No puedo negar que desde el momento en el que vi que X-Men: Primera Generación (X-Men: First Class, 2011) sumaba a Matthew Vaughn como responsable de la dirección del proyecto mi interés por el film subió como la espuma. Las esperanzas siguieron creciendo cuando Jane Goldman, colaboradora de Vaughn, se unió a Ashley Miller, Zack Stentz y el propio Vaughn en la escritura del guión. Más y más me emocioné al ver que 20th Century Fox y Bryan Singer apostaban fuerte por este reboot de la saga mutante cuando actores de peso como James McAvoy, Michael Fassbender o el veterano e indestructible Kevin Bacon se incorporaron a un película comiquera que, poco a poco, ofrecía detalles de su argumento demostrando que iba a ser una concepción diferente al habitual desarrollo de una obra basada en material de cómic. Y en estas se estrenó… ayer llegó a las pantallas de medio mundo X-Men: Primera Generación, un punto y a parte en el universo de la Patrulla X que además deja claro que cuando se tiene un buen guión entre las manos, para hacer buen cine no hace falta ni sobrecarga de efectos digitales ni el cansino 3D. Por que si, X-Men: Primera Generación es muy buena, probablemente de lo mejorcito que se ha hecho hasta el día de hoy dentro del infinito universo que da forma a Marvel, y una obra alejada de la habitual monotonía de la viñeta cinematográfica al fusionar géneros tan apartados de si misma como el político, el de espías e incluso el de la Guerra Fría. Vaughn además saca a relucir sus mejores habilidades y sorprende a todos con un metraje para nada corto, 132 minutos del ala, donde destaca un dinámico montaje que logra mantener al espectador pendiente de cada uno de los acontecimientos que tienen lugar en el film. Encima, y para rizar más el rizo, el director va dejando caer pinceladas que harán las delicias de los fans de los mutantes, detalles que además van surgiendo magistralmente vinculados a una historia fresca y cercana en su práctica totalidad al subgénero de los agentes secretos.

Cartel de X-Men: Primera Generación
Cartel de X-Men: Primera Generación

Mediados de la Segunda Guerra Mundial. Tras demostrar de lo que es capaz, un joven Erik Lehnsherr permanece encerrado en un campo de concentración y allí es estudiado por un despiadado doctor nazi llamado Klaus Schmidt / Sebastian Shaw (Kevin Bacon). Al mismo tiempo en la campiña inglesa un también joven Charles Xavier descubre a una niña mutante llamada Raven que se cuela en su casa para robar comida. Los años pasan, estamos en plena Guerra Fría y mientras Lehnsherr, superior Michael Fassbender, se dedica a dar caza a aquellos que acabaron con su familia en el campo de concentración donde fue descubierto, Xavier, interesante James McAvoy, y Raven, mola Jennifer Lawrence, se dedican a buscar a sus iguales. Al tiempo, una agente de la CIA llamada Moira McTaggert (Rose Byrne) se cuela en el local que Shaw posee y allí descubre el inicio de una extraña conspiración para provocar un enfrentamiento entre las dos superpotencias mundiales del momento, URSS y USA, y a sorprendentes seres con extraños poderes como Azazel (Jason Flemyng), Emma Frost (January Jones) y Riptide (Álex González). Entramos en los prolegómenos de la Crisis de los misiles cubanos y por casualidades de la vida los caminos de Xavier y Lehnsherr se cruzan. Es el inicio de lo que años más tarde será conocida como la Patrulla X, pero por ahora asistimos al nacimiento del levantamiento mutante y su primer gran reto… evitar la Tercera Guerra Mundial y dar caza al mutante conocido como Sebastian Shaw.

La verdad es que iba haciendo falta algo como esto. Vaughn es un director que no para de dar pasos firmes en su corta carrera como director. Primero fue Layer Cake (2004), luego llegó Stardust (2007), el año pasado Kick-Ass (2010) y este 2011 nos sorprende con X-Men: Primera Generación, una revitalización de la saga mutante que tan bajo había caído tras las poco acertadas X-Men: la decisión final (X-Men: The Last Stand, 2006) y X-Men orígenes: Lobezno (X-Men Origins: Wolverine, 2009). Estamos ante un film visualmente espectacular, que aborda una historia poco usual llevando al espectador de la habitual parafernalia comiquera a un entorno más creíble e históricamente familiar. Acompañado por una banda sonora que decora de forma excelente todo el metraje, salida de las manos de Henry Jackman, se demuestra que puedes contar una aventura a la altura de cualquier otra obra de género diferente sin necesitar del apoyo de tecnología que ciegue al respetable y, peor todavía, trate de ocultar las carencias en otros aspectos fundamentales a la hora de ofrecer un buen producto. No, con un buen guión y un reparto compensado, además de un director que sabe lo que quiere ofrecer, es suficiente. Además, Vaughn tampoco quiere centrarse en un público objetivo y además de esos guiños que los incondicionales de los X-Men agradecerán, aprovecha para dar a conocer a otros mutantes que puede que en los verdaderos orígenes no fueran tan conocidos pero que hoy en día han ganado de alguna forma protagonismo. Internamente la película se divide en tres fases, una primera magnífica donde se narran todos los acontecimientos que tiene lugar hasta el primer encuentro entre Xavier y Lehnsherr. Acontecimientos de paso alejados por completo del término "comiquero". Eso si, luego da el salto a la presentación mutante en general para desembocar en el necesario protagonismo de lo que verdaderamente representa la trama de la película.

Lo dicho, de lo mejor de Marvel y nada deudora de X-Men (2000) o X-Men 2 (2003). Hará las delicias de todos los fans de los personajes y sorprenderá a más de uno de los que no veía en este reboot posibilidad alguna de recuperación tras los dos últimos intentos.