Opinión


Comienzo con las mini reviews del segundo día en el Festival de Sitges. Ahora tocan Insensibles (2012) de Juan Carlos Medina y Holy Motors (2012) de Leos Carax. En esta caso el tema quedó bastante descompensado. El film de Medina no logra aportar mucho con una historia con potencial pero que logra sacar todo su jugo mientras que lo de Carax acepta interpretaciones múltiples bastante extremas todas ellas.

Insensibles de Juan Carlos Medina

Primera de las muchas películas rodadas en catalán y vendida como un proyecto que hace incapié en la memoria histórica. La actualidad, un fatal accidente lleva a David, encarnado por Àlex Brendemühl, a acabar como el rosario de la aurora, perder a su esposa y casi a su hijo no-nato. Una prueba paralela realizada en el hospital donde permanece ingresado le descubre un cáncer que requiere de un transplante de médula para su curación. Vamos, mil desgracias en un mismo día. 1936, un grupo de niños de un pueblo de Cataluña, Benigno, Inés, etc., son ingresados en un centro hospitalarios para enfermos mentales ya que se descubre que no sufren dolor, lo que puede provocar efectos fatales para ellos y para aquellos que les rodean… llega con ver la secuencia inicial del film para comprender esto. De nuevo en la actualidad, nuestro paciente acude a sus padres, con los que no se habla, para ver si puede contar con ellos de cara el transplante que le salvará la vida. La sorpresa será mayúscula cuando descubra que los que él creía eran sus padres no lo son. Este momento es el punto en el que ambas líneas temporales, la Guerra Civil española, los años posteriores a su finalización y la actualidad se entrelazan para conocer el verdadero origen de David y el destino de aquellos niños encerrados. La historia de Insensibles apunta a bastante interesante, pero lo película no logra explotar toda su fuerza al perderse demasiado en la manida y cada vez más aburrida temática de la Guerra Civil… otra vez un director y un guión que trata de establecer una línea donde se explica quienes fueron los buenos y quienes los malos, cuando en toda guerra dudo mucho que nadie merezca ser considerado como lo primero o lo segundo, si no más bien todos del mismo rango. En el fondo el producto tiene una trama curiosa, que apunta a terror aunque acaba resultando bastante increíble y forzada incluso para considerarse de género fantástico, y que no logra sin embargo que los poco más de 100 minutos de metraje acaben aparentando muchos más.

Cartel de Insensibles
Cartel de Insensibles

Holy Motors de Leos Carax

Si había una película en este Festival de Sitges que podía generar un acalorado debate esta era Holy Motors. Estamos ante una auténtica rareza cinematográfica que nace de forma descarada como directo homenaje al gremio de los actores, la interpretación y la capacidad del cine para contar múltiples historias. En ella un alucinante Denis Lavant, es bestial lo que hace este caballero, se saca de la manga un rosario de personajes tan extremos como magistrales y fascinantes. Qué decir del film, pues que debe ser visto para poder interpretarlo, para sacar cada uno sus conclusiones y admirar, o destestar, el resultado final… una obra que busca provocar, llamar la atención, ser adorada o vapuleada por poder ser, incluso, una auténtica tomadura de pelo. Que en el mismo proyecto tengamos a Lavant encarnando a una vagabunda, un especialista mocap, un anciano al borde de la muerte o una especie de gortesco ser digno de las torres de Notre Damme de París o del musical Oliver Twist, es para quitarse el sombreo aunque no logres saber si lo que sientes es total fascinación o pura incredulidad. No se si gustará a la gran mayoría, pero a mi me encandiló… extrema.

Cartel de Holy Motors
Cartel de Holy Motors

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El pasado jueves 4 de octubre comenzó la 45ª edición del Sitges – Festival Internacional de Cinema Fantàstic de Catalunya. Este año he decidido apostar fuerte y me he ido a disfrutar del evento completo. Pues eso, tal cual llega uno a Sitges, se saca la acreditación y hace el check-in en el hotel, es momento de ponerse a ver películas y planificar otras cosillas.

Nameless Gangster: Rules of the Time (Bumchoiwaui junjaeng) de Jong-bin Yun

El cine coreano suele tener una gran presencia en Sitges y este año no iba a ser menos. Comenzamos pues con este potente thriller basado en una de las eras doradas de las mafias coreanas de Busan. En la década de 1980 a 1990, la segunda ciudad más grande de Corea era una patata caliente en lo tocante a corrupción y crimen organizado. Era tan salvaje el tema que el gobierno de Tae-woo Roh decidió entrar a saco a por los responsables y declaró una guerra abierta contra todo aquel que no cumpliera con la ley. El film se centra en la historia de Ik-hyun Choi (Min-sik Choi), un funcionario de aduanas con una lista de contactos más grande que un rollo de papel higiénico… no hay nada como apellidarte García. Tras cruzarse debido a un alijo de droga en el camino de Hyung-bae Choi (Jung-woo Ha), un joven jefe mafioso, el veterano Ik-huyn dará un vuelco radical a su carrera y crecerá a paso de gigante en un vertiginoso y despiadado mundo en el que pese a su rocambolesca personalidad, alucinante el fulano, logra mimetizarse como si hubiera nacido para ello. El film de Jong-bin Yun es una demostración más de que en Corea se hace un cine francamente bueno. Violenta, al modo más clásico del mejor Scorsese, uno alucina con la historia de Ik-hyun Choi, persona que engañaría al más pintado y que demuestra que en aquellos tiempos uno hacía lo que podía con tal de beneficiarse a si mismo. Puede que resulte por momento lenta, pero es cine de mafiosos de altísima calidad.

