Eso es lo que pasa cuando echas el resto tratando de reinventar una obra de culto, que cuenta con un público que la recuerda con orgullo y que se sigue disfrutando al máximo aun pasando sobre ella cerca de 30 años. En un nuevo episodio de la larga lista de institucionalizaciones por parte de los grandes estudios de Hollywood llega RoboCop (2014) de José Padilha, debutante en el mercado USA que desconozco que hubiera logrado hacer si le hubieran dado carta blanca sobre el proyecto que nos trae aquí pero que puedo imaginar que algo mucho mejor si echamos la vista atrás y observamos con detenimiento su fabulosa Tropa de élite (Tropa de elite, 2007). MGM y Sony, dos de las grandes, han unido fuerzas para reinventar el icónico personaje creado por los guionistas Edward Neumeier y Michael Miner, uno que de forma crítica, cínica y abiertamente violenta fue transformado en cine por un director sin pelos en la lengua como Paul Verheoven, maestro entre maestros, al que acompañó la extenuante capacidad creativa de un visionario de los efectos especiales como Rob Bottin. Pero claro, los tiempos que corren son el ahora, y en estos momentos el mercado es quien marca descaradamente la pauta a seguir si hablamos de superproducciones, y que además se ven acompañados por una muy patente carencia de ideas donde ya no existe el riesgo, con naturalidad se le teme, y donde todo se ve avocado a una mojigatería que debe contentar a un público extremadamente amplio dek que se necesita que puedan verlo todo.

Con estos mimbres nade RoboCop, film que mantiene la esencia de la obra de Verhoeven, lo humano prevalece, y que continua explorando y criticando el claro devenir de nuestra sociedad hoy en día y donde el poder de los corruptos más el tejemaneje de los medios es lo que en el fondo debería ser castigado con dureza. Josh Zetumer, el guionista de este RoboCop 2014, elabora una historia correcta con engaños varios, de respetuosos guiños al pasado, pero que sin embargo se disipa como un pedo en una tormenta ya que tras 60 minutos no llega a trascender ni un 1% de lo que lo hacía ya en esos momentos la obra de la que es remake. Llegado a un punto donde la cosa no puede ser más plana todo cambia y mucho, el nuevo RoboCop, sus debates personales internos y el juego sucio de las grandes corporaciones, OCP sigue siendo una empresa de doble, triple o cuádruple moral, luce como se esperaba en un frenesí que salvo porque no cuenta ni con una gota de sangre – no se nos vaya a desmallar alguien – es hasta entretenido. Pero pasado este revitalizante parte el globo comienza a deshincharse y se confirma que MGM ha perpetrado un producto que puede que funcione en taquilla pero que no pasará, seguramente ni lo pretenda, a la historia como lo hizo ese otro RoboCop (1987).

En medio del fregado un Joel Kinnaman anticlimático que en su puesta en escena cuenta con una reinvención menos aparatosa del famoso cuerpo robótico en el que se ve obligado a revivir. Junto a él gente de peso como Samuel L. Jackson en modo rey fascista televisivo, y un retornado como Michael Keaton al que secunda Jackie Earle Haley en un papel que no cae en gracia. Otros como Gary Oldman o Abbie Cornish aportan su granito de arena aunque si les otorgas menos metraje tampoco se les echaría en falta.

No se, los ochenta eran más gamberros, entregados y auténticos, no había tantas preocupaciones y el cine de adultos era eso, cine de adultos. Ahora la ceniza MPAA coarta a las grandes compañías que, por otro lado y de forma igualmente culpable, optan por descomunales inversiones que deben ser recuperadas sea como fuere… y en este caso la solución la encuentran rebajando notablemente cualquier atisbo de personalidad que diferencie a este producto de esas otras decenas que llegan a la gran pantalla bajo este sello a lo largo del año.

Uno de los carteles de RoboCop
Uno de los carteles de RoboCop