Opinión


No se puede negar, pero muchos éramos los que deseábamos desde lo más hondo el retorno del gran icono del universo DC a la gran pantalla. Han tenido que pasar siete largo años para que con un equipo creativo por detrás de mírame y no me toques, Warner Bros. haya encontrado el botón que debía pulsar, aunque puede que no haya sido el perfecto, y ofrecer a los espectadores la película que muchos queríamos ver y, más aun, la que la creación de Jerry Siegel y Joe Shuster en gran parte añoraba. El Hombre de Acero (Man of Steel, 2013) juega no obstante un juego muy peligroso, una fusión de estilos que van desde el tono más pausado, serio, melancólico, emotivo y profundo, la mano de Christopher Nolan es muy larga, y otro hiperactivo, atronador y destructivo, orientado con descaro a explotar al máximo lo que la tecnología cinematográfica de hoy en día puede ofrecer, en este Zack Snyder es un auténtico maestro. Pero el riesgo adoptado es patente y así se está reflejando, no en taquilla pero si en crítica. Nadar entre dos aguas implica que puede que a la gente no le guste la decisión tomada, se quede con una, prefiera la otra o, en el caso más optimista, acepte las dos por igual. En mi caso no voy a decir que soy negativo ni extremista, pero si que esa versión más positiva de las posibles reacciones se queda un poco en el límite.

El nuevo periplo de Superman en cines ofrece al espectador uno de los arranques, y podría decir que en esto se engloba la primera mitad de película, más fabulosos del cine de cómics. Lo intimista puede gustar o no, pero esa presentación del fin de Krypton, y la dura decisión tomada por Jor-El (Russell Crowe) y de Lana (Ayelet Zurer) con su hijo Kal-El es rompedora. Luego el viaje a las diversas etapas de crecimiento de Clark Kent (Cooper Timberline, Dylan Sprayberry y Henry Cavill), la complicadas decisiones que debe tomar y los duros momentos a los que se debe enfrentar, genial. A partir de ahí, y tras la catarsis que supone conocer su origen, la cosa se desboca. En ese momento, y con la entrada del Zod (Michael Shannon) más enfermizo y diabólico… pues llega el desmadre. En ese instante uno deberá poner a prueba sus todos sus sentidos. La segunda parte de la película es un completo no parar, ambicioso desenfreno donde vemos a ese Superman que siempre imaginamos, luchando de tu a tu a tortazo limpio con sus iguales y donde la obligada destrucción del planeta hace acto de presencia cuando pones frente a frente a semejantes titanes, o nuevos dioses. Vamos, un blockbuster con mayúsculas que sin embargo para los que vivían plácidamente inmersos en esa primera gran parte del film puede resultar demasiado radical.

Pero claro, si riegas todo esto con la siempre acertada dirección de Zack Snyder, rey de la cámara lenta pero que esta vez ha optado por probar el lado opuesto y aplicarnos una dosis en vena de hipervelocidad y zooms que hasta cuesta seguir, un guión robusto escrito aunque no exento de libertades por ese hijo predilecto de DC que es David S. Goyer, y aspectos ténicos que no pasarán ni de broma desapercibidos pues te apuntas un tanto en el pulso con el espectador. Gran fotografía la de Amir Mokri, gran música la de Hans Zimmer regada con unos cuantos temas para el recuerdo aunque otros no tanto, y una cantidad de efectos visuales / sonoros tal que sobrecogen y ensordecen. Y ojo, porque encajar todo esto en un producto que hay momentos en los que podría pasar por una versión no superheroica del hijo de Jor-El pues tiene su miga. Desde luego que no ha sido nada fácil el rumbo tomado.

Y que decir del reparto, pues que muy correcto. Esculpido con cincel tenemos a Henry Cavill, sin lugar a dudas mucho más convincente que su predecesor como Superman, Amy Adams en un rol excesivamente frío pese a todos los Pulitzer que haya podido obtener como Lois Lane y ese Michael Shannon cabreado con el mundo, de frenopático, desbocado y sociópata absoluto. Junto a el compañeros de fatigas como Faora (Antje Traue), otra que mete hostias como panes. Mención especial merecen los padres, ya no solo Russell Crowe que como Jor-El se gana una buena dosis de protagonismo, si no también de Diane Laine, madraza Martha Kent, y sobre todo Kevin Costner, un Jonathan Kent que a la par que padre adoptivo actúa casi de conciencia de su hijo.

En definitiva, un film complicado, bastante discutible y que trata de fusionar con riesgo dos caminos tan diferentes que, se está demostrando, no es del gusto de todo el mundo. A mi me ha convencido, con matices, y como punto de partida para lo que ha de venir me parece un camino acertado aunque no perfecto.

 NOTA  En los comentarios hay  SPOILERS , algunos correctamente anunciados y otros tristemente no, así que lee con cuidado si todavía no has visto la película!