Cartel de Nameless Gangster: Rules of the Time
Cartel de Nameless Gangster: Rules of the Time

Doomsday Book de Jee-woon Kim y Pil-Sung Yim

Más madera coreana para este primer día de festival y esta vez de la mano de Jee-woon Kim, director de la fantástica Encontré al diablo (Akmareul boatda, 2010) o El bueno, el malo y el raro (Joheunnom nabbeunnom isanghannom, 2008), y Pil-Sung Yim. Doomsday Book es un compendio de tres historias centradas todas ellas en diferentes concepciones del fin del mundo. Una historia de zombis titulada A Brave New World, otra sobre la toma de consciencia real de un androide llamada Heavenly Creature y la tercera y definitiva acerca del fin del mundo debido al clásico, o no tanto, meteorito que se va a estrellar contra nuestro planeta, esta titulada Happy Birthday. Jee-woon Kim y Pil-Sung Yim se sacan de la manga un film en cierto modo irregular pero francamente disfrutable. El factor cómico /satírico en el que se apoyan la historia de lo zombis y la del metiorito le dan al producto final un tono surrealista muy tronchante que, sin embargo, se diluye duramente en la historia del medio, demasiado existencial y filosófica para mi gusto, aunque no exenta de mucha originalidad. Una producción que merece la pena ser vista y que pega perfectamente en el verdadero antiguo objetivo del festival de Sitges, el cine fantástico en todo su esplendor.

Cartel de Doomsday Book
Cartel de Doomsday Book

 

Por alguna razón la obsesión por hacer películas cámara en mano se está imponiendo más y más en uno de los géneros más disfrutables que te puedes echar en cara. El terror sufre, porque no se puede decir de otra manera, de un tembleque imparable, por momentos aburrido, muy pero que muy cansino, y que lo único que logra es que vayas aborreciendo más y más el producto del que pretendes disfrutar. A esto sumemos el concepto found footage / metraje encontrado, subgénero predominante que se ha impuesto por las abiertas posibilidades que ofrece, muy baratas, a otros más duros e increíbles como el torture porn.

En fin, V/H/S (2012), film coral rodado a seis bandas por Adam Wingard, Glenn McQuaid, Radio Silence, David Bruckner, Joe Swanberg y Ti West, padece de estos comentados males si bien los logra combinar una idea novedosa, aunque puede que hasta cierto punto errónea. Porque si, el título va sobre eso, un compendio de historias visionadas en viejas cintas de VHS por los rateros protagonistas del segmento Tape 56 pero que, por otro lado, han contado para su rodaje soportes tan dispares como unas gafas espía de esas que te puedes comprar por internet, un macbook con face time, alguna cinta digital y, claro está, la obligada y repleta de ruido cinta de VHS de las cámaras de vídeo de finales de los 80/90. Por otro lado, y pese a todo el movimiento que se produce cuando uno cuenta con narrar las cosas con ese factor de realidad que otorga la sufrida cámara en mano, V/H/S opta por no salirse de lo cánones del horror y sorprende con un conjunto de historias bastante clásicas donde se ha decidido juntar viejos y agradecidos cánones, aunque renovados con singular estilismo y apoyándose en el ahora de nuestro día a día. V/H/S ofrece vampirismo al salir de copas en el segmento Amateur Night, casas encantadas en Halloween como las de 10/31/98, dobles personalidades mientras haces un viaje de reconciliación con la parienta en Second Honeymoon, siniestros secretos ocultos tras un vídeochat por lo que cuentan en The Sick Thing that happened to Emily when si was younger o leyendas urbanas que en el fondo fueron realidad y que ocurren un Tuesday the 17th. Un trabajo disfrutable, con algunos segmentos más elaborados que otros, pero que sin lugar a dudas a los viciosos del género acabarán gustando… vale la pena, volvamos al pasado con aroma futuro.

