A falta de pan buenas son tortas. El otro día nos pasamos por el cine para ver la última película de fantasía infantil que se ha sacado de la manga el siempre extraño de Spike Jonze, miembro de ese grupo de peculiares directores y guionistas que forman, entre otros, Wes Anderson, Michel Gondry o Charlie Kaufman. Adaptando el cuento más famoso del escritor y ilustrador Maurice Sendak, y del que tengo que reconocer no estuvo en mi librería en los años más tiernos de mi vida, Warner Bros. Pictures ha arriesgado cosa fina en una idea que se aleja por completo de las hazañas de Jim Henson o Michael Ende, hablo del positivo y conciliador espíritu de Dentro del Laberinto (Labyrinth, 1986) o La historia interminable (Die unendliche Geschichte, 1984). El principal problema que le veo es que si su objetivo era atraer taquilla juvenil para paliar la brutal inversión realizada, 100 millones de dólares más gastos de publicidad, el fondo de la historia es demasiado triste para estas fechas. Aunque bueno, esta opinión es demasiado subjetiva por mi parte, me gusta demasiado el positivismo de este tipo de películas y cualquier riesgo que se toma tiendo a magnificarlo de forma desmedida.

Cartel de Donde viven los monstruos (Where the Wild Things Are)
Cartel de Donde viven los monstruos (Where the Wild Things Are)

Expandiendo un relato breve y de gran fuerza visual hasta un metraje sorprendente, Jonze amplia sin problemas la película con secuencias infinitas, pausas incómodas y melancolía que, personalmente, se queda corta. Donde viven los monstruos (Where the Wild Things Are, 2009) demuestra de paso que no es tanto el film de corte infantil que uno podría esperar si ha visto como nos la venden y apuesta más por un público adulto que podrá ver reflejado, si se da el caso, su comportamiento cuando fue más niño. La película cuenta el viaje imaginario de Max, sorprendente Max Records, un niño de 12 años que forma parte de una familia distante por la diferencia de edad entre él y su hermana, o la incómoda situación de una madre que tiene suficientes problemas como para agregar el de un hijo que necesita de verdadera atención. Con una imaginación desbordante, y a falta de figuras familiares que le hagan caso y le acompañen en su universo personal, Max hace lo que le da la gana y demuestra en cuestión de minutos que no dispone de una figura dominante que le eduque y que le ayude a superar la patente soledad. Tras un día de crisis absoluta, Max se escapa y se va de viaje imaginario a una isla solitaria donde coincidirá con Carol (James Gandolfini), Alexander (Paul Dano), Judith (Catherine O’Hara), Ira (Forest Whitaker), Bull (Michael Berry Jr.), Douglas (Chris Cooper) y KW (Lauren Ambrose), unos monstruos de dimensiones pimponianas que, como fiel reflejo de su propia personalidad, hacen lo que les viene en gana al tiempo que muestran los mismos pesares que el niño… celos, abandono, protagonismo, etc. Max se erigirá como rey de todos ellos, contará con su incondicional apoyo a la hora de divertirse, etc. Pero, ¿qué efecto tendrán sobre sus nuevos amigos imaginarios las excentricidades y excesos de Max?

En definitiva, una factura perfecta con momentos que marcan pero una historia que en manos de Jonze adolece notablemente de ritmo y de buenas sensaciones, tiene momentos verdaderamente terroríficos…¿los propios miedo y pesadillas de nuestro protagonista?. Supongo que será parte de la obra de Sendak, pero la he encontrado demasiado tristona y adulta. Eso si, los monstruos son generosamente vitales gracias a la Jim Henson Company y unos efectos digitales de compañías de primer nivel como Framestore o Quantum Creation FX que les otorgan vida propia y una expresividad sorprendente. La verdad, me gustaría saber que impresión ha causado tanto en adultos como en infantes. Sobre todo para detectar a que público va realmente orientada la película, creo yo que al primer grupo, que es quien realmente va a entenderlo y asimilarlo.