El primer cartel que vimos de El Hombre de Acero
El primer cartel que vimos de El Hombre de Acero

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Complicada de ver y más de asimilar, Stoker (2013) supone el debut, aunque la palabra no es que me parezca la más adecuada, de Park Chan-Wook, o si preferís Chan-Wook Park, en ese mercado que todo lo devora que es Hollywood. No me imagino la posible reacción de la gran mayoría de público mainstream que acude a los cines, pero la toma de contacto del director coreano con el cine rodado en inglés no se separa ni un ápice del modelo cinematográfico que ha explotado durante su carrera; una repleta de extrañas grandes obras como las violentas y vengativas Sympathy for Mr. Vengeance (Boksuneun naui geot, 2002), Old Boy (Oldeuboi, 2003) o Sympathy for Lady Vengeance (Chinjeolhan geumjassi, 2005), el drama de ciencia ficción Soy un cyborg (Ssa-i-bo-geu-ji-man-gwen-chan-a, 2006) o el vampírico film de terror Thirst (Bakjwi, 2009). Por lo tanto, hay que advertir que Stoker no será del gusto de todos, pero si te engancha, en mi caso lo logró desde el minuto uno, te mantendrá en total tensión durante su metraje, pendiente en todo momento de los oscuros secretos y grotescos acontecimientos que protagonizan los miembros de la familia Stoker. Comentaba como factor importante el modelo de cine de Park Chan-Wook, un modelo que destaca por la parsimonia con la que ocurre todo, y porque al no tener espacio para el dinamismo, salvo en momentos de impacto, puede llegar a desesperar pero que, sin embargo, se ve totalmente compensado por contar con historias desgarradoras, tremebundas y que no dejan indiferente a nadie. En esta ocasión mucho más y de la misma calidad que con sus anteriores trabajos.

Stoker, escrita esta vez por el actor transformado en debutante guionista Wentworth Miller, si, el Michael Scofield de "Prison Break" (2005-2009) o si me apuráis el Chris Redfield de la saga Resident Evil, resulta ser uno de los thrillers más siniestros y turbadores que se han podido ver en años. Morboso y calenturiento a partes iguales, hay momentos que causan total estupor, cuenta no solo con un reparto que te deja con los ojos abiertos, lo de Mia Wasikowska es de sobresaliente, alucinante, y más si tenemos en cuenta que tiene al lado compañeros de viaje como el impenetrable y seductor Matthew Goode o la plásticamente artificial Nicole Kidman, si no que añade un aspecto técnico notable donde destacan muchas otras cosas, como la virtuosa fotografía de Chung Chung-hoon. Todo en Stoker sorprende, desde su retorcida historia hasta sus secretos más insondables, y vamos, que lograr lo que logra, y narrarlo como lo narra, es de aplaudir con gran estruendo.

La joven India Stoker (Mia Wasikowska) acaba de cumplir los 18 años y como siniestro regalo recibe la fatal noticia de que su padre, y gran amigo, Richard (Dermot Mulroney) ha fallecido en un trágico accidente. Sin poder asimilarlo y con su inestable madre Evie (Nicole Kidman) como una compañera en este golpe vital se cuela en su vida Charlie (Matthew Goode), hermano de su padre y del que India no sabía nada. Con este yéndose a vivir a la casa de Evie e India, a partir de ese momento se pone en marcha un viaje iniciático, o más bien de conocimiento, que pone en marcha Charlie

Cartel español de Stoker
Cartel español de Stoker

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«Desde lo de New York ya nada ha sido igual«. Tomando como punto de partida esta frase, hay que decir que lo premonitorio de la misma aplica ya no sólo a la historia que se plantea en esta película, si no a su concepción completa. Iron Man 3 (2013) es en toda regla un viaje a los infiernos en la suntuosa vida del millonario Tony Stark, nuevamente un superlativo, desquiciado y temeroso Robert Downey Jr., un viaje que gracias a Shane Black toma un rumbo de goce absoluto donde conviven de igual forma la acción, el drama y retazos de la más divertida comedia. Pero Black, en este caso el engranaje que hacia falta para que el nivel de la aventura repuntara, no sólo demuestra que como director de blockbuster es un acierto total, arriesgada apuesta que le ha salido a Marvel Studios de perlas, si no que su rol de guionista junto a Drew Pearce ha significado que las ideas y objetivos que se planteaba creativamente en el escrito contaban también con una visión previa a su traslado a la gran pantalla. Este singular, pero a la postre importante detalle, ha supuesto el mismo efecto que en Los Vengadores (The Avengers, 2012) tuvo Joss Whedon. Shane Black es un maestro del entretenimiento y por lo tanto ha dado a Iron Man la frescura que con Jon Favreau se había perdido por completo en la descafeinada segunda parte de la franquicia. Su complemento Drew Pearce es otro crack que con una carrera mucho menor sabe como sacar jugo al mundillo de los superhéroes más peculiares gracias a la serie «No Heroics» (2008)… y aquí ese sello también esta muy presente. Por lo tanto, otra demostración más que deja claro que con un gran guión, el de Iron Man 3 lo es, tienes medio camino al éxito ya recorrido. Si a esto añades actores y medios propios del modelo Disney / Marvel pues obtienes un producto muy superior a la media y, en este caso, el mejor blockbuster en lo que va de año. Y ojo, porque el dúo Mandarín (Ben Kingsley) y Aldrich Killian (Guy Pearce) es probablemente el complemento perfecto para una historia inesperadamente sorprendente.