Uno de los muchos carteles de V/H/S
Uno de los muchos carteles de V/H/S

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Esta había que verla pese a todo lo que se estaba diciendo de ella, que no es poco. En la última década Hollywood se ha marcado seguir varias tendencias en cuanto a inventiva se trata. Una de las que más destacan, casi predominante sobre el resto, es esa fiebre por adaptar todo lo adaptable si en el relato existen los siguientes elementos: teenagers, fondo fantástico y factor enamoramiento (si es a tres bandas mejor). Otra de las tendencias, y que nos trae hoy aquí, es la imperiosa necesidad por contar historias que ya han sido narradas y que por razones meramente económicas, siempre será mejor trabajar sobre seguro que arriesgar, acaban explotando obras en muchos casos magníficas que merecen mejor trato o ser descubiertas a las nuevas generaciones porque ya fuero llevadas a la gran pantalla. En fin, este pasado viernes se estrenó en cines Desafío total (Total Recall, 2012) de Len Wiseman, nueva adaptación del relato corto "Podemos recordarlo por usted al por mayor" del maestro Philip K. Dick y en parte, aunque injusto terminológicmente hablando, remake de la mítica, insuperable y mutante Desafío total (Total Recall, 1990) de Paul Verhoeven. Voy a ser bastante claro… este Desafío total es, como afirman un buen amigo, sota, caballo y rey. Cine de acción en un entorno de ciencia ficción. Nada más, plana y sin sentimiento. Entretenida, con pocos momento para poder respirar, pero ofreciendo un resultando insulso donde predomina una francamente elaborada dirección artística que, sin embargo, no llega a innovar nada. Grandes y elaboradísimos efectos visuales que se acomodan en demasía en conceptos ya vistos como Blade Runner (1982) o Minority Report (2002)… ¿el efecto Dick? En cuanto al paquete que han montado, pues una persecución sin fin entre una "esposa" despechada encarnada por Kate Bekcinsale, impresionante esposa de Len Wiseman, y un afortunado Colin Farrel que aburre aunque no lo quiera.

Cartel español de Desafío total
Cartel español de Desafío total

Douglas Quaid (Colin Farrel) es un obrero con una vida imperfecta. Pese a lo jamona de su mujer (Kate Beckinsale) sufre pesadillas que le hacen pensar que ha venido a este mundo para ser otra persona o protagonizar una misión más relevante que ensamblar robots en una cadena de montaje. Un día decide pasarse por Rekall para disfrutar de nuevos recuerdos y algo cambia… Quaid pasa a ser Hauser y a verse perseguido por todo el mundo, incluyendo su esposa que resulta ser una agente secreto que trabaja para Cohaagen (Bryan Cranston), un mandamás con ocultos objetivos sobre el futuro de la conexión Inglaterra – La Colonia. ¿Qué hay almacenado en la memoria de Quaid / Hauser? Pues eso es lo que quiere Cohaagen y lo que Matthias (Bill Nighy), líder de la resistencia, podrá extraer para aclarar a nuestro protagonista quién es y qué ha venido a hacer aquí.

Siendo realista esta adaptación / versión de la obra de Philip K. Dick decide no aportar nada nuevo salvo esquivar la molona idea de viajar a Marte y disfrutar de sus deformados y enfermizos habitantes. En su lugar ahora tenemos una batalla entre dos polos opuestos del globo terráqueo que mediante un absurdo y fallido enlace mundial vía el centro de la Tierra se comunican sin mayor intención que servir exclusivamente para sacarse de la manga escenas a la Matrix con gente flotando por todas partes. El resto es todo demasiado conocido. Ponemos a Colin Farrel en lugar de Arnold Schwarzenegger, fusionamos los personajes de Lori (Sharon Stone) y Richter (Michael Ironside) de la versión de Verhoeven y obtienes una dulce terminatrix que mola lo suyo, viva la Beckinsale, pero que acaba siendo demasiado más protagonista de lo que debería. Y ojo, porque en el polo opuesto tenemos a Melina, encarnada por la también guapa Jessica Biel. El resto recuerdos al pasado… guiños probablemente innecesarios para tratar de agradar a la generación pasada. ¿A qué narices viene una tipa con tres pechos? ¿Si no hay mutantes se ha operado y puesto un tercer pecho por amor al arte? Y luego mil casualidades que mejor no me pongo a citar, porque salvo originalidad este proyecto lo tiene todo. Eso si, Wiseman sabe dirigir acción, acción PG-13 sin atisbo de sangre, sin mala baba, sin humor negro, sin frases chocantes ni hologramas y carcajadas. Un producto de relleno desarrollado por los guionistas Kurt Wimmer y Mark Bomback que una vez visto será olvidado… o más bien recordado gracias al film de 1990.

Ah, y el momento piano es lo peor.

