Pues me pongo a comentar algo sobre otra de las que esperaba con más ganas en la 47 edición del Festival de Sitges. Una vez vista se confirma que Tusk (2014) es una de las paranoias más grotescas y enfermizas que se os puede pasar por la mente. Kevin Smith construye con un par de actores molones, Justin Long y un impagable Michael Parks, amén de un rescatado Haley Joel Osment, un producto suyo donde aúna esas señas que definen el cine que se dedica a parir, sembrado de diálogos impagables, verborreicos, soeces e imaginativos en boca de personajes que no te dejan para nada indiferente… o te caen bien o los quieres matar. A estos detalles hay que sumar esta vez lo grotesco, lo malsano, desagradable y, hay que reconocerlo, los más patético. Smith crea una historia original, divertida aunque siniestra poniendo sobre la mesa al psicótico de turno, el personaje de Parks es una delicia, que se pasa la vida mutando de personalidad con idea de recrear cierto momento crucial en su vida… o puede que no. Un podcaster engreído se cruzará en el camino de este figura y se le bajarán los aires rápidamente. En fin, joyita, divertida y hasta deudora de La parada de los monstruos (Freaks, 1932) del gran Tod Browning.

Uno de los carteles de Tusk
Uno de los carteles de Tusk