Fucking Awesome!
Fucking Awesome!

Tony Stark (Robert Downey Jr.) se encuentra en horas muy bajas. Tras su crítica intervención en los acontecimientos de New York, no todas las semanas salvas el mundo colándote en un agujero de gusano para evitar una invasión alienígena mientras eres apoyado por un dios, un súper soldado y un gigante verde, la catarsis en la vida del millonario le ha llevado a sufrir crisis de todo tipo. Más inseguro y vulnerable que nunca, el pasado que le definió como Iron Man vuelve a azotarle. El Mandarín (Ben Kingsley) hace acto de presencia y desde ese momento la vida de Stark cambiará drásticamente…

Y esto es Iron Man 3, un acierto que amasará millones, el cierre de un arco argumental que nació gloriosamente en el 2008 y, de alguna forma, la visión más cercana a «El demonio en la botella», visto aquí más como «El demonio en la inseguridad», que podremos disfrutar en cines. Visualmente impactante pero más alejada de la armadura que en anteriores viajes. Y, esto debe decirse, con el villano más genial que se ha sacado Marvel Studios de la manga en este lustro de éxitos… Ben Kingsley es en un plano paralelo y muy diferente la encarnación de El Mandarín más inimaginable y fabulosa que se podía hacer del icónico personaje.

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Alejado de todo posible convencionalismo aplicado al clásico producto palomitero llegado desde Hollywood, podría decirse que Oblivion (2013) no es este tipo de proyecto aunque da para unas cuantas raciones, aquí tenemos la nueva incursión en la dirección de Joseph Kosinski, director de la irregular pero agradecible Tron Legacy (2010), y uno de esos nuevos talentos que están llamados a acompañarnos con sus trabajos de aquí a las venideras décadas. Junto a él figura el actor por definición, ese modelo perenne llamado Tom Cruise que, como ya dijera tras ver Jack Reacher (2012), se mantiene más fresco que una lechuga y ocupando, merecidamente, ese lugar que con dificultad podría merecer nadie más en HollywoodTom sigue siendo estrella y lo demuestra a cada plano que ofrece. Acompañado por un escueto reparto, Andrea Riseborough y Olga Kurylenko en mayor medida o Morgan Freeman, Nikolaj Coster-Waldau y Melissa Leo en formato casi anecdótico, aunque no por ello menos importante para la historia, Cruise disfruta de un papel echo a medida, o eso se podría llegar a pensar si no fuera porque la idea de Kosinski es originalmente un cómic. Centrándome en el resultado, Oblivion es por lo pronto una apuesta arriesgada, un producto que, debe advertirse, se aleja por completo de esa idea que muchos de nosotros teníamos en mente… no es cine de acción y trasciende más hacia ese rango de films de ciencia ficción con aroma sesudo que pueden gustar más o menos, depende en estos casos de la originalidad e la idea. En esta ocasión sin bien aporta un fondo original y elaborado, por momentos te sientes atraído pero no acaba por enamorar, recupera bastantes ideas de proyectos que han cuajado en la mente del fan por lo que se echa en falta un poco más de arriesgada sorpresa.

El cartel para IMAX de Oblivion de Joseph Kosinski
El cartel para IMAX de Oblivion de Joseph Kosinski

Año 2070 y pico, la Tierra está muerta. tras la venida de los scavengers y la destrucción de la luna, el destino del planeta estaba marcado. Jack (Tom Cruise) y Victoria (Andrea Riseborough) viven en una plataforma, desde allí trabajan como equipo de soporte para drones militares que protegen la recolección de agua marina. Su objetivo, que el viaje a Titán del último grupo de supervivientes del planeta se pueda llevar a cabo. Todo sería placidez, no exenta de algo de tensión, si no fuera porque en el camino de Jack se cruza algo inesperado… algo que hace aflorar cuestiones que ya invadían los sueños del operario.

Y no se debe contar más. Kosinski y Universal Pictures ponen a disposición del espectador un derroche visual donde el artificio no ocupa un protagonismo por otro lado bastante innecesario. Esta vez se puede disfrutar de magistrales escenarios post-apocalípticos, la fotografía es sencillamente sobresaliente, y de algunos de los diseños futuristas más elaborados de las últimas décadas, esa casa en las nubes es una auténtica delicia visual y un desafío arquitectónico como los que se ideaban hace medio siglo. El resto es un imparable viaje por este mundo, más o menos entretenido, acompañados por la no se yo sí muy destacable banda sonora de M83. Salvo el tema final y alguna pieza concreta recuerda demasiado a composiciones relativamente recientes. En fin, se deja ver pero tampoco es para echar cohetes, algunos la agradecerán por alejarse del augurado convencionalismo, otros le achacarán que tras ver el trailer la mentira ha sido demasiado gorda.

