Tras más de diez años de silencio, y con un tercer episodio de la saga que había "cerrado" el ciclo con mala nota, Wes Craven y Kevin Williamson, ausente en esa deudora tercera parte, vuelven a la carga cogidos de la mano para explotar con acierto la franquicia que en su día fue el renacimiento de las películas de terror slasher. Puede que muchos vean en Scream 4 (2011) un producto que no aporta, pero nada más lejos de lo que podáis imaginar. Craven y Williamson regresan a la saga que les llevó a lo más alto en la década de los noventa con un producto potente, entretenido, repleto de frescura, que riza el rizo de la paranoia ghostfaceiana, y que sabe reírse tanto de sus predecesoras como del terror que nos ha acompañado en la última década. Como bien reza el lema de esta cuarta parte, nueva década implican nuevas reglas. La buena del dúo, y sobre todo la del señor Williamson, se nota ya desde la secuencia inicial, que todo sea dicho es sencillamente magistral y adaptada a los tiempos que corren en esta era donde las relaciones se miden por el número de amigos que tengas en tus redes sociales favoritas, y hasta lo enrevesado de la neura que justifica el regreso de Ghostface a la vida de los protagonistas de la película… una recuperada Neve Cambpell, un siempre genial David Arquette y una surrealista Courtney Cox, mujer botox casi irreconocible que demuestra que la gente no sabe envejecer en la meca del cine, y eso que tiene unos cuarenta y tantos años.

Póster español de Scream 4 de Wes Craven
Póster español de Scream 4 de Wes Craven

Ha pasado una década desde que Ghostface actuara por última vez. Sidney Prescott (Neve Campbell) ha pasado página a todo lo ocurrido y en su regreso a Woodsboro las cosas no pueden comenzar peor. Con la simple idea de presentar su nueva incursión en esto de la literatura, amén de reencontrarse con los poco viejos amigos que le quedan en el pueblo, la pareja Dewey Riley (David Arquette) y Gale Weathers (Courtney Cox), un viejo compañero de fatigas se autoinvita a la fiesta para volver a destripar, pasar a cuchillo, degollar y apuñalar a todo aquel que se le ponga por delante. Nuevamente el mal fario de la Prescott hace acto de presencia en forma del serial killer Ghostface. Pero ojo, esta vez el objetivo del siempre imaginativo, imprevisible y obsesivo asesino cinematográfico es ir amputando las diferentes ramificaciones que crean el entorno woodsbororiano de la sufrida protagonista… ¿a razón de que vuelve a actuar diez años después Ghostface?

Craven y Williamson actúan descaradamente de dos maneras. La primera seduciendo al fandom de la franquicia original con el retorno de los personajes fijos en el universo Scream y decorando el ya veterano elenco con jóvenes actores que, como ocurriera en otra época, acabarán por hacerse un hueco en el cine de dentro de unos cuantos años. Emma Roberts, Hayden Panettiere, Nico Tortorella, Rory Culkin, Adam Brody o Erik Knudsen, son además el equivalente obligado a Skeet Ulrich, Rose McGowan, Matthew Lillard, Ommar Epps, Timothy Olyphant, Jamie Kennedy o Jerry O’Connell, y, salvo sorpresa, carne de productos medios que irán decorando las pantallas de las salas de cine de hoy en adelante. La segunda forma es recuperando el ritmo del primer film, relanzando el sello pero apoyándose, para no tropezar como en terceras partes, en una historia sólida, entretenida y que al nuevo público, cinco lustros son cinco lustros, enganchará porque hace tiempo que no se ve una película slasher de estudio tan divertida como esta. Además, y como ya ocurriera en la memorable Scream, vigila quien llama (Scream, 1996), Craven y Williamson buscan un buen bastón de apoyo con la presencia de actrices de sobra conocidas en el mundillo que otorgan al respetable una efímera pero divertida aparición, que grande el cameo de Anna Paquin y Kristten Bell. En definitiva, una película que gustará a los fans de la saga y que seguro que a algún neófito en estas artes abre los ojos con ansias de mirar al pasado.