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Ya iba siendo hora de que este clásico comiquero fuera recuperado para el cine después de aquella ya lejana, francamente desconcertante y hortera, aventura que contó con el ahora reinventado Sylvester Stallone. Han pasado un par de décadas de aquella y la editorial 2000 AD debe estar algo más que contenta con el resultado obtenido. Dredd 3D (2012) de Pete Travis se nos presenta como una grata delicia adulta, notablemente violenta y que estruja con esmero toda la esencia de un personaje tan particular y sombrío como es el Juez Dredd. La verdad sea dicha, la creación de John Wagner y Carlos Ezquerra ha regresado al cine por la puerta grande en una producción con mucho material disfrutable y bastante alejada de las imposiciones que tanto daño hacen los grandes estudios de Hollywood. El resultado es, personalmente, difícil de mejorar. Alex Garland, guionista británico sobradamente conocido gracias a trabajos como La playa (The Beach, 2000), 28 días después (28 Days Later…, 2002) o Sunshine (2007), explora con muy buena mano las vicisitudes de un personaje implacable, frío, calculador y que no duda en aplicar la ley, a lo bestia, en un futuro corrupto y desolador. Más aun, el trabajo cubre con lo esperado y más si lo que uno pretende es adaptar al cine una obra violenta, oscura y con aspecto cero mainstream. Por ello este Dredd 3D se enfoca más hacia la exaltación de un modelo más cercano a la serie B de antaño, pero sacándole más jugo gracias a una esmerada producción donde todo funciona según lo previsto.

Cartel español de Dredd... Juez, jurado y ejecutor
Cartel español de Dredd… Juez, jurado y ejecutor

El futuro, Mega City Uno es una mole donde 800 millones de personas se apelotonan. En semejantes condiciones, y más si vemos como está la cosa hoy en día, es de esperar que exista una unidad policial que trate de mantener el control mediante la aplicación más estricta de la ley. Anderson (Olivia Thirlby), una agente novata y pendiente de aprobación, es asignada al Juez Dredd (Karl Urban), su misión es pasar un día en la calle donde será evaluada para entrar a formar parte de la élite policial que mantiene a raya Mega City Uno, los Jueces. Pero lo que podría ser un día más en lo cotidiano de Juez Dredd y compañía se convierte en un infierno cuando se adentran en el edificio que controla la narcotraficante Ma-Ma (Lena Headey), la mayor distribuidora y fabricante de Slo-Mo en la ciudad. El día de evaluación se convierte por lo tanto en una misión de supervivencia. Por un lado están Dredd y la novata Anderson, por le otro Ma-Ma y el ejército que vive en el infinito bloque de viviendas desde el que opera.

DNA Films siempre tiene algo bueno que ofrecer y Dredd 3D es una muestra más de que en el imperio británico saben hacer las cosas con la factura Hollywood pero sin despreciar la materia prima europea. Así obtenemos una película sobria, directa y que no escatima en aprovechar muchos de los "valores" de la obra de Wagner y Ezquerra como la violencia directa o la amoralidad del futuro en el que transcurre. Karl Urban se saca de la manga un Dredd implacable que no duda ni un ápice a la hora de aplicar justicia, ya sea justificable o no. Es rudo, parco en palabras pero un perfecto ejecutor de la tarea que se trae entre manos. Olivia Thirlby por su parte no puede estar mejor, representa a la agente novata Anderson que, si bien se da a conocer como una mujer con cierta apariencia de debilidad, en el fondo oculta un poder tan salvaje que hasta podría dejar al propio Dredd como una hermanita de la caridad. Al otro lado un muro en forma de Lena Headey, desfigurada Ma-Ma que no escatima en sobrepasar los límites más despreciables de la violencia. Su misión es curarse en salud, y quién tenga que morir pues que muera. Técnicamente una película correctísimo aunque nuevamente se le otorga mucha prioridad a los efectos CGI, cosa que por otro lado es lo más apropiado cuando tienes que mostrar como destrozas la cara a un fulano a cámara lenta por un disparo. En esto la cámara lenta está perfectamente justificada, solo se ve cuando el que disfruta de la secuencia va hasta las cejas de slo-mo. El 3D, pues no se que pensar, pero lo onírico de las secuencias a cámara lenta sacan cierto provecho del 3D, aunque tampoco creo que sea lo que más mola.

En defintiva, muy recomendable. Pero ojo, no es un frenesí.

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El pasado 30 de agosto Reminen, un eventual colaborador de Uruloki, pudo asistir a un pase previo de The Possession (El origen del mal) (The Possession, 2012) de Ole Bornedal, ese nuevo film de terror y posesiones producido por el bueno de Sam Raimi. Os dejo aquí las impresiones que se llevó Reminem tras el visionado…

A lo largo de los años El exorcista (1973) ha sido una de las mayores influencias para los directores del cine de terror en las últimas décadas. Ha llegado al punto en el que ha desarrollado su propia rama en el que exorcistas y poseídos son protagonistas indiscutibles de este subgénero.

Emily (Natasha Calis) es una niña que está pasando por el reciente divorcio de sus padres (Jeffrey Dean Morgan y Kyra Sedgwick). En una de las tardes que le toca pasar con su padre, Em decide llevarse una pequeña caja de un mercadillo del vecindario. A partir de ese día la pequeña comienza a notarse diferente y empiezan a pasarle fenómenos inexplicables. La caja aunque parecía vacía, no lo estaba.

The Possession intenta volver a aquellos inicios del cine de posesiones que antes mencionaba. Jugando con elementos primitivos como las plagas nos sumerge en fenómenos paranormales que cada vez van a más y en una sola dirección. Consiguiendo satisfactoriamente en alguna escena imágenes potentes de buen cine de terror.

