Es momento de sacar a la luz varias de las opiniones que tengo por ahí pendientes. La verdad es que se me están acumulando este tipo de entradas y cuando miro hacia atrás me doy cuenta de que, o me las quito de encima o se van a quedar ahí en el olvido más absoluto, como alguna otra con la que ya me ha ocurrido. Para comenzar este trío de merecidos post y no dejarme nada traspapelado arranco con una de las obsesiones que tenía en mente desde su estreno en USA allá por agosto del año pasado y su presentación al gran público en paralelo a la pasada Comic-Con de San Diego, hablo de Piraña 3D (Piranha 3D, 2010) de Alexandre Aja, desorbitado remake del ya clásico film de Joe Dante que en 1978, en mi caso a lo largo de los 80, sacó jugo a lo horrores marinos que unos años antes Steven Spielberg explotara con grandioso éxito. En fin, con cerca de ocho meses de retraso con respecto a su estreno en USA, golpe letal si alguien esperaba que el film lograra hacerse con una cantidad digna de recaudación aunque con la primavera ya se sabe, ha llegado a las pantallas españolas esta delicia gore, oda a las más bajas perversiones del adorador de serie B y una demostración más de que el señor Aja no pierde fuelle pese a haberse acomodado en el siempre controlador y edulcorado cine hollywoodiense. Porque si, dentro de lo malo que pueda tener Piraña 3D, que algo tiene, los frenéticos, acalorados, testosterónicos e hipersangrientos primeros sesenta minutos son una delicia donde hay cabida para las carcajadas más sonoras y los exabruptos más paranoicos. Todo esto se debe a un guión inicialmente fresco, que revitaliza el género y que cuenta con algunos diálogos dignos de ser anotados para el futuro, y un despiporre de cuerpos dorados al sol que, sin lugar a dudas, harán más mella en las mentes de ellos que de ellas.

Cartel español de Piraña 3D
Cartel español de Piraña 3D

Nos vamos al Lago Victoria, sede de una macrofiesta donde las camisetas mojadas, la música chunda chunda, el alcohol, las hormonas y el desenfreno padre son la tónica dominante. Por arte de birlibirloque un terremoto abre una sima y de ella salen un buen puñado de pirañas prehistóricas que por avatares de la vida optarán por dar buena cuenta de bañistas, obsesos, tías buenas y todo aquel que decida meter un pie en el agua que no debe. Una agente de la policía local, dónde estabas escondida Elisabeth Shue, decidirá investigar la situación con su compañero de fatigas, Ving Rhames se convierte en un Ash o un Lionel de la vida, al tiempo que se preocupa por sus hijos y algunos de los personajes más variopintos que pueden ser vistos en una película de hoy en día.

Delirantemente sangrienta y brutal, obra y gracia de los dioses del splatter moderno Gregory Nicotero y Howard Berger de KNB EFX Group, Piraña 3D es la cuarta película estrenada en cines del director francés Alexandre Aja, persona que con Alta tensión (Haute Tension, 2003) provocó más de una indigestión y que con Las colinas tiene ojos (The Hills Have Eyes, 2006) y Reflejos (Mirros, 2008) dio el salto al cine made in USA, ahondando curiosamente en el universo del remake absoluto… todos sus trabajos salvo Alta tensión son refritos de clásicos del terror setentero o de películas del fulgurante horror japonés. Aja es un crack y Dimension Films ha sabido sacar jugo al producto parido por este. Está claro que la época veraniega era la ideal para esta exploitation que, por momentos, casi se podría decir que roza detalles de la vertiente sexploitation. Porque si bien las dosis de casquería son gloriosas, Aja opta por comenzar con una primera parte de mini detalles gore para dar más protagonismo a cientos de cuerpos voluptuosos y calientes en frenético bamboleo, no me quiero imaginar las salas de cine en California por poner un ejemplo, donde destacan Kelly Brook o las actrices porno Ashlynn Brooke, Gianna Michaels o Riley Steele, estas dos últimas nuevas scream queen del género que de paso han gozado de libertad absoluta para mostrar en pantalla los valores que más explotan en el cine que habitualmente protagonizan. Escena onírica a parte, llegados al punto el despiporre se pone en marcha y durante unos 15 minutos Aja se desmelena, el gore se convierte en protagonista y el salvajismo desenfrenado hace acto de presencia, todo regado con tanto humor negro que uno no puede parar de reírse con el destino de personajes como el de Jerry O’Connell o Eli Roth.

Pero claro, todo lo que Aja gestiona con maestría durante más o menos una hora se desinfla sin remedio en unos últimos minutos menos frescos que, pese a todo, no hacen desmerecer para nada un producto global disfrutable de cabo a rabo… igual que lo hace la piraña.