Nienor and Glaurung, 1995
Nienor and Glaurung, 1995

Algo que siempre me ha impresionado es tu uso de contrastes de color muy marcados y elementos antagónicos: fuego contra hielo, oro contra azul, luz contra oscuridad… es como contemplar dos mundos estrellándose. Esto se aprecia en pinturas como "Dark Heart", "Flight to the ford", "Gandalf falls with the Balrog", "Knight & dragon" o "The fall of Gondolin". Incluso aquellas que no muestran violencia como "Elves & dragons" o "Snow dragon" juegan con este enfrentamiento. Me gustaría saber un poco más del proceso creativo que se oculta tras estas imágenes.

Parece que estoy confesando un montón de cosas en esta entrevista. En realidad, no pienso mucho en la composición, al menos no racionalmente. Todo es “humo y espejos”, desde cierto punto de vista. Sobre todo me interesa la representación de aquello que no podemos observar en la realidad, pero sólo como un pequeño truco de magia.  Una pintura puede tener dos dimensiones físicas, pero la propia imagen trata fundamentalmente de representar profundidad y movimiento (es decir, tiempo), cosas que sólo son una ilusión en una superficie plana.

El contraste es, por supuesto, una herramienta tremendamente util, pero siento decir que todo es principalmente un asunto de establecer bordes. Esos lugares en los cuales las cosas cesan y empiezan otras. Ya sea luz u oscuridad, agua o piedra, nube y cielo… quiero incluir a continuación un texto que colgué hace tiempo en mi propia página web. Puede ser un poco largo pero ilustra bien lo que intento decir.

Me gustan los filos. Me gusta cuando una cosa termina y empieza la siguiente. Y adoro esos puntos de contacto, ya sean abruptos o sutiles, ya sean entre átomos o idiomas, entre estados mentales o estados de la materia.

Me gusta…

…el filo del mar. Agua, rocas, arenas, guijarros, ese lugar entre la costa en el que es todo ruido y el agua se estrella, retrocede y avanza una y otra vez. Unas cuantas yardas de confusión o la gentil caída de una cascada. Es hipnótico, especialmente para un ser terrestre como yo al que le gustan tener sólido bajo sus pies.  Me temo que me interesa más la lapa que el albatros. Suelo coger algunas conchas ahí, a menudo las que ya están rotas, cuando esa íntima espiral central queda desnuda. Esa sucesión de Fibonacci de carbonato cálcico, tan atractiva, alrededor de la cual puedo articular mis propios pensamientos.

…el filo de las culturas, cuando conocen otras culturas y tratan de conversas, imitar, intercambiar y comerciar. Cuando una se introduce sutilmente en la otra como un río que llega al mar. Cuando crea un vasto delta de vías y canales, de infinita complejidad. Algunas de las cosas más hermosas jamás hechas tienen su origen en estos lugares. Desde Axum a Zanzibar, desde La Tene a Oxiana, desde la arquitectura mora al Art Nouveau. Todas tienes ese tipo de armonía especial. Es frágil e inestable, pero precisamente por eso, también inmortal.

…el filo de los relatos, allá donde van esas cosas demasiado inquietas para encajar entre dos muros. Devotos copistas medievales nos permitieron maravillarnos con los márgenes de sus textos sagrados. De la misma manera que las gárgolas que vigilan la catedral desde el parapeto. Observando y aprendiendo desde el filo, mientras piadosos y profanos se frotan los hombros, ponen muecas o intercambian chistes.

…este mundo. Es económico en su geometría. Una compilación de consonantes; no persistentes vocales o susurrantes sílabas. Etimológicamente, nos retrotrae a esos convenientes Indo-Europeos de los cuales hemos adquirido tantas cosas que somos ya incapaces de ver el propio filo de su cultura. “Filo” es una palabra que tiene filo.

He leído que eres un gran admirador de la hermandad Prerafaelita y el movimiento “arts & crafts”. ¿Que es lo que encuentras más interesante de estas pinturas? ¿Tienes alguna favorita? 

