Opinión


Esta Navidad que ya se nos ha terminado la he pasado, entre otras muchas cosas, disfrutando como un enano con "Trollhunters", adaptación en formato serie animada de la homónima novela para niños escrita por Guillermo del Toro y Daniel Kraus, e ilustrada por Sean Murray.

Producida por Dreamworks Animation y Cha Cha Chá Films, esta serie que se puede ver en Netflix desde hace unas cuantas semanas cuenta la historia de un chaval de 15 años llamado Jim Lake Jr. (tenéis la oportunidad de escuchar la voz de Anton Yelchin en uno de sus últimos papeles), que sin comerlo ni beberlo se ve envuelto en una aventura increíble al comprobar como colisionan ante sus ojos el pueblo en el que vive, Arcadia, y el fantástico mundo de los trolls. El tema es que Jim se encuentra un extraño artilugio con forma de reloj de bolsillo del tamaño de la palma de una mano que le acabará transformando en el Cazador de Trolls, una figura legendaria que a lo largo de muchos siglos se ha hecho cargo de mantener la distancia entre el mundo en el que vive y el de los trolls, al tiempo que se ha enfrentado al lado más oscuro de estos últimos. Pero Jim no estará solo en esta aventura, además de sus compañeros de instituto Toby (Charlie Saxton) y Claire (Lexi Medrano), crecerá como persona y como Trollhunter gracias a las enseñanzas de dos trolls llamados Blinky (impagable Kelsey Grammer en un personaje tronchante) y AAARRRGGGHHH!!! (Fred Tatasciore).

Pero no sólo eso, con gran soltura y apoyado por un grupo de guionistas y directores que saben muy bien lo que hacen, en el primer rol gente como Kevin y Dan Hageman, responsables de las historias de hits de la animación más simpática con Hotel Transilvania (Hotel Transylvania) o La Lego película (The Lego Movie) en su currículum, o Marc Guggenheim, en el segundo lado el granadino Rodrigo Blaas, Elaine Bogan o él mismo, Del Toro produce una historia perfectamente equilibrada con una hilo que está presente durante toda esta temporada, al tiempo que divide la narración en dos grandes arcos argumentales protagonizados por dos grandes villanos y sus acólitos. Por un lado la historia del Cazador de Trolls vs. Bular (Ron Perlman), y la segunda la de nuestro joven protagonista y Angor Rot (Ike Amadi).

Con "Trollhunters", lo que Guillermo del Toro pone sobre la mesa son esos grandes valores que tanto le identifican, al tiempo que deja nuevamente claro que lo suyo es estrujarse el cerebro y sacarse de la manga un universo completito repleto de magia y fantasía como quien sólo estaba de paso. Si uno echa un ojo a aquel mercado de trolls, duendes y hadas de Hellboy II: El ejército dorado (Hellboy II: The Golden Army), verá que muchos de los detalles que Del Toro trató en aquel momento están ahora reflejados en este nuevo mercado animado. No sólo eso, si no que si uno ha leído Hellboy, y las primeras obras de Mike Mignola y su héroe rojo, reconocerá en "Trollhunters" suculentas dosis del folklore que Mignola cruzaba en la vida de Hellboy. El nivel de la animación y los detalles con que Del Toro y su equipo han decorado todo, hacen de "Trollhunters" una serie que merezca mucho la pena disfrutar. Además, desconozco el presupuesto con el que han contado, pero con ingenio, misterio, suspense y sobre todo calidad, "Trolhunters" se convierte en un must see.

En definitiva, estamos ante una primera temporada compuesta por 26 episodios de unos treinta minutos con un ritmo endiablado, perfecto para pequeños y no tan pequeños, con altas dosis de acción, de espada y brujería, de humor y mucha emotividad. Para ver en familia.

Cartel de "Trollhunters"
Cartel de "Trollhunters"

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Confieso que soy uno de los que disfrutaron como un niño viendo Star Wars: El Despertar de la Fuerza (Star Wars: The Force Awakens). Confieso un año después que soy otra vez uno de los que ha flipado, merced a ese imparable tercer acto, de Rogue One: Una Historia de Star Wars (Rogue One: A Star Wars Story) de Gareth Edwards. Aunque alguno pueda pensar que es cruel decirlo, podríamos asegurar egoístamente que estamos ante la merecida primera precuela, porque podríamos seguir viajando al pasado, del inicio de la trilogía clásica de la saga de George Lucas, aunque haya un par de agradecidas referencias a ese último y medio decente film que fue Star Wars: Episodio III – La venganza de los Sith (Star Wars: Episode III – Revenge of the Sith).

Tras toda la polémica montada con el rodaje de Rogue One: Una Historia de Star Wars, recordemos ese montón de secuencias que tuvieron que volver a rodarse entre junio y julio de este año, o la aparición final de Christopher McQuarrie (nunca llegó a ser oficial y de hecho no sale acreditado) o Tony Gilroy en temas de reescritura de guión e incluso participación en la mismísima producción como director de segunda unidad, la esperanza sobre Rogue One: Una Historia de Star Wars estaba un poco en entredicho. El estreno sin embargo ha confirmado más lo positivo que lo negativo, si bien el film adolece (innegable) de ciertos momentos de falta de ritmo que la hacen peligrar durante sus dos primeros actos.

