Es tarde, muy tarde, pero hay veces que el trabajo te consume y salvo momentos puntuales no hay tiempo para nada. Esta pasada madrugada el mundo del cine se quedaba estupefacto y huérfano ante la noticia del inesperado fallecimiento de Robin Williams. Con 63 años a sus espaldas, el siempre alegre actor, rey de las mil voces, capaz de sacarnos una sonrisa gracias a su amable y entrañable rostro, decía basta poniendo fin a una vida donde no todo era lo que parecía. Hollywood es muy perro, y el alcohol, las depresiones, las drogas y otras lindezas marca de ese imparable ritmo de vida y constante éxito pueden ser bastante definitivas. Aun así sorprende que Williams haya decidido dar este cruel paso con 63 años y con una vida plena en lo profesional.

Eso si, antes de decir sus últimas palabras el bueno de Williams nos ha dejado papeles casi históricos como el Parry de El rey pescador (The Fisher King, 1991), el profesor John Keating de El club de los poetas muertos (Dead Poet Society, 1989), el periodista y animador Adrian Cronauer de Good Morning, Vietnam (1987), la voz del genio de Aladdin (1992), la increíble evolución de Daniel Hillard en la Señora Doubtfire (Mrs. Doubtfire, 1993) o el psicólogo casi padre Sean Maguire de El indomable Will Hunting (Good Will Hunting, 1997). Un actor dotado como pocos para la comedia que sin embargo jugó muchas otras cartas y del que también uno se tiene que quedar con el glorioso papel de padre homosexual de Una jaula de grillos (The Birdcage, 1996), el psicokiller de Insomnio (Insomnia, 2002) y el no menos enfermizo de Retratos de una obsesión (One Hour Photo, 2002), por no recordar su acomodación al género más fantasioso e inconcebible con El hombre bicentenario (Bicentennial Man, 1999), menuda sesión de maquillaje, Jumanji (1995), Hook: el capitán Garfio (Hook, 1991), Más allá de los sueños (What Dreams May Come, 1998) o la insuperablemente imposible Las aventuras del barón Munchausen (The Adventures of Baron Munchausen, 1988). Hasta se atrevió con el cine comiquero cuando no era la época… Popeye (1980).

En fin, una gran pena. Las cosas nunca son lo que parecen…

You're only given one little spark of madness. You mustn't lose it
You’re only given one little spark of madness. You mustn’t lose it