Cartel de The Possession (El origen del mal)
Cartel de The Possession (El origen del mal)

Lo más interesante de la película desde mi punto de vista es la inclusión de los judíos en esta ecuación. Acostumbrados a las cruces cristianas al menos es diferente ver a un rabino metido en una historia de posesiones que al menos provoca un enfoque diferente durante la segunda mitad del film.

Sus protagonistas están muy correctos en sus papeles. Tanto Jeffrey Dean Morgan, acostumbrado por su paso por Sobrenatural a pasarlas canutas con todos los elementos de fuera de este mundo, como Kyra Sedgwick, también acostumbrada a lidiar con situaciones difíciles y tensas como demostraba en cada temporada de The Closer. Sin duda alguna quien lleva el peso más complicado es Natasha Calis que pasa con nota el siempre difícil papel de la poseída con un enfoque completamente diferente o como mínimo alejado del que hizo famosa en su día a Linda Blair.

En cambio lo más flojo de El origen del mal son sus pretensiones de un film de terror novedoso y diferente cuando cae en tópicos inventados y reutilizados varias veces, aunque es cierto que consigue algún que otro movimiento efectivo en sus escenas de más tensión. Con esto conseguirá, sobre todo en dos escenas específicas, asustar a más de uno con su mezcla de terror psicológico y de subida de volumen indiscriminado.

Para disfrutar realmente de The Possesion (El origen del mal) hay que o bien olvidarse de otros films similares, o bien directamente tener la suerte de no haber visto muchos de ellos con lo que quizás si que consiga atrapar al público primerizo del género.

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¿Qué pasa cuando pretendes tomarte demasiado en serio una idea con tintes sumamente inconcebibles y surrealistas? Pues que pares sin control algo como Abraham Lincoln: cazador de vampiros (Abraham Lincoln: Vampire Hunter, 2012). Esto es lo que le ha ocurrido al bueno de Timur Bekmambetov, director incompleto que tras su desembarco en USA no ha logrado cuajar un proyecto de esos que digas "esto si que mola", al intentar llevar al cine y al amparo del Tim Burton productor la homónima obra de Seth Grahame-Smith, que encima firma como mal guionista. No lo voy a negar, y puede que esté meando fuera del tiesto, pero la impresión que uno se lleva es que demasiada es la seriedad planteada al proyecto para que uno la disfrute como se debe. ¿No se supone que esto debería ser más bien una comedia de terror? Este es el gran problema de esta locura vampírica, donde de paso no hay nada que merezca ser rescatado… ni chascarrillos, ni efectos sorprendentes, ni secuencias memorables. Lo único realmente válido ha sido descubrir a alguien como Benjamin Walker, clon treintañero de Liam Nesson, que lo da todo con sus 1,91 metros de estatura partiendo árboles, brazos o cabezas al tiempo que da esos discursos que sirvieron de hoja de ruta para acabar forjando lo que son hoy en día los Estados Unidos de América. Salvo eso, Abraham Lincoln: cazador de vampiros es pura flojedad que encima se echa a sus espaldas una fotografía tan brillante que ciega como si de un telefilm de sábado por la tarde se tratara. Ah, y sumemos un reparto que aporta menos que nada… desde un infumable Dominic Cooper, una ensombrecida y desaprovechada Mary Elizabeth Winstead o un caricaturesco Rufus Sewell. Eso si, nos vale para ver en acción a Anthony Mackie, futuro Sam Wilson / Halcón en Captain America: The Winter Soldier (2014).

Cartel español de Abraham Lincoln: cazador de vampiros
Cartel español de Abraham Lincoln: cazador de vampiros

1800 y pico. Un joven Abraham Lincoln vive junto a su familia llegando con dificultades a fin de mes por culpa de Jack Barts (Marton Csokas), un terrateniente que controla con puño de hierro a aquellos que trabajan para él (negros y blancos). Pero lo que no sabe la familia Lincoln es que Barts es en realidad un vampiro, un señor de la noche que gracias a crema solar factor 2000 puede disfrutar del sol y controlar como mandan los cánones sus posesiones. Cuando los Lincoln no pueden hacer frente a sus pagos, Barts "contamina" a la madre del joven Abraham y poco después acaba con el padre. Muchos años después, un fornido Abraham Lincoln (Benjamin Walker) decide tomarse la justicia por su mano y acabar con Barts, pero esa noche descubrirá que tras el terrateniente se oculta una inmensa sociedad vampírica que domina el sur… y lo más importante, un cazador de vampiros llamado Henry Sturges (Dominic Cooper) que pondrá a Abraham al tanto de las exquisiteces de esta gente y del noble arte de su caza.