Rogue One: Una Historia de Star Wars supone de paso una vuelta de tuerca importante dentro del conjunto de historias de la Guerra de las Galaxias más canónica. Se trata de una historia centrada en un hecho que acontece dentro de la línea de la fuerza, pero sin tener en cuenta, o con muy poca relación, a los personajes que definen esta. Rogue One: Una Historia de Star Wars es una versión de Star Wars centrada en esos momentos que siempre llamaron la atención, donde se contara lo que le pasa a tal o cual personaje que si miramos la línea narrativa original acabaría por no tener suficiente importancia dentro del conjunto de cosas a narrar. Sin embargo lo que se descubre es sumamente crucial, como lo puede ser que nos cuente lo que hizo Boba Fett entre los episodios V y VI, o como perdió realmente Lando Calrissian (Billy Dee Williams) el Halcón Milenario.

Rogue One: Una Historia de Star Wars viene a justificar la razón de que la primera Estrella de la Muerte fuera imperfecta (algo que nunca trascendió), ahí estuvieron francamente hábiles John Knoll, un mito dentro del mundo de los efectos visuales, y Gary Whitta. Este detalle, aparentemente baladí si recordamos La Guerra de las Galaxias (Star Wars), permite crear una historia completa, una historia de traición, redención, reencuentro, egocentrismo y amistad. Porque sí, en dos horas y un poco hay tiempo para todo esto, para contarnos la complicada relación familiar de Galen Erso (Mads Mikkelsen) y su hija Jyn (Felicity Jones), de la amistad entre Chirrut Îmwe (Donnie Yen) y Baze Malbus (Wen Jiang), de las meritorias ansias de poder de Orson Krennic (Ben Mendelsohn) o del "ma han abierto los ojos" del piloto imperial Bodhi Rook (Riz Ahmed). Ojo, el film también deja un detalle singular sobre la mesa… en todos lados cuecen habas, y si bien el Imperio instaura un dominio basado en el terror, la Rebelión tampoco se las anda con chiquitas y no duda en asesinar antes de preguntar… pero claro, Rogue One: Una Historia de Star Wars pone el acento sobre un detalle que no siempre fue justificado, todo movimiento político tiene sus claros y oscuros, y la Rebelión no podía librarse.

Por lo tanto, estamos ante una historia muy diferente a lo que hasta ahora habíamos visto, alejada por completo de la senda seguida por J.J. Abrams, una donde las referencias se convertían en calco (algo que dolió a muchos), y más cercana a un constante dramatismo nunca plasmado en esta franquicia. Vale, había detalles, la muerte de Darth Vader en El Retorno del Jedi (Return of the Jedi), la congelación de Han Solo (Harrison Ford) en carbonita en El Imperio Contraataca (The Empire Strikes Back) o la muerte de Obi Wan (Alec Guiness) en La Guerra de las Galaxias. Pero en Rogue One: Una Historia de Star Wars esto se traslada al total del metraje, siendo el sentimiento la base de su narración durante los dos primeros actos que además desemboca en una última fase de armas tomar. Aquí es donde se debe dar gracias a Knoll, Whitta, Weiz, Gilroy y sobre todo Gareth Edwards, un director que dentro de su cine busca siempre el punto te machaco el corazón. Su debut cinematográfico Monsters así lo reflejaba, y si uno indaga en Godzilla nuevamente se dará cuenta de que es omnipresente en toda su historia. Ojo, esto tiene mérito, sobre todo porque es un cambio arriesgado de tono con muchísimas posibilidades y que triunfando, que lo hará, abre si cabe más el impresionante abanico de historias que se pueden llevar a la gran pantalla.

Visualmente la película es una delicia. Los medios de hoy en día sirven para aplicar continuidad en todos los aspectos, y uno que era fundamental era en lo que se conoce como la dirección artística. Rogue One: Una Historia de Star Wars es excelsa en ese aspecto, eso estaba claro tras ver lo bien que habían hecho las cosas Abrams y su equipo el año pasado. Pero no sólo eso, Rogue One: Una Historia de Star Wars juega con una baza que para algunos chirriará y para otros será la confirmación de que esto es el camino que se debe seguir. Los cameos introducidos en Rogue One: Una Historia de Star Wars son cruciales, por un lado para aplicar linealidad a una historia de forma casi milimétrica, por otra para poder indicar que hoy en día todo es posible. La mirada al pasado es total y, sorprendentemente, más importante de lo que personalmente esperaba. Si bien la presencia de Darth Vader era conocida, otras caras que surgen de la sombra son sorpresa, si bien la historia que se nos cuenta las hacía casi necesarias (una de ellas sí, la otra es un gran guiño).