¡Demasiadas para poder contarlas! Además, junto a los prerafaelitas, admiro mucho a esos pintores simbolistas y decadentes de fin de siglo, ilustradores de la era dorada y peculiares victorianos. ¿Debería hacer una lista de nombres? En ningún orden en particular: Byam Shaw, John Duncan, Askeli Gallen-Kallela, John Bauer, Evelyn de Morgan, William Degouve de Nuncques, Jean Delville, Ferdinand Khnopff, Solomon J. Solomon, Carlos Schwabe, Frantisek Kupka, Fernand Keller, Thomas Cole, J. W. Waterhouse, Hermann Heindrich, Viktor Vasnetzov, George Frederic Watts, Franz Von Stuck, Simeon Solomon, Gustave Doré, Amos Nattini, Henri-Jean Guillaume Martin, Gustav Adolf Mossa, Richard Dadd, W. Russell Flint, Elihu Vedder, Willy Pogány, Ferdynand Ruszczyc, Charles de Sousy Ricketts, Odilon Redon, Robert Hughes, Lucien Levy-Dhurmer, Giovanni Segantini, Francis Danby, John Martin, Herbert Draper, Sidney Sime y, ciertamente, un centenar (o varios centenares) más.

También me fascina la idea de la suspensión del tiempo, que vemos en algunas obras de arte, ya sean estas magistrales o más humildes, observándonos e incluso tocándonos a través de los siglos. Pueden representar cualquier tontería, pero sentir ese momento mágico es como recibir súbitamente un golpe. De cuando en cuando me gusta hacer una peregrinación a diversos museos para disfrutar de originales que ya conozco de libros o catálogos de arte. Realmente, encontrarse frente a una pintura o estatua es hallarse en el punto de confluencia de dos cosas únicas, tú y la propia pintura. Esta es una de las razones por las cuales siento que el llamado “arte digital” nos priva de una importante oportunidad. Si sabes que otros 100 museos tienen exactamente la misma impresión de ese archivo digital… ¿donde está la magia en ir a verla? Siempre que he visto una pieza única y original, cara a cara (es un decir), he vivido un momento precioso que compensa cualquier viaje.

Gandalf and the Balrog II (49.4 x 68.8 cm), 1996
Gandalf and the Balrog II (49.4 x 68.8 cm), 1996

La mayor parte de tus ilustraciones muestran el clásico conflicto del hombre contra la bestia. En la mitología antigua, el héroe es un campeón de la incipiente civilización, mientras que el monstruo simboliza el caos anterior. Sin embargo, en tus pinturas, las criaturas son hermosas y fascinantes. Parecen poderosas, quizás temibles, pero no pesadillescas. Vienen del mundo natural, no el Infierno. Y los héroes, aunque estoicos, nunca son tan visualmente atractivos y la mayor parte del tiempo ni siquiera tienen rostro. ¿Es esto deliberado? ¿Te identificas más con el monstruo que con el caballero? Otra cualidad de todas estas pinturas es que la imagen parece congelada en el tiempo durante el punto álgido del combate, de forma que nunca podemos saber quien vencerá. De nuevo, ¿es esto deliberado? ¿Tienes estos conflictos algún tipo de resolución o es alguna clase de batalla infinita?

Has respondido esta muy bien; ¡siguiente pregunta, por favor!

Los mitos tratan de contener los principios que gobiernan el universo y las claves de los “grandes diseños” en una anécdota pequeña y fácil de recordar. Esto sirve como vehículo para que podamos entender mejor todo. La fantasía a menudo nos muestra la colorida fotografía de un auténtico mito, pero nunca viaja más allá de la anécdota y fácilmente se pierde en aventuras que únicamente hablan de la dimensión humana. Recordando, claro está, que en un mito todos los elementos pueden significar por separado lo obvio y su opuesto. A este respecto considero The mouse and his child de Russell Hoban mucho más “mítico” que todas las historias de Conan de R. E. Howard puestas juntas.

Pero, intentando contestar a tu pregunta, rara vez me siento satisfecho con las concepciones clásicas del “bien” y el “mal”, la facilona dicotomía a la cual la mayor parte de la fantasía suele reducirse. No me gusta la superficialidad que dicta la mayor parte del arte fantástico… músculos y bikinis de cota de malla han probado se atrayente para el público adolescente, pero no representan nada más allá de su (ingenioso) atractivo inicial. Prefiero ver cosas ejecutadas de forma más cruda pero que contengan cierta profundidad temática.

Supongo que, sencillamente, no me atraen los dibujos destinados para hacer pósters, donde la representación toma el lugar de la narración, la acción se encuentra pausada, donde los personajes básicamente “posan”, y prácticamente parecen estar mirando al propio espectador. Siempre he preferido la imaginería que no requiere la existencia de un espectador como participante activo de la narración. Esto es difícil de explicar y, me temo, no estoy haciéndolo muy bien aquí. Me refiero a esas imágenes de héroes aporreando fétidas aberraciones en las cuales tanto golpeador como golpeado tratan de mantener la pose para enseñar a la cámara su mejor lado.