Y nuevamente nos la quieren meter doblada con ese 3D de rebuscado efectismo. Maldito látigo, maldito carro, maldito tren y maldito tenedor. Esto no es 3D, esto es el te aplico un sobrecoste y a cambio te doy lo mismo que llevan un par de años ofreciendo el 90% de producciones llegadas desde la meca del cine. Si por lo menos lograran sacarse de la manga una historia entretenida, con personajes con carisma que medio te llamen la atención, pues igual hasta se puede justificar, pero con una historia tan floja y unos personajes tan mal elaborados lo normal es lo que está ocurriendo… fiasco económico en el mercado USA que puede que se salve, aunque lo dudo, gracias al internacional. Y es que encima, esa seriedad que aplican al cuento, da una cabriola en el aire y del tono palomita del inicio, acaba por arte de birlibirloque inmerso en un auténtico drama familiar con ¿obligadas? dosis de tono político, no a la esclavitud, y bélico, muramos todos en la Guerra de Secesión. Lo dicho, probablemente sea esto lo que se busca, pero a estas alturas de la vida la seriedad en este tipo de productos es lo que menos pega, y más si tenemos en cuenta que estamos en pleno agosto y que lo que uno busca es entretenimiento mondo y lirondo. Y sobre los efectos mejor ni hablar. Cantan mucho y la sobrecarga digital deja oculto el posible gran trabajo del rey del vampirismo maquillado Greg Cannom.

Ah, lo mejor, lo genial, el final de todo… cuesta darse cuenta, pero una vez pillado te echas unas buenas risas. Veremos que en Noviembre sigue teniendo la misma gracia.

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Venga, lo digo… ayer fui a ver Abraham Lincoln: cazador de vampiros (Abraham Lincoln: Vampire Hunter, 2012), de la que hablaré muy probablemente mañana, pero el pasado sábado fue el día D, las 22:45 la hora H, y el cine Valle Inclán de Santiago de Compostela el lugar L. Ese fue el momento y sitio elegidos para ver en pantalla grande Los mercenarios 2 (The Expendables 2, 2012) de Simon West, película que se erguía ante nosotros como deseada producción veraniega donde una reunión de veteranos sexagenarios y septuagenarios, que hace 30 años nos hicieron vibrar con ahora añoradas descargas de plomo y fuego, merecían ganada pleitesía. La verdad, con el reparto que llevaban luciendo desde que se puso en marcha la secuela de la normal Los mercenarios (The Expendables, 2010) – Stallone, Statham, Li, Lundgren, Norris, Crews, Couture, Hemsworth, Van Damme, Willis y Schwarzenegger – todo lo que uno podía esperar de esta producción era lo que ha acabado por ofrecer. Eso si, esa posible esperanza de buena historia debemos admitir que se acabó por esfumar conforme avanzaban los minutos. Los mercenarios 2, es, por que no negarlo, una película bastante floja, pero viene tan cargada por chascarrillos, guiños y brutal autoparodia, me quedo corto en este aspecto, que va ganando en interés gracias a las carcajadas, y lágrimas, que uno se acaba echando. La verdad, esto es lo que salva la cinta, por momentos aburrida, pero que gracias a la presencia de Chuck Norris, impresionante Lobo Solitario, Arnold Schwarzenegger, Sylvester Stallone y Bruce Willis, geniales las puyitas entre ellos, y los serie B Dolph Lundgren y el fantástico Jean-Claude Van Damme, termina resultando ser una oda a esa época gloriosa donde los héroes del cine de acción llenaban nuestras jornadas de cine de tarde / noche.

Cartel de Los mercenarios 2 descubierto en la pasada Comic-Con de San Diego 2012
Cartel de Los mercenarios 2 descubierto en la pasada Comic-Con de San Diego 2012

Los mercenarios vuelven a la carga. Barney (Sylvester Stallone), Navidad (Jason Statham), Yang (Jet Li), Peaje (Randy Couture), Gunnar (Dolph Lundgren), Hale Caesar (Terry Crews) y el nuevo fichaje Billy (Liam Hemsworth), son contratados / oblicados por Iglesia (Bruce Willis) para, con la ayuda de Maggie (Nan Yu), parar los pies a un terrorista llamado Vilain (Jean-Claude Van Damme) que, junto a su pequeño ejército de terroristas, ha decidido desvalijar en una mina de plutonio que fue abandonada en otro tiempo por la madre Rusia. Pero con lo que no cuentan Barney y sus amigos es que Vilain haga auténtico honor a su nombre y sea incluso más despiadado y cafre de lo que cualquiera si quiera imaginaba. En ese punto, y debido a una nueva cuenta contraída y por lo tanto pendiente, nuestro equipo de héroes de acción se atará los machos y tratará de pararle los pies. Las dificultades serán muchas, no exentas de dolor, pero la presencia de apoyos eventuales suavizarán notablemente la caza.