En fin, Rogue One: Una Historia de Star Wars es una delicia, soy persona de buen conformar, pero no se puede negar que su tercer acto es el perfecto modelo para contar el dramatismo de una misión suicida como plantearse robar los planos de la Estrella de la Muerte. Hay intrahistorias que aportan poco interés, lo de Saw Guerrera (Forest Whitaker) está bastante metido con calzador, pero el conjunto al final es francamente recomendable y desde luego muy pero que muy disfrutable.

Cartel de Rogue One: Una Historia de Star Wars
Cartel de Rogue One: Una Historia de Star Wars

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Se pone en marcha nuevamente la factoría de magos más poderosa del cine. Con Harry Potter extinto en presencia, y aunque por ahí ronda la posibilidad de ver adaptada la obra "Harry Potter and the Cursed Child", su esencia prevalece de nuevo con el estreno en cines de Animales fantásticos y dónde encontrarlos (Fantastic Beasts and Where to Find Them) de, destinos parejos, David Yates. En esta ocasión ha sido la propia J.K. Rowling la encargada de adaptar a guión cinematográfico su obra y la cosa no se le da del todo mal. En Animales fantásticos y dónde encontrarlos se sienta de paso la base para una nueva y extensa franquicia, una que gira en torno a Newt Scamander (Eddie Redmayne) y, gran villano a la palestra, Gellert Grindelwald (Johnny Depp), ese mago oscuro que quiso ser más que Lord Voldemort antes de Lord Voldemort. A ambos personajes ya los conocimos en la anterior saga mágica. Al primero como autor del libro de estudio "Animales fantásticos y dónde encontrarlos" que se usaba en Hogwarts, al segundo con la cara de Jamie Campbell Bower, joven, y Michael Byrne, viejo, en Harry Potter y las Reliquias de la Muerte (Harry Potter and the Deathly Hallows).

Y en estas estamos. Newt, un mago con cara de despistado y un pelín retraído, llega al New York de principios del siglo XX cargado con una maleta repleta de imposibles criaturas de las que pueblan el bestiario del universo Harry Potter. Paralela a su llegada se producen una serie de extraños sucesos / crímenes y el aparente responsable de los mismos es una siniestra y oscura presencia, una criatura / virus que infecta a sus huéspedes y que es conocida como Obscurus. En su visita a la gran manzana Newt se encontrará con una serie de singulares personajes; el nomag (prefiero muggle) Kowalski (Dan Folger), perfecto alivio cómico de una historia con momentos seriamente tétricos y siniestros, o las hermanas Goldstein, la tremendamente sosa Tina (Katherine Waterston) y la más simpática y dicharachera Queenie (Alison Sudol). Pero ojo, si bien uno podía pensar que todo se quedaba ahí que va, la Rowling tiene tiempo para presentar dos frentes más de acción, uno más impoluto y ministerial, en el que se nos presentan una serie de personajes de índole mágica como son el muy interesante Percival Graves (Collin Farrell) o Seraphina Picquery (Carmen Ejogo), y otro más humano y alarmista encabezado por una familia algo desquiciada… Credence Barebone (Ezra Miller), su hermana Modesty (Faith Wood-Blagrove) o la paranoica y reiniciadora de los juicios de Salem Mary Lou (Samantha Morton).

Como podréis observar tenemos el ciento y la madre de personajes, muchos, y a la par un buen número de tramas que transcurren a lo largo de un dinámico y no tan extenso metraje. Yates, director, conoce además a la perfección lo que tiene que hacer y logra que funcione bien el producto, si bien hay algo que no funciona y es la total carencia de química entre Tina y Newt. El resto de la historia transita entre la comedia (hay tiempo para las carcajadas), la magia visual y algo similar al terror nigromántico que ya conocimos en los últimos films de la saga Harry Potter. Ojo, no es tan elevado en tono, aquello era constante, pero por momentos se le acerca. Bien rodada y desde luego que puerta abierta para seguir produciendo conjuros de año en año. Eso sí, no esperéis algo tan icónico como la larga batalla entre Harry Potter y Lord Voldemort, Newt no parece pensado para este calibre de batallas emocionales, pero no por eso deja de ser entretenida y esperanzadora.

Uno de los carteles de Animales fantásticos y dónde encontrarlos
Uno de los carteles de Animales fantásticos y dónde encontrarlos

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El pasado viernes, recién salido de ver La llegada (Arrival) de Denis Villeneuve, no pude más que pensar en voz alta en el medio que mejor sirve para ello en estos momentos…

Antes de comenzar a hablar de La llegada lo primero que os voy a recomendar, y casi debería ser lo único, es que vayáis al cine a verla. No os la perdáis, ya que es una gran oportunidad de ver un producto de ciencia ficción, muy íntimo, de grandísima calidad. El canadiense Villeneuve es además uno de los mejores cineastas del momento, y así lo atesora gracias a esta y sus otras obras más conocidas… la retorcida Incendies, la destructiva Prisioneros (Prisoners), la surrealista Enemy o la corrupta Sicario.