Me quedo con el 2009…

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Festival gore y sentido homenaje. Con estas dos sentencias a uno le debería ser suficiente para definir por completo este remake del cult film Posesión infernal (The Evil Dead, 1981) con retazos de Terroríficamente muertos (Evil Dead II, 1987), ambos de Sam Raimi. Con el rey nuevamente supervisando el trabajo, y apoyado en tareas de producción y asesoramiento por las torres Robert G. Tapert y Bruce Campbell, ha nacido en manos del uruguayo Fede Álvarez una nueva joyita que, sin dudarlo, pasará a los anales del cine comercial más bruto por el despliegue, excelso, de maniobras de charcutería extrema… no salpica más porque entonces correríamos el riesgo de morir ahogados entre tanta sangre. Además, estamos en el 2013, y cuando mucha mojigatería cuarta a una gran cantidad de proyectos ya que el objetivo de sus responsables es que se vea distribuida a mansalva en salas de cine comerciales, ¿cobardía?, disfrutar de Posesión Infernal en pantalla grande es una agradable sorpresas y una recomendable experiencia. Esta nueva visión del clásico tiene personalidad propia, vale que se empapa de la idea de la original y le da una ligera vuelta, pero aun así logra mantener como producto buen aroma de independencia que rescata sin embargo muchos, si no todos, de los grandes momentos que Raimi nos ofreció en sus dos primeras obras originales.

Algo que sin embargo debe quedar claro es que el film de Álvarez, escrito por este, su amigo Rodo Sayagues y Diablo Cody, es obra del primero y por lo tanto no ofrece el rítmico desenfreno de planos imposibles y movimientos de cámara grotescos que tanto han identificado la filmografía del Raimi más auténtico. Y eso el lo bueno de esta Posesión Infernal, apuesta por dar su propia versión del clásico, remarcando descaradamente el dramatismo del film de 1981 y dejando de lado, aunque el humor negro siempre se puede paladear, ese otro remake de 1987. De paso moderniza de forma inteligente la razón para pasar un fin de semana a una cabaña apartada de la que no habrá salida, pero explotando la gran roja sobre la que debe seguir navegando la marca…. esa impagable sobrecarga de brutalidad que no se teme ofrecer al espectador, ya sea avezado o neófito, mediante un despliegue sin precedentes en el cine de estudio, FilmDistrict mola, y donde campan a sus anchas hectolitros de sangre, violentas embestidas, amputaciones brutales y secuencias salvajes tan explícitas que, todo sea dicho, es bastante raro que hoy en día sean vistas más allá de los círculos en los que viven enfrascados los festivales de género.

Y no hay más, una breve introducción para que sepamos lo que vamos a ver, probablemente sobre, y de nuevo cinco los amigos que se desplazan – despedazan – a esa característica cabaña del bosque. Esta vez un viaje que en antaño era de placer, hoy se transforma en un duro reencuentro que nace con la idea de desintoxicar a Mia (Jane Levy), hermana de David (Siloh Fernandez), el novio de Natalie (Elizabeth Blackmore), y amiga de Eric (Lou Taylor Pucci) y Olivia (Jessica Lucas). Sabemos lo que nos espera, pero este motivo ayuda a justificar más la incredulidad ante los primeros acontecimientos que tienen lugar, y que ante el ataque de pánico sufrido serían razón suficiente como para darte el piro de buenas a primera. A partir de aquí: baños de sangre, body count controlado, alguna que otra inesperada vuelta de tuerca, una gran dosis de efectos especiales de vieja escuela y una banda sonora, ojito, compuesta por el español Roque Baños, golpes, alarmas y chirríos que no dejan ni un momento de descanso.

Hay que verse toda la película, desde el minuto uno hasta que se termina los créditos… bien lo merece! Ah, y la pregunta de rigor… ¿Qué os ha parecido la película?