Y sí, estás en lo cierto. No hay resolución al conflicto. O quizás la hay, pero el viaje es siempre más interesante que la llegada, especialmente si ya conocemos en destino.

Aparte del propio Tolkien, me gustaría saber que otras fantasías modernas han tenido mayor impacto en tu infancia. ¿Los cuentos de Lord Dunsany? ¿Edgar Rice Burroughs? ¿Fritz Leiber? ¿Maestros del “pulp” como Lovecraft, Robert E. Howard o Clark Ashton Smith? ¿Disfrutas con las viejas películas de fantasía como las aventuras de Ray Harryhausen (Jason y los Argonautas, Simbad el marino…)?

Debo confesar con cierta vergüenza que mientras que otros artistas de mi generación disfrutaban leyendo a Homero yo disfrutaba leyendo a Tarzán… la educación pública en los pequeños pueblos del oeste de Canadá era, como mucho, básica (espero sinceramente que haya mejorado, pero no apostaría por ello). Solía rastrear viejas librerías en busca de novelitas de aventuras con portadas dibujadas por artistas que admiraba, y de vez en cuando acababa leyendo lo que había entre las páginas. Casi todo fantasía mediocre y ciencia ficción barata Dudo mucho que hubiese podido apreciar a Dunsany al cual, por supuesto, hoy día conozco y admiro… aunque sólo gracias a las magníficas ilustraciones de Sidney Sime.

Todavía disfruto leyendo a Howard, pero me cuesta lidiar con su estilo. A Lovecraft le trago mejor; una de mis novelas de alta fantasía favoritas es, de hecho, The Dream-Quest of Unknown Kadath, que me encantaría poder ilustrar algún día. También me encantaría rediseñar la imaginería que esconde el Mythago Wood  de Robert Holdstock. Su reciente fallecimiento ha sido un auténtico shock.

No tengo mucha paciencia con esas viejas películas de fantasía. Nunca las vi cuando era joven, de forma que no siento ninguna nostalgia hacia ellas. Reconozco el espíritu pionero de Harryhausen, claro está, al cual tuve el honor de conocer hace unos cuantos años.

Por otro lado, uno nunca debería subestimar la ficción moderna. Observa lo que Tolkien hizo con los elfos y los enanos, cambiando completamente la visión de “hada” victoriana de los primeros y cambiando la ortografía de los segundos (NDT: en lengua inglesa). A menudo tenemos nociones algo oscuras de lo que significan ciertas cosas para los consumidores de cultura popular; sería fascinante preguntar a gente de distintos siglos lo que evoca, para ellos, la misma palabra.

Desde cierto punto de vista, todo mito trata sobre “conexiones”. Si las necesitamos, es cuando las historias deben cuidarse de mostrarlas. Dicho esto, un simple amanecer o crepúsculo puede sentirse como algo “mitológico” si lo miras de la forma correcta. Puedo entender, sin embargo, que en la vida moderna, este tipo de cosas se consideren triviales comparadas con la búsqueda de bienes materiales.

Recientemente he tenido la oportunidad de oír tu conferencia sobre “el hombre que dibuja”. Pareces muy preocupado de que la mayor parte de hombres y mujeres sólo permitan trabajar al hemisferio izquierdo de su cerebro. ¿Realmente crees que “dibujar” es tan raro entre los adultos? También encuentro interesante el conflicto que planteas entre nuestro lado analítico y el reino de la imaginación. En tu opinión, ¿cuanto puede aprender un hombre tras coger un lápiz por primera vez?

Estoy convencido de que puede aprender mucho. Componemos una sociedad letrada y, por tanto, la comunicación se transmite a través del medio escrito, que es un ejercicio tan distinto al dibujo que es una maravilla que tantos adultos intenten volver a dibujar. Desgraciadamente, no pueden. Yo veo cualquier inquietud artística como una forma de equilibrio. Es también otra forma de expresión, como aprender un lenguaje nuevo. Más que desear que cada adulto llevase consigo una carpeta llena de bonitos dibujos, me gustaría que, sencillamente, observasen las cosas. John Ruskin tenía ideas similares y proponía que sus trabajadores asistieran de forma gratuita a clases de dibujo. El mero acto de transferir lo que ves o sientes a otro medio, como el papel, es beneficioso en sí mismo (dibujar puede considerarse una forma de meditación).  También se puede considerar un punto de contacto adicional con otros individuos de tu entorno.