Y es que solo por ver a Chuck Norris más tieso que una mojama, repleto de botox o soltando una parrafada digna de la frikipedia, y disfrutar de la presencia de Jean-Claude Van Damme y sus patadas voladoras, con 50 y tantos y tan flexible como siempre, bien vale la pena pagar unos euros por sentarse en una butaca y ver Los mercenarios 2 en el cine. Vuelven los 80 y la testosterona rebosa en cada milímetro de metraje pese a infrautilizar, una pena, a Terry Crews o Randy Couture, presencia accesoria de sus personajes. Otro punto crítico que debe ser destacado es el nefasto uso de los efectos digitales, se ve que la pasta ha sido dedicada a pagar nóminas, que pueden resultar hasta sonrojantes cuando lo que te toca es ver como un helicóptero vuela y se estrella o como un tanque revienta. Pero que más da, lo que muestran se disfruta y no pretende nada más que servir de confirmación de que el sueño que se plantearon muchos hace ya unos cuantos lustros es posible… si bien ya no están el horno para bollos.

En definitiva, un producto imaginable, o eso es lo que muchos de nosotros siempre creímos cuando se hablaba en los 80 de juntar a Willis, Stallone y Schwarzenneger bajo un mismo título.

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Y en estas tenemos a Universal Pictures tratando de alargar la sombra de una de las franquicias más recomendables de la pasada década si lo que uno busca es una trama ingeniosa en un mundo de espías y oscuros programas gubernamentales. Jason Bourne, creación de Robert Ludlum, terminó con nota sobresaliente hace unos años cuando en El ultimátum de Bourne (The Bourne Ultimatum, 2007) los programas Treadstone y Blackbriar acabaron dejando con el culo al aire a más de uno de los altos gerifaltes de la Agencia Central de Inteligencia. Pero claro, con el fin de Bourne, lo bueno de estas obras y sus adaptaciones de películas es que cada uno puede imaginar lo que le venga en gana, Universal vio como una de sus gallinas de los huevos de oro debía echar el cierre. Pese a los subsiguientes intentonas por parte del estudio de recuperar la buena fórmula que formaban el trío calavera Paul Greengrass, Toni Gilroy y Matt Damon, los años han ido pasando y la necesidad por estirar el chicle ha acabado llevando al estudio a prescindir de dos de las patas de la mesa, Greengrass y Damon se negaron, centrando todo su esfuerzo en la dedicación combinada de Gilroy, en este caso director y guionista junto a su hermano, amén de un nuevo agente llamado Aaron Cross, Jeremy Renner, llegado de otro programa más de la CIA. Obviamente hay adaptación de un producto escrito, pero esta vez todo bebe de la mano de Eric Van Lustbader, actual cronista de las posibles ideas que Ludlum pudo haber tenido pero que no llegó a tener… vamos, un inventor con siete secuelas a la saga original. Y claro, cuando la base falla, Gilroy es buen guionista aunque no tan experto director como lo es Greengrass, ni Cross es Bourne ni Renner es Damon ni Outcome es Treadstone. El resultado en definitiva es incompleto, tentado de crear una nueva manta sobre la que posar futuras películas pero donde se echa en falta la vigorosa trama de dudas que plagaban la pérdida de memoria de Jason Bourne. Además, las razones de Cross para hacer lo que hace resultan excesivamente poco llamativas…

Cartel de El legado de Bourne
Cartel de El legado de Bourne

En paralelo a la última acometida de Jason Bourne por sacar a la luz los trapos sucios del programa Treadstone, los mandamases de la CIA deciden poner pies en polvorosa haciendo limpieza total sobre todos los programas nacidos a raíz del germen original. Uno de los miembros de estos programas, el agente Aaron Cross (Jeremy Reener), logra evitar su eliminación y se embarca en una nueva aventura en la que se cruzará con la doctora Marta Shearing (Rachel Weisz).

Y es que lo que falla en El legado de Bourne es eso, trama y pretender vivir de algo que está terminado, gestar un nuevo producto, en el que faltan todas las incógnitas que atormentan al personaje, y tratar de convencernos de que con un nuevo agente debemos asumir que tenemos algo completamente diferente e igualmente bueno. ¿Qué narices mueve a Aaron Cross hacer lo que hace? La verdad, en una primera hora donde se trata de explicar con todo lujo de detalles, excesivos, los variopintos tejemanejes de las CIA para crear excelentes asesinos, intrascendente Oscar Isaac, el espectador sufre del ataque de un guión que trata de vivir del pasado pero donde nada de lo que ocurre llega a interesar demasiado. No aporta nada, y hasta resulta cómica, la razón bioquímica con la que pretenden justificar la existencia de los agentes del programa Outcome. No innovan nada, más de lo mismo y con menos carisma, los nuevos analistas de la CIA que deciden cerrar el chiringuito a las bravas mientras por otro lado sabemos que Jascon Bourne sigue tocando las narices a los cameos de Joan Allen y David Strathairn. Surrealista la presencia de Edward Norton, fatal, o del primer agente del nuevo programa, más madera, LARX… un imparable, y casi inhumano, Louis Ozawa Changchien. Y justo cuando la cosa se pone medianamente interesante, aunque como digo Gilroy no le llega a la altura de los zapatos a Greengrass y trata sin mucho éxito clonar las espectaculares escenas de acción y persecuciones de las anteriores partes, vas y cierras el grifo invitando con descaro a reencontrarnos en una (in) necesaria quinta parte.