La llegada, adaptación del relato corto "La historia de tu vida" de Ted Chiang, y parte de un recopilatorio que responde al mismo título, nos presenta la repentina visita / invasión de un grupo de naves extraterrestres a diferentes partes del planeta. Cada gobierno afectado, tratando de gestionar el acontecimiento de la mejor forma posible, toma sus propias decisiones si bien a nosotros se nos cuenta lo que acontece en el lado de los EEUU y por lo tanto poniendo el foco en el encuentro de la doctora Louise Banks (Amy Adams) y el matemático Ian Donnelly (Jeremy Renner) con los tripulantes, a los que definen como heptápodos, de la "cápsula" que se encuentra en Montana. La película nos cuenta ese conjunto global de acontecimientos haciendo hincapié en que no sólo se evoluciona desde el lado USA, aunque se centre ahí, poniendo sobre la mesa la importancia del trabajo en equipo ante fines de índole común. En fin, el tema es que la doctora en cuestión, lingüista de profesión, recibe el encargo, aquí entra en escena el Coronel Weber (Forest Whitaker), de entablar contacto con los visitantes al tiempo que se ve atormentada por recuerdos sobre su hija fallecida. Con este punto de partida uno comienza a vivir La llegada, un acercamiento esencialmente científico a la ciencia ficción alienígena donde se plantea el mayor problema que nos encontraríamos en esta situación… establecer comunicación.

La llegada es por lo tanto un film de aprendizaje y comunicación, un viaje vital por establecer contacto en el que la doctora Banks se embarca para acabar completamente inmersa. Es tal su ansia por romper esa barrera que no duda en exponerse ante los visitantes, en agotarse y verse superada por la situación que supone tener que resolver un dilema de índole mundial donde se trata de dar respuesta a la gran duda que a todos corroe… saber cuál es el objetivo de la visita de estos alienígenas a la Tierra. La llegada es también una historia altamente emocional y muy personal, egoísta y altruista según el punto de vista que acabe por calarte. Un viaje por el tortuoso sendero de las tribulaciones que acosan a Banks de principio a fin. Conoceremos su historia, los acontecimientos más relevantes de su vida, todo ello gracias al trabajo de adaptación de Eric Heisserer, guionista que ha sabido sacar un jugo increíble al elaborado estilo narrativo de la obra de Chiang, más reveladora merced a esos tiempos verbales con que está escrita, y de su montador Joe Walker, no es sencillo mostrar tanto y descubrir tan poco.

La llegada es en definitiva una de las mejores películas del año, con una Amy Adams excelente en un papel crudo, reflexivo sobre su propia existencia, acompañada por un reparto que cumple sin, sin embargo, destacar tanto como lo hace ella. Villeneuve vuelve a rodar una historia que te envuelve de principio a fin, que te mantiene fijo, pendiente de los acontecimientos y que con maestría te golpea en lo más profundo para conmoverte y plantear aspectos duros de imaginar. De regalo la cantarina y a la vez alienígena composición de Jóhann Jóhannsson, donde combina la música con el propio lenguaje de los visitantes. Vamos, que sólo me queda volver a decir algo que ya os dije al principio… id a verla.

Amy Adams AKA Louise Banks en La llegada
Amy Adams AKA Louise Banks en La llegada

Ah, y como despedida la pregunta que ahora todo el mundo se hace. ¿Qué nos deparará Blade Runner 2049 (2017) con Villeneuve a los mandos? Pues es otra buena incógnita, pero desde luego se trata de una que todos tenemos ganas de que se nos responda… casi lo mismo que los protagonistas de la propia La llegada. Faltan tan poco para descubrirlo que te entusiasmas con sólo pensarlo.

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Pues nada, regresa el MCU a los cines de nuestra ciudad y es el turno del debut de un nuevo personaje, una renovación en toda regla para redefinir la Fase 4 en la que nos encontramos inmersos. Doctor Strange de Scott Derrickson abre además, y por completo, una puerta hasta ahora no muy explorada del mundo mágico de Marvel. Retazos tuvimos en Thor y Thor: el mundo oscuro, pero nada que ver con esta inmersión a pulmón parida por la casa de las ideas. Sin embargo, lo más interesante del producto es que el enfoque dado vuelve a aquellas raíces ahora ya olvidadas de "origen del personaje", pero llevadas a un punto más dramático y en la línea que plasmó con acierto el primero de los Iron Man. Doctor Strange se centra en los malos momentos, en la etapa más oscura y poco agraciada de un personaje como Stephen Strange. Un hombre brillante, egocéntrico como nadie y con un futuro sin límites. Las cosas cambian repentinamente y es en ese momento en el que la narración explota con minucioso detalle los peores momentos, la autodestrucción a la que se ve avocada Strange y la desesperación que le atormenta.

Pasado este mal trago el producto gira y enfoca la habitual línea de los films del MCU. De paso, y como la magia todo lo permite, se saca de la manga un auténtico exploit de Origen (Inception) para poder mutar sin compasión el mundo en el que viven los protagonistas del film. Ojo, visualmente estamos ante una delicia, un extenuante viaje alucinógeno que, en 3D y sala IMAX, marea como nadie. Cuesta mantener el foco pero eso no quita para que uno se sienta reconfortado cuando lo que busca es originalidad e impronta visual. Esta vez, y merced al mundo que ahora conocemos, las posibilidades son infinitas y Marvel sigue fusionando acción bien rodada, grandes efectos visuales, con el ciento y la madre de chascarrillos cómicos para que el espectador suelte carcajadas.

