Como muchos de vosotros esperaba la llegada del 18 de diciembre como agua de mayo. Esta pasada madrugada acudí a la velocidad del rayo a ver Star Wars: El Despertar de la Fuerza (Star Wars: The Force Awakens, 2015), unas cuantas horas después sigo encontrando cosas buenas de este primer visionado del renacimiento de la saga por excelencia.

¿Existe la fórmula del éxito? Pues la verdad es que J.J. Abrams y su tropa la tiene. Muy hábilmente este grupo de sabios han sabido evaluar que no existe la necesidad de reinventar la rueda cuando lo que tienes entre manos es significativamente un pelotazo. Por ello Star Wars: El Despertar de la Fuerza no deja de ser una nueva aventura en la que se combinan con maestría todos los elementos que en 1977 dieron como resultado un icono cinematográfico. ¿Hay sorpresas? Pues claro, pero en el fondo se analizan y muestran los mismos valores que otrora dieron como resultado un producto eterno y por el que no pasan los años. Por lo tanto, primero selecciona un guionista de éxito, Michael Arndt en la primera escritura del guión, súmale la cabeza de Abrams, ahora mismo un genio de la producción hollywoodiense, y remátalo con Lawrence Kasdan, el que sabe cómo debe ser contado lo que ha de contarse por ser el guionista de El imperio contraataca y El retorno del Jedi. El resultado es un film genuino, un historia que te atrapa, que te invita a viajar nuevamente por la galaxia y pura marca Lucasfilm, ya que recuerda en todo sus aspectos a las obras previas de George Lucas (1977), Irvin Keshner y Richard Marquand.

El segundo factor crucial para lograr el éxito es contar con personajes carismáticos. Star Wars: El Despertar de la Fuerza es ante todo un homenaje al pasado, una obra repleta de referencias, pero al tiempo una redefinición del futuro y una invitación a descubrir que las posibilidades son infinitas y que no debemos agarrarnos al ascua de tiempos pretéritos. Abrams ya lo hizo con Star Trek, reinventando, pero esta vez va más allá y puebla el universo Star Wars con nuevos rostros, magníficas personalidades e innumerables posibilidades. Daisy Ridley como Rey es sin lugar a dudas el bombazo, un personaje del que te enamoras, que te gusta, que te sorprende con cada nuevo paso que da hacia adelante descubriendo los misterios que la rodean. Crece al mismo ritmo que Finn, para mi un perfecto John Boyega, otro personaje que madura con la narración y que, directamente, se va formando debido a una catarsis personal que le lleva, desde el principio, a replantearse lo que ocurre. Finn es además una fusión de valentía desmedida e inconsciencia infantil, esto hace que te caiga mejor ya que es protagonista de momentos simpáticos que otorgan frescura narrativa a una historia que en el fondo conocemos. Tenemos luego a Kylo Ren, villano fotocopia que quiere ser eso, una fotocopia (pero en el buen sentido) del caos Darth Vader. Además, al peculiar Adam Driver (mola), le toca lidiar con un instante en la vida de todo villano que, la verdad sea dicha, Lucas no supo contar en su trilogía CGI. Kylo Ren no es perfecto, no es un Vader de la vida y, por lo tanto tiene todavía que romper muchos platos. Star Wars: El Despertar de la Fuerza nos lo muestra así, Kylo Ren puede fallar, le pierde la ira y se lanza a la piscina de forma un pelín inconsciente. Para rematar con los personajes humanos icono está Poe Dameron. A Oscar Isaac le ha tocado lidiar con un personaje que, seguro, ganará protagonismo en el futuro. Aquí tenemos a ese piloto rebelde que seguramente en 1977 habría quedado eclipsado por la irrupción de Luke Skywalker, pero que aquí tiene derecho a destacar. Por lo tanto, J.J Abrams pone sobre la mesa unos rasgos que hemos papado durante muchas décadas y decide repartirlos entre los nuevos personajes, creando por lo tanto un elenco de personalidades que recuerdan en todo momento a aquellas que nos atraparon hace ahora casi 40 años. Y me quedo sin hablar del General Hux (Domhnall Gleeson), una suerte de renovado Grand Moff Tarkin, Maz Kanata (Lupita Nyong’o) o la Capitana Phasma (Gwendoline Christie). Ah, y un recuerdo especial para BB-8, el factor Disney del film pero al que irremediablemente tienes que desear ver en pantalla una y otra vez.

El tercer factor es lo que te atrapa visualmente. Aquí la cosa está fácil. Sabes lo que triunfó en el pasado, conoces lo que llevó al fracaso en la era contemporánea, y por lo tanto evalúas y ejecutas lo que debe ser el futuro. Star Wars: El Despertar de la Fuerza es un espectáculo visual, algo con lo que Abrams no tiene problema. Además, se juega sobre seguro… Halcón Milenario dejando claro por qué es una nave tan molona, batalla entre X-Wing y Tie-Figthers como deben hacerse en 2015, y duelos con sables láser a la velocidad que todos podemos comprender y asimilar. Sumemos la acción física, cientos de Stormtroppers que caen muertos o salen volando cuando les disparan con un blaster, explosiones, criaturas reales y tienes el combinado deseado por todo el mundo que aborrece la sobrecarga CGI que tan mal envejecer ha otorgado a películas de hace poco más de una década.

Star Wars: El Despertar de la Fuerza vuelve a sus raíces, a la fórmula del éxito renovando eso si el drama familiar que vivimos en los setenta y ochenta. No oculta su pasado, lo recupera en dosis acertadas y abre las puertas a un futuro que se seguirá formando para acabar cerrándose nuevamente dentro de unos cuatro años. Puede que no llegue a sorprender, de hecho todo lo que vemos lo conocemos y nos recuerda, pero aun así se disfruta de pe a pa y da ganas de devorarla nuevamente para disfrutar e ilusionarse por lo que ha de venir. Ojo, en mi caso la banda sonora de John Williams se me queda un poco descafeinada, no llego a sentirla del todo y puede que una colaboración con otro compositor, sí, hablo de Michael Giacchino, hubiera aportado a los ritmos del maestro un toque de renovación extra. Ah, y la VO es fabulosa…

Ese molón cartel de Star Wars: El Despertar de la Fuerza
Ese molón cartel de Star Wars: El Despertar de la Fuerza