El viaje más emocional de Christopher Nolan en esto del cine ha tenido que ser uno al espacio más profundo como el narrado en Interstellar (2014). Un viaje que aúna las teorías más sesudas, algunas de las cuales son largadas en interminables peroratas ante las cuales el espectador medio, o avanzado, deberá asentir con la cabeza porque cuesta seguir toda la teorización que se pone sobre la mesa, con el destino, el miedo, el sentimiento, el dolor, la distancia, las promesas, el arrepentimiento y, sobre todo, el paso del tiempo.

Interstellar es una historia emocionante y vital, una historia en la que el mundo se nos muere y ante el pavor a ver como tus descendientes deberán claudicar por acciones del pasado te ves obligado a tomar decisiones que llegan acompañadas de mentiras. Nolan presenta así el viaje de Cooper, inconmensurable Matthew McConaughey con momentos de tal intensidad que es imposible no sentir congoja, un otrora piloto e ingeniero transformado ahora en granjero por cómo están las cosas en esa futurible Tierra que se nos enseña. Hombre inteligente, y culo inquieto, decide plantar cara a un nuevo reto que se le pone por delante, tratar de llegar donde nadie ha llegado y encontrar la última oportunidad de salvar a la humanidad, y por ende / egoísmo a su familia. Cooper pone por lo tanto su destino en manos del profesor Brand, Michael Caine que mayor estás, y se embarca junto a Amelia (Anne Hathaway), Doyle (Wes Bentley) y Romilly (David Gyasi) en la Endurance. El objetivo no es otro que cruzar un agujero de gusano que alguien ha puesto por arte de birlibirloque cerca de Saturno y resolver el entuerto que nos consume.

Interstellar se adentra entonces en un viaje inusual y doble. Por un lado uno más científico en apariencia pero con un fondo vital y humano que de subyacer bajo un montón de teorías a cada cual más chiripitiflautica acaba aflorando como elemento primordial de toda la narrativa. El segundo el vital que no oculta el director británico y en el que te conmueven Mackenzie Foy, Jessica Chastain y Ellen Burstyn. Y ahí es donde Nolan nos gana. Ya no sólo por contar una historia de ciencia ficción que te atrapa, si no por invertir una cantidad de pasta y de minutos, 162, ingente para provocar que lo más profundo de la persona se acabe por emocionar. Que sí, que igual es un juego barato derivar todo el planteamiento sobre el que te has acomodado durante un par de horas para acabar tornando la base científica en una mucho más espiritual. Pero me da igual, Nolan lo hace, lo justifica como le sale de las narices y el espectador tiembla, imposible que tus sentimientos no salgan a relucir, ante la propuesta.

Interstellar se riega de paso con espacio real, ese vacío de sonido pero repleto de desasosiego. Nos presenta también una Tierra árida, enfadada con el ser humano y que en un acto de supervivencia decide provocar nuestra aniquilación. Pone sobre la mesa también viajes por agujeros de gusano, agujeros negros, planetas en galaxias lejanas con sus propias características o las jodidas malas jugadas del paso del tiempo. Juega además con geniales curiosidades, como el contrapunto que el director, y su hermano co-guionista Jonathan Nolan, proponen al espectador. La calculada frialdad de los viajeros de la Endurance, y de los que se han quedado en la Tierra, contrasta con ese modelo de robot aparentemente poco útil que sin embargo demuestra tener lo que algunos han debido olvidar. TARS y CASE son en muchísimas ocasiones más humanos que los propios humanos… y esto duele también.

Interstellar gustará o no, pero a mi me ha dejado con el culo torcido, con los sentimientos a flor de piel, alucinado con McCounagey o Chastain, flipado con los duros contrastes de la fotografía de Hoyte Van Hoytema o la destructiva música de Hans Zimmer que en modo Philip Glass del nuevo siglo provoca mil y un escalofríos y momentos de auténtico dolor de corazón. En fin, una maravilla… aunque le lloverán las críticas por ser altamente ñoña y francamente incomprensible. Id a disfrutar del cine en pantalla grande que hay oportunidades que no se vuelven a repetir.

Embárcate en Interstellar
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