Guste o no este es el sello en el cine de Marvel y no van a cambiar. Doctor Strange tiene su dosis de mal rollo, pero termina siendo un producto amable, repleto de acción, de viajes astrales, de lisergia visual y de buenos actores. Benedic Cumberbatch tiene tanto ego como el propio Strange y es el total centro de la historia, le queda el papel como anillo al dedo. Secundado está por un anodino Chiwetel Ejiofor como Mordo, todavía no Barón, que seguro será explotado con mejores resultados en el futuro. Genial Benedict Wong como Wong, ideal compañero y complemento cómico de Cumberbatch, y no menos genial Mads Mikkelsen como Kaecilius, un villano con miras y razones certeras para hacer lo que hace. Tilda Swinton también mola y por ahí aparecen otros complementos que vistos y no vistos.

En definitiva, una perfecta presentación de un personaje con potencial y con posibilidades tan infinitas como la propia imaginación de sus presentes y futuros guionistas. No cuento nada más porque el terreno SPOILER está ya muy cerca, pero si os apetece disfrutar un rato pasaros por el cine. Y ojo, tiene dos escenas extra, y ambas son singularmente importantes (al fin).

Doctor Strange
Doctor Strange

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El punto final y mi despedida de este Sitges 2016 lo ha protagonizado otro clásico como Zombi (Dawn of the Dead) de George A. Romero, han pasado la versión restaurada en 4K del montaje de Dario Argento, al que han acompañado dos films muy diferentes. Por un lado la preciosa The Neon Demon, por el otro la simpática y conspiranoica Operation Avalanche.

The Neon Demon de Nicolas Winding Refn, ausente en el festival a última hora pero con tiempo para un par de saludos digitales al respetable, es el experimento visual más llamativo y colorista de la filmografía del directo danés. Protagonizado por una serie de bellezas de toma pan y moja, Ellen Fanning, Jena Malone, Bella Heathcote y Abbey Lee, The Neon Demon es un film bestialmente visual pero que entre bambalinas y salones de maquillaje cuenta una historia de egos mastodónticos, pérdida de inocencia por la vía macabra y que, si te dejas, te atrapa y embelesa como una sesión de fotografía de David LaChapelle. NWR se regodea con descaro en el artificial cascarón del mundo de la moda, lo insulta, lo deja a la altura del betún, pero aprovecha para mostrarnos con directa sutileza un universo de odiosa rivalidad, donde si hay que pisar que sea con tacón de aguja, y donde el bisturí es el arma usada para los duelos. Muchos dicen que la película está vacía, pero no creo que sea el caso. The Neon Demon es la montaña rusa del personaje encarnado por Ellen Fanning, de su llegada, su fulgurante subida y su, literal, desaparición. Sumad la música de Cliff Martinez, tecnomaestro que no dejará indiferente a nadie, o las apariciones de seres como Keanu Reeves o Christina Hendricks. Bravo.

La otra película, y punto final a mi periplo, ha sido Operation Avalanche, especie de mockumentary found fottage, si esto existe, que nos cuenta desde la perspectiva de un agente de la CIA, director de cine, y de su equipo de rodaje, cómo se filmó el supuesto falso aterrizaje en la Luna del Apollo 11. Sí, Stanley Kubrick sale citado e insertado digitalmente como ya hiciera con sutil maestría Robert Zemeckis en Forrest Gump. El resto de la película es un curioso trabajo, entretenido, repleto de giros, dimes y diretes.

La obsesión por el neón de NWR omnipresente en The Neon Demon
La obsesión por el neón de NWR omnipresente en The Neon Demon

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Y sigo con esto del Festival de Sitges 2016. Esta vez la cosa subió de nivel, no alcanzando la calidad de The Handmaiden pero si logrando tener dos o tres películas bastante redondas. La cosa comenzó con un descarado pero simpático rip-off the The Game de David Fincher, no se ocultan eso sí, titulado Fear Inc. de Vincent Masciale. A esto siguieron la sorprendente e inclasificable I’m not a Serial Killer, la no menos sorprendente y mucho más inclasificable Swiss Army Man, un revisionado del clásico Bubba Ho-Tep (aquí estoy saludando a Bruce Campbell) y la excesivamente visceral y caníbal Grave (Raw).

Como comentaba el día se puso en marcha con Fear Inc., nombre de una compañía que haciendo copia y pega de otras ya conocidas te invita a pasar tu peor experiencia vital haciéndote partícipe de una noche de terror en carne viva. Simpáticos personajes, mucho recuerdo a las "reglas" del cine de terror más convencional y un giro que, que queréis que os diga, ni chicha ni limoná. Simpática lo es, para recuperar dentro de unos días pues no. Se deja ver que no es poco, pero se queda en algo que pudo ser más de lo que realmente es.

