No se puede negar, pero muchos éramos los que deseábamos desde lo más hondo el retorno del gran icono del universo DC a la gran pantalla. Han tenido que pasar siete largo años para que con un equipo creativo por detrás de mírame y no me toques, Warner Bros. haya encontrado el botón que debía pulsar, aunque puede que no haya sido el perfecto, y ofrecer a los espectadores la película que muchos queríamos ver y, más aun, la que la creación de Jerry Siegel y Joe Shuster en gran parte añoraba. El Hombre de Acero (Man of Steel, 2013) juega no obstante un juego muy peligroso, una fusión de estilos que van desde el tono más pausado, serio, melancólico, emotivo y profundo, la mano de Christopher Nolan es muy larga, y otro hiperactivo, atronador y destructivo, orientado con descaro a explotar al máximo lo que la tecnología cinematográfica de hoy en día puede ofrecer, en este Zack Snyder es un auténtico maestro. Pero el riesgo adoptado es patente y así se está reflejando, no en taquilla pero si en crítica. Nadar entre dos aguas implica que puede que a la gente no le guste la decisión tomada, se quede con una, prefiera la otra o, en el caso más optimista, acepte las dos por igual. En mi caso no voy a decir que soy negativo ni extremista, pero si que esa versión más positiva de las posibles reacciones se queda un poco en el límite.

El nuevo periplo de Superman en cines ofrece al espectador uno de los arranques, y podría decir que en esto se engloba la primera mitad de película, más fabulosos del cine de cómics. Lo intimista puede gustar o no, pero esa presentación del fin de Krypton, y la dura decisión tomada por Jor-El (Russell Crowe) y de Lana (Ayelet Zurer) con su hijo Kal-El es rompedora. Luego el viaje a las diversas etapas de crecimiento de Clark Kent (Cooper Timberline, Dylan Sprayberry y Henry Cavill), la complicadas decisiones que debe tomar y los duros momentos a los que se debe enfrentar, genial. A partir de ahí, y tras la catarsis que supone conocer su origen, la cosa se desboca. En ese momento, y con la entrada del Zod (Michael Shannon) más enfermizo y diabólico… pues llega el desmadre. En ese instante uno deberá poner a prueba sus todos sus sentidos. La segunda parte de la película es un completo no parar, ambicioso desenfreno donde vemos a ese Superman que siempre imaginamos, luchando de tu a tu a tortazo limpio con sus iguales y donde la obligada destrucción del planeta hace acto de presencia cuando pones frente a frente a semejantes titanes, o nuevos dioses. Vamos, un blockbuster con mayúsculas que sin embargo para los que vivían plácidamente inmersos en esa primera gran parte del film puede resultar demasiado radical.

Pero claro, si riegas todo esto con la siempre acertada dirección de Zack Snyder, rey de la cámara lenta pero que esta vez ha optado por probar el lado opuesto y aplicarnos una dosis en vena de hipervelocidad y zooms que hasta cuesta seguir, un guión robusto escrito aunque no exento de libertades por ese hijo predilecto de DC que es David S. Goyer, y aspectos ténicos que no pasarán ni de broma desapercibidos pues te apuntas un tanto en el pulso con el espectador. Gran fotografía la de Amir Mokri, gran música la de Hans Zimmer regada con unos cuantos temas para el recuerdo aunque otros no tanto, y una cantidad de efectos visuales / sonoros tal que sobrecogen y ensordecen. Y ojo, porque encajar todo esto en un producto que hay momentos en los que podría pasar por una versión no superheroica del hijo de Jor-El pues tiene su miga. Desde luego que no ha sido nada fácil el rumbo tomado.

Y que decir del reparto, pues que muy correcto. Esculpido con cincel tenemos a Henry Cavill, sin lugar a dudas mucho más convincente que su predecesor como Superman, Amy Adams en un rol excesivamente frío pese a todos los Pulitzer que haya podido obtener como Lois Lane y ese Michael Shannon cabreado con el mundo, de frenopático, desbocado y sociópata absoluto. Junto a el compañeros de fatigas como Faora (Antje Traue), otra que mete hostias como panes. Mención especial merecen los padres, ya no solo Russell Crowe que como Jor-El se gana una buena dosis de protagonismo, si no también de Diane Laine, madraza Martha Kent, y sobre todo Kevin Costner, un Jonathan Kent que a la par que padre adoptivo actúa casi de conciencia de su hijo.

En definitiva, un film complicado, bastante discutible y que trata de fusionar con riesgo dos caminos tan diferentes que, se está demostrando, no es del gusto de todo el mundo. A mi me ha convencido, con matices, y como punto de partida para lo que ha de venir me parece un camino acertado aunque no perfecto.

 NOTA  En los comentarios hay  SPOILERS , algunos correctamente anunciados y otros tristemente no, así que lee con cuidado si todavía no has visto la película!

El primer cartel que vimos de El Hombre de Acero
El primer cartel que vimos de El Hombre de Acero