Respondiendo a la pregunta, quizás más adultos podrían aprender a dibujar. En cualquier caso, me niego a aceptar que aquellos que lo deseen para re-descubrir la libertad que poseían en su infancia deban tener la menor duda, únicamente por que no saben por donde empezar.

Morgoth's Forces before Gondolin (46.0 x 64.3 cm), 1990
Morgoth’s Forces before Gondolin (46.0 x 64.3 cm), 1990

Mi pintura favorita de John Howe es, sin duda, "Morgoth’s Forces before Gondolin". He pasado muchos años de mi vida fascinado con esos espantosos demonios observando con ojos envidiosos a una hermosa ciudad de cuento de hadas. Pero lo cierto es que tanto el ejército de Morgoth como Gondolin son una parte menor de la ilustración. La mayor parte de la imagen es esa colosal representación de los Alpes suizos que convierte todo el conflicto en algo pequeño. ¿Por qué escogiste esa composición para la imagen? Aparte de sus ventajas pictóricas, ¿estás jugando con temas subyacentes? Otro elemento que siempre me ha sorprendido de este cuadro es lo calmado y pacífico que parece. Va a tener lugar una guerra terriblemente sangrienta. La ciudad entera se va a ver reducida a cenizas y sus habitantes van a morir. Pero la pintura transmite tranquilidad. ¿Por qué escoger este enfoque?

Creo que existen, al menos, dos verdades ocultas en cualquier tapiz. Por un lado, la urdimbre y por otro, la trama de la propia imagen. La “urdimbre” es la narrativa explícita, que va más allá de lo que puede verse e implica eventos anteriores y posteriores a lo que se está representando. La “trama” es la coherencia interna de esta misma imagen: como los colores juegan unos contra otros, la composición, la dinámica…

Ambas verdades están tejidas irremediablemente juntas y separarlas sólo lograría destrozar  el tapiz. No quiero analizar aquí teorías de círculos, triángulos, flechas y composiciones piramidales. No es que no existan todas esas cosas, pero los análisis de imágenes suelen ser tan patológicamente pedantes que es mejor saltarse esa parte del libro. Todas estas observaciones tienen poco o nada que ver con lo que muestra la propia imagen.

Ambas verdades no se pueden separar (la disección es fatal en cualquier espécimen).

Tomemos un ejemplo práctico: Imaginé una imagen para Beowulf hace algún tiempo, en la cual el temible dragón se movía de un lado a otro de la campiña, arrastrando con él un sendero de fuego y destrucción. Todo en esta imagen es puro movimiento, de izquierda a derecha: el viento, la lluvia, las olas, los contornos del fondo, los diversos planos del dibujo, el humo que surge de las fauces del dragón así como la bestia protagonista. Estos son elementos explícitamente temporales que ayudan a contar una historia: el dragón ha surgido de su guarida (oculta en algún lugar a la izquierda) y va a empezar a incinerar aldeas (en algún lugar a la derecha). Lo único que se mantiene mirando a la derecha es la mismísima cabeza de la criatura, que dirige nuestros ojos hacia atrás y mantiene cierta unidad en la estructura; la narración puede haberse extendido a lo largo de ambos lados del plano, pero no así la composición. Si giras la cabeza del dragón horizontalmente en Photoshop podrás comprobar como la imagen ya no parece tener sentido.

Por supuesto, no pretendo, ni por un nanosegundo, hacer creer a nadie que he pensado en todas esas cosas antes de ponerme a pintar. No lo hice. Sólo trato de razonar por qué hay cosas que funcionan y cosas que no, ya sea en un libro o en una pintura de fantasía. De la misma forma que ciertos paisajes han quedado irremediablemente asociados en mi mente con ciertas historias. No estoy planeando ningún tipo de “guía de paisajes de fantasía” pero si encuentro este tipo de sensaciones muy importantes a la hora de trabajar. Hay mucho de Nueva Zelanda en mi visión del mundo de Tolkien, pero jamás podría poner un lugar de Norte America, sencillamente no parece correcto. Quizás te sorprenda lo mucho que utilizo los Alpes Suizos en mis pinturas, incluso al representar lugares que quedan a un par de millas de mi casa. Si algún día visitas Devon, verás paisajes de Alan Lee allí donde mires. ¡Imagino que los ilustradores de ciencia ficción rara vez pueden basarse en el entorno que les rodea!

Tienes razón al decir que el paisaje es el protagonista de esta pintura, de una forma que resulta extraña para lo que se está contando. Desde cierto punto de vista, no es más que un juego, pero usar la simbología en un entorno (si se hace prudentemente) puede convertirlo en un elemento pictórico muy poderoso. No sólo nos sitúa en esa época y lugar, sino que también  significa una visión geológica de ese mismo evento, magnificándolo.