De ahí salté a I’m not a Serial Killer, film inusual protagonizado por Max Records, el niño de Donde viven los monstruos (Where the Wild Things Are) y un ya muy anciano Christopher Lloyd. Y mucho ojo, pero estamos ante una muy grata sorpresa. Records interpreta a un chaval que presenta todos los síntomas para de mayor acabar convertido en un psicópata. Vive además en un entorno poco favorecedor, madre divorciada, padre que le manda regalos en Navidad con cero vinculación emocional, y trabajo de apoyo en una morgue de un pueblo de la América más profunda y anodina. Eso sí, el adolescente psicópata en potencia comienza a ser testigo de una serie de macabros crímenes que tienen lugar en su comunidad. La idea puede ser primaria, poco original, pero su tratamiento es tan inesperado que uno no puede más que sentirse atrapado por esta rareza muy recomendable.

Cartel de I'm not a Serial Killer
Cartel de I’m not a Serial Killer

El paso siguiente fue ver Swiss Army Man de Dan Kwan y Daniel Scheinert, producto escatológico, flatulento, erecto, y, todo sea dicho, triste y muy solitario. Paul Dano comparte pantalla con el cadáver de Daniel Radcliffe en una de las historias más extravagantes que os podáis imaginar. Personalmente me encantó, es tan diferente, tan adorable y tan inclasificable que bien merece su visionado. Cine bien realizado, digno de Charlie Kauffman, Spike Jonze o de Michel Gondry, amén de extraña revisión de la relación de nuestro Náufrago (Cast Away) favorito. Cambiamos el cromo de Wilson por el de Manny. Si tenéis oportunidad no dudéis en verla, eso sí, id con la mente abierta y preparados para conocer a la navaja suiza más tronchante de la historia, además de una historia sobre la triste y vacía vida del protagonista.

No voy a contar nada de Bubba Ho-Tep al tratarse de un film de la sección Sitges Classics y oportunidad única en la vida para conocer en persona a Bruce Campbell. El cierre del día lo protagonizó en mi caso Grave (Raw) de la impresionante mujer Julia Ducournau. Esta historia que causó estragos en el TIFF, gente saliéndose de la sala con el estómago revuelto, podría decirse que es no agradable para aquellos no avezados en tripas, higadillos y otros elementos de la casquería habitual del cine "gore". Grave (Raw) no es sin embargo terror, es una especie de experimento donde conocemos a una joven que descubre, en su primer año de facultad, que eso de ser vegetariana está sobrevalorado. El ansia por la carne, y no precisamente el solomillo de ternera, hará vivir al espectador una sensación enfermiza y malsana. No os voy a engañar, pese a alguna secuencia más excedida, no está nada mal y podría decirse que será perturbadora para muchos de los que se atrevan a verla.

Cartel de Grave (Raw)
Cartel de Grave (Raw)

 

Segunda jornada por Sitges y turno de lo que mi mano me dio para pillar a velocidad absurda, el sistema de entradas para prensa es un despiporre. Bueno, la cosa se repartió entre el topicazo Bed of the Dead de Jeff Maher, el quinto y ¿definitivo? episodio Phantasm Ravager de David Hartman (y Don Coscarelli), la infumable obra folklórica criminal malaya Interchange de Dain Iskandar Said, el viaje a los infiernos del desvarío Ballad in Blood de Ruggero Deodato y la magistral obra maestra The Handmaiden de Park Chan-wook.

No es por nada, pero levantarse de la cama para enfrentarse al morfeo mañanero de Bed of the Dead es lo que no os recomendaría. Desconozco los trabajos previos de Maher, que igual son potables, pero Bed of the Dead es un film vacuo donde la ración de tópicos se sirve a paladas. Policía con barba perfilada, alcohólico, odiado por su jefe, con un compañero negro que no le cae bien y una tragedia familiar sobre sus espaldas. Ahora pongamos a cuatro jóvenes que se van a un "hotel", que pagan una pasta por meterse en cuarto repleto de polvo y humedad, donde sólo hay una cama y donde esperan, al menos ellos, montar una sesión swinger. La cama se enfada, se fabricó con madera de un árbol impío, y pagarán aquellos cuyo pasado tenga un pecado. Comienzan las muertes y así hasta el final. Lo mejor, pero meada fuera de tiesto, es el hecho de que los teléfonos de los muertos sirvan para hablar con el policía que va a investigar la razón de su muerte. Para morirse del sueño.

Phantasm Ravager es sin embargo un obligado homenaje no sólo a la saga de Coscarelli, hoy comentaba con El Señor Ausente que ha sido su único trabajo durante más de veinte años, si no a todos sus más acérrimos seguidores. Vuelta de tuerca de Reggie Bannister, un vistazo y despedida al característico Angus Scrimm, y sin lugar a dudas algo así como el paso que le quedaba por dar a esta franquicia. Puede que mereciera haber sido cerrada con antelación, pero desde luego Phantasm Ravager es potable si eres fan del Hombre Alto, de los universos paralelos y de las esferas voladoras.