Cartel español de Posesión Infernal
Cartel español de Posesión Infernal

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Trato de desperezarme, desde el 3 de marzo con El atlas del las nubes no escribía una opinión, y me pongo de nuevo manos a la obra escribiendo sobre las películas que he podido ver esta Semana Santa en cines. Para comenzar arranco con G.I. Joe: la venganza (G.I. Joe: Retaliation, 2013) de Jon M. Chu, secuela de la bastante floja G.I. Joe (G.I. Joe: The Rise of Cobra, 2009) de Stephen Sommers y confirmado nuevo despiporre visual que, todo sea dicho, extenuará a cualquiera que la vea en 3D más por el casino uso de esta pesada tecnología que en muchas ocasiones, la mayoría, favorece en nada al resultado final. En mi casó sufrí demasiado con las hiperactivas secuencias de acción donde esta moda de vanguardia es caldo de cultivo para acabar mareado. Y para empezar a dar forma a esta opinión debo comenzar planteando una duda… ¿qué narices están haciendo Paramount Pictures y Hasbro si tenemos en cuenta las verdaderas posibilidades cinematográficas de los G.I. Joe? Ojo, que con esto no quiero decir que la franquicia, esa con la que muchos de los presentes disfrutamos jugando tela marinera en nuestra infancia, sea el culmen dentro del estrato del cine de acción, pero vamos, a ver si a la tercera dan con la tecla correcta. Porque mira que con Transformers obtienen buenos resultados, pero G.I. Joe no levanta cabeza.

Por que si, voy a ser muy sincero y duro… me gustó más la peli de Sommers que esta del bueno de Chu. Primero, no entiendo ni percibo la fuerza de Rhett Reese y Paul Wernick al frente del guión. Esa mala baba, esas situaciones cómicas, inteligentes y con chicha que disfrutamos en Bienvenidos a Zombieland (Zombieland, 2009) aquí tienen presencia cero dejando al final un sabor de boca horrible donde nada de lo que ocurre puede si quiera levantar un poco de interés. Ese es el auténtico trabajo de Reese y Wernick, un libreto plano donde se navega entre la seriedad más absoluta, no veo mal el punto dramático del arranque pero me sobra cuando sirve exclusivamente para el lavado de cara que se ha querido aplicar tras la primera parte, a la comedia más simple y predecible como el momento todo queda en casa de Bruce Willis. Segundo, toca sufrir una elección de actores que no llegan a cuajar una, por otro lado, bastante "correcta" elección de personajes. Vale, está Dwayne Johnson como Roadblock, mola, y vuelves a la carga con los obligados Ray Park como Ojos de Serpiente, Byung-hun Lee como Sombra o el merecidamente remozado, pero pírrico en presencia, Comandante Cobra, encarnado por cualquiera. ¿Y el resto? Pues la verdad, esperaba muchísimo más de Ray Stevenson como Firefly, un mítico, y de Adrianne Palicki como Lady Jaye, otra que también apuntaba alto. Del resto, pues ni chicha ni limoná. Ni Elodie Yung como Jinx, ni D.J. Cotrona como Flint, ni Jonathan Pryce como Zartan, porque no deberían colarnos al genial Arnold Vosloo porque sale su careto 10 segundos. Y claro, esto te da más rabia cuando ves subexplotar a gente como Walton Goggins e incluir en el reparto a paquetes andantes como RZA. Tercero, lo que mola de G.I. Joe y su guerra contra Cobra es las posibilidades de esta segunda a la hora de trazar un plan siniestro, maligno y que debería pasar a los anales de lo estrambótico y disparatado. En ese aspecto el trabajo de Stuart Battie y Sommers para G.I. Joe me pareció mucho más arriesgado y digno, aquellos nanobots que se comían el metal molaban, los supersoldados drogados y mejorados molaban, aquella base submarina y la posterior batalla a lo Star Wars dentro de su tontería era graciosa y grandiosa. Aquí explotan el topicazo y aburre… el momento bandera y pendones sobra por completo.

En fin, poco más de hora y media de cine de acción con alguna que otra secuencia entretenida, los brincos en la nieve por ejemplo, pero que no justifican la inversión que se ha hecho en el producto. 130 millones de coste de producción para un proyecto mainstream nuevamente con trazas de serie B, o serie B sin tapujos, que se queda corto si uno recuerda además a Sienna Miller como la Baronesa, Rachel Nichols como Scarlett, Christopher Eccleston como Destro, Adewale Akinnuoye-Agbaje como Heavy Duty o Joseph Gordon-Levitt como The Doctor. En fin, para pasar el rato vale, pero una pena… otra vez.

Y si, Bruce Willis aburre mucho pese a los chistes de rigor con los que siempre cumple. Cada vez aporta menos a las películas donde participa en modo presto mi cara 10 minutos y cobro mi minuta.

