El pasado sábado participamos en una de las partidas de Dungeons & Dragons más extrañas y divertidas de los últimos tiempos. La aventura centraba a nuestros personajes en torno a un monasterio donde practicábamos recogimiento y donde ofrecíamos servicios a cambio de alojamiento, etc… Todo se complicó cuando un "extraño viajero" nos convidó a acompañarle para ayudarle en un "peligroso" viaje y proteger su carro lleno de cosas que no podíamos saber que eran. Después de un fiero combate contra un grupo de Gnolls comenzó nuestra debacle. Azuzado por el monje del grupo, dirigido por Zoo Bamboo, nuestro paladín perdió el norte al cien por cien… Después de robarle la llave del carro al malherido "extraño viajero", abrió el carro y rebuscó, espada en mano, por sus pertenencias personales. Craso error fue ver que había dentro de unas cajas llenas de viruta con un espadón, un huevo de dragón negro acabó batido casi a punto de nieve.

Después de este error y de echarle las culpas al paladín por lo que había hecho, al pobre le había manejado con malas artes el Monje, regresamos al monasterio para pedir consejo de nuestro error al Abad Superior, y partimos hacia Greyhawk a ver si resolvíamos el entuerto. Digamos que 4 tipos armados hasta los dientes, en una ciudad con guardia, etc. éramos un poco sospechosos. Nuestro paladín siguió en las suyas, no fue capaz de convencer a una viejecita de que nos alquilara un cuarto, montó un alboroto increíble y se rebotó a todo el mundo, para acabar casi detenido (menos mal que llegamos nosotros con nuestro cuento de ser vendedores de primeras piedras). Por la tarde urdimos un plan digno de un genio, dejar cajas similares, llenas de virutas y nuestras primeras piedras, a las del viajero extraño en el punto de encuentro, y esperar a ver quien se las llevaba por la noche. Luego llegó la debacle, mira que nos habían avisado:

"hay toque de queda a media noche y no se puede andar armado hasta los dientes por aquí"

Pues nada, nos acurrucamos de madrugada en un tejado para investigar y después de ver como se nos iba el plan al garete (la guardia de la ciudad se llevaba nuestras cajas), nos dedicamos a hacer ruiditos (miaus y silbiditos) y tirar tejas para evitar a los curiosos… como era de esperar nos descubrieron a las primeras de cambio (por mi culpa), el primero en caer fue nuestro bendito paladín que, para variar, se dedicó a rebotarse más ante las autoridades y acabó encarcelado junto con nuestro conciliador, y altamente ruidoso, enano. Pero ahí estábamos el Monje y Yo, un explorador más perdido que una aguja en un pajar, dispuestos a… quedarnos a dormir en nuestros aposentos a que campease el temporal! No tardaron en visitarnos las autoridades y, después de un enfrentamiento verbal digno de ser narrado completamente, acabamos haciendo compañía a nuestros 2 compañeros encarcelados. En este proceso, nuestro paladín ya estaba rajando de todo el mundo y perdiendo todo lo que define su tarea, estaba cayendo en un pozo sin fondo.

A la mañana siguiente y ante un juez superlativo (mira que se pasan), lo que podía haber sido una detención de una noche, acabó en hecatombe… el Monje optó por darse de tortas con dicha autoridad, el paladín intentó acabar con el Monje, el enano intentó calmar a todos y yo no dudé en escaparme encadenado hasta arriba gritando "fuego, están atacando a un juez"… cómico y patético. El Monje tiene para 5 años de encierro y ha prometido convertirse en un líder mafioso… se la tiene jurada al juez. El paladín, ya no es lo que era, le ha sido expropiada su cualidad de paladín y tiende a ser caótico malo. Del enano y el menda… no se que decir.

Conclusión, nos partimos de la risa en una de las partidas más desastrosas de la historia.