Y claro, luego te pones a patear por un Sitges gris y lluvioso para acabar sentado viendo Interchange, producto grotesco más terrible de lo que esperaba. El film es un thriller donde se juntan elementos tan dispares como el género policíaco, el romance imposible y la fantasía empapada por el folklore malayo. Francamente aburrida pero con una muy interesante propuesta para presentar como deja el "asesino en serie" los fiambres… no sé cómo hace, pero Dain Iskandar Said opta por poner ante el espectado cadáveres a los que les han drenado toda la sangre y, de paso, les han sacado todo el juego de venas dejándolas colgando como si de un racimo se tratara. Curiosa, malaya, aburrida y digitalmente a eones de cualquier otro mercado conocido.

Pero claro, uno no se puede quedar satisfecho si después de volverte al Retiro te encuentras con Ballad of Blood, del trasnochado y un pelín anciano Ruggero Deodato. Que sí, que Deodato es el hombre tras Holocausto Canibal (Cannibal Holocaust), que en su momento fue partícipe del revigorizante mondo terror italiano, el gore más extremo realizado en paralelo con aquellos otros míticos Umberto Lenzi, Dario Argento, Mario Bava, etc. Pero el Deodatto de ahora es un octogenario que quiere servir con exceso lo que podría ser un despiporre de Erasmus. Lo malo, se le va de las manos y convierte el Erasmus en una suerte de torture porn a la Eli Roth y su Hostel. Tenemos a italiana enseñándolo todo (Carlotta Morelli), novio colocado hasta las cejas que no sale del estado catatónico en todo el film y amigote negro que no reparte maría o hachís, que va, traficante de drogas con todas las de la ley. Un viaje extremo, bochornoso, pobre en todos los aspectos y digno de quedar oculto de la filmografía del bueno de Ruggero Deodato.

Y si uno pensaba que me iba a comer un día de mierda, nada más lejos de lo contrario. Sabía que Park Chan-wook no defraudaría y no, The Handmaiden (Ah-ga-ssi) no lo hace y encima va más allá. Es una obra maravillosa, que te enreda visualmente (la dirección artística es digna del Guillermo del Toro más victoriano y romántico), que se ve acompañada por una banda sonora de corte clásico occidental pero compuesta con maestría por el coreano Yeong-wook Jo, y que te traslada a una Corea / Japón post Segunda Guerra Mundial para contar una historia inusualmente hermosa y tan cambiante como el cine del mejor Quentin Tarantino. The Handmaiden es una delicia protagonizada por dos actrices brutales como Min-hee Kim y Kim Tae-ri, y que con impactante narrativa adapta la obra "Falsa identidad" de Sarah Waters. Pese a sus cerca de dos horas y media de duración Park Chan-wook te atrapa, te enreda en su madeja, te excita pero sin dejarte respirar ni un minuto. Personalmente la mejor película del festival con permiso de Nicolas Winding Refn, muy diferentes pero en su estilo ambas perfectas.

Cartel de The Handmaiden
Cartel de The Handmaiden

 

Bueno, comienzo con el repaso a la breve visita que he hecho este año al Festival de Sitges. A diferencia de ediciones anteriores, esta vez opto por las entradas resumen para no dejar nada en el tintero. Mejor que hacer mini reviews independientes, cuatro entradas como los días que he estado por la ciudad catalana y fin.

El pasado martes día 11 la cosa se repartió entre los films debut Let me Make You a Martyr de Corey Asraf y John Swab y Trivisa de Frank Hui, Jevons Au y Vicky Wong, el cambio de registro de Ti West con In a Valley of Violence, y el descontrolado viaje Dog Eat Dog de Paul Schrader. Poco puedo contar de la primera y la última. Tanto Let me Make you a Martyr como Dog Eat Dog son productos, no puedo defenderlos, infumables, eriales en toda regla que no hay quien soporte.

Let me Make you a Martyr tiene probablemente la historia más absurda y sin sentido en años, regada además con la intrascendente (que no os vendan otra cosa) aparición de Marilyn Manson en un papel de pseudo-villano de medio pelo. Tras pasar un tiempo en prisión, el protagonista (el amigo Niko Nicotera) regresa al pueblo en el que su novia y padre (Mark Boone Junior de "Sons of Anarchy") viven. Pero es llegar y comienza a morir el personal. Amigos del pasado que acaban agujereados, amigos de su padre que terminan agujereados, camellos que de tanto agujero necesitarán ropa nueva, padre, hijo y novia que no quieren quedarse atrás entre tanta perforación. En medio una niña secuestrada que no se entiende su presencia pero que está ahí porque a alguien le apetecía. Un cagarro. Pues eso, una opera prima destinada a sesiones tardías de festivales.

Dog Eat Dog de Schrader es, como reconocía el propio director con cara de sorpresa cuando le dieron el premio Máquina del Tiempo, un trabajo por el que nadie le recordará. El guionista de obras icónicas como Taxi Driver o Toro Salvaje (Raging Bull), cuenta con un reparto encabezado por Nicolas Cage y Willem Dafoe y sin embargo se embarca en una paranoia donde el exceso sirve para poco más que para levantar un dolor de cabeza de muy señor mío. Una historia que podría resultar medianamente entretenida desemboca en un viaje de excesos protagonizado por un hiperactivo, cargante y sobrepasado Dafoe… Pues sí, esperabais leer Cage pero hasta está comedido en comparación. El resultado resulta tan intrascendente como con la anterior.