Cartel de G.I. Joe: la venganza... pues se han vengado
Cartel de G.I. Joe: la venganza… pues se han vengado

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No se cuantos pensarán como yo, pero el retorno a la dirección cinematográfica de los hermanos Lana y Andy Wachowski, acompañados por el peculiar Tom Tykwer, es parte de ese cine que debe definirse con mayúsculas y, desde ya, encumbrado a cine de culto. El atlas de las nubes (Cloud Atlas, 2012), mastodóntica propuesta, es un derroche de genialidad que nace sin embargo bajo el san benito de cine independiente, lo es, y que desde luego no será del gusto de todos, adapta la compleja y eterna obra de David Mitchell, una historia que nos hará viajar en el tiempo, desde mediados del siglo XIX hasta una era apocalíptica indeterminada, pasando por la Europa de 1931, dando el salto a los años setenta, alcanzando nuestros días, adentrándose en un futuro no muy lejano y vuelta. En todo este periplo, adelante y atrás sin descanso, lo que uno comienza a descubrir es que los protagonistas de las historias están de alguna forma relacionados. Ya sea por una razón espiritual o por que el destino que se supone define en lo más hondo nuestra historia ha tomado la riendas, pero sus vidas su cruzan una y otra vez en las diferentes épocas en las que tiene lugar la narración. Esta complejidad, Mitchell controla a la perfección la narrativa y sabe combinar perfectamente diferentes géneros que le permiten hacer todo muy entretenido, ha sido trasladada a la gran pantalla con una maestría a tener muy en cuenta.

Los Wachowskiy y Tykwer se han rodeado de un excelso reparto, Tom Hanks, Halle Berry, Hugh Grant, Jim Broadbent, Ben Whishaw, James D’Arcy, Doona Bae, Hugo Weaving, Susan Sarandon, Keith David o Jim Sturgess, y los han situado, a casi todos, en los diferentes tiempos que se nos proponen. La original propuesta, a mi me ha parecido una auténtica delicia pese a algún que otro altibajo, sirve de paso para hablar de muchas cosas tomando como materia prima una base de sensibilidad que te acaba golpeando sin remedio. A partir de ahí se habla mucho de amor, otro tanto de amistad, algo de miedo a lo que ha de venir, y como gran nexo común de rebeldía y lucha… ya sea contra el gran hermano que todo lo domina, por la supervivencia, contra las grandes corporaciones, por tus derechos sociales, o contra el clasismo, tanto por raza como por lo personal. Junto a esto tenemos una obra que en lo técnico abruma. El montaje de Alexander Berner es sencillamente increíble. Lograr trasladar la complejidad narrativa de Mitchell al cine y conseguir que casi tres horas sean un suspiro es digno de admiración. El montaje es incluso más sorprendente que el brutal trabajo de maquillaje que transforma sin miramientos a los miembros del reparto logrando en ellos todo tipo de variaciones. Sumemos una fotografía brillante, una dirección artística que aúna todos los posibles escenarios, una música excelente compuesta por Reinhold Heil, Johnny Klimek y el propio Tykwer, y una dirección notable con historias mejores y peores, pero que en conjunto logran ofrecer una obra de cine que merece ser vista… y más si tenemos en cuenta que pese al esfuerzo invertido en ella ha sido tristemente castigada por la taquilla mundial.

Lo que más me alucina una vez vista es… ¿pero qué narices han hecho en los Oscar de este año para no incluir a El atlas de las nubes en varias de sus categorías?

Cartel español de El atlas de las nubes
Cartel español de El atlas de las nubes

 

De vez en cuando uno tiene que armarse de valor a sabiendas de que lo que va a ver es probablemente otro traspiés más en la carrera de uno de los iconos del cine de acción moderno. Este fin de semana se ha estrenado La jungla: un buen día para morir (A Good Day to Die Hard, 2013), quinta vuelta de tuerca a las aventuras de un John McClane muy pasado de vueltas, sombra de lo que en su día fue, y que viene a confirmar que tras el flaco favor de La jungla 4.0 (Live Free or Die Hard, 2007), el espíritu McClane ya se comenzó a diluir en ese film merced a una sobrecarga de absurdos digitales y personajes extremadamente olvidables, la franquicia está completamente agotada.

Todo lo positivo que pudo llegar a tener el discutible anterior episodio, un director solvente, un villano que pese a su poco carisma contaba con Timothy Olyphant como encargado de darle forma o Mary Elizabeth Winstead, en esta es totalmente imperceptible. Primero por poner a John Moore a los mandos, un director de medio pelo que llevaba un lustro mirando por la ventana esperando esa llamada que le sacara del ostracismo más merecido tras el fiasco Max Payne (2008). Segundo por atreverse a dar a Skip Woods la orden de desarrollar un guión con ni si quiera un par de momento de entretenimiento. Woods es un desastre y es increíble que nadie se de cuenta! Ya comenzó a demostrar como se las gastaba con Operación Swordfish (Swordfish, 2001), a la que siguieron piezas que pasaron sin pena ni gloria como la medianamente potable Hitman (2007), la ponzoña X-Men orígenes: Lobezno (X-Men Origins: Wolverine, 2009) o el reboot en cines El equipo A (The A-Team, 2010). Tercero, el triste reparto. Bruce Willis está por estar, grita, se mueve poco, o nada, y ha perdido por completo la fuerza que conservaba en el 2007. Luego ese hijo fotocopia encarnado por Jai Courtney, lamentable tras lo bien que lo hizo tanto en "Spartacus: sangre y arena" ("Spartacus: Blood and Sand", 2010-¿?) como en la reciente y simpática Jack Reacher (2012), y qué decir de Sebastian Koch… el rey del truco del almendruco que no se entiende todo lo que hace ni para que lo hace.