Respecto a la acción, sobre todo cuando es violenta, creo realmente que el potencial de dicha acción puede contenerse en el segundo precedente. Como ese diminuto instante antes de empezar a pintar en el cual adelantas el brazo y tensas los músculos. Creo que el movimiento es más poderoso que cualquier acción detenida (algo que suele preferirse en los cómics, sobre todo aquellos con tintes dramáticos; por ejemplo, el trabajo de Burne Hogarth no parece contener ningún tipo de “acción”). Es mejor ofrecer los ingredientes que los espectadores necesitan para imaginar la acción que servirlo todo en una bandeja.

Ahora, para terminar, divaguemos un poco. Las leyendas del pasado no son únicamente cuentos emocionantes sino una visión simbólica de nuestra realidad, que contiene auténtica conocimiento y consejo. La mayor parte de la gente parece no respetar este tipo de sabiduría. Ya ni siquiera enseñan esta clase de cosas en las escuelas. Me gustaría conocer un poco mejor tu opinión acerca de la importancia del mito en la sociedad moderna.

Me siento tentado a decir que no deberías ignorar historias que han sobrevivido a los milenios, mucho tiempo después de haber perdido su significado religioso. Aunque ya no “creemos” en los antiguos mitos de la creación de la misma forma que los primeros que los oyeron, contamos con James Frazer y sus seguidores para ayudarnos a entender que nunca ha habido un auténtica brecha. ¿Es todo aquello “útil” en el sentido estricto de la palabra? Yo lo creo así, por que se encuentra en esa dimensión que nos hace humanos, como el arte. Despreciar esas historias como “triviales” sería un error fatal. Desmenuzarlas desde un punto de vista intelectual es trabajo de los eruditos, pero sentir emoción e interés, disfrutarlas, notar que algo se revuelve en tí, eso es algo que todos podemos experimentar sin necesidad de haber estudiado concienzudamente la significación real del mito.

El mito es un lugar, y como la mayor parte de los lugares, lo más interesante se encuentra siempre en los bordes, los límites y las fronteras. Allí donde uno no está seguro de que parte es real y cual no. Este es un lugar al que merece la pena viajar: el filo del mito. Si hay algún sitio que desafíe las descripciones, que no pueda plasmarse en un mapa, es ese. Hablo de la tierra de los mitos, más allá de la predecible geografía del Euhemerismo, más allá del mundo del pasado, cuando existía un diálogo que hoy apenas podemos comprender. La mitología proviene de un tiempo anterior al mismo mundo. Como humanos modernos, vivimos en la era del “eso”, en la cual los engranajes del mundo que nos rodea han sido explicados científicamente. No tenemos por que saber demasiadas cosas; siempre podemos mirar en una enciclopedia. El conocimiento se encuentra menos en nuestras cabezas y más en los libros de la biblioteca local… o en las ingeniosas palabras que podemos teclear en el motor de búsqueda. Por miles de años, la humanidad vivió en una era más rica, la era del “vos”, cuando el mundo se veía como otra forma de vida. Una criatura caprichosa, conflictiva e implacable. La vida podía ser dura y debía ser negociada. Una era de diálogo, de augurios, de dar las gracias. Si el fuego crece cuando chocamos las piedras, es por que el fuego se oculta en algún lugar dentro de la piedra, aprisionado hasta que nosotros logramos liberarlo. Para explicar mejor esto, y para que sea más fácil de recordar, creamos una historia, sobre como el fuego acabó ahí encerrado. De este modo el conocimiento se transmite de padres a hijos. Muchas veces las historias crecen así. Como una piedra que, pacientemente, espera convertirse en encendedor.

Naturalmente, cuando estos relatos ya no pueden explicar la naturaleza, pero seguimos contándolos, ya no pueden considerase “míticos”. Han perdido aquello que los convertía en sagrados y deben ser entendidos de forma muy distinta. Se convierten en folclore, cuentos de hadas, y se juntan en esos polvorientos tomos que ponemos sobre la estantería.

Aunque seguimos contando las mismas historias, ya no conocemos su significación y ahora  la gente se ríe fácilmente cuando leen curiosas leyendas. Pero eso es por que, aunque podamos leer los nombres, hemos olvidado su razón de ser.

Entrevista realizada por Enrique Dueñas a John Howe el 8 de septiembre de 2011.