Trivisa, film llegado de Hong Kong, apadrinado por el mismísimo Johnny To, y dirigido a tres bandas, es, dentro de su falta de ritmo, un thriller competente dentro del mundo del hampa de finales del siglo pasado. Tres gángsters venidos a menos se enfrentan al destino que no pueden evitar. El paso del tiempo ha transformado a los que en otro momento fueron los grandes nombres del mundillo en una sombra de lo que llegaron a ser. Curiosos relatos, cada uno en su estilo y con su historia, con un regalo muy de agradecer…una completa visita a la corruptela que tan bien conocemos en estas tierras y que asola otras. Se ve que hay millones de Luis Barcenas en Hong Kong y que todos quieren un trozo del pastel.

La mejor del día sin lugar a dudas fue In a Valley of Violence. El film de Ti West es una del oeste con buenas dosis de comedia, y que cuenta en su reparto con rostros sobradamente conocidos como los de la estrella Ethan Hawke, las crecientes Karen Gillan y Taisa Farmiga y, redoble de tambores, un John Travolta en su mejor papel en muchos años. Un western clásico con los tópicos del género: héroe solitario, pueblo de mala muerte, malas pulgas y excesos de autoridad. La verdad, meterse con el cowboy equivocado puede acabar provocando un violento despiporre. Sorprende el giro dentro del cine de Ti West. A recuperar cuando llegue de forma oficial a esta parte del planeta, a ver si tenemos suerte.

Conclusión, casi hago bacarrá el martes. Menos mal que In a Valley of Violence cumplió con las expectativas que tenía sobre ella.

Primer cartel de In a Valley of Violence
Primer cartel de In a Valley of Violence

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Publicado por Uruloki en
 

Este fin de semana se ha estrenado la segunda vuelta de tuerca al cine del género de terror de Fede Álvarez y Rodo Sayagues tras la sangrienta e hiperbólica Posesión Infernal (Evil Dead). Esta vez, y alejados del slasher al uso, aunque tenemos varios de cánones de esta específica división del horror más clásico, Álvarez, Sayagues y nuevamente la dupla Sam Raimi / Robert Tapert, bajo el sello Ghost House Pictures, visitan otras de las alternativas del terror moderno, el conocido como home invasion (Tú eres el siguiente, Knock Knock, Los extraños, Funny Games, Secuestrados, À l’intérieur,…), y le aportan ese granito de arena que la hace diferente, novedosa y, por lo tanto, más que interesante… el invasor pasa a ser la triste víctima, la que lo va a pasar mal y, muy probablemente, acabe inerte y convertido en un mueble más de la casa en la que se ha colado.

No respires (Don’t Breathe) cuenta la historia de tres jóvenes delincuentes de Detroit que asqueados por la vida que tienen deciden dar el golpe de su vida. Ella (Jane Levy), madre soltera, tiene en meta irse a California y dar una vida más plena y menos repugnante a su hija. Ellos han optado por seguirla, uno por la lógica de ser su pareja (Daniel Zovatto), el otro (Dylan Minette) porque vive los vientos por la primera. La cosa no saldrá como esperan cuando en ese último trabajo con el que pretenden cubrirse de gloria se cuelen en la casa de un ex-militar ciego (Stephen Lang). Estos son los muy sencillos mimbres de la historia de este par de uruguayos que van triunfando por Hollywood. La historia es simple, fácil de digerir y sin complicaciones a la hora de sentar la base sobre la que se extenderá la narración. Y aquí es donde Álvarez y Sayagues suben el listón y demuestran que con poco se puede hacer mucho y notablemente entretenido. Dominan el sonido o la ausencia del mismo, explotan más de lo previsto una ambientación sin pretensiones, logran un manejo de la tensión digno del cine más desesperante que os podáis imaginar. Juntemos esto a un reparto cumplidor, la Levy notable, Zovatto y Minette sin sobresalir cumplen y Lang, Lang… ciego pero no tonto.

La película cuenta además con suficientes detalles mal rollo para quedarse pegado a la butaca. El espectador se pasa un buen rato a oscuras, visualizando lo que no se ve y los terrores que están más cerca de lo que tu intuición de los protagonistas puede ver. Merced a la combinación de la música, el ritmo de la respiración y la enfermiza calma general, un buen rato de la película roza lo más angustioso que os podáis imaginar en años, recuerda a aquellos desesperantes momentos de The Descent de Neil Marshall donde sabías que la cosa estaba jodida y no podías advertir a las protagonistas. Sumemos un par de giros de guión que de dejan con cara WTF, pero WTF, WTF, y el puñetero perro, elemento crucial para lograr esos golpes de efecto que irremediablemente te hacen saltar en la butaca. Merece la pena verla, película de terror atípica y que quedará ahí en el recuerdo del que guste por pasarlo mal en el cine.

Uno de los carteles de No respires
Uno de los carteles de No respires

Publicado por Uruloki en

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