Cartel español de La jungla: un buen día pare morir
Cartel español de La jungla: un buen día pare morir

John McClane (Bruce Willis) se va a Rusia a buscar a su hijo Jack (Jai Courtney) tras ser este detenido por asesinar a un capo de la mafia de la zona. Pero lo que John no sabe es que su hijo es en realidad un agente encubierto que quiere evitar que un gran secreto propiedad de un tal Komarov (Sebastian Koch) caiga en manos de un político corrupto llamado Chagarin (Sergei Kolesnikov). A partir de ahí una patraña.

La película pretende jugar al engaño pero es tan predecible que nada de lo que ocurre aporta si quiere un breve instante de sorpresa. No se, poco más se puede decir. La jungla: un buen día para morir es mala de solemnidad. Cuenta con una persecución promoción de Mercedes que dura una eternidad y Willis no sufre el primer rasguño hasta bien pasada la primera hora de película… y hay suficientes razones para que eso no sea así salvo que estemos ante la primera prueba de que este John McClane es en realidad una especie de Terminator imparable. Esto no es lo que se nos vendió en la década de los 80 y 90. Pero claro, luego sales del cine y meditas con los amigos si las intenciones de 20th Century Fox son reinventar la franquicia para las nuevas generaciones y cambiar el cromo Bruce Willis por el de Jai Courtney. Personalmente, prefiero que se ahorren esto y apuesten por poner a Courtney al frente de un producto propio, con nueva personalidad y que no lleve el apellido McClane como marca. Luego si quieren que Bruce Willis aparezca por ahí haciendo el canelo pues no lo veo mal. En fin, pasemos página.

 NOTA  Una duda, ¿alguien más vio el corte de mangas / butifarra que se gasta Willis en el momento helicóptero a cámara lenta?

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Ya iba siendo hora, al fin ha llegado a la gran pantalla la nueva incursión como director del siempre gratificante Quentin Tarantino. Django desencadenado (Django Unchained, 2012), como se esperaba, es otra pieza maestra salida de la mente de un tipo que engulle, literalmente, y supura cine en cantidades ingentes. Siguiendo la habitual lista de valores que identifican el cine de Tarantino, el gran poderío de esta obra se asienta en primer lugar sobre un guión indudablemente superlativo, un excelso trabajo repleto de incalificables diálogos y una historia no exenta de jugueteo fantasioso por todo lo que plantea en su fondo. Ojito, si en su anterior película, la discutida pero igualmente maravillosa Malditos bastardos (Inglourious Basterds, 2009), Tarantino nos tiraba de cabeza por una realidad distópica en la Segunda Guerra Mundial, en Django desencadenado el rumbo marcado no le desmerece. Porque si, el film plantea algún que otro imposible en los años previos a la Guerra de Secesión, tiempos donde el racismo y el esclavismo marcan muchos de los "no me los creo" sobre la obra que sin embargo aquí se nos presenta. La historia de Django desencadenado gracias a estos detalles, el oficio en el que acaba Django Freeman (Jamie Foxx) o la realidad sobre Candyland y personajes como el magnífico Stephen (Samuel L. Jackson), es infinitamente más maravillosa y una demostración de que Quentin Tarantino es el rey del le doy la vuelta a la tortilla y tan ancho… tanto que muchos ni se plantean estas incongruencias. El guión, muy pero que muy gamberro, se ve en segundo lugar engrandecido gracias a interpretaciones de esas que pasarán a formar parte de la lista de favoritos de los fans de don Quentin. Desde la de un Christoph Waltz impresionante, el personaje del Dr. King Schultz resulta por momentos paródico, pasando por un Samuel L. Jackson en el mencionado rol de Stephen, y que es más motherfucker que el mismísimo Jules, hasta un Leonardo DiCaprio que pese a ponerse en la piel de un auténtico pirado, Calvin Candie da miedo, sigue sin recibir los halagos que en verdad merece por sus trabajos. El tercer punto fuerte es lo visual, aquí Tarantino sigue marcando diferencias con el resto ya que ha hecho acopio de una vida devorando todo tipo de cine, lo que le sirve para que en estos 165 minutos rellene una película de instantes que se marcan a fuego en la retina del espectador, ya sea por la hiperactiva violencia que reflejan, como por la pausada tranquilidad en la que tienen lugar. Todo esto viene a dejar claro que Django desencadenado sirve además para disfrutar nuevamente de la increíble capacidad de Quentin Tarantino a la hora de ofrecer al espectador una master class de como se puede realizar una gran película.