Una pena, para pasar el rato pero poco más.

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No sin tiempo ha llegado a nuestras pantallas una de las películas más esperadas del año. El género de la ciencia ficción tembló cuando Ridley Scott, icono viviente de este universo cinematográfico, afirmó que regresaba y que lo hacía con un producto plagado de ADN del pasado… ese que sigue encumbrado en lo más alto y que responde al título de Alien, el octavo pasajero (Alien, 1979). Más de treinta años después llega a los cines Prometheus (2012), una especie de obra seminal de la vista hace tres décadas y que indaga en un tema tan peliagudo como la búsqueda de respuesta a insondables preguntas como ¿de dónde venimos?, ¿quiénes somos? o ¿merecemos seguir aquí? El riesgo tomado es patente ya que tirar por la borda las teorías darwinianas o la propia fe del ser humano se las trae, pero por otro lado añade un gran encanto al resultado final que, sin embargo, no logra escapar de un modelo narrativo clónico en cuanto a esquema a esa obra a la que debe tanto. Probablemente este sea uno de los grandes problemas que tiene Prometheus como tal, todo lo que ves te recordará a pasado y todo lo que ocurre no se aleja de los tópicos del género que, ojo, ya tuvieron lugar y no son tan comentados cuando ves una y otra vez Alien, el octavo pasajero. Si no hay tocones, incautos, despistados, villanos y equívocos pues hay que dejar claro que no hay aventura. Aun así, opino que el resultado es francamente positivo, incluso pese a las brutales incógnitas, o lagunas, que plantea el guión ideado por Jon Spaiths y desarrollado por este y Damon Lindelof, uno de los gurús que dan vueltas por el Hollywood más chocante. A esto hay que sumarle una magistral lectura del producto por parte de Ridley Scott, un uso magnífico y envolvente del 3D, formato en el que se rodó la película, y un aporte técnico de un nivel superior y que pone una nueva pica en favor del no sobreexplotar los efectos visuales en pos del uso de recursos físicos y los adorados por muchos practical effects.

Póster español de Prometheus
Póster español de Prometheus

Año 2089, un grupo de investigadores, los doctores Elizabeth Shaw (Noomi Rapace) y Charlie Holloway (Logan Marshall-Green), encuentra a lo largo del globo terráqueo una serie de pictogramas que, pese a haber entre ellos insalvables distancias y edades milenarias, contienen todos un nexo común… una especie de referencia extraterrestre. Varios años después la nave Prometheus de Weyland Industries, y sus 17 tripulantes, parten en un viaje en el que se busca conocer o indagar sobre el origen de la humanidad. Su llegada al planeta referencia pondrá en contacto a nuestros protagonistas con un pasado viviente y latente oculto en una mole piramidal. En su camino se cruzarán no solo oscuros objetivos, si no una realidad más siniestra de lo que podían haber imaginado…

Y lo que más me ha llamado la atención de Prometheus es la cantidad de teorías que genera eso que se encuentran nuestros protagonistas. Desde mi punto de vista hacer uso de un elemento de poder genético absoluto y desencadenante, base del caldo primigenio que nos ha traído aquí, ofrece una libertad imaginativa que acabará contando con el ciento y la madre de posibles teorías, o errores. Además, puestos a elucubrar, tenemos para todos los gustos y de todos los colores si pensamos en los Ingenieros… ¿venganza?, ¿prueba y error?, ¿obligada evolución? Todo es posible y puede que esta cantidad de alternativas sea lo que ha muchos les está echando hacia atrás a la hora de disfrutar de un producto notable que mejora además con un despliegue técnico de sobresaliente apoyado en la fotografía, inmensa, de Dariusz Wolski, menudo arranque, el diseño de producción de Arthur Max, el montaje de Pietro Scalia o el modelado de H.R. Giger. Luego tenemos el reparto del que personalmente solo destacan Noomi Rapace, versión parcial de lo que tendrá que venir en el futuro que ya pasado, y Michael Fassbender, una concepción inicial de los androides de Weyland y en este caso un ser sin personalidad, que obedece mandatos y que es incapaz de entender las consecuencias de sus actos. Fassbender lo borda y deja claro que en estos momentos es de lo mejor que te puedes encontrar en muchos proyectos cinematográficos. Transita por ahí, aportando poquito o nada, Charlize Theron, y le secunda, aunque esta vez con un poco más de poderío y presencia, el gran Idris Elba.

Yo que queréis que os diga, cuando me toca la fibra no me contengo, y Prometheus es pieza obligada para ir recordando de vez en cuando haciendo análisis de lo que ahí acontece. Cuanto más pienso, más le doy vueltas y más hablo con terceros, más disfruto imaginando lo que está por venir. Se ha sentado la base del futuro que ya conocemos, queda saber en que momento ambos caminos se acaban por cruzar definitivamente.

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