Ayer fue el día seleccionado para, junto a un noble grupo de amigos, echar un completo vistazo a Transformers: Revenge of the Fallen (2009), titulada en España con media fortuna como Transformers: La venganza de los caídos. Da la sensación que una vez vista la película el elemento gramatical número se antoja importante.

¿Qué decir?… pues el primer pensamiento que se me vino a la cabeza una vez comenzaron a circular los títulos de crédito fue que el exceso por el exceso nunca es buen compañero. Michael Bay es un director normal, no mediocre pero bastante normalito. Hay que reconocerle que es un maestro, o el maestro, en el uso del artificio, en el manejo de los efectos digitales y de las historias repletas de explosiones, brincos, movimientos imposibles o planos frustrantes. Hace un par de años sorprendió con Transformers (2007) al lograr ofrecer dos horas y pico de acción a raudales donde los conocidos personajes de Hasbro, luego cómics de Marvel y serie de televisión, daban el salto a la gran pantalla gracias a las más avanzadas técnicas de efectos digitales salidas de la gran factoría Industrial Light & Magic. La película era fresca, ciertamente novedosa por los sorprendente de sus efectos, nos descubrió a Megan Fox y, en definitiva, gustó bastante. Yo la disfruté y vi en un producto Bay algo más que la habitual sobrecarga visual… el film contaba con una historia pegadiza, escrita por Roberto Orci y Alex Kurtzman, que acompañaba correctamente lo que se mostraba en pantalla, robots de dimensiones imposibles zurrándose de lo lindo. Casi sin tiempo a descansar Bay volvió a la carga, más de 700 millones de dólares tuvieron la culpa, y se puso a anunciar la segunda parte de esta prolífica saga.

Póster de Transformers: Revenge of the Fallen

En primer lugar, se ve que Orci y Kurtzman, ayudados ahora por Ehren Kruger, recibieron una oferta y, sin muchas ganas, decidieron realizar un trabajo bastante menor y que hace ver con mejores ojos a su predecesora. Junto a esto, algo que deberían enseñarle a Michael Bay es el significado de la palabra mesura. No puedes sobrecargar descontroladamente al espectador con millones de escenas de efectos digitales, donde sigue siendo harto difícil distinguir quien es el bueno y quien es el malo, menudo mareo, y donde, esto no lo llego a comprender, un gran protagonismo se lo llevan actores de medio pelo como son Josh Duhamel y Tyrese Gibson. Bay sigue apostando por aquello en donde se siente como pez en el agua: el exceso, los giros, la destrucción descontrolada y los primeros planos a cámara lenta donde elementos gigantes se mueven de fondo – la escena de Megan Fox con las aspas del helicóptero por encima son el mejor ejemplo. Luego llega el uso de los transformers… por un lado excesivo, incontables los Decepticons que aparecen sin ton ni son para llenar la pantalla de tuercas, válvulas y pistones, y por el otro se queda corto, pocos planos para Ratchet, Ironhide o Sideswipe…. de hecho parece que solo tenemos 4 autobots en toda la película: Optimus Prime, Bumblebee y los hermanos Calatrava, digo los gemelos Skids y Mudflap.

De los 150 minutos que IMDB dice que dura la película, los primeros 45 minutos fueron bastante insufribles y no llegué a pillarle el truco al penoso batiburrillo de diálogos sin sentido que resultaban pobres y carentes de sentido. El chascarrillo inmediato es bueno, mucha atención al coche teledirigido decepticon que es de lo mejorcito, pero lograr hacer una secuencia eterna cómica es complejo y Bay no es el mejor para estas tareas. El periplo de Sam Witwicky, cansino Shia LaBeouf, por la Universidad de los bellezones imposibles es el no va más del tedio. Primero por los personajes de los padres, personalmente el momento de los Witwicky interpretados por Kevin Dunn y Julie White fue en el 2007, y segundo por lo absurdo que resulta todo lo que ocurre. Eso si, mucha atención a la rubia australiana Isabel Lucas, imponente mujer que volverá en la interesante Daybreakers (2010). Luego llega el mejor momento de la película, los planes de los Decepticons con The Fallen y Megatron a la cabeza salen a la luz, y el retorno del genial John Turturro le aportan cierta calidad al montante final. De ahí pasamos nuevamente al caos, al exceso, a la sobrecarga, al frenetismo de la cámara, a giros y giros y giros y giros hasta acabar mareado, a más decepticons ansiosos por destrozar, a la confusión y al desmadre que resulta Devastator. Bay no sabe hacer nada más que eso y rodar secuencias de tropas americanas haciendo su trabajo en destructores, portaaviones, incursiones en Egipto y centros de mando de color azul llenos de pantallas con tecnología de satélites punta.

Megan Fox posando

Mención especial merece el uso, porque no se le puede llamar de otra cosa, de Megan Fox. Planos de su culo, planos de sus pechos, planos de sus labios, planos de su turgente cuerpo en poses a cada cual más atrayente, cámara lenta corriendo, cámara lenta suspirando, frases incendiarias, vestida de cuero, vestida de blanco, vestida con short y camiseta de tiras. Lo hace todo, posa, corre, embelesa, encanta y pone caliente a todo lo que se mueve… a todo! En parte se han pasado.

En definitiva… ¿vale la pena verla? Pues al gusto de cada uno, si y no. Muchos se preguntarán ¿qué esperabas? Pues la verdad, nada, aunque Transformers fue una película mucho más inteligente que esta y sobre todo más entretenida. Podían haberla pensado un poco más.

 NOTA  De coña la cercanía entre Petra y las pirámides de Keops, Kefrén y Micerinos.