Uno de los carteles de Django desencadenado

Nos encontramos un par de años de antes del inicio de la Guerra de Secesión. Django es un esclavo más que de buenas a primeras es comprado por el Dr. King Schultz. Pese a no estar conforme con el racismo y el esclavismo, la compra se realiza bajo un acuerdo, Django ayudará a Schultz, un cazarrecompensas alemán, a acabar con los hermanos Brittle y luego será un hombre libre. Pero tras este trabajo Schultz ve en Django potencial y le ofrece un nuevo acuerdo, trabajar durante todo el invierno con él como mercader de hombres muertos a cambio de ayudarle a encontrar a su esposa Broomhilda Von Shaft (Kerry Washington), esclava que fue vendida en el mismo lote que Django a un tipejo de armas tomar, el sureño Calvin Candie, dueño de Candyland y adorador de las peleas de mandingos.

Y atención al detalle, Django desencadenado es un gran western, uno que tiene de todo, muchísima comedia cafre, una gran cantidad de acción sangrienta, momentos más cercanos a piezas maestras del western modo El jinete pálido (Pale Rider, 1985), y todos los elementos necesarios del género pero, curiosamente, no es tan spaghetti western como se podría esperar vistos los deseos de Quentin ya trasladados a la mencionada Malditos bastardos o al pack completo de Kill Bill. Django desencadenado sirve a Tarantino para recordarnos que veamos Django (1966) de Sergio Corbucci, que bien lo merece, como ocurriera con Aquel maldito tren blindado (Quel maledetto treno blindato, 1978), esta no tanto, pero ahí se para y salvo la aparición de Franco Nero poco más en ella recuerda al subgénero que dominó por otro lado su idolatrado Sergio Leone… muy presente en sus anteriores film y cero en este. Pero lo que predomina, por obvio, es el sangrante retrato que se hace de esa larga y bochornosa era de los USA. La era de los excesos sobre los negros, el esclavismo, etc., etc.

Pues nada, todos al cine. Cuatro quintos del film son sencillamente maravillosos, encandilan, te mantienen absorto, y aunque luego en parte se deja llevar por la obligada dinámica y resulta más convencional, estamos sin dudarlo ante una de las películas del año.

Publicado por Uruloki en
 

Con eso de que este fin de semana se ha estrenado en salas comerciales, toca hablar de otra de las películas que pude ver en el pasado Festival de Sitges. Es el turno por lo tanto de El hombre de las sombras (The Tall Man, 2012), el regreso a la aventura cinematográfica de Pascal Laugier, ese director francés que nos dejó con grandes sensaciones y mucho mal cuerpo tras presentarnos la tremenda Martyrs en el 2008. Acumulando la friolera de cuatro años en silencio, Laugier regresa para ofrecernos una historia bastante clásica, el omnipresente en nuestra niñez mito del hombre del saco, vestida por otro lado de supuesto film de terror con bastante, quizás demasiado, truco. Este discutible doble juego, digamos que no fue muy aplaudido por el fan de ese otro Laugier, no debe ocultar sin embargo una concepción de la leyenda francamente original, con un desarrollo aceptable y un desenlace que te deja, o ese fue mi caso, bastante ojiplático… ¿y defraudado? Porque si, la obra de Laugier, de paso debut en las fértiles tierras de Hollywood, tiene cero de terror, aunque predomine todo el rato ese engaño que hace creer al espectador que si lo es al tiempo que se añaden interesantes complementos a la historia como que el destino de cada uno se rige por el lugar en el que naces, lo imposible de los cambios de rumbo cuando tu entorno no lo favorece o el desarraigo social debido a la pobreza. Laugier, al igual que en Martyrs responsable absoluto de lo que vemos al ser director y guionista, viene a contarnos mucho más que ese terrorífico acoso por parte de un ser nocturno que se dedica a empobrecer si cabe más la tristes vidas de los que padecen en exceso, y se apoya para ello en la notable interpretación de Jessica Biel, en verdad sorprende el trabajo de esta actriz hasta ahora encasillada en papeles más bien complementarios, que contando con ayudas de veteranos como Stephen McHattie o William B. Davis, logra dar empaque a una trama que saca completo jugo de todos los tópicos del thriller de terror más habitual pero que en el fondo no es para nada lo que uno va creando en su cabeza. Merece un visionado, por lo menos para saber si uno debe cagarse en Laugier o agradecerle la osadía que se saca de la manga…

Nos encontramos en el decadente pueblo de Cold Rock. En el una joven enfermera llamada Julia (Jessica Biel), debe hacer frente a esas inclemencias sociales propias de un lugar que se hunde más y más en su propia miseria sin visos de salir de ella. Pero en Cold Rock pasa algo más, los supersticiosos atribuyen esta fatídica racha a las extrañas desapariciones de niños a manos de lo que ellos conocen como El hombre alto, un algo que de cuando en cuando se cuela en el lugar para raptar a uno de los niños que allí mal viven. El tema se pondrá peleón cuando sea Julia la que sufra en sus propias carnes el ataque del Hombre alto y este rapte a su hijo.

Cartel de El hombre de las sombras
Cartel de El hombre de las sombras

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