La nueva etapa de la franquicia creada por el mítico Gene Roddenberry en pantalla grande sigue dando grandes alegrías a sus fans / no tan fans, y Star Trek: en la oscuridad (Star Trek Into Darkness, 2013) se ha estrenado en cines para demostrarlo… aunque haya sido con casi dos meses de retraso. Además, J.J. Abrams, ese al que muchos no pueden ni ver delante, se sigue confirmando, si todavía hay alguna duda, como uno de los nuevos reyes Midas de Hollywood si de lo que hablamos es del modelo blockbuster. Y ojo, porque uno de los factores fundamentales para lograr algo como esto es tratar de ser continuista, cosa que Paramount, Skydance y Bad Robot han decidido cumplir a rajatabla. Resulta que todo en la secuela de la revitalizante Star Trek (2009) permanece, desde el equipo tras la idea, los guionistas favoritos del modelo palomita en la última década Roberto Orci y Alex Kurtzman, a los que debemos sumar eso si al "odioso" Damon Lindelof, hasta un imponente y cada vez más consolidado reparto que cuenta con ya estrellas de sobra consolidadas como Chris Pine, Zachary Quinto, Zoe Saldana, Karl Urban, Simon Pegg, John Cho y Anton Yelchin, a los que esta vez debemos sumar el debut en la saga galáctica de ese imponente actor que es el británico Benedict Cumberbatch, o los igualmente conocidos Peter Weller, grandísimo veterano, Alice Eve o Noel Clarke, breve pero intenso.

Y a sabiendas de lo que uno debe hacer en cines cuando lo que busca es entretener a la masa, Star Trek: en la oscuridad cumple con el manual del producto mainstream. La gran ventaja de esta segunda visita a la galaxia sin fronteras es ese dinámico y divertido guión que se han trabajado Orci, Kurtzman y Lindelof, ideal para echarse muchísimas risas, vibrar durante las más de dos horas de metraje, no hay ni un minuto de descanso, al tiempo que trata de profundizar en temas más personales. Desde la relación entre los personajes principales, núcleo de la aventura de este 2013 es la consolidación de la inquebrantable amistad Kirk / Spock, decisión y visceralidad el primero vs. cabezonería matemática vulcaniana para el segundo, como ya lo fuera en su momento en Star Trek II: La ira de Kahn (Star Trek II: The Wrath of Khan, 1982), y hasta el clásico debate, o no, sobre lo que marca la diferencia entre humanos y otras razas del universo Roddenberry, ya sea para bien o para mal.

Pero todo lo bueno que tiene Star Trek: en la oscuridad, un suspiro en cines que merece muchísimo la pena ver en pantalla grande con atronador sonido, también se lo debemos anotar como malo… o al menos como no del todo acertado. Abrams, Orci, Kurtzman y ahora Lindelof se han acomodado. Pensaba que pese a la obviedad de la presencia de John Harrison la cosa podía evolucionar, pero en ese aspecto Star Trek: en la oscuridad, como apuntaba antes un ejemplo de continuismo, se pasa no ya tres pueblos, si no tres galaxias! El personaje de Benedict Cumberbatch es demasiado previsible en sus actos, aunque mola mil gracias a la rotundidad del actor que lo encarna; pero si el homenaje es claro… puede que lo sea demasiado. Da la sensación de que al tratarse de un universo alternativo al que disfrutamos con William Shatner y Leonard Nimoy, aquí debemos revivir aquellos mismos instantes aunque como si fueran vistos en el reflejo de un espejo. ¿No hay nada más allá para elegir que estas repeticiones? La verdad, elucubré sobre algo más en mi mente cuando vi el fabuloso inicio con el corrupto momento de Noel Clarke acompañado por la melancólica música del una vez inmenso Michael Giacchino, pero no… una breve ilusión. Eso si, si te abstraes de esto la película es una maravillosa delicia desde el minuto uno y hasta la lista de agradecimientos. Vamos, id al cine a verla que bien lo merece.

El cartel que más me ha molado de Star Trek: en la oscuridad
El cartel que más me ha molado de Star Trek: en la oscuridad